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💉ÚNICO💉


Nervioso.

No, muy nervioso. Extremadamente nervioso.

Después de tantos años por fin había llegado el momento donde tendría que enfrentarse a aquel macabro examen.

Sentado en la sala de espera, mira con atención a la señorita que se encontraba detrás de un escritorio, escribiendo de manera concentrada algo en su computador.

Un hombre mayor aparece por aquel oscuro pasillo, le dice algo a la secretaría y procede a irse con diversos papeles en manos. Espera impaciente a que aquella chica pronuncie su nombre.

Entre más rápido entre, más rápido saldrá y por fin ese sentimiento de angustia desaparecerá totalmente.

Sin embargo, el nombre de otro hombre es el que es pronunciado por aquellos finos labios y él no puede evitar soltar un suspiro lleno de frustración.

Ya se quiere ir.

Y no puede evitar sentir cierto odio hacia su médica, esa quien le había informado que tendría que hacerse los exámenes para detectar cáncer de próstata. Pero no se encontraría tan nervioso, si esta le hubiese dicho que solo con los exámenes de sangre sería suficiente.

No, claro que no. Primero tendría que someterse al horripilante "tacto rectal" para verificar que no se sintiera algo anormal en su próstata y luego a la prueba de sangre para medir su PSA.

¿Qué no era suficiente con solo sacarle sangre? en serio tendría que hacer... ¿lo otro?

Se encuentra un 80% seguro de que no es necesario, y solo eso basta. Pero claro, la crisis económica del país y ahí están las personas tratando de sacarte dinero por todo. Es increíble que ni la salud sea gratis.

Pero bueno, a fin de cuentas, él no es médico y no sabe qué es lo que se oculta detrás de esas batas y esos raros instrumentos.

Es que es inevitable no refunfuñar. Jamás nadie en la vida le ha tocado... ahí. Ni siquiera su ahora ex-esposa, quien una que otra vez lo intentó; sin embargo, él siempre renegó ante esa loca y pésima idea.

¿Y ahora? ¿un extraño metería un dedo en su trasero?

Esto era el colmo.

¿Por qué tenía que hacerlo? ¡era totalmente injusto! Eso era una parte privada.

Es su cuerpo y las cosas salen de ahí, no entran ¡agh!

— Park Jimin — Y se ha metido tanto en sus pensamientos que el tiempo rápidamente ha pasado.

Es su turno.

Tomando una gran bocanada de aire se levanta de aquel asiento recubierto de felpa color azul. Toma su identificación y un par de papeles más y se acerca hasta la señorita detrás del escritorio, pasándole la boleta que verifica su cita.

— Park Jimin, última puerta al fondo del pasillo, el doctor Min le atenderá. — Asintiendo de forma tímida se encamina hacia el lugar mencionado.

A medida que va caminando observa con atención las puertas que rodean el lugar, tanto a su izquierda como a su derecha. Aproximadamente seis contó en total cuando por fin llegó a la que le correspondía.

"Doctor Min" se leía en aquella pulcra puerta de color blanco. Las letras parecían pegatinas adheridas a la madera, eran de un fuerte color dorado y resaltan increíblemente.

Cuando su mano tomó la manija se dio cuenta de la forma en la cual estaba temblando; bien, tendría que tranquilizarse. No quería pasar vergüenza frente a un doctor.

Una vez dentro de la habitación, admiró las blancas paredes decoradas por unos marcos de fotos de color café. La camilla posicionada en una esquina de la habitación, una báscula, un organizador de metal lleno de aparatos y probetas, con contenidos que él siempre desconoció.

Al fondo del pequeño cuarto visualizó al hombre que supuso lo atendería el día presente, su cabeza estaba agachada, aparentemente escribiendo algo en una libreta.

Cuando el doctor alzó su mirada tras escuchar el débil saludo de su paciente, Jimin no pudo evitar pensar que se trataba del hombre más precioso que sus ojos podrían haber visto.

Su piel era tan blanca como la nieve, su cabello resaltaba en la habitación con ese negro azabache, y sus ojos, sus preciosos ojos tan oscuros, encerrados tras dos redondeles de limpio cristal.

¿En serio aquel hombre era doctor? ¡vaya! Pero se veía tan extremadamente joven para poseer algo como lo era ese título.

Ese hombre era una obra maestra.

¿Sería él quien lo atendería? Bueno, tal vez no era tan malo después de todo.

— Park Jimin ¿no es así? Siéntese, primero tengo que hacerle un par de preguntas — Joder, hasta su voz era singularmente preciosa.

Sin ánimo de broma ¿ese hombre en serio era real?

Jimin sacudió su cabeza ¡Diablos! Estaba seguro de que se ha de estar viendo como un tonto ahí parado sin decir nada; así que de forma un poco brusca, se sentó en uno de los dos asientos que reposaban detrás del escritorio del doctor.

Las preguntas iniciaron, lo normal, la rutina que suelen tener la mayoría de médicos o doctores en una consulta. Jimin se deleitaba cada segundo con la grave voz del hombre y esas pequeñas miradas que de vez en cuando cruzaban.

Definitivamente no podía dejar de verlo.

¿Podrían denunciarlo por acoso si le tomaba una foto al doctor?

Cuando el hombre se paró para hacerle el resto de revisiones a Jimin, este pudo darse cuenta que compartían altura, tal vez algunos centímetros de diferencia pero que pasaban totalmente disimulados; sin embargo, el doctor tenía una contextura un poco más gruesa, sus hombros eran más anchos, y por lo poco que podía deslumbrar detrás de la bata, no tenía mucha cintura.

No obstante, seguía siendo tan perfecto ante los ojos de Jimin.

Después de ser pesado y posteriormente medido, llegó el turno de que le tomaran la presión. Y fue en ese preciso momento cuando Jimin se sentó en la camilla que se pudo dar cuenta de las manos que el doctor poseía.

Eran tan largas, huesudas y sobretodo, venosas. Joder, esas manos podrían ser consideradas un delito, sentía que con solo verlas podría obtener un orgasmo.

O sea... ¿tendría uno de esos dedos dentro suyo?

— Señor Park, por favor bájese un poco los pantalones y la ropa interior, acuéstese en la camilla de lado, mirando hacia la pared. Procederé a hacer el examen.

El chico inmediatamente acató las órdenes, pronto se encontraba con su trasero descubierto y su cabeza apoyada en el antebrazo. Escuchó los pasos del doctor Min alejarse y como abría lo que sonaba como una caja, y algo de carácter plástico era tomado.

Dedujo que se estaba colocando los guantes.

Después de un par de ruidos, volvió a sentir la presencia del hombre detrás suyo. Trago saliva, joder, en serio esto estaba pasando.

Su cuerpo de pronto se vio tensado cuando una de sus nalgas fue tomada por una de las manos recubiertas de plástico, y posteriormente alzada, para permitir un mejor acceso a su orificio.

Un líquido espeso casi de consistencia gelatinosa y un poco tibio fue depositado en la ranura de su trasero. Inmediatamente comprendió que ese líquido era el lubricante.

Había investigado un poco antes de poner sus pies en aquel hospital.

— Requiero que se relaje señor Park, sentirá la intromisión de mi dedo, dolerá un poco al principio, pero necesito que lo tome con calma. De esa manera podré hacer mi trabajo más rápido y terminar con esto.

¿Relajarse? ¿relajarse cuando tenía a semejante persona de portentosa belleza tocando aquella parte? Si era un sueño, no quería despertar.

Tal vez se había visto muy dudoso antes de entrar a la habitación, pero es que no se había imaginado que su doctor sería alguien... así.

Y es que él había estado con muchos hombres preciosos, por supuesto. Eran magníficos y de buen cuerpo; pero, con el doctor Min había algo diferente, tal vez un cambio de roles.

¡Y eso era sumamente sorprendente! No podía ni creer que se encontraba pensando así.

Park Jimin siempre ha metido, nunca se la han metido a él. Independientemente de con quien ha estado, o con qué género se ha metido. Él ha sido full mente activo en sus experiencias sexuales.

¿Por qué de pronto y a tal edad las cosas se volvían tan confusas?

Respuesta. El hombre de postura apolínea y gallarda.

Justo esa persona que en ese preciso momento se encontraba introduciendo su dedo índice, recubierto de plástico y un poco de lubricante, por su rosácea y totalmente virgen entrada.

Aquel largo dedo de aproximadamente 10 centímetros, intruso entre sus paredes palpándolas con precaución, buscando aquel magnífico punto que luego tocaría con esmero.

¿Sería mal momento para gemir?

¿Esto era lo que sentían las personas con las que había estado cuando les preparaba? ¡Diablos! ¿Por qué no lo había intentado antes?

O tal vez la sensación era totalmente dueña de aquel hermoso hombre de tez pálida y ojos gatunos.

El silencio reinó en la habitación, y Jimin agradecía mentalmente el hecho de que su rostro se dirigiera solamente a la pared, era solo aquella la que podía apreciar los gestos gozadores que se habían adueñado de su persona. Sus dedos agarraban disimuladamente las sábanas blancas bajo él y su boca era cubierta por su antebrazo para evitar que algún extraño sonido se escapara de ella.

Por el momento todo estaba tranquilo, con facilidad podría fingir que ningún pensamiento impuro recorría su mente, y que su entrepierna no se estaba poniendo dura.

Claro que no.

Pero justo cuando llego ahí, a ese punto dulce. Las cosas se descontrolaron un poco.

Mientras tanto el doctor Min seguía con su labor, por fin había encontrado la próstata del hombre acostado en la camilla y ahora solo procedía a toquetearla para encontrar algún bulto o alguna inflamación; sin embargo, se vio desconcertado cuando escuchó los suaves murmullos que su paciente estaba emitiendo.

Acaso eran... ¿gemidos? Con extrañeza, mientras su ceja derecha se curveaba, siguió tocando el lugar, ahora con más atención en el hombre, que en su propio trabajo. Notó como efectivamente su paciente se encontraba jadeando y por la forma en que apretaba sus piernas se hacía una idea de lo que estaba pasando en cierta zona.

La palabra sorprendido era poca para describir cómo se estaba sintiendo, y es que en los diez años que llevaba haciendo aquellos exámenes, ¡jamás! le había pasado algo así.

Normalmente unos se incomodaban –la mayoría en realidad– otros lo tomaban como un simple examen más y ni le tomaban importancia. Pero ya llegar a que alguno se excitara por sus toques, eso era demasiado.

Impresionado por lo que estaba presenciando, sacó su dedo índice del orificio y se alejó un poco del hombre; pero, su semblante de pronto se vio pasmado cuando tras su acción recibió un gruñido en respuesta.

— No, no pare, siga por favor — Las palabras se habían escapado de la boca de Jimin sin siquiera este alcanzara a razonar bien.

El doctor Min le miraba la espalda con inmensa sorpresa; a su paciente de verdad... ¿le estaban gustando sus toques? Pero antes de que pudiera responder, el movimiento brusco del cuerpo del más joven le detuvo.

Jimin yacía con su mano sobre su boca, como si eso fuese suficiente para eliminar las palabras que anteriormente se le habían escapado por accidente.

¡Joder! ¡qué vergüenza!

Sentándose bruscamente en la cama y sin mirar al doctor le pidió, reiteradas disculpas, una tras otra. Mientras tanto, en su mente ideaba un plan para salir corriendo de la habitación sin llamar mucho la atención de otras personas, mas sus planes pronto se vieron frustrados cuando su cuerpo se vio siendo acostado ágilmente boca abajo en la camilla.

Su pantalón terminó en su pantorrilla, y sus nalgas se vieron nuevamente separadas para repetir la intromisión de aquel dedo; sin embargo, ya no era como antes, cuando se introducía en él con parsimonia y cuidado, ahora era diferente, era un poco más fuerte, como si quisiera darle... placer.

No era posible ¿cierto? El doctor Min no convertiría su consulta en algo un poco más caliente ¿cierto?

Pero cuando su camisa fue alzada y los finos labios del mayor empezaron a besar con lentitud la fornida espalda de Jimin, este obtuvo su respuesta. El largo y lubricado dedo seguía penetrándolo, pero pronto ahora eran dos. Entrando con fuerza y precisión, tocando regularmente ese maravilloso punto que originalmente era el motivo de su estadía allí.

Los labios del mayor eran tibios, razón por la cual no podía evitar removerse y gemir, cuando hacían contacto con su fría y lampiña espalda. A veces succionaba, o incluso llegaba a mordisquear esas zonas gorditas, y muy bien disimuladas, que tenía a los lados de su cadera.

Sus piernas no eran olvidadas tampoco, el doctor había doblado una de ellas sagazmente, permitiéndose un mejor espacio para introducir sus dedos en aquel orificio. De vez en cuando les apretaba o le dedicaba sutiles masajes para relajar un poco más a su paciente.

Tomando a Jimin de los brazos, lo alzó de la camilla y lo sentó en la misma, permitiendo que ahora los dos personajes queden de frente; el doctor con su mirada picante, fija en el hombre quien evitaba toparse con sus oscuros ojos, mirando al piso como si el susodicho le hubiese dicho algo sumamente entretenido.

Pero no pudo evitarlo más, cuando una de las manos enguantadas del doctor lo había tomado de la barbilla, alzándola en el proceso. Sus miradas encontrándose, revelándole por medio de sus ojos al hombre contrario, sus más pecaminosos deseos y sus más oscuros fetiches jamás contados.

Las caricias del mayor se adueñaron de la fina cintura de Jimin, estremeciéndose nuevamente ante el delicado pero candente tacto. Después de que el más joven apartara la mirada con un leve color rojizo sobre sus mejillas, donde él doctor había reído gravemente, había procedido a comerse con su boca aquel precioso pulcro cuello blanquecino, ese que muy pronto se vería lleno de marcas.

Jimin jamás había sido fan de los chupones u otro tipo de marcas, pero ¡joder! Es que el doctor Min tenía un encanto para deleitarlo con esas ardientes succiones que llevaba a cabo; una simple palabra para describirlo era: magnífico.

Mientras más las marcas aparecían, más el tacto se volvía salvaje. Jimin gemía fuertemente en el oído del mayor, quien no paraba de disfrutar con sus labios el precioso cuerpo que portaba su paciente. Pronto se encontraba delineando con su lengua esas marcadas clavículas.

Jimin de pronto se vio sorprendido cuando miró hacia abajo, su pantalón había desaparecido sin ser consciente de aquello, y mucho menos de que ahora sus piernas desnudas se encontraban enrolladas en la cintura del mayor quien con falsos embistes, friccionaba ambos miembros. Uno dentro del pantalón y el otro fuertemente al aire libre.

La sensación era gloriosa, pero algo inquietaba al más joven y es que alguien pudiese entrar y verlos. Sería horriblemente penoso para él que alguien lo pillase en plena sesión de toques con un doctor a quien recién había conocido.

— Doctor Min — Gimió mientras agarraba la mata de cabellos negros azabaches — La puerta, ah~ alguien pu-puede entrar, agh~

Con pesar el mayor se separó, maravillándose primeramente por semejante obra de arte que había creado en el precioso y exquisito cuerpo del contrario, sus marcas descendían desde la barbilla hasta arriba de los preciosos pezones que no había alcanzado a probar.

En movimientos rápidos se dirigió hacia la puerta, poniéndole el pasador y tras quitarse la bata y los guantes, caminar nuevamente a la camilla. Encontrándose con una imagen tan extraordinaria frente a él.

El cuerpo de Jimin yacía otra vez de forma completa en la camilla, pero ahora eran sus piernas y sus manos las que le daban soporte. La vista del precioso y rosado agujero frente a él, contrayéndose una y otra vez mientras Jimin mecía su trasero de un lado a otro.

Demostrándole lo cuán se entregaba a él para que lo profanara por completo.

Con más entusiasmo, el doctor Min se acercó al chico, estampando la palma de su mano contra una de las nalgas de su paciente, notando inmediatamente lo cuán frágil era la piel del chico, tras quedarse roja y con la marca de su mano.

Jimin muerde su labio inferior con esmero. La nalgada ha enviado una serie de corrientes a cada parte de su cuerpo, específicamente a su miembro, quien se mantenía en leves espasmos y derramando aquel líquido un poco transparente y pegajoso, manchando así escasamente la tela de la camilla.

El doctor admirando el jugoso trasero que tiene ante él, no tarda más e introduce su boca entre la ranura que separaba aquellas dos preciosas y redondeadas asentaderas. Su lengua sin demora busca sin estupor el arrugado esfínter y tras encontrarlo jugueteó un poco con él, notando como su paciente arquea su espalda en deseo mientras sus manos agarran con fuerza la tela.

El más joven deleitándose tras la sensación de su trasero ser comido por semejante hombre tras él; esa lengua, tan ágil y experta, moviéndose de la manera más correcta y sucia que alguien podría imaginar.

De pronto y con un poco de dificulta el musculó fue ingresando lentamente en el apretado agujero; Jimin al instante sintió la sustancia salivosa, mojando sus paredes en el trayecto en que invadía aquel lugar. Cuando le lengua se vio lo suficientemente adentro, el doctor Min empezó a sacarla y meterla de forma desprolija más sin eliminar aquel ambiente y sensación tan erótica que sus cuerpos no temían demostrar.

— ¡Ah! Doctor Min ¡ahí! ¡exactamente ahí! — Jimin gritó sin pudor, olvidándose de sus temores, esos que le acechaban desde joven, esos mismos que segundos antes de entrar a la habitación generaban un temblor en sus piernas, precisamente esos momentos antes de ver a ese hombre.

Ahora sus piernas temblaban, sí, pero no precisamente por miedo.

Mientras el mayor seguía en su trabajo de degustar semejante manjar, luchaba intensamente a la vez con la hebilla de su pantalón, que parecía no querer ceder.

Tras por fin los botones decidieron cooperar, sin quitarse el pantalón y bajando tan solo un poco su ropa interior, liberó la aún creciente erección que llevaba rato apretándole y formando un intenso bulto bajo su ropa. Jimin se encontraba de espaldas a él, sin embargo, cuando el miembro fue rozado entre sus nalgas, se dio cuenta del tamaño tan... sorprendente que cargaba el doctor Min.

Mierda. Su jodido trasero era virgen ¿eso le meterían?

Con más desespero que antes, el mayor tanteo sus bolsillos traseros en busca del sobre de plástico hasta por fin dar con él; haciendo uso de sus dientes y con el debido cuidado, lo rasgó, tomando por fin en sus manos el condón de carácter resbaladizo ya que este contaba con lubricante.

Jimin miró con cautela la envoltura que había sido abandonada sobre la camilla, entrecerrando un poco sus ojos intentó divisar las pequeñas letras que decoraban el sobre de color azul. Acaso hay decía... ¿talla XXL?

¡Oh Dios!

— Señor Park, ante cualquier incomodidad, avíseme ¿bien? — un beso fue depositado en la mitad de su nuca, erizando los cortos vellos que decoraban esa zona.

Mordió sus labios con más ímpetu, mientras el doctor alineaba el miembro a su entrada. Tomó una gran bocanada de aire, intentando relajar sus músculos, más cuando los primeros cinco centímetros del pene del doctor se vieron dentro de él, no pudo evitar soltar un fuerte chillido mientras se aferraba con fuerza al borde de la camilla que hacia contacto con la pared.

Lentamente se fueron ingresando los centímetros restantes, permitiéndose respirar libremente cuando sintió las bolas del contrario rebotar contra la piel de sus nalgas.

El movimiento –por ahora lento– dio inicio, entrando con fuerza y resistencia. Las caderas del doctor eran rítmicas, embistiendo en un perfecto compás. Adelante, atrás, adelante, atrás.

Ahora el rostro de Jimin había caído sobre la camilla, su espalda mostrando una inclinación casi perfecta, mientras su trasero se respingaba más. Sus manos seguían ejerciendo fuerza para establecerse, mientras los obscenos gemidos de su boca levemente abierta osaban escapar.

Ya ni era capaz de mantener sus ojos abiertos, se deleitaba libremente ante el continuo movimiento de su cuerpo meciéndose. Las nalgas del menor, que ahora yacían con muchas marcas debido a los constantes apretones que el doctor estaba ejerciendo, mientras gemía gravemente tras cada embiste, y tiraba su cabeza hacia atrás.

El cuerpo de Jimin nuevamente se vio girado, mas esta vez el mayor lo tomó del trasero y alzándolo lo depositó sobre el escritorio de madera donde yacían un par de papeles y su computadora.

Abriendo mucho más las piernas del chico se introdujo con fuerza llegando a meterla toda mientras un gemido bastante agudo se escapaba de la boca de su paciente. Con todas las fuerzas que Jimin aún poseía, intentaba mantener su mirada pegada a la del doctor, quien lo penetraba con esfuerzo y dedicación.

Los ojos negros del doctor y los ojos claros del paciente generan un contraste tan magnífico y epicúreo.

Sus pálidos y largos dedos agarraban fuertemente la camisa del más chico para estabilizarse, mientras el otro había posado sus manos en los hombros del doctor permitiendo que sus cuerpos se encontrasen mucho más pegados.

Los lentes del doctor Min poco a poco se iban resbalando por su nariz, momento en que Jimin aprovechó para quitarlos y tras dejarlos a un lado atacar fuertemente esa boca que le llamaba a gritos.

Clavando sus uñas en los hombros sobre la tela de la camisa, permitió que el doctor Min jugara un poco con su lengua, chupándola y mordiéndola en ocasiones.

Era él el que tenía el control de casi todo, Jimin simplemente se dejaba hacer.

Las manos del mayor pronto abandonaron la camisa y se colaron dentro de la misma, buscando con insistencia esos sensibles pezones que se mantenían duros para él; con delicadeza y sin dejar de besar y penetrar a Jimin, empezó a estimular aquella zona. Dando leves masajes circulares a la aureola y jalando los pezones hacia arriba.

Cuando la posición pronto se vio cansadora, fue esta vez Jimin quien tomó la iniciativa y los guió hasta la silla donde momentos atrás se había sentado. Depositando ahí al Doctor prosiguió a subirse sobre su regazo totalmente de frente y sin meter el aun erecto miembro empezó a rozar su intimidad con este mismo, mientras el mayor apretaba fuertemente su cintura llegando incluso a clavar ahí sus uñas.

Fue el Doctor el que alineó su miembro nuevamente en aquella rosada entrada, mientras el dueño de aquella tomaba con sus dedos el borde del escritorio y de un brinco se introdujo totalmente en él, generando una perfecta sinfonía de los graves gemidos que ambos soltaron al tiempo.

Los rebotes empezaron, de arriba, abajo, constantemente. La cabeza de Jimin caía sobre el hombro del doctor, sin dejar de sostenerse del escritorio, moviendo sus caderas para una mejor fricción.

El miembro del más joven fue tomado por las huesudas manos del contrario, masturbándolo sin dejar ni un momento de ayudar a Jimin a unos mejores embistes.

Ni ellos mismos sabían cuánto tiempo habían durado, pero pronto sintieron que el orgasmo se avecinaba, por lo cual las penetraciones se hicieron más bruscas y rápidas en deseo de llegar inmediatamente al clímax.

Los gemidos del par ahogaban la habitación, en acompañamiento del choque de pieles cuando todo el miembro del doctor se encontraba dentro.

El primero en llegar fue Jimin, manchando así un poco su camiseta y parte de la del hombre contrario, a quien pareció no importarle; tomando los glúteos del menor, le abrió mucho más las piernas aun en aquella posición, generando que los pies del chico abandonaron totalmente el suelo.

Esta vez las manos del más joven pasaron a enredarse en la nuca del mayor, mientras este seguía profanándolo violentamente clavando sus uñas en la delicada piel.

El orgasmo llegó como una ola, llenando el condón que traía puesto; Jimin se lamentó por unos segundos aquello, hubiese deseado sentir el tibio semen del otro llenándolo, escurriendo esa viscosidad por entre sus muslos.

Se tomaron un par de minutos para recomponerse de aquel glorioso orgasmo, no fueron muchos en realidad, los suficientes para que sus respiraciones se calmaran y pudiesen pensar con un poco más de claridad.

De pronto las mejillas de Jimin adquirieron un tono rojizo, dándose cuenta de cómo se encontraba y de que había hecho. El doctor soltó una pequeña risa tras captar que era lo que estaba ocurriendo por la mente de su paciente y brindándole una nalgada, le ordenó a que fuese por su ropa.

Sin rechistar Jimin tomó su ropa interior, sus pantalones y aquel par de zapatos que apuntaban en diferentes direcciones. Mientras tanto el doctor se limpió un poco y prosiguió a colocarse la bata.

Actuando como el doctor elegante y presentable que solía ser.

Tan lleno de principios y respetando los mismos.

Escribió un par de cosas en su computador, en tanto el más joven regresaba al asiento donde anteriormente había saltado sin control sobre aquel grueso y venoso miembro que había atacado su trasero sin una mínima pizca de piedad.

— Señor Park, estos son los resultados de su examen — Habló el doctor mientras le entregaba un par de papeles recientemente impresos — Pues no he encontrado nada anormal, al contrario; pero, para descartar, aún tiene que hacerse el examen de sangre y le sugiero personalmente que asigne otra cita de "tacto" posiblemente conmigo.

Un pequeño papel arrancado de algún cuaderno le fue tendido y con su mano en constante temblor lo tomó, notando al instante como una serie de números estaban anotados en aquel.

Jimin le miró con sorpresa.

— Ese es mi número, puede llamarme para asignar otra cita, seguramente será en mi casa o como tu prefieras, cariño — Con picardía el doctor le guiñó el ojo.

Y vaya que esta vez las mejillas del más joven explotaron en un rojo vivo, ganándose una mirada de diversión por parte del mayor, quien se levantó de su asiento detrás del escritorio y rodeándolo llegó hasta el otro hombre, tomándole de las manos y ayudándole a parar.

Se miraron un par de segundos, antes de que el doctor tomara la iniciativa y juntara sus delgados labios con los carnosos del contrario; una perfecta mezcla y un maravilloso encaje.

Los besos perduraron, uno tras otro, tras otro, parecía que no querían separarse de esos belfos rosáceos, esos que en tan poco tiempo se habían vuelto tan adictivos.

¿Podrían considerarse los besos un vicio?

— ¿Puedo asegurarme de que tendré tu llamada? — Otro beso, esta vez más corto y Jimin asintió efusivamente mientras se perdía en los oscuros ojos del doctor.

Sus labios volvieron a unirse, esta vez en un beso mucho más largo que cualquiera que hubiesen tenido aquel día. Era su beso de despedida, aunque seguramente una despedida que no duraría mucho, Jimin no mentía, definitivamente guardaría aquel número como un tesoro en su móvil.

El adiós llegó, Jimin tomó sus documentos y aquel pequeño papel; tras una mirada tímida caminó hasta la puerta, el doctor no pudo evitar sonreír ladino y alzar su pecho lleno de orgullo notando el caminar del hombre: un poco incómodo pero satisfecho de lo que había hecho.

La puerta fue destrabada, mientras la pareja se dedicaba su última mirada llena de anhelo y esperanza.

— Por cierto, soy Yoongi — Un nuevo guiño y otro asentimiento tímido del más joven, quien, sacudiendo su mano, abandonó por fin aquella habitación de consultorio.

Miró el papel, sonriendo tontamente ante los números un poco disparejos pero entendibles que se visualizaban.

Estaba tan feliz.

Ni siquiera le importaba las incómodas miradas que un par de doctores, médicos, enfermeras e incluso pacientes le dedicaban. Él estaba en su ensoñación, feliz de llegar a casa y esperar así sea hasta la noche para marcarle al guapo doctor, quien había sido el causante de que uno de sus más grandes temores se esfumara.

Por completo.

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☆280123☆

𝓣𝓪𝓽𝓽.

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