Capítulo 01. Comienzo.
Cuando era niña imaginaba diversos futuros para mí; conforme fui creciendo me fui dando cuenta que esos futuros eran tan lejanos por distintos motivos. Tanto porqué los recursos económicos no eran suficientes, mi lugar de origen no me lo permitía o simplemente no tenía aquel perfil necesario para poder lograrlo, y por más que daba lo mejor de mí para alcanzar esa meta, aquello nunca era suficiente.
Desgraciadamente, mi proyecto de vida que había creado a los dieciocho años no había salido como quería y tuve que adaptarme a lo que sí podía hacer. Logré realizar varios aspectos que me interesaron, quizá no cómo imaginé, pero tenían sus beneficios.
Uno de esos tantos aspectos fue cuando conocí a Orión Zegler. Aquel hombre pelirrojo, tan serio y amigable. El hombre que me enseñó que, aunque parezca que la vida de uno es perfecta, no lo era del todo.
Orión Zegler era padre cuando lo conocí, tenía su esposa y una vida tan lejana para mí. Sin embargo, su compañía y presencia en mi vida había dejado un gran momento de reflexión y disfruté.
Todo comenzó en el año de 2020. Estaba tan aburrida ante la pandemia del COVID-19 que se presentaba en ese instante. Entre tanto tiempo que poseía por no haber tenido la oportunidad de estudiar una carrera universitaria, encontré un programa en internet un tanto costoso su inscripción, pero que valía completamente la pena. Constaba en pagar la inscripción, realizar la papelería correspondiente para después unirme a un proceso de conocer familias de todo el mundo para poder ser su niñera de otro país. Momento especial para conocer diversas culturas y otra ciudad. Para eso tenía que contar con una edad joven, ser soltera y sin hijos, como también dominar en su mayoría el idioma del país, tener visa y pasaporte sí era necesario, como además saber cocinar, cuidar niños y manejar un auto. La familia te daba tu propio espacio, días de descanso y finalmente un sueldo.
Por mi parte no cumplía todos los requisitos, pero hice lo posible para juntarlos. Lo primero que hice fue aprender el idioma del inglés, principalmente quería irme a Estados Unidos, ya que era el país más cercano al mío y eso haría que mi familia no se asustara tanto cuando me fuera. Tampoco tenía el dinero y tenía un novio. Sin embargo, con duro trabajo logré juntar el dinero pertinente para los vuelos, los papeles y la inscripción del programa. Por parte del novio, habíamos vivido cosas bellas, pero hace poco había sucedido un problema que provocó que la convivencia entre nosotros comenzará a desaparecer, siendo aquel novio aquel pendiente menos que ya no debía preocuparme.
Teniendo todo en orden, se lo comunique a mi familia y aunque me tomaron como loca y se negaron. Por lo cual, tuve que dar lo mejor de mí para explicar paso a paso porqué está era una gran oportunidad y cómo todo esto era algo seguro. Finalmente accedieron.
Así fue entonces que comencé con la primera fase que era postularme. Después de un año conociendo el programa y trabajando tanto y ahorrando, logré pagar la inscripción y comenzar con las entrevistas que tenía que realizar para demostrar mi dominio del idioma.
Las entrevistas eran sencillas. Primero era una conversación normal sobre mis gustos y preferencias, como también justificar la razón por la cual estaba aquí y mi experiencia con los niños, ya que claramente tenía que demostrar que había trabajado con niños.
La ventaja era que durante parte de mi adolescencia estuve dándole clases a los niños en la iglesia en dónde solía ir, aparte de eso trabajé en varias guarderías para ahorrar el dinero para inscribirme en el programa. Así que, por parte de justificar mi trabajo con infantes estaba más que claro.
Dentro de las entrevistas también me hablaban y cuestionaban sobre otros aspectos. Y cada vez las preguntas eran más largas junto a mis respuestas. Y pese a los nerviosismos que sentí y el miedo, como además de mi constante tartamudeo y el reírme mucho por los nervios, me aprobaron el examen.
Seguido a eso se venía el entrar a la plataforma dedicada a conocer a las familias. Tenía que crear un perfil en dónde cualquier familia del país que yo quería me miraba.
Ese proceso lo comencé cuando tenía 20 años. Debía admitir que este proceso me recordaba mucho a las aplicaciones de conseguir pareja, no era que yo tenía un perfil en esas aplicaciones, pero sí sabía cómo se manejaba. Literal cree mi perfil con mi nombre, edad, lugar dónde vivía, tenía un pequeño apartado para colocar una descripción sobre cómo era yo y que buscaba al participar aquí, y, por último, podías agregar diez fotografías sobre ti.
Mi descripción decía lo siguiente:
Hola, soy Eva Hernández. Amo los niños y me encanta verlos avanzar en su vida.
Y después coloqué fotos sobre mí cuidando a los niños de la iglesia. Claramente fui ignorada olímpicamente durante varios meses. Eso fue un duro golpe para mí, tanto que usualmente la gente del programa solía darme sugerencias y tips para poder mejorar mi perfil. E inclusive comencé a copiar de otros perfiles o ver consejos de otras personas que estuvieron en mí mismo lugar. Copié de sus estrategias y poco a poco comenzaron a llegarme match de familias y yo les hacía match o las rechazaba. Cuando las aceptaba, comenzaba a platicar con los padres de familia, primeramente.
Las conversaciones constaban sobre qué quería yo y lo que ellos me proponían. Muchas veces todo iba bien, pero existía tan sólo una cosa que me hacía decidir que no era la familia que yo quería. En ocasiones eran las creencias de la familia, sus costumbres, los niños, el clima, el hogar, los padres, la rutina, el sueldo, entre otros aspectos. Eso fue un gran foco rojo y pese a mis instantes rechazos, aun así, dentro del programa me seguían aconsejando para pronto conseguir un hogar.
Había momentos que yo me sentía tan cómoda con la familia, pero la familia me terminaba rechazando a mí. Todo un karma y círculo vicioso.
Durante cuatro años esa fue mi historia. Pero sabía que sí o sí debía de irme todo un año o dos a otro país. Esa inversión no sería dinero tirado a la basura, y aunque llevaba cuatro años con mi perfil abierto y sí ninguna sola familia interesada por mí, yo no cambiaba. No cambiaba en el aspecto de acceder cosas que no me gustaban, en fingir ser alguien diferente para que por fin una familia se fijará en mí. Siempre era yo.
Claramente, durante estos cuatro años fui muy clara con lo que quería. Primero, una familia que viviera en un pueblo o alejado un poco de la ciudad. No quería estar todo un año en una ciudad en dónde se vivía con rapidez, dónde no se daba la oportunidad de detenerse y de disfrutar de la vida.
Segundo, la familia tenía que tener sólo un hijo y no debía ser ni un bebé ni un infante. Aceptaba entre seis a doce años. Esto simplemente porqué yo fui hija única y sabía sobre la soledad que uno siente al no tener alguien con quién jugar o confiar.
Tercero, los padres deben verse confiables. Debía de sentir aquella confianza de hablar y expresarme, que ellos me escuchen o que simplemente me den mi espacio.
Y cuarto, quería que mis descansos me dejarán estar en mi habitación. Simplemente en las otras conversaciones con las familias, muchas me habían insinuado que tenía el sábado y domingo para descansar y salir a conocer la ciudad o el lugar. Básicamente me daban a entender que preferían que saliera de casa, pero mis momentos de descanso para mí eran mejor estar encerrada.
Quizá eso no tenía mucha lógica, pues básicamente me estaba yendo a otro país por un intercambio cultural, pero yo lo hacía más que nada por la independencia y porqué necesitaba estar lejos de casa, al menos un tiempo.
Un día, después de años de estar conversando con tanta gente diferente, por fin encontré a mi familia. Esa familia tenía un niño llamado Andy Zegler; era un pequeño de seis años con un problema. Era un autismo, era algo leve, pero existente. Este mismo provocaba que fuera un niño con una buena memoria, muy serio y qué no mostraba sus sentimientos. Era muy reservado.
Ese niño era rubio y siempre estaba mirando el suelo y jugaba con cosas, porqué siempre de los siempre, sus manos tenían que tener algo. Ese fue el primer punto que me hizo querer esa familia, ya que me sentí reflejada en el niño al ser una persona muy reservada conmigo y mi entorno.
Esa familia tenía una madre y un padre, Lorraine y Orión Zegler. Nunca hablé con Orión en las videollamadas ni por mensaje, todo fue con Lorraine. Fue extraño, pero me contó la madre que Orión ya se había resignado a no encontrar a nadie y por eso ya no participaba en las videollamadas. Eso fue otro punto que me hizo querer esa familia, ya que ambos llevábamos tiempo buscando algo en este programa.
Finalmente, ambas partes aceptamos. Tendría el sueldo establecido que daba el programa, descansaría sábado y domingo. Tendría mi propio cuarto y baño y trabajaría de 8:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche. Mi horario constaría de arreglar a Andy, llevarlo al preescolar y recogerlo al medio día. Darle de comer y de 3:00 a 5:00 llevarlo con su maestra especial. A las 6:00 le daría de cenar, jugaría con él para las 8:00 pm llevarlo a dormir. Acepté y comencé a tramitar mi visa de trabajadora, compré los boletos de avión y me despedí de mi familia. Para ese momento yo ya no tenía novio.
Al llegar a la ciudad, en el aeropuerto me recibió toda la familia completa. Lorraine me saludó amigablemente y Andy ni me dirigió la mirada. Por otra parte, Orión, sólo asintió con la cabeza y me sonrió con pena. Eso me hizo sentir incómoda, ya que sólo Lorraine se miraba feliz de verme. Entendía lo de Andy, pero lo de Orión no. Además, tenía un camino de una hora y media que recorrer en carro hasta llegar a la casa de ellos, ya que ellos vivían en un pueblo.
Lorraine era la que hacía la conversación y trataba de incluir a su familia, pero todos estábamos tan serios que ella decidió ser la única que hablará para no estar en silencio profundo.
Al llegar a la casa, me mostraron mi cuarto. Y ahí me hospedé y quedé dormida, no sin antes tener una videollamada con mi familia para mostrarles el lugar en dónde estaría.
La casa de ellos era de un sólo piso, era cómoda y espaciosa. Tenía pocos muebles y era de color neutro, casi minimalista. Mi cuarto y baño era igual, pero me dieron libertad de cambiarlo, cosa que nunca hice por qué no era mi casa.
Después de una semana trabajando descubrí varias cosas.
La primera era que Andy literalmente era como las videollamadas, igual de rubio y adorable, pero para nada expresivo. Andy era idéntico a Lorraine, una rubia hermosa de 35 años. Delgada y con una larga melena, levemente pecosa como su hijo y con unos encantadores ojos azules como Andy. Hablaba demasiado, pero era agradable.
Aunque eso duro poco porqué un día simplemente no volvió a la casa. Al parecer, ella vivía en otro lugar y sólo estuvo aquí para ayudarme a acostumbrarme a esta vida. Por otra parte, Orión era pelirrojo. Tenía los ojos color miel y era igual de blanco y pecoso que su esposa. Él tenía 44 años y era un poco robusto, pero no demasiado. Era serio y nunca salía de la casa, siempre estaba encerrado en una habitación.
Fue curioso, pero después de observar los cuadros de la casa, descubrí que Lorraine hace unos años fue modelo y todavía lo era. Orión era un actor. Hace años que no trabajaba en ninguna parte, pero sobrevivía en base de vender cosas como canciones, composiciones, guiones o simplemente hacía correcciones. En ocasiones vendía animaciones que después serían personajes en películas animadas. Una cajita de sorpresas. Y su cuarto siempre olía a cigarro.
Con aquellas situaciones que aprendí decidí ser lo más discreta y silenciosa que podía. A Andy le hablaba solamente, aunque nunca recibía respuesta. Fue fácil acoplarme al cambio, ya que siempre fui introvertida y amaba la soledad y el silencio, así que el que se fuera Lorraine de la casa, provocó que mi estancia en la misma fuera más satisfactoria.
Rápidamente me adapté al intercambio de culturas y aunque también existía la manera de hacerte de amiga de más personas que estaban viviendo como tú. Además de que ya había identificado a chicas que vivían cerca, yo no me animaba a hacer amigas. Y de esa manera pasaron mis primeras semanas.
De lunes a viernes era la misma rutina, y sólo sábado y domingo estaba encerrada en mi cuarto. Sólo salía a comer.
Lorraine en ocasiones venía por Andy y nos quedábamos solos Orión y yo, cada quien, en su mundo, en otros fines de semana Orión y Andy salían y se paseaban. En ocasiones a la ciudad y otras sólo duraban todo el día en el patio. Por mi parte usaba esta libertad para investigar a esta familia por internet y entender más la razón por la cual eran así.
Lorraine seguía modelando y siempre fue de buena familia. Desde temprana edad apareció en los medios, pero Orión sólo un día apareció como actor secundario, poco a poco se volvió más famoso hasta casarse con Lorraine. Un día de repente dejó de trabajar con la excusa de querer dedicarse más a su familia, sin embargo, era claro que no era así.
En otros momentos la soledad me invadía para mal y tenía videollamadas con mi madre. En ocasiones era aburrido, pero todo cambio un lunes, mientras Andy estaba en preescolar, yo estaba en la casa, iba a ir por agua al refrigerador cuando me encontré en el lugar a Orión.
—¡Me asustas! —solté asustada, colocando una mano en mi pecho. Ya que estaba tan acostumbrada a que él estuviera siempre encerrado que me era increíble verlo afuera.
—Lamento hacerlo, creí que habías ido con Andy a sus clases —comentó con una voz aterciopelada. Su voz era desconocida para mí hasta ese momento, así que me provocó un escalofrío.
Relamí mis labios y me quedé callada. Siempre había dejado a Andy en las clases y venía aquí a preparar la comida u otros pendientes. Así que me tomó de sorpresa su comentario, que rápidamente tuve que responder.
—No me dijeron que debía quedarme, antes lo hacía porqué él se mostraba muy intranquilo, pero al final es la escuela y no siempre tendrá a gente cuidándolo —comenté con sinceridad atrayendo la mirada del hombre—. Debe de comenzar a integrarse por sí mismo, además, es bueno que sea más independiente.
—Lorraine nunca lo dejaba solo —soltó con melancolía.
Hace días que Lorraine no venía aquí y por la mirada de Orión se mostraba un poco triste por aquel hecho. Sin embargo, no quería ser tan curiosa y sólo le contesté.
—No creí que fuera muy sobreprotectora... Lo siento.
—Entiendo completamente tu comentario —indicó con una pequeña sonrisa—. Como cualquier persona, ella no estaba lista para vivir una situación así. Primero fue la negación, después comprendió que era un hecho y quería seguir cuidándolo excesivamente y hacerle la vida más fácil. Después se comenzó a desesperar y cansar, por ende, cuando encontramos el programa se nos hizo la mejor respuesta para esta situación.
Al instante conecté lo que el hombre me quería expresar. Simplemente estaba abriéndose ante mí, pero, a pesar a que gracias a esa decisión yo ahora tenía un buen trabajo, tenía que dar mi opinión sincera. Ya que, pese a todo, hubieran elegido a alguien más, a una persona que tuviera más experiencia con niños así para poder lograrle un cambio significativo en su vida.
—No quiero ser grosera y mal agradecida por esta oportunidad, pero creo que lo más correcto hubiera sido encontrar a alguien o una institución dedicada especialmente a esto.
—Tuviste la fortuna de no socializar mucho con Lorraine, pues ella en ocasiones es muy... exigente y terca. La gente no nos duraba mucho —comentó Orión, sorprendiéndome. Ya que a lo poco que conviví con la mujer noté a alguien muy parlanchina, sin embargo, quizá sólo era su comienzo.
—Una curiosidad antes de dejar de hablar —solté notando como el hombre comenzaba a retirarse del lugar—. Tenía entendido que usualmente las familias en este programa debían de vivir juntas, ¿por qué Lorraine no vive aquí?
Al terminó de esa pregunta, el hombre se mostró incómodo. Sin embargo, después de soltar un enorme suspiro, decidió hablar.
—En las videollamadas eras muy callada y tímida, creí que nunca te contestaría estás preguntas ante tu necesidad de estar apartada de todo en todo momento, o en sólo enfocarte en lo que es tu trabajo —comentó dando énfasis ante mi persistente curiosidad, cosa que me avergonzó, sin embargo, el hombre continuó: —Pero bien, cuando empezamos el proceso del match, Lorraine y yo teníamos muchas discusiones. Verdaderamente se nos haría muy incómodo que tú fueras presente en cada una de ellas, además, sé que para Andy sería duro presenciar durante varias ocasiones peleas verbales a causa de su situación de salud, por lo mismo, Lorraine no vive aquí. Ella decidió que lo correcto era irse por un tiempo mientras yo la buscaba en ocasiones para arreglar estos problemas con más privacidad. Por otra parte, en el programa ya estaba puesto que tú vivirías en esta casa y aquí cuidarías a Andy, y esta casa está a mi nombre, por ende, convives solo conmigo.
Asentí extrañada ante su confesión. Me sorprendí levemente por su sinceridad al contarme sus problemas de matrimonio y cómo estos eran causa de su hijo. Además, también era sorpresivo darme cuenta cómo durante todo ese momento de comunicación con la familia nunca me pude dar cuenta de esto. Nuevamente Orión se iba a retirar del lugar, pero antes de hacerlo volví a hablar para disculparme ante abusar de la confianza.
—Disculpe por mi imprudencia, no quería abrumarlo en querer saber más sobre su vida y detalles privados que no me corresponden.
—Al contrario, era necesario que los supieras —respondió con tranquilidad—. Será todo un año viviendo en el mismo techo; sé que pasado el año puedes seguir siendo parte del programa con nosotros o con otra familia. Esperemos que pasé el tiempo y decidas sí quieres seguir con Andy o conocer a nueva gente.
Dicho esto, se retiró finalmente de la cocina dejándome sola y muy confundida e intranquila. Y ese fue el comienzo del año con más cambios significantes en mi vida.
En las constelaciones, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
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