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Cierra la puerta de entrada con cuidado, teniendo la delicadeza para que no sonara lo suficientemente fuerte y abrupto para despertar a su madre.
Suelta un bostezo suave, con una lagrimilla en la esquina de sus ojos por tal acción, luego de eso saca su celular de su bolsillo para verificar la hora, sonrió al saber que solamente eran las ocho y media de la mañana. Haru no quería molestar más a la familia de Mera—aunque ellos solamente negaran de que no era una molestia—, y además, quería acompañar a su madre como siempre acostumbraba.
Deja sus zapatos en la entrada, colocándose en su lugar las acolchonadas pantuflas que utilizaba en casa, acomodó su bolso en su hombro para dirigirse a la cocina por un vaso de agua para saciar su abrupta sed del momento.
Suelta un suspiro relajado al sentir el líquido pasar por su garganta, y unas cuantas gotas salirse por los costados de sus labios. Limpia el exceso de agua con cuidado. Sus serenos ojos están fijos en el vaso sujetado por su pecosa mano, recordando lo que ocurrió por toda su estadía en la casa de su mejor amiga. Sus adorados hermanos y hermanas que lo recibieron con los brazos abiertos, al igual que su madre quien siempre le regalaba una sonrisa cada vez que le dirigía la mirada. Los amables que eran aún siendo un desconocido para ellos, aunque Mera les había hablado de él. Se sintió especial al tener su confianza depositada en alguien como él, lo satisfactorio que se sentía al tener a cada uno de ellos hablándole sin asco por sus pecas.
Hasta recuerda a la más tímida de las hermanas de Mera decir que parecían chispas de chocolate. Aunque luego apareció uno de los hermanos gemelos a lamerle la mejilla para comprobar... Fue un acto vergonzoso para él.
No obstante, puede decir que ha sido unos de los mejores días de su vida. Porque siente su pecho cálido y querido, sus sentimientos puros no se desvanecen y los recuerdos que tuvo con la familia de la Chisato lo harán sonreír. Quizá algún día pueda visitarlos nuevamente, para seguir apreciando cada infante de la casa.
Exhala por la boca con una imperciptible sonrisa en sus labios, tirando su cabeza hacia atrás para más comodidad.
"Estoy tan feliz..."
— ¿Haru, cariño?— Casi suelta el vaso al escuchar la voz cansada de su madre, gira su cabeza para fijar su mirada en la figura de la pelinegra.— ¿Cuándo llegaste?
— M-Mamá, ahora mismo llegué...— Contesta, aún aturdido por el susto. La mira preocupado.— ¿Aún sigues despierta, dormiste o algo?
— No pude...— Dijo mientras acariciaba sus párpados con cuidado. Pero luego solamente dejó de lado sus acciones para prestar toda su atención a su hijo, con una cansada sonrisa en sus blanquecinos rasgos.— Pero no te preocupes, mamá es fuerte, ¿no? Mejor cuéntame como estuvo tu pijamada.
Aquello solamente causó que todo el buen ánimo de Haru cayera poco a poco, dejando en su lugar un mal sabor de boca al ver a su madre en ese estado.
Sin dejar de observarla deja el vaso encima del lavaplatos, y así posteriormente tener la oportunidad de acercarse a su progenitora con lentitud para tomar sus hombros con cuidado, guiándola por las escaleras, teniendo la delicadeza de no hacerla caer con sus torpes pasos.
Ambos se quedan callados hasta llegar a la habitación de la mayor, dejando el pecoso a su madre en su cama matrimonial, aunque simple. No la fuerza, lo hace con suavidad, la acuesta con cuidado y le ayuda a taparse con las mantas que de por sí estaban desordenadas.
Haru la mira, apreciando cada detalle del rostro de su mamá, fijando su triste mirada sobre los dorados ojos de su madre. Debajo de sus pestañas puede ver las ojeras que tenía, al igual que sus mejillas que cada día perdía su natural rubor rosa. Observa sus demás facciones, y le duele el corazón al verla aún sonriente. Yuo lo miraba con demasiado amor, sus agotados ojos desbordaban ternura y amabilidad. Su sonrisa se mantenía intacto en sus rasgos para hacerlo sentir bien, lo sabe, mas siente lo contrario.
Se siente mal, Haru se siente mal verla así. Porque es su mamá, la ama con todo su corazón. Pero verla de esa manera lo hace sentir culpable de sus acciones, porque siente que no hace lo suficiente para enorgullecerla y hacerla feliz.
Quería ser el héroe de mamá.
— Tienes que descansar mejor mamá...— Reprocha de manera suave, tomando entre sus pecosas manos las de la mayor, la acaricia con sus pulgares con cariño.— No me gusta verte así, duerme por favor.
— Lo siento, mi vida.— Yuo cierra sus párpados, disminuyendo su maternal sonrisa, pero no desaparece de su rostro.— No he estado descansando bien estos últimos días, pero no te preocupes. Solamente... Solamente quiero saber como te fue con tu amiga.
El Shimizu menor frunce su entrecejo, confundido y preocupado.
— ¿Por qué...? Puedo contárselo después mamá.
— Tú... Yo nunca te vi tan feliz como ahora.— Responde, abriendo sus ojos nuevamente para fijar su mirada en su sorprendido hijo, quien debilitaba su agarre poco a poco con las de ella.— Nunca te vi con un amigo, siempre te he visto solo. Traté de que tuvieras la mejor infancia pero parece que no pude... Pero, ahora...— La pelinegra alza su brazo derecha, colocando su mano con suavidad en la mejilla del pecoso.— Te veo tan feliz, Haru. Siempre te veo con una sonrisa en las mañanas, hablas más que de costumbre, tienes una amiga que te quiere... Y ahora que saliste por primera vez en una pijamada, estás progresando, y sigues siendo mi adorado hijo amable... Me hace muy feliz...
Haru no sabe como reaccionar, no tiene la fuerza de hablar porque siente un nudo en su garganta. Pero observa su reflejo en la mirada de su madre, con adoración. Siente sus mejillas sonrojadas y como una sonrisa se formaba en su pecoso rostro; su progenitora imita su acción con cariño. Ahora él cierra sus párpados, tratando de sentir aún más la cálida mano de mamá.
No dicen nada, se quedan apreciando la presencia del otro como siempre lo hacen, con amor.
El sol empezaba a salir por la ventana, y sus rayos comenzaban a entrar por la habitación. En ese momento Haru se levanta con lentitud, para cerrar las cortinas y evitar que la luz entrara todavía más.
— Duerme un poco.— Le dice a la pelinegra.— Yo me daré una ducha y haré los quehaceres de la casa, también cocinaré tu comida favorita, estás cansada.
— Cariño, no es tu obligación, yo te ayudaré.
— Tranquila mamá, prefiero que estés en la cama a que estés levantada, solamente trata de dormir.
El Shimizu menor acomoda mejor las almohadas de su madre, para que se sienta mejor. Mientras tanto ella solamente desviaba la mirada, incómoda e intranquila, tocando sus dedos encima de las mantas.
Haru no es tonto, sabe que Yuo no logra poder dormir si no toma sus pastillas, sabía que ahora dependía de esa droga para poder descansar. Su boca se hizo una línea recta, porque también sabe que su mamá piensa de que él no estaba consciente de este hecho, más no era así, él sabía más de lo que su madre ocultaba. La observa una vez más, para luego sentarse nuevamente a su lado, en la orilla de la cama, regalándole una sonrisa.
— ¿Recuerdas cuando me cantabas para poder dormir, porque solía tener pesadillas? — Pregunta, aquello la hizo confundir un poco, mas asiente como respuesta a su único hijo.— Y-Yo... Puedo hacer lo mismo por ti.— El tartamudeo de su voz se le fue difícil de evitar.
— Pero te daba vergüenza cada vez que te lo pedía...
— S-Sí, y todavía conservo esa timidez, pero lo quiero intentar.— Responde, acariciando el cabello de su madre con cariño.— Haría cualquier cosa por ti, mamá.
Ella lo observa, tratando de descifrar en su mirada una pregunta que Haru desconocía. Luego, una pequeña sonrisa comprensiva se hizo presente en sus labios, asintiendo con la cabeza, mientras cerraba sus párpados, tratando de dormir y poder descansar todo lo que no pudo.
— Está bien...
— Te amo mamá.
— Y yo a ti, mi niño.
Y con esta última oración, el pecoso dejó de lado su vergüenza para poder cantar la canción que antes su madre solía cantarle de pequeño. Las palabras salen como miel de sus labios, la delicadeza de cada sílaba la tranquilizaba y el cariño que desprendía la hacía descansar. Y así, poco a poco los músculos de su cuerpo dejaban de estar tensos, dejando en su lugar su anatomía en total paz.
Cuando Yuo pudo levantarse luego de su largo sueño, Haru le contó con emoción y risas lo que sucedió en su primera pijamada con Mera. Esa noche, ambos Shimizu no se atormentaban la cabeza con la ausencia del padre, solamente disfrutaron su felicidad y amor por primera vez en años.
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Holiu.
ME RE DEMORÉ EN ACTUALIZAR, LO LAMENTO TANTOOO. :(
Pero en estas últimas semanas no me sentía bien emocionalmente, además del estrés que suelo tener constantemente. Espero que me perdonen, pero ahora estoy bien así que podré actualizar como suelo hacer.
Quería transmitir más sobre la relación que tiene Haru con su madre Yuo, y la verdad es que se tienen bastante respeto y formalidad aunque son familia. <3
Además, si quieren saber la apariencia de los padres de Haru, lo pueden ver en "Constelaciones Fanarts" en la parte once.
Espero que les haya gustado el capítulo, y nuevamente, lamento la tardanza. Cuidense mucho, love yourself. 💜
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