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Capitulo I: Los días en los que Igor estuvo fuera de casa.

El dos de febrero del dos mil noventa y cuatro resultó ser un excelente día para morir, pero eso no lo decidido Connie que estaba cerca, sino un lunático conocido como Charlie Trujillo.

Justo hoy se lanzó hacía las vías del metro, logrando que Connie saliera del vagón desesperada, buscando un autobús que aceptase el poco efectivo que tenía en su bolsillo.

Cosa no sencilla cuando la otra persona busca un sueldo justo para su trabajo de transportar personas.

La caridad no da comida.

Tampoco es que a Connie le guste mucho montarse en un autobús.

¡Ojo señores! Esta chica no sabe quién era el suicida hasta pasadas las dos de la tarde que el profesor Federico contó la noticia que escuchó.

—Chicos no sé si se acuerdan de Charlie. Él era un estudiante de nuestra carrera y hoy lamentablemente perdió la vida, lanzandose en las vías del metro —explicó el profesor con pena.

—Yo lo conozco, ese muchacho entró conmigo a la universidad —comentó Eliza con sorpresa mientras, se recostaba en la silla.

—Ese chico tenía muchos problema mentales —comentó Jorge, uno de los pocos gorditos de ambiental—. En el primer cálculo andaba metiéndole la mano a Ariana, lo que a todos nos hizo pensar que era su novio. No obstante, Victoria era la novia en su historia de amor.

—¡Ya sé quién es! —exclamó de repente con sorpresa Connie, abriendo de más sus ojos marrones. No podía creer aún que ese chico que se creía uno de los ricachones de la universidad se hubiera matado, además, si él tenía las ganas podría buscar un lugar más bonito y no tan visto o un día en que ella no tuviera que usar el metro... que tipo tan egoísta.

_¿Connie no eras amiga de Victoria? —pregunta Eliza, recordando haber visto a la rubia con una chica con el cabello teñido de rosa.

—No, soy más amiga de la amante del ex de Victoria —aclaró Constanza la situación sin sentir vergüenza, ya que Ariana era chévere. No es que Victoria fuera mala persona, pero no tuvieron muchas conversaciones—. Ahora, Ariana no ha visto a Charlie desde hace dos años. Ella dimitió y se puso a trabajar mientras, él se fue y al parecer volvió de Canadá según lo que ustedes me cuentan —añadió.

—Bueno... —dijo Arantxa, ganando así la atención de todos-. Como dicen las personas mayores: nadie sabe de gotera en casa ajena.

—Eso es verdad —comentó Eliza.

—Bueno, sigamos con la clase —interrumpe el profesor Federico, cambiando de tema e inició un tema concerniente a la carrera—. ¿Qué es desarrollo sustentable?

La clase estuvo tranquila y amena comparado al chisme sobre la muerte del estudiante. Hasta los profesores de la Universidad Nuestra Sagrada Señora de Los Milagros se juntaban como manada para hablar. Parecía que la pesadilla del llamado Covid-19 había desaparecido de la mente de los terrenos.

Ya para la semana, todos sabían la biografía de Charlie Trujillo mejor que la del fundador de la universidad.

—A nadie le importaba cuando Charlie tenía problemas y se veía más delgado —refunfuño Carlos Sandler, durante el almuerzo. Él siempre era el más sensible del grupo respecto a la gente—. Ahora todos quieren saber de él como si fuera un entretenimiento.

—Te mentiría si no fuera verdad, pero solo los que de verdad sienten dolor son la gente con quién más tuvo interacción incluso cuando ellos mismos lo propagan para demostrar que había gente que si lo quería —lanzó Connie un comentario algo extraño.

—Eso es un pensamiento retorcido el que tienes allí Connie —comentó Luna—. Pero si tiene su verdad ¿supongo?

—Si es como dices, sus familiares y amigos al final se darán cuenta que independientemente de lo que buscan solo se necesita a la gente que de verdad lo quiere y no importan si son pocos —explicó Carlos y luego suspiró. No le gustó nada el irrespeto a un difunto.

—Que temita para la hora de comer —comentó Alfredo, quien había estado desde el inicio en silencio.

—Es verdad, es deprimente. Dejemos de hablar de eso —dijo Luna, comenzando a comer.

Todos iniciaron a comer aún cuando realmente el tema les había quitado mucho el apetito.

Alfredo para cambiar el ambiente dijo:—Detesto las tardes de este día porque siempre, estoy seguro que la profesora Samantha me hará dormir.

Todos soltaron una carcajada.

—No tanto como a Connie que se quedó dormida mientras, estaba en la primera fila e inicio de la columna —se burló Luna de Connie, pero a esta última no le importo—. Prácticamente se durmió en la cara del profesor.

—Me declaró culpable —dijo Connie levantando ambas manos a los lados de su cabeza, mostrando sus palmas.

—¡Perfecto! —exclama Luna levantándose—. Tú sentencia será... hacerme una linda infografía que las mías me salen feas.

Connie la miró mal, pero es que ¿creía que ella tenía una vida fácil con las ocho materias que metió? Connie bufó con enojo y le dió una condición:—Si tú haces una tarea mía, es posible hacer el trato.

Un buen trato, una buena vida universitaria.

—Yo hago todo el informe de física, si me ayudas con la infografía de hidrología —Luna dió una propuesta tentadora.

Si Connie acepta, no tendría que lidiar con sacar las fórmulas de la propagación de errores y vivirá una semana relativamente tranquila sin sufrir porque no había tampoco laboratorio.

Solo hay una respuesta.

—Trato —respondió Connie emocionada. Hoy se había vuelto un buen día para su camino universitario y eso fue lo que seguía pensando hasta que más tarde vió en el slack cierto mensaje, pero no entremos en pensamientos tristes por los momentos.

Realmente estos días son buenos para las personas afines que sufren por el novio tóxico llamado la universidad.

¿Para que realmente necesitas un novio de carne y hueso tóxico? Si tienes a la universidad que de solo irte mal en ella arruina tu paz mental y los de mente débil hasta se suicidan. Bueno, lo último también tiene otros factores, como los sociales y económicos.

En la clase después del almuerzo, sorpresivamente los pusieron a ver un vídeo sobre la vida de varios tiburones de diferentes tamaños.

El vídeo fue bastante amigable y específico a diferencia de las películas de tiburones donde el ser humano es la comida y todos quieren creer que los humanos son la comida luxury para estas criatura con aletas.

Que triste es que te coman y que tu sabor no sea la gran cosa ¿Verdad?

Los días después de ese lunes pasaron volando y llegó el viernes, el cual fue otro momento memorable en la carrera de Connie porque la mayor parte del sector universitario no quería comer en el comedor después de almorzar por cuatro días seguidos arroz con caraotas o pasta con caraotas.

Es impresionante como pasas tan rápido al comedor sin tanta gente y puedes ingerir alimentos tranquilo e incluso repetir. No obstante, Connie no estaba con la gente que repite y muchos otros tampoco.

Las caraotas han estado saladas, pareciendo que le han agregado kilos de sal solo para que supieran a algo.

También por lo que se vio en el plato de Luna, habían cosas adicionales, como una esponja azul entre las caraotas.

No es que importará mucho los "tesoros" que se encontraban escondidos en el plato, pero era cansado comer lo mismo una y otra vez, incluso habiendo sabores extraños y desagradables o sabor a jabón.

Pese a todo, el comedor estaba lleno e incluso el chico de piel oscura que fue el único que pasó el examen de física II en la clase de Connie, comía arroz solo con la cédula como cubierto.

La cédula es un implemento de identificación de cada ciudadano en la ciudad de Andrómeda, porque cada uno de los habitantes siempre lleva ese documento consigo. También es el cubierto de cada universitario cuando no se recuerda meter una cuchara o tenedor.

—¡Hola chicos! —llega Cesar con su bandeja de comida y se sienta en el puesto sobrante de la mesa.

—Hola Cesar tiempo sin verte —le contesta Connie sonriendo levemente.

—¡Uy! ¡Connie estas buena! —Cesar lo dice, deslizando su mirada sobre la rubia y quedando un rato en el pecho.

Connie dejo sonreír y levantó con una ceja, mirándolo mal mientras, pensaba «¿qué carajos le pasaba?».

—¡EPA! —exclama Alfredo—. La estas incomodando.

—Lo siento —se disculpó Cesar, pero la rubia lo ignoró y no pensó ni dirigirle una mirada. Ya se había acabado su amistad.

—¿Por qué no te vas? —preguntó Luna fastidiada.

—Por favor —agregó Carlos. Nadie sabía si quería detener el rechazo hacia ese pobre hombre blanco llamado Cesar o pidiéndole que se fuera. Sin embargo, Cesar se levantó con brusquedad y se llevó su comida.

—Al fin podemos respirar aire limpió —dijo en voz alta Luna, logrando que César se diera la vuelta y mirará la mesa durante un rato para después marcharse.

Luna al notarlo, lo ignoró mientras, Carlos le mandaba a la bella Luna una mirada de reprimenda.

Carlos era alguien muy propio. Yo creo que nunca irá a algunas de las rumbas que hacían los estudiantes de ingeniería marítima dónde había sexo, moffin con toque de locura, alcohol, baile y mucha contaminación sónica.

Unos dos minutos después llegó una persona inesperada.

—Disculpen ¿Puedo sentarme? —habló un chico bastante hermoso con su cabello rubio platinado brillante y esos ojos azules como el cielo azul sin nubes. Un manjar para comer y seguir comiendo.

También era cinco veces más guapo que Connie, Luna y muchas niñas.

—Hola, claro siéntate —contestó Luna embelesada en el bello espécimen y jugando con su larga ondulada cabellera castaña. Sus ojos marrones lucian más brillantes de lo usual.

—Gracias y... ¿de qué carrera son? —preguntó para luego comer un poco de la comida del comedor y hacer una mueca de disgusto.

Si esa era otra regla no escrita en el comedor. Aunque la comida no sea de calidad hay que comerla y ser felices sino ¿cómo sobrevives sin dinero?

No es fácil ser un estudiante y vivir con una economía tan delicada y con inflación. Aunque extrañamente se tiene un excelente desarrollo tecnológico.

Sin embargo, la comida es más cara que los equipos electrónicos. Las verdades a veces son una perra.

—Si la comida no es tan buena, pero es lo que hay —comentó Alfredo medio divertido ante el descaro de sus compañeras, quienes corrieron al otro chico por comerse con los ojos a Connie y ahora ellas hacían lo mismo al chico nuevo.

«Aunque ellas al menos no sueltan palabras vulgares» pensó Alfredo tomando un bocado de su almuerzo sin demostrar disgusto.

Ya estaba acostumbrado.

El chico que tenía encantadas a las damas de la mesa, se presentó:—Hola soy Igor De Prisco y estudió ingeniería mecánica.

Antes de que todos pronunciasen algo, Luna empezó a hablar.

—Hola soy Evaluna Cámara, pero todos me dicen Luna. Esa chica de por allí -señala a Connie—. Es Constanza, pero todos le decimos Connie de cariño.

—Primera vez que escucho esos nombres tan peculiares.

—Más diferente me parece el tuyo, me recuerda al sirviente de Drácula —dice Alfredo—. También me presentaré ya que cierta persona no lo hizo-miró hacia donde luna, quien se hizo la desentendida—. Hola soy Alfredo y el negro de lentes es Carlos Sandler.

—Si —admitió Igor a regañadientes—. Mi mamá es fan del Igor del actor que interpretó a Harry Potter —añadió.

—Tu madre es especial, pero mira el lado bueno tu nombre es mejor que Pikachu —comentó seriamente Alfredo, sino lo dijera tan serio Igor se hubiera reído a carcajadas, por lo que solo se alzaron las comisura de los labios de este último.

—También mejor que Ron o Ginebra —agregó Carlos, recordando a dos personajes de Harry Potter.

—No, si me nombrarán en base aún licor, mi mamá me llamaría Campari que es lo único que toma -bromeo Igor.

Todos se empezaron a reír a carcajadas. Igor era un buen chico.

Las semanas pasaron y tanto Luna como Connie trataron de hacerse amigas de Igor mientras, trataban de salvar sus materias.

Los días pasaron rápido y Alfredo buscó a sus compañeras para darles un chocolate de la amistad.

En su búsqueda Alfredo de repente se detuvo, escuchando a Luna y a Connie reírse desde el segundo piso. Claramente habían tenido un encuentro "fortuito" con el chico guapo que conocieron también conocido como Igor.

Alfredo suspiró con resignación y subió al segundo piso donde estaban sus compañeras. A mano derecha estaban ellas, pegadas de la valla que impide que  chocaran con el suelo del primer piso.

—Alfredo al fin te vemos. Andabas desaparecido ¿Dónde andabas? —dijo Luna levantándose del suelo mientras observaba cierta bolsa en las manos de Alfredo—. Es para nosotras ¿verdad?

—También para Carlos. Felíz día de la amistad —expresó Alfredo, entregandole a Luna la bolsa, quien la aceptó.

Luna emocionada salto y lo abrazó mientras agarraba la bolsa entre sus manos. Connie se levantó también abrazó a Alfredo muy emocionada.

Fue un abrazo grupal muy asfixiante para Alfredo, por lo que después de veinte segundos les ordenó:—Sueltenme ahora mismo.

Tanto Luna como Connie se separaron con renuencia, pero respetaron su decisión.

Luna se percató de algo mientras veía a Alfredo:—¡Ooooh! —dijo—. ¡Compraste una nueva camisa!

Alfredo asintió con la cabeza, estando de acuerdo con la deducción de su amiga. Aunque realmente la camisa no era ni tan nueva porque la había conseguido en un pequeño bazar de ropa usada.

Pese a que el chico recordaba ese minúsculo detalle no se lo dijo a Luna por temor a su crítica de fashionista, además, la camisa merecía la compra ya que era Tommy.

—La compré porque quería verme a mi mismo bien hoy junto a ustedes «la compré porque costó solo cuatro dólares» —explicó Alfredo.

—¡Oh Alfredo! —Luna se conmovió ante lo dicho por su amigo—. Me hubieras llamado y te hubiese ayudado. Creo que esa camisa es una copia  —Luna se acercó más y comenzó a tocar aquí y allá-.Si tengo razón.

—Guardaré esa oferta amiga «ni muerto voy contigo, solo me dejaras sin un centavo» —Alfredo lucía agradecido cuando en su interior era lo contrario.

Connie asentía continuamente a las cosas dichas por su amiga. Para ella, Alfredo tenía la desventaja de ser un hombre, por eso en el grupo ella se quedaba con la ropa no usada más por Luna.

Por donde vino Alfredo, llegó Carlos parloteando algo divertido para todos:-Llegó por quien lloraban niños.

—No —objeto Alfredo—. Mientras menos te veo, más me gustas.

—Yo pensé que te gustaba más porque me vez siempre en clases —comentó Connie.

—Tu pensamiento no define lo que pienso —explica divertido Alfredo.

—Me siento herido —explica Carlos con fingida tristeza—. ¿Dónde está mi regalo?

—Esta unido junto al regalo de ella —señaló la bolsa que tenía luna—. Sino te apresuras, se comerán todas las galletas ellas solas y ni te dejarán nada.

—Vamonos a sentar —dice Luna sentándose de nuevo en el mismo sitio, Connie y los otros chicos la siguieron. Ella comenzó a pasarles a cada uno, una galleta.

Todos comenzaron a comer su postre.

—¿Le gustaron las galletas ? —preguntó Alfredo.

—Muy buenas -responde Luna, agarrando otra galleta—. Me encantan.

—Pasame me otra —dice Connie, alargando su mano y metiéndole en la bolsa.

—Connie pasame una. Muy buenas Alfredo ¿dónde las compraste? —habló Carlos.

—En la panadería del tesoro del gato negro.

—Creo que iré allí la próxima vez —anunció Carlos.

—Voy contigo —Luna y Connie hablaron a la vez.

—¡Perfecto! —exclama Carlos.

Así comieron amenamente durante la hora del almuerzo. Fue un buen cambio para Alfredo que había estado un poco nervioso desde temprano, mirando su celular, esperando la llamada de una profesora.

La profesora de labor social no le había dicho donde podría realizar la labor social, quitando los viajes de ida a otro estado. No eran tan factible hacerlos, ya que costaría dos dólares lo que equivale a cinco pasajes en la ciudad Andrómeda.

Alfredo al final decidió escribirle.

La profesora no respondió rápido, pero al menos respondió.

—Hola ¿Quien eres? —escribió la profesor junto con el emojin de una carita pensando.

—Hola profesora soy Alfredo y quería saber si ya tenía un lugar no tan caro en la parte del transporte donde yo pueda hacer mis horas —le escribió Alfredo ya yendo directo al punto.

—Cariño por ahora no tengo nada, pero en lo que consiga te escribo ¿Vale? —le comunicó —. Ya te recordé. No te preocupes.

—Gracias profe.

—¿Qué le pasa a mi muchacho? —sondeó Luna—. Dígalo ahora que la tía Luna te ayudará.

—No lo creo Alfredo niega con la cabeza a la vez que señala—. Mira allí está Igor.

No era mentira, el guapo rubio caminaba hacia ellos sonriendo cálidamente.

—Oye Igor, ven aquí —grita Alfredo.

—Hay algo que no entiendo — comentó Carlos.

—¿Qué?

—¿Por qué lo atraes a las fieras?

—Yo también me lo pregunto y eso que me agrada el chico.

—No hablen mal de nosotras —protesta Luna y Connie estaba de acuerdo con ella.

—De acuerdo, Luna. Tu sabes que haría todo por ti y lo haré —le informa Alfredo, guiñandole el ojo.

Luna puso los ojos en blanco y en eso llega Igor.

—Hola chicos ¿cómo andan?

—Bastante bien. Siéntate con nosotros -le dice Carlos.

Alfredo estaba seguro que su amigo quería ver el mundo arder.

Hubo unas cuantas reuniones más con Igor y ya luna junto con Connie daban pena. En una de las reuniones Igor y Connie se besaron en estado de borrachera.

Carlos fue el único que se caló a Luna llorando por la injusticia de la vida.

Ya a la mañana siguiente esos tres no recordaban nada, por lo que Carlos en conjunto a Alfredo les contaban todo con lujo de detalles hasta con fotos.

Se ve que Igor y Connie se gustaban, pero había algo que detenía a Igor.

Un día de la clase de natación, la clase de Igor y la de Alfredo por orden del profesor aprenderían de él en conjunto.

En el descanso Alfredo se sentó junto a Igor, buscando fastidiarlo.

—Me gustas Igor. Se que apenas nos conocemos, pero siento que tenemos química —dijo Alfredo falso coqueteó poniendo su mano sobre la de Igor.

—No me digas eso —comentó con sarcasmo el rubio, alejando su mano del otro-. Creo que se lo comentaré a Connie y a Luna a ver que dicen de eso.

—Noooo... yo quiero vivir —con falso horror por unos segundos para luego reírse a carcajadas.

—Solo no me molestes.

—¿Me puedo sentar en tus piernas? —pregunta Alfredo a la vez que le guiñaba el ojo.

Igor se quedó sin habla y exclamó: —¡Ya lo perdimos!

Alfredo se rió hasta el punto que se le salieron las lagrimas.

Esos dos formaron una buena amistad.

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Nota: Las caraotas son granos negros.

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