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El comienzo del fin

No sé quién vaya a encontrar esto, pero espero que quien sea que lea mis palabras, pueda entender el mundo en el que está viviendo y lo que fue antes.

Tal vez recuerdes cómo era tu vida antes de la guerra, aunque lo más seguro es que no, ya que, naciste después de ella o poco antes, así que lo más probable es que nunca lograste conocer aquel «Mundo Viejo», como le denominan los Aliados, es decir, las personas que gobiernan actualmente el mundo entero o lo que queda de él.

El Mundo Viejo era menospreciado por muchos. Siempre decían que era horrible, pero nunca pensaron que era perfecto comparado a lo que vendría, donde es mejor vivir una falsa alegría a señalar las falencias. ¿Para qué hablar de aquel mundo que ya conoces? Empezaré a contar mi historia en aquel Mundo Viejo, que ahora les parece tan salvaje, para que entiendas cómo fue que terminé metida en esto.

Era el año 2037 y vivía en la ciudad de Nueva York, en el departamento de mi hermano mayor, quien había solicitado retirarse del cuerpo de Marine, para pasar más tiempo con su familia. En cambio, yo más bien huía de la mía, específicamente de mi padre, quien nos crio con las reglas de los Marine y prefirió llegar a ocupar altos rangos, antes que ser un buen padre.

Tras dar un giro abrupto en mi forma de vida, estaba por empezar una experiencia nueva: el primer año de universidad. La verdad es que yo también era de las que opinaban que el mundo era horrible, aunque ahora lo extraño.

Entré a la universidad y escuché sobre los rumores de la posible tercera guerra mundial, de que sería una guerra nuclear y peor que las anteriores. Ya llevaban tantos años diciendo lo mismo en todos lados que no creía en eso, según yo eran puras locuras. Incluso había estudiado sobre invasiones y guerras en otros países y aún no estallaba la muy proclamada tercera guerra mundial, así que, ni me interesaba. Para mí, quienes seguían creyendo en eso estaban locos... Grave error.

-¡Hola! -Me interceptó un chico que se veía mayor que yo, quizás tenía veinticuatro o veinticinco años. Tenía barba corta, bien cuidada, al igual que su cabello castaño y liso. Su piel era de un tono blanco, pero tostado en algunas partes de su cara y manos, evidenciando que había estado constantemente expuesto al sol-. ¿Me podrías decir dónde queda la escuela de medicina?

-Lo siento -respondí-, pero estoy igual de perdida que tú, solo que estoy buscando mi clase de diseño.

-No te preocupes. Gracias de todos modos. Eres la primera que al menos responde con amabilidad.

-De nada -dije en tono de duda.

El chico empezó a alejarse y tuve la necesidad de volver a acercarme y resolver una duda.

-¡Oye! -grité, a lo que volteó-, ¿eres de primer año? Es que... Te ves mayor, sin ofender.

Sonrió, casi riendo.

-Soy de primer año, pero estuve en el ejército y ahora pienso estudiar medicina para poder servir ayudando a los heridos, en vez de estar solo disparando.

-Entiendo, mi hermano mayor estaba en el ejército y se salió, según para poder estudiar ingeniería, aunque en realidad quería estar más relajado y con su familia.

-¿Cómo se llama tu hermano? Quizás lo conozco. -Se encogió de hombros y alzó las cejas.

-Aaron... Aaron Way, tiene actualmente veintiocho años.

-¡Lo conozco! -De su rostro emanaba una genuina alegría-. Siempre hablaba en las misiones sobre su familia y de que los extrañaba. Él era uno de los mejores compañeros que alguien podría tener. Si mal no recuerdo, tú tienes que ser Eliette, ¿cierto?

-Sí, pero... ¿y tú? ¿Cómo te llamas?

En ese instante, escuché un gran ruido, seguramente de una explosión, solo unos segundos después se escucharon gritos. Nos miramos sorprendidos y, antes de que pudiéramos reaccionar, una segunda explosión ocurrió, solo que esta fue a escasos metros de nosotros, a causa de eso caímos un par de metros más allá. Cuando levanté la vista y el humo se disipó un poco, vi a personas sangrando y, a medida que iba recuperando la audición, escuché a otros gritando por ayuda. El chico con el que había hablado me levantó y me llevó hasta un rincón estrecho, un triángulo de la vida que se había formado tras la explosión.

-Aquí vas a estar segura -me dijo-, esto no acaba todavía.

-¿Quién eres tú?, ¿por qué estás tan seguro de eso?

-Me llamo Ethan Baker y, como ya te dije, estuve en el ejército. Siempre me enviaban a misiones en Medio Oriente y fui compañero de tu hermano, Aaron. Sé de estas cosas y me entrenaron para sobrevivir e incluso para poder salvar la mayor cantidad de personas posibles, así que te agradecería si te quedas aquí mientras voy por más. Esto no terminará pronto y solo estaremos seguros de que así sea cuando nos vengan a ayudar. Esto es un campo de batalla ahora.

No comprendía lo que sucedía, pero de todos modos aprobé con mi cabeza lo que me dijo y se fue. Un minuto después, se escucharon más estallidos de bombas y, cuando cesó el ruido, me asomé para ver el resultado devastador: personas heridas de gravedad e incluso moribundas. Por las explosiones, salieron pedazos de concreto y metal disparados, los cuales aplastaron y cortaron todo lo que encontraron a su paso debido a la velocidad y fuerza a la que iban, por lo que habían personas sin un brazo o sin una pierna y uno que otro decapitado. Todo era horrible.

Minutos después, escuché el sonido de las ambulancias y carros de bomberos que llegaban. En ese minuto ese sonido era más dulce que el canto de un pájaro o una canción de cuna y era porque significaba una cosa: el caos había pasado, solo podían rescatarnos y el sonido de las bocinas y sirenas eran como una esperanza de vida a la que muchos nos aferramos. De repente, llegó Ethan casi arrastrándose y sangrando.

-¿Qué te pasó? -pregunté aterrada.

-Nada importante, he quedado peor antes -dijo e inmediatamente escupió sangre.

-No creo que esto no sea importante.

-¿Escuchaste los estallidos? Pues me cayeron unas cuantas cosas, pero en serio: estoy bien.

-Recuéstate -le ordené-, voy por algún paramédico.

Me levanté y ayudé a Ethan a colocarse donde yo estaba, con la espalda apoyada en el rincón, pues tenía miedo de que algo pasara nuevamente y sabía que esa parte era más segura.

-Hey, Eliette -escuché que me llamó, por lo que me volteé-, Aaron tenía razón: eres una chica maravillosa.

-¿Cómo puedes saber eso si recién nos conocimos? -Sonreí.

-Solo lo sé, es todo -respondió sonriendo.

Lo observé unos segundos hasta que volvió a escupir sangre. Corrí mientras pedía ayuda, hasta que encontré una ambulancia que recién llegaba, pues las otras estaban todas ocupadas y en otras los paramédicos no estaban, por ir a buscar heridos. Dos paramédicos me acompañaron con una camilla en cuanto les conté del estado de Ethan.

-¡Hey, Ethan! -grité, ya que, él tenía los ojos cerrados, provocando que me asustara, pero abrió los ojos en cuanto dije su nombre-. Te dije que iría por ayuda.

Lo subieron a la camilla y los acompañé. Por la adrenalina del momento no noté mi molestia en uno de mis pies hasta que llegué a la ambulancia, pero evité mencionarlo.

Cuando llegamos al hospital, este estaba colapsado debido a que simultáneamente hubo otro ataque en la ciudad. Hicieron que Ethan ingresara primero debido a sus heridas, a lo que estuve de acuerdo. Había muchas personas que estaban peor y no me molestaba esperar incluso ocho horas por unos cuantos cortes y un pie adolorido.

Al cabo de una hora, mi auricular sonó y lo contesté rápidamente. Se trataba de mi madre, quien al ver las noticias, se preocupó por mí, sabiendo dónde estudiaba y que le tocó verlo en ruinas, según las imágenes del dron que sobrevoló el lugar.

-¿Cómo estás, Eli? -me dijo mi madre. Ella acostumbraba a llamarme así como una abreviatura de mi nombre, a modo de cariño-. ¿Ya te atendieron?

-Todavía no -respondí-, pero está bien, yo estoy bien. Gracias a un chico que me protegió todo el tiempo, solo tuve unos pequeños cortes y me duele el pie, nada grave. Muchos estaban peor, prefiero que las personas con heridas graves pasen antes que yo, de todos modos, es así por protocolo.

-Bien, me relajaré si dices que de verdad estás bien, ahora te pasaré con Sarah. -A diferencia de cualquier persona en ese entonces, a mi mamá no le gustaba usar auricular, sino que prefería andar con un celular táctil, pues le costaba entender que lo que veía en su reloj se sincronizaba con el auricular.

-¡Hermana! -gritó Sarah con la voz un poco cortada, se notaba que había estado llorando-. ¿Cómo estás? ¿Qué tienes?

-Estoy bien -respondí-, no me pasó algo grave gracias a un amigo de Aaron.

-¿En serio? Y dime, ¿ya te lo ligaste?

-¡Sarah! -grité a modo de regaño. Las otras personas me miraron molestas cuando grité, por lo que me fui al pasillo que daba a la salida de la sala de urgencias.

-Eliette, soy yo: Aaron -dijo mi hermano después de quitarle el celular a Sarah.

Si estaban los tres juntos, lo más seguro era que mi madre y mi hermana habían viajado desde Cuántico hasta el departamento de Aaron en Manhattan.

-¿Cómo están las cosas por allá? ¿De qué amigo hablas?

-De Ethan Baker, por lo poco que me dijo creo que ustedes eran buenos amigos en el ejército -respondí.

-Sí, hace meses que no hablaba con él, ni siquiera sabía que había salido del ejército -su voz sonaba sorprendida, por lo visto la última vez que hablaron tuvo que haber sido gracias a la USO-. ¿Puedes pasarme con él?

-Lo siento, pero lo están examinando en este momento. Cuando ingresó escupía sangre y con suerte estaba despierto.

-Genial -dijo con evidente sarcasmo-, por lo visto se le quebró alguna costilla y se le enterró en un pulmón o algo por el estilo. No importa, en un par de horas llamaré y, si puedes verlo antes, mándale mis saludos y agradecimientos por protegerte.

-Está bien, adiós -dije y corté la llamada.

Pasaron un par de horas y seguían llegando heridos y las cifras de muertos aumentaban. Según lo que contaron en las noticias (que estaban puestas en una pequeña televisión de la sala de espera), el otro ataque fue a una escuela primaria y ambos fueron calificados como ataques terroristas de Medio Oriente.

«Ha habido múltiples ataques de bombas en todo el país, uno de esos ha dado en la Universidad de Nueva York. Incluso el Pentágono, en Washington DC., ha recibido ataques.

Se cree que son terroristas islámicos», dijeron en un noticiero. Tras eso, dieron paso a una publicidad:

«¿Cansado de leer la pequeña pantalla de tu smartwatch? ¡No te preocupes, tenemos la solución! Llega por fin la actualización que todos esperábamos: el nuevo Cosmos Z6, con pantalla proyectada para puedas ampliar y compartir con quienes te rodean».

«Eres tú, es Cosmos».

Como si de un día normal se tratara, pude ver cómo varios encendían las pantallas de sus relojes para ordenar la preventa del nuevo modelo, como si nada más importara. Seguí viendo el televisor, que en ese momento empezó a hablar de las ventajas de que gran parte de la población prefiriera quedarse en su casa y desarrollar su vida en el metaverso, considerando los riesgos que se estaban viviendo en ese momento.

Fue entonces que sentí que alguien me tocó el hombro y volteé asustada, hasta que vi que se trataba de una enfermera. Ella me preguntó si yo fui quien acompañó a Ethan y qué vínculo tenía con él, por lo que afirmé que había venido con él y que era su amiga. Me preguntó si tenía alguna forma de contactar a su familia, por lo que mentí y dije que sí, luego llamé a mi hermano y le pedí que él contactara a algún familiar de Ethan.

Seguí esperando para ver si podía entrar para verlo y al rato después la misma enfermera se acercó y me dijo que Ethan pidió que fuera a verlo. Me emocioné por eso y me alegré al saber que estaba lo suficientemente bien como para estar consciente de todo y que me dejaran verlo.

Caminé y observé el lugar. Me causaba curiosidad el resto de los que estaban hospitalizados en urgencias. Me daban ganas de abrir cada cortina y ver lo que tenía cada paciente, pero me contuve y llegué hasta la camilla en la que estaba él.

Me tiré sobre él y lo abracé. Me dio unos pequeños golpes, por lo que me separé de él confundida y me señaló su torso.

-¡Lo siento! -grité y la enfermera me hizo un gesto para que hablara más bajo-. Es que me emocioné... no me gustaría que le pasara algo malo a quien me protegió.

-De verdad eres magnífica -dijo y me sonrojé-. Quiero pensar en otras cosas y me causas curiosidad, así que háblame más de ti.

Fui contándole cosas y él me interrumpía para compartir su opinión sobre lo que decía, por lo que fuimos creando un diálogo. Al rato después, la enfermera me dijo que ya debía irme.

Cuando regresé a la sala de espera, me llamaron para revisarme el pie. Según yo era una simple molestia, pero según las radiografías era un esguince en el tobillo y debía mantener reposo por el día siguiente, además de que debía aplicarle una crema y sujetarlo con un material de esponja, una venda elasticada y una venda normal encima de todo... vaya atado por un simple dolor.

Llamé a mi hermano para que fuera a buscarme y llegó casi una hora después.

-¡La ciudad está hecha un caos! -exclamó-. Era prácticamente imposible llegar hasta acá.

»El aire es casi irrespirable... la ciudad está llena de humo y el poco viento que hay hace que el polvo de los escombros se levante.

»Nueva York nunca había estado así... tan horrible, ni siquiera después del 9/11. Esto definitivamente supera cualquier cosa por lo que ha pasado.

-Supongo que ahora las personas van a ser empáticos con los sirios... -susurré-. ¡Espera! Ya es muy tarde: prácticamente Siria está por dejar de existir.

En los días posteriores visité a Ethan acompañada de Aaron, hasta que una semana después le dieron el alta.

Los ataques continuaron en aquellos días, pero en otras partes del país. El día en que llevamos a Ethan a su departamento, su madre nos recibió y tenía puestas las noticias: había sucedido una masacre de refugiados sirios en Europa, ubicados en un edificio, el cual fue posteriormente incendiado. ¿Por qué? Muy simple: el odio y la impotencia era tan grande que necesitaban culpar a alguien y desquitarse, ya que, no habían encontrado todavía a los responsables de los ataques a todo el mundo occidental.

Recuerdo que ese mismo día el presidente declaró públicamente la guerra contra Irán, Afganistán, Cisjordania, el Líbano y Egipto. Cuando lo dijo no fue el único, pues de forma inmediata se alzaron los representantes de algunos países europeos, dentro de los cuales además se había reportado que grupos de personas atacaban deliberadamente a musulmanes en las calles, como había pasado con los refugiados.

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