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Epílogo

La inauguración de la ampliación del aeropuerto internacional Toronto Pearson había llegado y, sinceramente, sentía un gran orgullo en el pecho al saber que yo era uno de los tres arquitectos que se habían involucrado en el diseño.

Había sido una obra de dos años y un poco más, pero había valido completamente la pena esperar tanto para verlo de pie.

En ese momento, yo estaba involucrada en dos proyectos más, el del hotel Accor que estaba por terminar y de un nuevo museo, el cual estaba a mi cargo. Así era, por fin estaba siendo la arquitecta líder de un proyecto.

—Quedo increíble, ¿no? —le pregunté a Nicholas.

Ambos estábamos recostados en nuestra cama, mientras veíamos el reportaje que estaban haciendo en las noticias sobre la ampliación del aeropuerto, mostrando los detalles y los nuevos lugares que tendría el aeropuerto.

—Sí, debo decir que fue un bonito diseño, Blanc.

Yo solté una risa.

—No me llames así aquí.

—Estamos hablando de trabajo, cuando hablamos de trabajo te llamo así.

—Pero no en la casa, no seas tonto —bromeé.

Sí, durante todo ese tiempo, Nicholas insistía en llamarme por mi apellido en el trabajo, aun cuando toda la empresa estaba entrada de que éramos pareja y que vivíamos juntos. Aunque debía admitir que me causaba gracia.

Nicholas rio y me dio un beso en la frente.

—¿Qué te parece si pedimos algo rico de comer para festejar?

Yo asentí frenéticamente.

—Algo calientito, por favor.

—Tranquila, más tarde te voy a hacer un chocolate caliente —me dijo—. ¿Qué quieres comer?

—¿Pizza?

—Perfecto.

Nicholas tomó su teléfono y comenzó a buscar lo que pediríamos para comer.

Aun después de más de dos años viviendo en Toronto, el frio y la cantidad de nieve no me gustaba, pero sí que estaba aprendiéndolo a soportar mejor. Además, Nicholas se encargaba de darme un chocolate caliente cada vez que podía para que me sintiera más a gusto.

En parte, la terapia que había estado tomando por meses me había ayudado bastante a sobrellevar varias cosas, entre ellas el choque cultural que aun sufría, los problemas de confianza con las personas y la relación con mi mamá.

En ese tiempo me había dado cuenta de que la Caroline del pasado solo había huido de sus problemas y sí, había mejorado porque nunca los había tenido que enfrentar. Había huido de las personas con las que no quería tratar y había huido de los malos recuerdos, pero eso no me había dejado avanzar en muchas cosas.

Ahora que había enfrentado y resuelto muchos de los problemas que me habían hecho huir a otro país, mi vida y yo habíamos mejorado bastante... incluso creía haber mejorado mis capacidades sociales y me sentía un poco menos amargada que antes.

Giré mi cabeza para ver hacia la ventana y pude ver la CN Tower entre los copos de nieve que caían afuera.

—Bien, llegará en una hora más o menos —me dijo Nicholas, llamando mi atención.

Yo lo miré y le di una sonrisa.

—¿Sabes que es lo mejor de Canadá?

Nicholas me miró un poco confundido por mi repentina pregunta, pero luego de unos segundos, habló:

—¿El sistema de salud?

Yo reí y negué.

—¿La seguridad?

—Es buena, pero no es eso.

—¿El clima?

—Sí, que chistoso —dije, de forma irónica.

El clima de Canadá debía situarse como uno de los peores climas de todo el planeta, solo superado por esos países donde la temperatura podía superar los cincuenta grados Celsius.

—Ah, ya sé... la infraestructura —me dijo—. Es lo que diría un arquitecto.

—No, no estoy pensando como arquitecta —le dije—. Estoy pensando como Line, no como Blanc.

Nicholas se quedó pensando un momento y luego negó, rendido.

—Lo mejor de Canadá eres tú... de hecho, Canadá te debe una por atraer a una arquitecta joven a trabajar —bromeé.

Nicholas rio ante mi broma.

—Yo te dije que Canadá tenía sus cosas buenas.

Nicholas se volvió a acostar en la cama, sobre las sábanas para luego subirse sobre mí y comenzar a besarme.

—Te amo, Line —me dijo, entre el beso.

—Yo también te amo.

¿Los ingenieros y los arquitectos eran enemigos naturales? Sí, definitivamente no se llevaban bien, pero por cierta razón debían trabajar juntos: se complementaban.

Después de todo, los que podían ser los peores enemigos, también podían ser el mejor equipo... o la mejor pareja.

Fin.

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