Capítulo 24: Padres
Estaba de pie en el umbral de la puerta, mirando, por última vez en ese viaje, mi departamento. Un dolor de estómago se hizo presente y en el fondo, sentía que debía quedarme ahí..., pero simplemente no podía.
Por suerte, esa vez sería Sadiq quien se iría a mi departamento, ya que él necesitaba un nuevo lugar en el que vivir y a mí me convenía que uno de mis amigos estuviera ahí, me daba más confianza que dejárselo a cualquier extraño.
Una vez que me encontré en el aeropuerto, comencé a sentir una gran tristeza porque, nuevamente, no quería volver a Toronto.
—Señores pasajeros, les informamos que el vuelo ciento diecisiete con destino a Toronto está listo para el abordaje. Por favor, diríjanse a la puerta cuatro para embarcar. Les recordamos tener a mano su tarjeta de embarque y documento de identidad. Gracias —se escuchó en los parlantes.
Me levanté del asiento en el que estaba, tomé mis maletas y me puse en marcha en dirección a la puerta para subir al avión que me llevaría devuelta a uno de mis grandes enemigos: Canadá.
Dios, mis problemas con Canadá sonaban tan poco relevantes como los problemas absurdos de la gente rica... ya saben, como cuando Kim Kardashian perdió su arete de diamante en el océano e hizo una clase de rabieta. Sí, a nadie le gustaría perder algo tan caro, pero definitivamente no era un problema devastador, además, fue su culpa por tirarse al agua con algo tan caro, ¿cómo se le ocurrió?
Bueno, al menos yo no estaba haciendo una rabieta... no esa vez.
[...]
Pude ver a Nicholas frente a una de las pantallas y, por lo que notaba de lejos, veía que estaba haciendo los planos estructurales del proyecto del hotel.
Sin hacer mucho ruido y aprovechando que no había nadie en el estudio, caminé por la sala y me puse detrás de él.
—Caroline, puedo ver tu reflejo en la pantalla.
El que dijera mi nombre hizo que me sobresaltara y una vez que procese lo que me había dicho, hablé:
—¿En serio? —me acerqué a la pantalla entrecerrando los ojos un poco.
—Realmente estás ciega...
—Y eso que tengo mis lentes puestos.
Sin mis lentes de contacto u ópticos no podía ver nada más que manchas de colores y así había sido desde mis diez años, cuando descubrí que no podía leer bien un libro porque todo estaba muy borroso.
—¿A qué hora llegaste ayer? —me preguntó Nicholas, girándose para mirarme.
—Como a las ocho de la noche... lamento no haberte dicho nada, estaba muy agotada.
—Tranquila, no tienes nada que explicar.
Nicholas se levantó de la silla se acercó a mí para tomar mi rostro entre sus manos y darme un pequeño beso en los labios.
—¿Tenías que venir a hacer algo aquí?
Yo negué.
—Bueno, sí, venir a hablar contigo para decirte que había llegado.
Nicholas soltó una risa.
—O sea que viniste solo a eso... ¿y ahora qué?
Yo me encogí de hombros.
—Quizás puedas mostrarme que haces... —dije, para luego moverme hacía un lado y acercarme a la pantalla en la que estaba trabajando.
—Te advierto que tendrán que hacer algunos cambios en sus planos.
—Que sorpresa —dije con ironía.
Me senté en la silla en la que Nicholas estaba anteriormente y comencé a revisar los planos estructurales, que, si bien, eran bastante distintos a los que hacíamos los arquitectos, yo sabía leer y entender los símbolos.
Nicholas se puso detrás de la silla y se acercó a mi oído para hablarme.
—¿Y si almorzamos?
—Me parece —dije, sin quitar la vista de la pantalla.
—Que no sea sushi —me pidió.
Yo reí.
—Está bien, nada de sushi... ¿pastas quizás?
Sabía que la comida italiana en general era de su gusto y a mí también me gustaba, aunque no fuera de mis favoritas.
—Eso suena bien.
[...]
Nicholas había seguido con algo de trabajo por una hora y media y luego habíamos salido a comprar algo de almuerzo para ir a mi departamento.
Todo estaba yendo bien hasta el momento en que llegamos al edificio, pero cuando el ascensor se detuvo en el primer piso y mi mirada se encontró de frente con la de mis dos padres, todo se fue a la mierda.
—Caroline —me llamó mi mamá, para luego mirar a Nicholas—. Tú... el ingeniero idiota...
—Nicholas —dijo él.
—Eso.
Mamá subió al ascensor sin decir más y mi padre la siguió, mientras me daba a mí una mirada de sufrimiento. Obviamente estaba tan incómodo como yo en esa situación.
Una vez que llegamos a mi piso, todos entramos a mi departamento y Nicholas se metió a la cocina con la comida, lo más rápido que pudo, con la clara intención de evitar esa situación.
—¿Qué hacen acá?
—Mi dulce Caroline —me dijo mi papá, dando un suspiro antes de seguir—, tu madre necesita decirte algo.
Eso no sonaba bien, en especial cuando ambos tenían esos rostros tan inexpresivos que solo me aterraban.
—¿Pasó algo malo? —le pregunté a mi madre.
Ella se comenzó a pasear por la sala de mi departamento, como si lo estuviera analizando para hacerme alguna crítica, pero no fue eso lo que hizo.
Mi madre me miró.
—¿Por qué no nos dijiste lo que había pasado con Nathan?
Yo miré a mi papá y luego volví la mirada a ella, para encogerme de hombros sin saber que decirle exactamente.
—No era algo que me gustara decir.
—Yo soy tu mamá...
—¿Y que podían hacer ustedes para ayudarme?
Mi papá se me acercó y puso una de sus manos sobre mi hombro.
—Caroline, te pudimos escuchar, darte nuestro apoyo y aconsejarte —me dijo—. Estuviste sufriendo sola todo el tiempo y luego... te fuiste tan lejos.
—Me ayudó más de lo que creen. No solo con el tema de Nate —les dije—. Aprendí a valerme sola, a enfrentar desafíos y a ser una adulta.
Mi madre bajó la mirada y negó. Lo que nuevamente me hizo pensar que se venía algo malo, hasta que levantó la cabeza y vi que sus ojos brillantes.
—Te fuiste tan rápido y ni siquiera viniste a visitarnos más de tres veces en diez años, Line —me dijo—. Nos evitaste lo que más pudiste... realmente pensé que había hecho algo muy malo y que había perdido a mi hija.
Eso explicaba muchas cosas, entre ellas, la ira que sentía mi madre contra mí, la cual había comenzado después de que me hubiera marchado. Sí, mi madre y yo nunca habíamos simpatizado por nuestros gustos diferentes, pero era notorio que nuestra relación se había ido en picada luego de que yo me mudara a Berlín. Quizás, debí haberles explicado que no me había alejado de ellos porque hubieran hecho algo mal...
—Mamá, yo no pensé...
—No, Line, no lo hiciste. Ese fue el problema —me interrumpió—. No sabes lo tristes que nos sentimos tu padre y yo... no fue nada fácil que uno de nuestros hijos se marchara lejos.
En ese momento, me percaté de que nunca me había detenido a pensar en eso.
Solo porque mis papás eran un tanto fríos, no significaba que no me habían extrañado o que no hubieran sufrido con mi lejanía.
Yo podía ser muy orgullosa y terca, pero sabía admitir cuando me equivocaba y esa vez era una.
—Lo siento, mamá, papá... debí explicarles mejor la razón por la que me quería ir —acepté—. Solo que no sabía cómo y... pensé que les sonaría como una tontería.
Mi padre fue de inmediato a darme un abrazo.
—Line, esta es tu vida y si nos hubieras dicho que necesitabas ese viaje o mudarte a otro lugar por las razones que fueran, te hubiéramos apoyado —me dijo—. Incluso tu madre...
Mi madre se comenzó a acercar, por lo que mi padre me soltó.
—Sé que dije que era una estupidez que te hubieras ido a Alemania por eso, pero no es cierto, Line —confesó—. Me dolió que mi hija no fuera capaz de confiar en mí y decirme lo que había pasado... y que quizás, si lo hubieras hecho, nunca hubieras tenido que irte por tanto tiempo o tan lejos.
—Sí fuiste algo cruel el otro día...
—Claro que sí, tú eres igual, ¿acaso creíste que tu carácter lo habías sacado de tu padre? —cuestionó—. Él siempre ha sido un hombre pacifico que media las peleas, nunca las empieza, ni las sigue... ¿en qué te pareces a él?
Yo solté una risa. Tal vez, me parecía a mi madre en más cosas de las que creía.
—Y en cuanto a Nathan, bueno, ya lo puse en su lugar —me dijo.
Yo la miré extrañada.
—¿Hablaste con él?
—Claro que sí y le advertí que se mantuviera lejos de ti —dijo—. También hablé con los Campbell para que tuvieran conciencia.
—Gracias, mamá...
Lo cierto era que esa conversación había resuelto varias cosas. No era como que mi relación con mi madre fuera a mejorar mágicamente y que fuéramos a ser las más cercanas del mundo, pero me había aclarado un poco más la situación y estaba segura de que yo había podido empatizar un poco más con ella y ella conmigo.
Nicholas salió recién de la cocina una vez que mis padres se comenzaron a despedir y una vez que ellos salieron del departamento, Nicholas me habló:
—Eso salió mejor de lo que pensé que saldría.
Yo solté una risa y asentí.
—Sí, definitivamente salió muy bien para tener que ver conmigo y mi madre —acepté—. Ahora comamos, me estoy muriendo de hambre...
—Bueno, yo probé un adelanto...
—¿Qué?
—Estaba en la cocina encerrado con la comida, ¿qué querías que hiciera?
—Qué débil eres...
Ambos comenzamos a discutir de broma, yendo a la cocina para buscar las cosas y poder sentarnos a comer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro