Doble personalidad
Uno de los casos cuya resolución me procuró mayores beneficios fue aquel del perinilio con doble personalidad. Antes de abordarlo, me informé exhaustivamente sobre la características de la especie, para no meter la pata.
Los perinilios son seres metamórficos, pero su tipo de metamorfosis no es de los más corrientes en la Galaxia. Tiene sus ventajas, porque tras la fase de larva o gusano gigante que dura varios años, durante los cuales cursan sus estudios primarios y secundarios, no pasan la de crisálida. Es decir, no tienen que encerrarse en un capullo perdiendo un tiempo precioso, sino que sufren un cambio repentino pasando en un santiamén a la fase de mariposa, listas para cumplir con el servicio militar.
Yo supuse que el conflicto, muy común entre los perinilios y seres parecidos, podría venir de cualquiera de las dos personalidades. Es casi seguro que la mariposa añoraría su infancia como gusano y, viceversa, que el gusano tendría demasiado miedo a lo que el futuro iba a depararle como mariposa, sobre todo cuando era conocido el poder de los sistemas antiaéreos de los termitones.
Sin embargo, me equivocaba de medio a medio. En primer lugar, mi cliente había sido rechazado por inútil para realizar el servicio militar. Y ello por un trastorno interior que aunque yo no pudiese resolver, quizá estuviese en mi mano mitigar.
La primera vez que vino a mi despacho, aprecié a un gusano de mi talla, aproximadamente, bastante simpático. Podía mantenerse erguido sobre dos de sus innumerables patas, mientras me pinzaba la mano con dos de las superiores.
Después de ese saludo y de informarle de mis honorarios, se tendió en el diván, no sin que yo lo cubriese antes con una lona que siempre guardo a tal efecto.
-Tengo miedo, doctor -fue lo primero que dijo.
-¿Podría explicar cuál es el problema? -interrogué yo.
-El problema es él. Me dijo que no viniese a verle...
-¿Cómo? No comprendo...-dije, confundido-¿Ya ha sucedido la transformación?
-Ese es el caso, doctor. Tenemos una anomalía genética que nos hace repetir una y otra vez la metamorfo...
No llegó a terminar la frase, porque con un frusfrus como de vestido de seda desplegándose, la cubierta de su piel retrocedió desde la cabeza a los pies, al tiempo que se cubría de una pátina dorada. Luego cayó, sola, abandonada, brillante y recubierta de oro sobre la alfombra, mientras se alzaba ante mí una imponente y fiera mariposa parecida a las mantis terrestres, que desplegó sus alas sin consideración alguna a los jarrones y fotos que adornaban mis muebles. Tuve que moverme rápido para que no se hiciese todo añicos en el suelo.
El gran insecto exclamó después de echar una ojeada en derredor:
-¿Dónde está ese miserable?
Yo me retiré, un poco asustado, mientras él siguió gritando, furioso.
-¡Si piensa que me va a arruinar yendo de psicólogo en psicólogo, está listo...!
Luego se dirigió a mí, con voz chillona a través de su trompetilla:
-¡No pienso pagarle un solo dolarino, comecocos, vaya usted a estafar a algún termitón babeante!
Esto último lo dijo con tal fuerza que me llenó toda la frente de saliva. Yo le señalé la muda de oro que la personalidad del gusano había dejado caer sobre la alfombra y dije que me conformaba con eso. Él me miró asombrado.
-¿Esa basura? -preguntó perplejo.
Y ante mi asentimiento, me pasó un ala por el hombro y selló el trato, contento.
-¡Estupendo! Eso ya es otra cosa. A ver si usted puede mejorarle la autoestima, que la lleva arrastrando por los suelos -terminó con una risita chirriante mientras me propinaba un codazo para que reparase en el chiste.
Y así fue como llevamos adelante las sesiones, con los sobresaltos correspondientes por los cambios repentinos de personalidad. En realidad no adelantábamos nada -tampoco ponía yo gran esfuerzo en ello-, ocupándome, más bien de la labor de limpieza de la "basura" que caía en la alfombra en cada transformación.
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