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Capítulo VIII:Un Nuevo Problema

Tres Años Después

Un hombre de uno con noventa centímetros observaba con una mirada impasible los cuerpos en las mesas de autopsia frente a él.

Todos eran mujeres desnudas con los ojos abiertos, los cuales eran ligeramente cristalinos y en tono amarilloso. Lo curioso de ellas, es que sus características físicas eran las mismas quitando el cabello que había abundancia a la hora de cortes y color.

Cerca, estaba el forense con su bata de laboratorio puesta y el resto de su equipo. Era el único que parecía un rayito de sol en la habitación.

Claro que usualmente el doctor diseccionaba más de cincuenta personas al mes para saber exactamente como murieron.

Tratar con cadáveres era como comer para él, lo único era que no podía soportar mucho ver lo que hay en los estómagos de los muertos. La orina y el excremento no eran un problema.

«Que fácil es que termine la vida» pensó el doctor viéndolas. Ya había determinado como murieron cada una de ellas.

Cerró los ojos un momento y miró muro humano que parecía lucir tranquilo, pero lo negro de bajo de los ojos se notaba que no había dormido.

Esto era la calma antes de la tormenta.

-Voy a matar a ese gusano -masculló de repente-. Necesito un cigarro.

-Por favor no lo haga -dijo de forma apresurada el forense-. No me gusta ese aroma. Por cierto, ¿ya le comunicó a Igor este problema? -añadió.

-Lo castigue -murmuró el otro hombre, sacando un cigarro-. Alguien con su ego detesta sentirse impotente ante un mejor perro de caza.

-¿Quién pensaría que el proyecto de traer a tu hija muerta se volviera así? ¿No lo crees Walter?

-Guarda silencio Ferguson -ordenó Walter estresado-. Constanza IV junto con las otras eran legalmente unas humanas y eran inocentes de todo. No merecía todo lo que le pasó.

-El egoísmo humano es fascinante - comentó el forense maravillado-. Un buen ejemplo es como la sociedad difama a los profesionales de mi profesión diciéndo que guardamos corazones de bebés en frascos.

-Guarda silencio y no lo repetiré más -contestó enojado Walter. Él no estaba en estos momentos en condiciones para hablar de los problemas de otros-. y cremalas a todas... a todas estas mujeres -añadió.

-Muy bien, pero solo te diré una última cosa -dijo el forense sin mirarlo-. Esto apenas empieza. Dudo mucho que estos sean los únicos clones que anden rondando en ciudad Andromeda.

La voz del forense resonó en los oídos de Walter quien se endureció, él sabía que lo que le habían dicho era correcto.

No se despidió, solo salió de esa habitación llena de cadáveres fríos.

«Igor siento que no te he castigado lo suficiente» pensó Walter, prometiendo vengarse del causante de este exceso de trabajo.

Walter se había enterado hace tres años cuando cierto agente de PIAO parecía haber desaparecido de las instalaciones y solo aparecía para las competencias en las que participaba la empresa.

PIAO era una marca de carros inteligentes que no tenían ruedas, solo flotaban a varios centímetros o metros del suelo. Los centímetros que vuelen deben seguir las leyes de tránsito.

Sin embargo, ellos tenían otro trabajo eran espías que trabajaban para el país.

Mientras el estado no se vuelva corrupto, la empresa seguirá suministrandole información sobre posibles altos mandos que realicen acciones ilegales.

En su camino a su auto recordó lo que ocurrió hace cuatro años.

Hace cuatro años.

En una pequeña habitación con solo un bombillo blanco en el centro y unas dos sillas de madera, había dos personas teniendo una guerra de miradas.

Igor estaba sentado en una de las sillas con los brazos y las piernas fuertemente amarradas con ciertas. Tenía el labio partido, pero sus ojos seguían brillando con rebeldía.

Walter lo miraba con cansancio como si viera un hijo portándose mal. Ninguno de los dos pronunció palabras durante un rato hasta que Walter se acercó y bajó la cabeza de Igor a la vez que subía su pierna derecha y le propinó un rodillazo en la cabeza al rubio.

Igor aguantó soltar un gemido pese al dolor que sentía en su nariz, donde comenzó a correr un chorro débil de sangre.

-No sabía que te gustaba BDSM -se burló Igor, contrayendo la comisura de sus labios hacia arriba-. ¿Es esto enserio?¿Amarrar y golpear? -questiono con falsa incredulidad-. No sabía que eras un sádico.

-Solo contigo cariño -bromeó Walter mientras, acercaba la otra silla y le daba la vuelta para luego sentarse, recostando sus brazos y cabeza en el respaldo-. ¿Por qué no sacudes tu parte inferior trasera para palmearte?

-No puedo, estoy amarrado -dijo el más joven de los dos mientras, se encogia de hombros.

-Cuéntame ¿por qué no me informaste sobre lo de Constanza y su padre? -lo interrogó Walter-. Como tú tío debería enterarme de ese tipo de cosas de tu vida.

-Porque te ibas a poner así fue precisamente porque no te lo dije - explicó Igor.

-Constanza era legalmente una humana ¿sabés?

Lo último tenso a Igor que solo se quedó, viéndolo sin emociones. No había nada para justificar lo que había hecho.

-Nuestra agencia no mata inocentes -habló Walter, parándose de nuevo y propinándole otros cinco golpes en la cara-. Me preguntó que tan orgulloso estarás ahora de tu cara bonita pretty boy -añadió mofándose.

-Bueno, si el presidente de PIAO me busca para tener un momento fogoso amarrado ¿tú me dirás? -contestó Igor, ganándose otro golpe, pero en el pecho.

-Se serio cucaracha.

-Jamás he sido tan serio.

Walter sonrió de medio lado y luego empujó a Igor con una patada en el pecho, logrando que Igor se cayera con la silla.

-Quédate un poco más en esta suite -dijo Walter y sacó un cigarro-. Esta habitación es digna para los perros que necesitan adiestramiento. Te quedarás por tres días.

Igor no dijo nada, estaba apretando los dientes aguantando la rabia que era más grande que el dolor que sentía en su cuerpo.

Se sentía humillado.

Walter lo sabía muy bien y por eso se fue tan fresco como una lechuga.

El hombre salió de sus recuerdos y entró en auto.

«Creo que he sido demasiado indulgente con Igor» pensó, encendiendo el auto «con los perros hay que ser estrictos si quieres que crezcan bien».

Walter estaba preocupado por esas mujeres.

A cada una le faltaba un brazo izquierdo y una pierna derecha, pero lo importante era la forma del corte y que tenían prótesis robóticas.

También esas prótesis eran de la empresa Orange.

-Las cosas cada vez se están complicando -murmuró Walter para luego sonreír con locura-. Pese a que esto es grave no puedo evitar emocionarme en atrapar a mi presa -agregó y se lamió los labios.

Walter condujo hacia el hospital José Gregorio Hernández y fue a la habitación 40b.

Solo había una persona dentro y estaba acostada en la cama, cubierto de vendajes en los brazos, la cabeza y las piernas. Pese al paciente ser un hombre pelirrojo con bellas facciones, lucía un morado en el ojo derecho, era doloroso a la vista.

-Frank ¿Cómo te sientes? -sonrió Walter, pero la sonrisa no llegaba a sus ojos grises.

El ambiente en la habitación tan pronto como Walter llegó, se tornó serio y por una extraña razón Frank sintió un escalofrío bajar por su columna vertebral e inconscientemente se estremeció.

-Frank cuéntame todo con lujo de detalles y no omitas nada -hablo con una voz suave hacia el paciente, el cual sentía que tenía más miedo cada segundo que transcurría.

Walter era un hombre peligroso y el agente lo sabía muy bien así que empezó a contarle todo incluso si ya había entregado su informe.

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