Capitulo III:Los días en que Igor estuvo lejos de Casa(3)
Connie detestaba las veces que llegaba a un salón y estaba lleno con sus compañeros, sin ningún indicio de asiento libre porque significaba que tendría que sentarse en el suelo o buscar un asiento, pero la problemática con la primera opción es que al profesor no le gustaba la prática de limpiar el piso con tu trasero, por lo que la segunda opción era la única viable.
El problema era que caminar a las once de la mañana por cada salón cercano, significa no conseguir asiento, en si hasta algunos salones necesitaban asientos.
En su camino por encontrar al menos una silla para sentarse se consiguió con Igor que caminaba hacia ella.
—Si estas buscando asientos, olvídalo hay que ir al otro edificio o a talleres —dijo en voz alta Connie para que el otro rubio la escuchará.
Él asintió con su la cabeza y se detuvo a unos pasos de ella para luego decir:—Me atrapaste. Eso es lo que buscaba.
Igor lucia bastante aliviado, ya que no tenía ni idea de que decirle y solo se había acercado a ella.
—Ya yo pregunté por este lado —comenta Connie, pasando al lado de él y siguió caminando sin detenerse.
La clase continuaba y ella no estaba dentro.
—¿De donde eres Connie? —pregunta de repente Igor.
—De mi casa —Connie respondió confundida ¿de dónde más iba a ser ella?
—Aja, pero... —Igor torció lo ojos ante la respuesta—.¿Eres de esta ciudad?
—Si te refieres a si soy autotona. Pos lamentablemente lo soy —contesto Connie actuando como si fuera una desgracia—. Hubiera preferido haber nacido en otro país sin tantos problemas.
El covid había "limpiado" a mucha gente de ciudad Andrómeda, subiendo así los índices de mortalidad hasta el punto de sobrepasar a la natalidad cinco veces.
—Si, por culpa de esta nueva cepa que broto en todo el mundo murió alguien muy querido -comento Igor, poniéndose a su lado e igualando su caminar con el de su compañera—. Me recuerdas a esa chica -agrego en un susurro Igor.
Pese a eso, Connie lo escuchó y se quedó estática por unos segundos.
—¿Cómo se llama? —preguntó de repente Connie con urgencia.
—Tú misma deberías saberlo Constanza —respondió a la vez que la miraba fijamente—. Todavía sigues usando su nombre, incluso si te teñiste el cabello a rubio o te maquilles de forma sobrecargada.
Solo eso bastó para que Connie saliera corriendo hacia los talleres, tratando de alejarse con desesperación de ese hombre que comenzó a perseguirla al verla huir de él.
Igor no la alcanzó al principio porque notó que dentro de poco solo ellos dos estarían solos.
La rubia subió su mirada hacia el cielo, evocando los viejos recuerdos tristes de su memoria por unos segundos, luego, giró su rostro y vió a a ese hombre siguiéndola sin expresión, asustandola al máximo.
Tenía que correr más rápido y lo intentaba, deseaba que su velocidad fuera más como un corredor olímpico, pero la diferencia de distancia poco a poco se estaba cerrando entre ellos.
Ya no había nadie a la vista y dentro de poco tiempo habían llegado a los talleres.
Connie sacó un puñal oculto de su pantalón, anteriormente apretado entre su piel y la ropa interior.
Pronto iba a llover. Ya la mayoría de las montañas habían desaparecido cubiertas por las nubes cargadas de agua.
La sangre futuramente derramada se lavara.
La rubia apretaba con fuerza el puñal en su mano derecha con valor, pero el miedo la inundaba hasta los huesos y no por temor a dar un golpe mortal sino por perder su vida.
Los humanos nacidos naturalmente siempre la hacian sentir menos hasta el punto de cuestionar si merece vivir o no.
Sin embargo ella comía como ellos y vivía como ellos ¿por qué le hacían esto?
Ella merecía más.
Ella no era solo la hija de una máquina ¿verdad?
«Yo... mi vida tiene valor.... ¿cierto?» pensó con gran agobio Connie, deteniéndose e enfrentando a su contrincante.
El hermoso chico se detuvo y la analizó, luego, dió un paso hacia adelante.
Los animales cuando están acorralados muestran sus verdaderos colores, así que Connie corrió con todas sus fuerzas hacia Igor, quien la vió con melancolía.
«¿Por qué me persigues?»se preguntó en su interior Constanza a la vez que cerraba los ojos y busco clavarle el puñal.
—Aghh —soltó un gritó ahogado Igor.
Cuando Connie sintió que había logrado clavar abrió los ojos y vió como él lo sostenía entre su dedo índice y dedo medio.
Igor se había roto la epidermis y la dermis, por lo que comenzó fluir un líquido rojizo de su mano.
—¿Yo no merezco vivir? ¿No soy como tú? —cuestionó Connie con rabia a la vez que agarro una piedra y se la tiró en la cabeza a Igor, quien la esquivo y tiró la daga para luego correr hacia Connie y empujar.
Connie cayó al suelo, golpeándose la cabeza con la acera. Después de eso cerró los ojos.
Igor rápidamente reviso su respiración, percatándose que no se había dado tan fuerte, pero si tenía un roto en la cabeza.
Más no era médico tampoco.
—Bueno, supongo que debo moverme rápido al laboratorio —murmuró para si mismo a la vez que la carga y corre a su auto.
Nadie notó como sea la llevaban y el auto tenía los vidrios polarizados, osea podía verse de adentro a fuera, pero no de afuera adentro.
Los de seguridad hasta se despidieron de Igor.
Igor y Connie iban al instituto San Miguel.
No hubo tráfico aéreo en la zona y también se tomaron atajos.
Que bueno que Connie estaba dormida, ella odiaba ir en autobuses y en auto por qué se metían por el edificio y luego subían para luego bajar, doblaban a la izquierda y derecha. También había que pagar un peaje que costaba tres veces la cantidad de un ticket del metro.
En fin, sería una historia no linda para Constanza.
—No es nada personal, pero quiero ayudar a Charles. Él a sufrido mucho y tú eres una posibilidad para Constanza V —dijo Igor sin dejar de mirar el camino, más sin embargo la chica en el asiento trasero se encontraba aún inconsciente.
Igor no sabe si se lo dijo por pesar o no. No obstante, el no iba a parar y cumpliría el pedido de Charles.
Tanto Charles como él mismo no estaban muy seguros de como Connie podría ayudar a Constanza a mantenerse viva, pero el doctor Wolfgang lo había repetido un centenar de veces con una teoría que tenía.
Esperaban que funcionace.
No hubo mucho tráfico y se iba en carro, por tanto no hubo paradas y siempre se fue en dirección hacia el instituto. Tardaron como cuarenta minutos.
El hombre a cargo de la seguridad en la entrada del Instituto San Miguel no comentó nada al ver a Igor caminar con una chica inconsciente entre fuertes brazos.
Solo los vió por un momento y siguió viendo su celular. Para esa persona a veces era mejor callarse y este lugar pagaba muy bien por hacerse los oídos sordos.
Igor tocó el botón del ascensor y espero pacientemente a que llegará. Cuando se abrió la puerta se encontró con Charles quien miró Connie con una expresión complicada mientras, el rubio tenía una expresión de sorpresa por unos segundos en su rostro.
Igor lo analizó y Charles al darse cuenta de su mirada, desvío el rostro a la vez tocaba el botón que mantenía las puertas de abiertas del ascensor.
—No esperaba que vinieras a buscarme —comento de repente Igor, entrando al ascensor.
Las puertas se cerraron.
—Igor no puedo esperar más. Ya ha pasado demasiado tiempo y mi mujer y yo estamos cansados &confesó Charles—. ¿Sabes cuantas veces he deseado que yo hubiera muerto en vez de mi pequeña?
Igor se mantuvo en silencio.
La original Constanza había sido su amor de adolescencia y ellos habían tenido una relación.
Al día siguiente cuando Connie se despertó.
Cuando Connie despertó se encontró con horrible dolor de cabeza y la imposibilidad de moverse. Pronto la tensión la invadió al ver de nuevo a Igo.
Además, él que estaba junto a Igor más la ponía nerviosa era alguien quien nunca quería encontrarse de nuevo.
Era el doctor Wolfgang.
No es que tampoco quisiera ver al doctor Evan, el cual estaba sentado mirándola sin expresión.
Connie sabía que estaba acabada en el momento en que vio esos ojos verdes mirarla como si una rata se tratase.
—Parece que despertó profesor —Igor hablo con una voz láguida como si estuviera casando de todo.
Connie bufó internamente al ver y volteo su cara, no queriendo ver al chico que le llamo la atención y ahora casi la mataba.
«Las flores bonitas son las más peligrosas»pensó la rubia con pesadumbre.
—Constanza IV que hermoso verte —comento Wolfgang, apretando sus manos entre si. Hacía tiempo quería ver a esta chica que le había dejado sin orgullo cuando escapó.
—Digo lo opuesto —dice Connie sonriendo.
Hace dos años.
Connie estaba acostada en una camilla y a su alrededor había un sin fin de instrumentos e equipos que ni sabía para que servían y tampoco le importaban a menos que fueran los más dolorosos.
El frío calaba su piel, sobrepasando su delgado atuendo blanco y azul. Más ni siquiera podía abrazarse a si misma por lo fuertemente sujetas que sus manos estaban.
Ella envidiaba a su negra cabellera suelta porque al menos era relativamente libre de forma figurativa. Aunque era guiada por su cabeza.
Cada segundo de esa manera la descorazoba y lo demostraba su expresión que tampoco parecía buena, tenía un ligero ceño fruncido.
Un hombre de mediana estatura con rasgos afroamericanos abrió una carpeta que tenía debajo de una de sus axilas y en la otra un bolígrafo. Ese hombre comenzó a escribir algunas cosas en silencio y una que otra analizaba a Connie que parecía ahora un poco asustada.
«Tengo miedo» pensó Connie.
—¿Cómo te sientes Constanza IV? —pregunto de repente el hombre, mirándola con una expresión un poco complicada. Todavía en su mente persistía el conflicto de la moralidad con su insensibilidad.
—No estoy segura —empezó Connie para luego callarse unos segundos y continuar—. Escucho un zumbido en mis oidos y... -frunció el señor ligeramente-. A veces siento que se me partirán.
—Es solo tú idea —contestó el afroamericano mientras, le restaba importancia. Sin embargo, lo anotó en caso de ser importante a futuro aunque ni él mismo lo creía-. Yo no escucho nada -añadió para profundizar su punto.
—Quizás yo tenga algo malo doctor —comentó con suavidad la chica un poco ida. Cada segundo su cansancio aumentaba y era más difícil estar despierta.
—Cariño... —dijo el hombre dudando, luego, la miró con resignación—. Si te sientes mal, solo cierra los ojos —su voz se volvió más suave y hasta un cierto punto cálida—. Te vas a morir de todos modos.
Constanza IV o Connie cerro sus ojos, relajo sus músculos y se quedó quieta.
Después de unos minutos, el doctor se detuvo de escribir y se acercó a aquella chica, su mano descanzo en la mejilla de ella por unos segundos, deteniéndose cuando escuchó la voz de otro colega:-¿Ya se durmió el experimento Doctor Evans?
—Si —responde el doctor Evans, volviendo a su rostro inexpresivo.
—¡Hizo un excelente trabajó! —exclamó el otro doctor, aproximándose y dándole unas palmadas en el brazo al Doctor Evans para molestia de este último.
—Todos hicimos un buen trabajo doctor Wolfgang —objetó el doctor Evans—. No puede darme todo el crédito a mi.
«Ni toda la responsabilidad» añadió el doctor Evans en su cabeza.
—Tiene toda la razón —concordó Woolfgang con remilgo—. Soy un hombre brillante. Tenemos que darnos mas valor a nosotros mismos después de esto...
El doctor Wolfgang miró de reojo a Connie , ella era algo que ningún de los dos podía hablar de forma orgullosa y si se supiera de su existencia podrían ser llevados presos o criticados por la humanidad hasta el final de sus días .
—Si —estuvo de acuerdo el doctor Evans.
—Somos como dioses que controlamos la vida y no necesitamos el acto de reproducción por medio de la intimación-murmura para si mismo el doctor Wolfgang con arrogancia y felicidad, pero esa alegría no llegaba a sus ojos.
Públicamente se conoce que la tecnología para clonar a animales realmente existe y puedes pagar un alto precio para obtener una copia idéntica genérica de tus mascotas.
Entre los animales que ya han sido clonados, está el chimpancé, el cual según diversos estudios su genoma tiene bastante similitudes con el humano.
No obstante, comparar a las dos especies sería como buscar la diferencia entre dos celulares, buscando el que tiene más funciones; siendo el humano, el dispositivo con muchas funciones y el chimpancé el que tiene menos. Ninguno de los dos son lo mismo, pero son un celular.
Se cree que los chimpancé y los humanos descienden del mismo ancestro, un primate. Por tanto, es posible la clonación humana de todo el cuerpo y no solo algún pieza, pero el problema radica que no es perfecto y todavía existen muchas fallas, Constanza IV no iba a vivir mucho.
Ella era una copia genética de alguien más.
—Señor Evans nos vamos a ya sabe donde —dice el doctor Wolfgang, mirando de reojo a Constanza IV. No estaba seguro que estuviera durmiendo y sentía que ella no era confiable.
—Vámonos —decidió el doctor Evans con una voz fría llena de indiferencia. No es que este particularmente interesado en ir allí, pero sino iba, lo molestarian hasta que fuera y necesitaba el dineros.
También no había visto a cierto sujeto durante mucho tiempo
—¡Si! —exclamó el doctor.
«¿Para que vino está molestia hoy?» pensó en sus adentros, viendo a Wolfgang.
El doctor Wolfgang corrió a la puerta, seguido de cerca por el Evans que caminaba sin prisa. Ambos caminaron durante un rato hasta llegar a su destino.
Aún estaban en el instituto.
Los dos entraron en una habitación, dónde una niña de no más de tres años jugaba con los bloques, haciendo torres y destruyendolas con gran disfrute.
—Parece que Constanza V es la más feliz de este instituto —comentó en voz alta el Doctor Wolfgang, caminando hacia la pequeña que se quedó estática al notarlo-. Lastima que sea otro pedazo de mierda que no dure mucho -añadió con malicia.
La niña no había entendido lo que dijo ese adulto mayor, pero por la forma en que lo dijo no podía ser buena. También mirar tampoco lo era.
El doctor de Evans se tenso al ver esta escena, pero no lo detuvo. Constanza V en este momento era una niña y tenía todo lo necesario por las leyes para ser considerada una niña humana. Sin embargó, solo era un clon y un experimento. Su vida no era diferente de los ratones de laboratorio.
Bueno, al menos los animalitos no aguantaban agresiones verbales como Constanza V, quitando a Constanza IV que le dió un golpe al doctor Wolfgang en la cara cuando la molesto, por eso ese hombre andaba con la guardia alta con ella.
Constanza fue el proyecto secreto la lanzado en ese instituto a oscuras de la sociedad. Los científicos buscaban producir una copia genéticamente idéntica de un ente biológico que ellos consideraron y en este caso fue Constanza.
Este proyecto nació debido a que un donador del laboratorio, lo pidió e incluso dió dinero para acelerar los resultados del proyecto en un intento para traer a su hija de vuelta, ya que que tuvo una muerte prematura, la Constanza original.
Algunos en el laboratorio dudaron sobre eso, pensando si realmente eran necesarios los clones. El primero siempre llevaría al siguiente clon y a si sucesivamente.
¿De verdad la humanidad querría una sociedad con réplicas de seres humanos cuando todavía existía la reproducción natural y no había escasez de humanos?
—¿Por qué estamos aquí Doctor Wolfgang? —pregunto sin rodeos Evans.
—Charles quería venir a ver cómo iba todo —explicó el adulto mayor sentandose sobre el escritorio-. Se decidió por ver a Constanza.
Justo en ese momento apareció un hombre de piel morena y bastante fornido en la puerta de la habitación, él se quedó mirando fijamente a Constanza que a diferencia de el era blanca como arroz blanco.
El hombre se llevó una mano a la boca y desvío la mirada. Unas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos hasta desbordar una cascada.
Lloró en silencio por unos momentos y se acercó lentamente a Constanza que lo miraba con curiosidad.
El hombre la cargo y la abrazo con fuerza mientras murmuró:—Mi bebé... estas aquí. No sabes cuánto te amó... y te necesito.
El hombre se acercó a los demás y les pregunto:—¿Ya está todo perfecto con ella? ¿puedo llevármela?
Los dos científico se miraron por un momento y luego Evans como tenía más tacto, respondió:—Se estima que solo vivirá cinco años más, por lo que todavía no es posible llevársela.
El rostro del padre quedó devastado y miró a su bebé sin saber que hacer. El único que pensaba en su cabeza era «no debí venir».
Ninguno de los trabajadores esperaron la siguiente respuesta de Charles:—Me llevo a mi bebé y no me importa lo que digan.
—No es recomendable eso —protestó Wolfgang, poniéndose en frente de Charles, bloqueandolo.
Constanza al ver a su abusador verbal acercarse, se abrazo con fuerza a Charles, determinando más al padre.
—Yo puedo corta la financiación de este lugar —amenazó Charles.
—Bien —dijo Wolfgang, subiendo las manos y caminando hacia atrás.
Charles se llevó al clon de su hija apresuradamente de allí. La niña mantuvo quieta sin entender mucho, descansando en los brazos de su nuevo padre.
De vuelta en la habitación dónde estaban los doctores Evans y Wolfgang.
—¿Qué cara pondrá ese hombre cuando la niña se muera? —preguntó con cinismo el doctor Wolfgang.
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