Capítulo 08. Las constelaciones no son coincidencia.
Nunca antes había hecho presencia en el funeral de una persona muy allegada a mí. Como era de esperarse, provengo de una familia muy pequeña, y gracias a Dios, mis padres siguen conmigo.
Desde que ellos se casaron decidieron hacer su vida aparte, y parte de ese proceso fue vivir en otra ciudad diferente a la de mis abuelos tanto paternos y maternos, por ende, ambos eran personas desconocidas para mí y cuando estos fallecieron, no fui participé de su velorio ni me sentí triste por lo mismo.
Sin embargo, la primera vez en la que fui presenté en un entierro fue en el de Lorraine.
Orión no fue y no pensaba llevar a su hijo. Sin embargo, pese a que a Andy parecía no afectarle aquella perdida, quise aun así llevarlo a ser presenté de ese momento.
En el camino le expliqué lo que había pasado y al momento en entrar a la cuestión de lo que existe después de la muerte. Decidí decirle que existen muchas creencias y teorías, pues no creía correcto sólo darle un pensamiento sobre eso, ya que yo no era alguien cercana para inculcarle una creencia sobre el tema.
Mientras estuvimos presentes en el entierro, noté que el pequeño comenzó a expresar facciones en su rostro que demostraban tristeza y aunque no había lágrimas en los ojos, se notaban levemente rojos sus ojos. Desconocía sí sólo eran alucinaciones mías o sí estaba pasando, pero me alegraba saber que quizá ya estaba mostrando cada vez más sus sentimientos y emociones.
Los días transcurrieron y ante aquel terrible error con Orión, traté de sólo enfocarme en el pequeño y ser parte de su proceso de desarrollo. Poco a poco se acababa mi año con él y seguía sin creer todo lo que había vivido y cómo esta experiencia había provocado tantos cambios en mí que nunca había imaginado.
Aún no sabía sí quería un segundo año con esta familia. No lo había discutido con Orión, por claras razones, sin embargo, creía que la respuesta era muy clara. Y ante mi exigente selección de familia, decidí que al terminar el año me iría directamente a mi hogar. Aprovecharía el dinero que había ganado para invertir en un negocio.
Notaba a su vez, que, dentro de la casa, Orión era distante. Aquello tenía una clara justificación, pero a su vez me afectaba y me hacía sentir incómoda ante mi imprudencia. El arrepentimiento todos los días me invadía, y aunque aquel rocé de labios había despertado algo en mí, también era consciente que fue una completa locura el haberlo realizado ante la relación que ambos teníamos, además de qué nunca me había mostrado señales de interés, sin contar que, él era recientemente viudo.
Andy poco a poco se mostraba mejor, y eso era lo único importante. En ocasiones mostraba avances, pero después retrocedía. Era consciente que sin importar el tipo de autismo que tenía el niño, este nunca se eliminaba, sólo se controlaba. Y me sentía afortunada que, en su mayoría, poco a poco comenzaba a controlar y mejorar del mismo.
En ocasiones me apuraba demasiado él que mi mente se tranquilizaba de mis dramas. Pero cuando eran los fines de semana o la hora de dormir, me era inevitable no pensar en Orión.
Básicamente había abusado de su confianza.
Hasta que, un sábado, alguien tocó de la puerta de mi habitación. Aquello me extraño ya que nunca nadie había tocado de mi puerta y no creía que Andy fuera. Me sentía tan cómoda en mi cama y como usualmente nadie me hablaba estos días siempre tenía la puerta abierta.
—Pase.
Se abrió entonces la puerta, dejando ver al instante a Orión.
Un escalofrío me invadió y de inmediato me levanté de la cama extrañada y me acomodé de la misma.
Orión se mostró incómodo. Sin embargo, fijo su vista en que mi cama estaba llena de hojas sueltas y rayadas. Al instante las tomé y las junté todas, avergonzada.
—Hola, ¿qué tanto haces?
Apreté los labios un poco y suspiré, ya que me sentía incapaz de mentir.
—Escribo un poco.
—Espero un día me enseñes sin ser yo el que viole de tu privacidad —mencionó con una sonrisa ladina, que me hizo reír un poco.
En este momento ya no me molestaba que él hubiera hecho aquello. Es más, sentía tonto que yo hubiera hecho ese drama por algo tan insignificante, pues yo ya le había hecho algo peor.
—Cuando me siento satisfecha de mí —dije sin verlo, ante el recuerdo de su cumpleaños.
—Espero sea pronto —comentó para después continuar hablando: —Quería saber sí gustabas salir con nosotros a la ciudad; nos vamos a pasear un poco y disfrutar de los paisajes.
Hice una pequeña mueca de desagrado ante su sugerencia.
Siendo sincera, sí me gustaría ser participé, pero también me afectaba un poco estar cerca de él después de ese momento. Creía más prudente ignorarlo hasta terminar mi momento en este hogar, sin embargo, no sabía sí él no había visto mi rostro o de verdad quería que lo acompañará, ya que siguió insistiendo.
—Queremos hacer actividades comunes y estaría bien, tú nunca sales de este cuarto y de esta casa, sólo para las actividades de Andy.
—Bueno, la verdad es que soy muy coda —mencioné, a lo cual él me miró extrañado ante no entender mi expresión—. Cuando vine aquí decidí no gastar ni un sólo dólar para todo llevármelo a mi ciudad y gastarlo allá. Además, cada dólar allá son 20 pesos mexicanos —aclaré divertida, a lo cual él sólo soltó una carcajada entendiendo a lo que yo me refería. Simplemente me dolía gastar dinero.
—Excelente idea de ahorro de dinero —dijo sin juzgarme—. Sólo te quiero recordar que, espero no suceda pronto, pero un día morirás. Imagina trabajar toda tu vida y nunca darte un gusto porqué toda tu vida ahorraste —aclaró provocándome un escalofrío ante su comentario, ya que recientemente Lorraine había muerto y ella era rica y con tantas oportunidades. Era muy probable que le faltó vivir más cosas y hacer demasiado—. Ahorrar es bueno, pero también hay que tomar un porcentaje para que valga la pena el trabajar tanto. Para saciarte con un pequeño antojo.
—Tiene razón, pero la verdad es que sí soy muy coda —insistí, tratando que, de esa manera, Orión comprendiera que no tenía muchas ansias de asistir, pero él sabía cómo seguir insistiendo.
—Nunca lo creí de ti. Pero bueno, te invitamos, y no te preocupes por no querer gastar ni un sólo dólar. Yo invito.
Me sentí un poco avergonzada, ya que, desde que llegué aquí sí llegaba a gastar en algo, Orión sabía regresármelo con más porcentaje. Aquello me dejaba entre la espalda y la pared, pues ya no tenía más excusas en rechazarlo.
—Mi plan de este fin era ser miserable en estas cuatro paredes —indiqué a lo cual él sólo relamió sus labios y guardó silencio unos instantes, pensando.
—Perdón por arruinarte los planes, pero la verdad es que no anhelo que seas miserable en estos instantes.
Ambos nos contemplamos en silencio, mirándonos a los ojos.
—¿Vas?
Seguía mirándolo, y con eso fue suficiente.
—Claro.
Orión salió al instante de mi habitación para darme el tiempo de arreglarme. No estaba segura de lo que haríamos, por eso opté por un pantalón de mezclilla y una blusa cómoda, junto con unos tenis. Me hice una coleta y salí deprisa de mi cuarto, encontrándome en la sala a los dos esperándome.
Dentro de este día quise ser yo la que atendía a Andy, pero Orión me indicó que hoy era mi descanso, que me había invitado a pasear no a ayudarlo con Andy. Dicho eso, primero fuimos a un enorme parque que se ubicaba en la ciudad. Dentro de él, tanto Orión como yo empezamos a jugar un poco con Andy.
Él era muy serio: sin embargo, en ocasiones jugaba un poco y convivía.
A la hora de comer, Orión optó por un buffet de pizzas. Después de eso, nos dirigimos al cine, seleccionando la película animada del momento. Al salir del cine, ya había oscurecido y regresamos a casa. En el trayecto, Andy se quedó dormido, por ende, al llegar a la casa, ayudé a Orión a acostar al pequeño. Cuando noté que el pequeño se despertó, salí de la habitación y me dirigí al patio trasero disfrutando un poco del paisaje y del momento.
Después de unos instantes, se oyó la puerta y dirigí mi mirada al lugar encontrándome con Orión que salía de la casa cargando un telescopio que nunca antes había visto en su estudio.
Noté como lo estaba acomodando en el patio, atrayendo mi atención.
—¿Qué hace?
Orión sin verme, aun acomodando su telescopio, me contestó.
—Mis padres, bueno, mi familia, extrañamente amaba el cielo. Ya sabes, creían que había algo más en las estrellas y en el espacio. Un pozo más de vida y mejor que el de nosotros —comentó con burla—. También sentían curiosidad sobre cómo eran los cuerpos celestes —agregó fijando su vista en mí, dejando en paz al telescopio—. Mi padre quería ser astronauta y mi madre le encantaba escucharlo. Eran unos apasionados del espacio que toda su vida se resumió a ello, por eso decidieron ponerme de nombre Orión —dijo, cosa que me dio ternura, pues en realidad, él era la primera persona que conocía con ese nombre, claramente era curioso y tenía sentido ahora que me decía la razón de su nombre—. Y quizá por eso soy muy aburrido, ya que mi familia no le gustaba celebrar nada, sólo ver las estrellas, conocer sobre los años luz y tener extrañas conversaciones del más allá.
—Wow, supongo que tus padres eran unos sabelotodo —inquirí queriendo saber más de su vida.
Pues bien, aquello no era algo que había leído con anterioridad en internet. Aparte de ello, personalmente el espacio me daba miedo y no comprendía para nada cómo funcionaba, para mí, todo eso era muy complejo.
—Del espacio, sí. Tenían hasta su propio pizarrón en dónde hacían cálculos sobre dónde se encontraba cada planeta, cada estrella, cada... —dijo entre burla y burla—. Estaban dementes.
Ambos reímos y Orión continuó con su historia.
—Y bueno, gracias a eso me terminé aprendiendo cada constelación —dijo—. A qué voy con eso, es que cuando recién te conocí me di cuenta que tenías muchos lunares y tú me dijiste que hacías constelaciones con ellos...
—En realidad, yo no sé el nombre de las constelaciones ni cómo se forman ni cómo verlas —dije interrumpiéndolo, pues temía que él creyera erróneamente que yo sabía sobre el tema—. No sé nada, sólo las hacía por hacerlas.
—Pues en tu cachete derecho formas la constelación de Orión. Por eso traje este telescopio, vamos a ver esa constelación.
Cuando dijo aquello, empezó a ver en el telescopio y moviéndolo. Quizá buscando la constelación para sólo invitarme a verla mientras que yo me sentía impactada y tocaba con disimulo mi mejilla izquierda.
Recordaba claramente cuando me miró atentamente el rostro y me comentó que tenía muchos lunares. Quizás desde ese momento me había observado, pero no me había dicho. Fue entonces que Orión me pidió acercarme y lo hice, mirando por el telescopio. Sin embargo, yo desconocía sobre constelaciones, así que, para mí sólo eran puntos blancos en un fondo negro.
—La constelación de Orión parece ser un hombre guerrero con un escudo que defiende o un arco —indicó el hombre mientras yo seguía mirando—. Mira bien, ahí se encuentra.
Al instante encontré la forma y después, por medio de la cámara de mi celular, miraba de mi mejilla. Después el telescopio y luego mi mejilla, dándome cuenta que Orión no mentía. En mi rostro tenía la constelación de Orión.
—Wow, unía esos lunares desde que era niña, pero nunca lo había familiarizado con Orión —indiqué asombrada sintiendo la mirada penetrante del hombre sobre mí.
—Sí, desde que miré tu perfil en la plataforma noté ese detalle.
Ante su revelación quedé en silencio, consternada.
Mis manos comenzaron a sudar, ya que, quizá estaba confundiendo las cosas, pero aquel comentario parecía tener otro significado.
—¿Por qué tus padres te pusieron Orión? Digo, pudo ser el nombre de...
—En su primera cita decidieron ver el cielo, y lo primero que vieron fue está constelación, digamos que ellos estuvieron enamorados desde el primer momento, así que el ver está constelación para ellos fue una señal de que su primer y único hijo tenía que llamarse así sin importar si fuera niño o niña —confesó mientras yo disimuladamente limpiaba el sudor de mis manos.
—¿Tú nunca planteaste ponerle un nombre así a tu hijo? —inquirí ante lo tan planeado que estaba su nombre.
—Lorraine, que en paz descanse, no era mi alma gemela —recalcó nuevamente—. Si tenía un aprecio a su persona, pero no lo siguiente. Cuando salió embarazada ella decidió ponerle Andrew, no sé los motivos, aunque por cariño decidimos decirle Andy.
—¿No te importaba el nombre de tu hijo?
Seguí cuestionando, pero al instante Orión negó.
—No es así. Hoy en día mis padres están muertos, no es por nada que quedé solo desde muy temprana edad. Ambos se fueron casi al mismo tiempo —comentó soltando un suspiro—. Personalmente ellos son una historia de amor que me hubiera gustado vivir yo también. Así que nunca planeé el nombre de un hijo, quería que fuera espontáneo como mis padres lo tuvieron conmigo.
—Las historias no se repiten dos veces —indiqué entonces, sin pensar, como solía hacer.
—Quería creer que sí. Tú me hacías creer que sí...
—¿Yo? —cuestioné juntando mis cejas.
—Las constelaciones no son coincidencia.
El silencio gobernó. Carraspeé un poco y decidí dirigirme a mi habitación sin decir nada al hombre, pues no me sentía capaz de seguir más tiempo con él a solas.
En las constelaciones, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro