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Capítulo 10: Fiesta de la Empresa

Mientras iba en el taxi en dirección a la fiesta de la empresa, iba revisando mi perfil de Tinder, en el cual tenía algunos mensajes, pero ninguno de los hombres me convencía del todo. Sí, se veían guapos y decentes, pero las conversaciones por mensajes no estaban yendo muy bien.

Bloqueé la pantalla del teléfono y solté un suspiro. Debía admitir que estaba un poco decepcionada, pues no había encontrado lo que buscaba en todo ese tiempo y el futuro no se veía alentador.

En ese momento deseaba haber dicho que iría sola a la boda, pero al mismo tiempo no quería sentarme sola a ver como se casaba el que parecía haber sido el amor de mi vida, porque dudaba mucho que lograra volver a sentir el amor que sentí alguna vez por Nathan. Además, imaginaba que habría mucha gente extraña con la que me costaría integrarme y la gente conocida serían personas que ya había eliminado de mi vida gracias a Nate. Tal vez, la mejor opción sería inventar alguna excusa para faltar como que me había dado neumonía.

Una vez que el taxi me dejó frente al restaurante donde sería la fiesta de la empresa, me bajé y, en la acera, me topé a Nicholas. Él estaba justo llegando a la puerta, pero lo único que hizo fue darme una mirada inexpresiva y entró.

Yo esperé un momento, aunque me estuviera muriendo de frío, pero no quería topármelo nuevamente. No podía ansiar más el momento en que se acabara el invierno o que, al menos, dejara de nevar.

Unos segundos después, entré al lugar y me encontré con un cambio de temperatura brutal. Pasé de estar afuera con menos dos grados a un lugar con cerrado con veinte grados gracias al calefactor, por lo que no dudé en sacarme los abrigos que tenía encima.

Adentro me encontré con John y el otro arquitecto con el que trabajaba, así que fui de inmediato con ellos para integrarme y no quedarme aislada en una esquina como me había pasado muchas veces. Lo cierto era que los grupos tan grandes de personas me ponían horriblemente ansiosa, más aún si la mayoría eran desconocidos.

Yo no era la clase de persona que podía ir y hablarle a alguien que no conocía como si fuéramos amigos de toda la vida, yo era la introvertida que esperaba a que alguien le hablara y entonces podía entablar una conversación si se sentía en confianza.

Mi felicidad no duró demasiado, porque John se marchó para ir a conversar con algunos de los altos mandos de la empresa y unos minutos más tarde, mi otro compañero fue a hablar con otros amigos.

Pasaron casi cinco minutos en los que estuve sola en una esquina del lugar, lo que me comenzaba a dar vergüenza, por lo que fui a buscar un trago a la barra para relajarme.

Tomé un shot de tequila para algo rápido y luego pedí un mojito para mantenerme bebiendo en vez de no estar haciendo nada.

No pasó mucho tiempo antes de que Nicholas apareciera cerca de mí, en la barra, para pedir un trago. Mientras le preparaban el trago, yo comencé a moverme lentamente hacia el lado contrario, sin siquiera mirarlo. Temía que, si hacia un movimiento brusco o lo miraba, fuera a llamar su atención.

Todo parecía ir tal como quería, hasta que oí:

—¿Vas a seguir huyendo de mí, Blanc?

Me atoré con mi propia saliva, por lo que comencé a toser, intentando hacerlo lo menos llamativo posible.

Cuando logré calmarme, pude ver que Nicholas estaba bebiendo de su vaso mientras tenía la vista fija en mí. Suponía que esperaba la respuesta a su pregunta.

Yo moví la cabeza, negando.

—No, yo no huyo de ti —mentí.

Sabía que no había sonado muy segura, pero ya estaba bajo mucha presión a causa de la gente que me rodeaba, su cuestionamiento solo me había hecho sentir más nerviosa.

—Sí lo haces, ni siquiera me saludas o tienes contacto visual —argumentó—. No sé qué pasa contigo, pero debes dejar de ser tan infantil como para huir de un compañero de trabajo al que seguirás viendo por mucho tiempo más.

Sí y por eso tenía claro que no podría evitarlo toda la vida, pero había esperado que hubiera sido más tiempo.

—Bueno, es que... —decidí ponerme a la defensiva—. Tú te dedicas a tratarme como si fuera la persona más tonta del universo, como si no supiera hablar tres idiomas y no hubiera sacado una carrera universitaria.

—En estos tiempos, cualquiera saca una carrera universitaria... y yo que pensé que te había puesto nerviosa nuestra cercanía del otro día —dijo, con una sonrisa de lo más divertida.

Pude sentir mis mejillas calentándose por el enojo.

—¡Tienes que dejar de suponer cosas de mí! —dije, molesta—. Y a mí no me va a poner nerviosa un compañero de trabajo engreído, inmaduro y amargado... Además, los ingenieros no son mi tipo.

Nicholas soltó una pequeña risa.

—¿Basas tus gustos en la profesión de las personas?

—No..., pero los ingenieros jamás podrían gustarme —aseguré—. Todos son tan pesados.

—Tú no eres ingeniera y eres muy pesada —comentó.

Yo iba a intentar defenderme, pero pude ver con mi vista periférica como el gerente de operaciones caminaba hacia nosotros junto con una pareja.

—Ella es —les dijo mi jefe a sus acompañantes—. La nueva brillante adquisición del proyecto de ampliación del aeropuerto Toronto Pearson, Caroline Blanc.

—Caroline —dijo la mujer extraña, tendiéndome la mano—. Me presento, soy Lorena Smith.

—Line, la señora Smith es la gerente general de la empresa —me dijo el gerente de operaciones.

—Sí, claro, conozco quien es.

Lo cierto era que solo sabía su nombre, pero nunca había visto su rostro. Era una mujer muy alta y atractiva, además de muy elegante.

Luego de saludarla a ella, saludé a su marido, quien era accionista de la empresa, y nos quedamos hablando un momento.

Nicholas también los saludo y, por lo que había notado, él ya los conocía. Imaginaba que ya había tratado con ellos alguna vez después de haber estado trabajando por varios años para esa empresa.

Ambos eran personas muy educadas e interesantes, por lo que hablar con ellos era bastante agradable.

—¿Así que viviste en Alemania?

—Sí, por muchos años, unos diez.

La señora Smith me siguió preguntando algunas cosas de mi vida, luego le preguntó unas cosas a Nicholas y, al terminar, se marchó junto con su marido para hablar con otras personas.

—Le agradaste a los altos mandos —me dijo Nicholas.

—¿Tú crees? Deben ser amables con todos los que trabajan para ellos —le dije.

—No, no siempre —me contestó—. La señora Smith puede ser muy fría si quiere... con John no son los mejores amigos, de hecho.

—¿No? Pero si John es muy amable.

—Sí, pero también tiene su carácter, así que simplemente no se tratan mucho. Aunque él es considerado un talentoso arquitecto, por lo que los Smith no lo dejaran ir... da igual que no sea de su agrado —me explicó—. Además, después de todo, nosotros no tenemos mucho que tratar con ella y los demás altos mandos.

—¿Y por qué yo le agradaría?

—Primero, porque se notó tu nerviosismo al conocerla y a ella le gusta saber que la respetan y, segundo, porque eres interesante —me dijo.

Yo enarqué una ceja.

—¿Crees que soy interesante?

—¿Objetivamente? Sí —confesó—. Eres una mujer joven que ha vivido en Europa por muchos años, habla tres idiomas, tiene sangre francesa y se parece a Zooey Deschanel, pero, por alguna razón, no a Katy Perry.

Yo solté una risa.

—Pero ellas se parecen.

—Sí, pero tú te pareces a Zooey, no a Katy.

—Bueno, tomaré eso como un cumplido porque Zooey es muy bonita —dije con una sonrisa.

—Es más bonita Katy —dijo, sin ningún filtro—. Pero volviendo a lo anterior, subjetivamente, considero que no eres la gran cosa y te quejas demasiado para ser tan privilegiada.

Mi boca se abrió por la sorpresa.

—No soy tan... bueno, sí me quejo un poco, pero no soy la más privilegiada de las personas —argumenté—. Y no porque se a una persona con una vida menos difícil, tengo que conformarme. Que tu seas un conformista mediocre no es mi problema.

Me giré hacia la barra para pedir otro trago y entonces, Nicholas siguió hablando:

—No soy mediocre, intento ser positivo y mirar el vaso medio lleno.

—Pues, te comento que tu vaso medio lleno también está medio vacío.

—Dios, no se puede tratar contigo sin que seas una amargada —se quejó.

Yo giré mi cabeza con algo de brusquedad, para poder verlo.

—¿Yo soy la amargada? Tú te la pasas menospreciando mi trabajo cada vez que apareces en el estudio...

—Porque tenemos que ser realistas, no vas a poder construir el aeropuerto de tus sueños infantiles, Blanc.

—Si tan listo eres deberías poder construir lo que sea.

—No tengo superpoderes, pero todo lo que es humanamente posible, puedo hacerlo —dijo, sonando muy pretencioso y arrogante.

Tomé el mojito que me entregaron casi de un sorbo y luego dejé el vaso bruscamente sobre la barra.

—¿Sabes qué? Tú no eres el único ingeniero con el que he trabajado en la vida y, si bien, todos siempre son bastante críticos con los arquitectos, tú eres un infeliz pedante e irrespetuoso —le dije, soltando toda mi ira—. Para la próxima que quieras criticar los planos, ve con John, a ver si tienes las pelotas para meterte con él, en vez de con la mujer joven y nueva del equipo.

Dicho eso, comencé a caminar en dirección a la salida y de paso, fui por la ropa que había dejado en la recepción. Una vez afuera, recordé que era invierno y que debía haber pedido un taxi por teléfono en vez de salir a la calle a congelarme en busca de uno.

Me subí la bufanda lo más que pude para poder cubrirme el rostro y, principalmente, la nariz, la cual tenía congelada.

Una vez que logré tomar un taxi, fui hacia mi departamento y cuando estaba en el pasillo entre mi departamento y el de la pareja feliz, pude oír una conversación y risas estruendosas provenientes del departamento de enfrente, que me escupían en la cara lo felices que eran.

Yo solté un suspiro.

No tenía de que quejarme, yo no era como Diane. Yo no quería una boda espectacular con invitados que ni siquiera eran parte de mi vida hacía años, no quería una casa, ni muchos hijos a los que criar. Pero sí quería que me amaran y quería saber que el amor que había tenido de adolescente no sería el gran amor de mi vida, en especial porque me había dejado como una cornuda y no por una simple aventura. Nathan había estado unos tres meses viéndome como una idiota y humillándome, y hubiera seguido si no hubiera sido porque tenía algo de conciencia y empatía... algo que el alcohol parecía aflojar. Quería creer que yo merecía a alguien mejor que Nathan.

Quizás Nicholas tenía razón y yo era una mal agradecida, por eso no merecía que alguien me amara de verdad.

Entré a mi departamento y prendí la calefacción para poder calentarme.

Sin poder evitarlo, comencé a llorar.

Mi vida no era mala, pero ese momento me sentía tan abatida. Desde que había llegado a Canadá no me había pasado nada bueno más allá de conseguir trabajo rápido y como no, si Canadá estaba desesperado por mano de obra, hubiera sido humillante no haber encontrado nada siendo una mujer joven en un país donde la población cada vez se volvía más vieja.

El saber que Nathan había encontrado una persona para compartir su vida y yo aun no; el que Nicholas me hiciera la vida imposible en el trabajo; el que mi mamá alabara tanto a mis hermanos y a mí solo me despreciara cada día más siendo que había dejado mi gran vida en Alemania por ayudarla; el invierno gris y deprimente... todo eso me estaba destruyendo y sentía que muy pronto colapsaría.

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