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50: La consorte maldita

(La imagen es en representación de Isidora Belasius)

~☆♡☆~

Año 1.485, 15 años después del nacimiento de Israem Corvo.


El reino de los moribundos nunca había sido igualado en proezas como en el año en que Abraham Corvo venció a un dios.

El linaje Corvo no tenía comparación en la historia. Ibram había dominado los cielos y el tránsito en la tierra al ganar la batalla que le permitiría colonizar definitivamente a los griphers, convirtiéndolos en siervos de Jezrel. Abraham, su hijo, tenía un legado inmenso por compensar. Y el destino le concedió el honor, enviándole un rival a la altura: el falso Ara.

Luego de la Noche de las hojas rojas, Abraham se alzó como el salvador de no solo Jezrel, sino del mismísimo plano terrenal, salvando el destino de la humanidad de la ira de las constelaciones.

Tan solo un año más tarde, toda esa reputación cambiaría.

Una profecía consumió su mente en la paranoia. No podía permitirse ningún posible intento de venganza. No podía dejar con vida a nadie con el poder para destruirlo.

La fractura de la Iglesia, su divorcio y una segunda boda, la caza de los cosmos y las numerosas ejecuciones de todos los hombres de su linaje acabaron por darle el título del exterminador de la fe.

Para cuando tuvo a su primer hijo con la hermosa Isidora, había dado por hecho desde el primer instante, sin siquiera considerar una posibilidad alternativa, que su descendencia estaría a la altura de las expectativas que él y su padre impusieron sobre el apellido.

Pero pagó el precio de sus pecados pasados al recibir en brazos a aquello que había jurado destruir: un bebé tan poderoso como una estrella misma.

Ofendido, aborreciendo el castigo de las estrellas, lo echó a la celda del gripher más salvaje que tenían hasta ese momento, ignorando el llanto del bebé y los desgarradores gritos de su esposa, y la manera en que esta se arrastraba entre lágrimas, aferrada al ruedo de su pantalón con uñas y dientes.

Se lo dio de comer a la bestia, y se olvidó de que alguna vez había nacido.

Los años pasaron, pero el gripher jamás lastimó al niño.

Abraham dejó que la mujer con la que se había casado siguiera alimentando a la abominación inmortal, incluso se desentendió de las veces que lo visitaba en la jaula. Mientras cumpliera con su deber nupcial, no esperaba absolutamente nada más de ella.

Pero los años pasaban sin que Abraham tuviera un nuevo heredero, y aunque su virilidad seguía intacta a la par de su juventud, el reino padecía los dolores de calamidades prematuras.

Todos auguraban el final más trágico para el reinado más glorioso. Sin un heredero, Jezrel era vulnerable.

Isidora Belasius agonizaba por toda la sangre perdida durante su parto.

Sanadores y astrólogos por igual se reunían para contrarrestar la pérdida y encomendar su alma a la voluntad de las estrellas. Abraham Corvo lloraba con su hijo en brazos, una masa de piel azul y huesos deformes, con tajos que caían como si hubiera nacido contaminado por la azir.

Sus ojos, vacíos de iris y pupila, se movían sin enfocar a su padre, hasta que, sencillamente, se detuvieron.

Abraham acabó en el suelo, sollozando con el cadáver del bebé entre sus brazos.

Mientras él sufría desconsolado la pérdida del recién nacido, su hijo de quince años seguía sin aprender a hablar, encerrado por el crimen de ser diferente.

Toda la madrugada transcurrió, hasta que la luz matutina les golpeó el rostro al matrimonio enlutado.

Isidora, desangrándose en una cama aún sucia, con la incertidumbre de si sobreviviría las veinticuatro horas que le dio de esperanza el sanador; y Abraham abrazado al diminuto cadáver.

El hombre se levantó. El cuerpecito, desprovisto ya de sus primeras capas de piel seguía acunado contra su pecho. En los ojos del rey ya no quedaba ternura, y el dolor se había descompuesto hasta tornarse tóxico y necesitado de un nuevo objetivo.

—Este es el quinto —espetó a la mujer en la cama.

—Lo es —respondió ella sin fuerzas.

—¿Cuándo me darás uno vivo?

Ella lo miró adolorida. El mareo de la pérdida de sangre comenzaba a menguar, dando paso al invasivo sufrimiento de ver al hombre que una vez amaste herirte a tal magnitud.

—Ni siquiera sé si sobreviviré otra noche.

—Lo harás —escupió él cual reproche—. Estás maldita, Ara no te dejará morir luego de lo que le hiciste.

Ella negó con la cabeza, sonriendo incrédula mientras las lágrimas se mezclaban con el sudor en su rostro.

—¿Ahora estoy maldita? —preguntó en un hilo de voz. La ira le dio la fuerza necesaria para extender la mano y alcanzar el cuenco de agua junto a la cama.

—¿Qué otra explicación hay, Isidora? Esto... —Miró al cadáver en sus brazos, y luego vio a Isidora con desprecio—. Tú. Tú eres una maldición. Haberme casado contigo fue lo peor que pude haber hecho. ¡Mira lo que nos hiciste!

—¿Yo...? —exhaló con dolor, su voz disminuyendo conforme escalaba débilmente en su garganta—. ¿Qué mal hice, Abraham, más que amarte? ¿Qué mal hice, más que salvar nuestro reino y dejar que fueras tú el héroe?

—No eras virgen, y lo sabes. Estabas... estabas prometida a esa abominación, y me mentiste. Me dijiste que eras doncella, pero no lo eras. Por eso Ara me castiga.

Ella reía, sorprendiendo al rey por lo ilógico de ese sonido viniendo de una mujer que pierde la vida una gota de sangre a la vez.

—¿Eso es todo en lo que puedes pensar? Deberías inventarte una tragedia real para dejar de victimizarte por tus inseguridades. ¿Esa es tu solución a todo? ¿Acusar a tus mujeres de haber tenido experiencias previas al matrimonio?

—Eso es bajo, e injusto, incluso para ti que eres una arpía asesina. Sabes que lo hice por ti. La acusé a ella, rompí con la mismísima iglesia, puse el reino a temblar por un divorcio. Todo para casarme contigo, porque creí cada palabra que me dijiste.

—Porque no tiene nada que ver que yo haya matado al más grande hereje, cabeza de la resistencia y tu principal enemigo, acabando con la guerra antes de que te costara más vidas de las que podrías cargar en tu consciencia. No, eso seguramente no tuvo nada que ver.

—Tal vez tiene todo que ver.

—Es que lo tiene. Te casaste conmigo por agradecimiento y porque te resultaba exótica e inalcanzable. «La doncella del mesías». Y aquí me tienes, desangrándome ante tus ojos indiferentes.

—Te amé lo que pude, Isidora. Hasta hoy. Si no me das un hijo, sufrirás el mismo destino que aquella mujer a la que reemplazaste.

Isidora luchó contra el nudo en su garganta.

Ella sabía que mentía, que no la había amado hasta ese día como prometía. Nadie que sienta amor la habría dejado gritar, sufrir y consumirse en vida al dar el fruto de su vientre como sacrificio a una bestia salvaje.

—Ya te he dado un hijo —contestó con firmeza.

—¡Ese adefesio no es mi hijo, es una abominación!

—Es sangre de tu sangre, Abraham, no importa lo que digan los astrólogos.

—Es el mismísimo hijo de Canis. Viste sus dientes... ¡Viste lo que le hizo a las parteras!

—¿Y no crees que es precisamente por lo que se nos castiga, por la manera en que lo hemos tratado al hijo de Canis?

—No me incluyas en tu maldición.

—¿Quién te dice que es mía? ¿Quién dice, Abraham, que no estamos pagando el peso de tus pecados? Puede que los niños muertos salgan de mí, pero antes estuvieron en ti. No puedes ignorar eso.

—Yo no he pecado...

—Asesinaste a un hijo de Ara.

—¡Lo hiciste tú!

—Para borrarme de la historia y poner tu nombre sí tienes el coraje, pero para llevar una parte de la responsabilidad en lo ocurrido eres un verdadero cobarde.

Abraham tiró con fuerza al cadáver contra el otro lado de la habitación, señalando con su dedo a Isidora mientras gritaba, enrojecido y lloroso.

—¡Ese hombre era un hereje y lo sabes! Por muy hijo de Ara que fuera, usurpó la identidad de dios. Merecía morir, así que no hay estrella en todo el reino cósmico que nos castigue por ello. Y en todo caso, tus manos son las bañadas en sangre, las mías solo tienen la culpa de haberte tocado.

—Tus palabras son indignantes, Abraham. Tomas acciones y luego las entierras en toneladas de propaganda hasta que te convences incluso a ti de que jamás existieron.

—Cuidado con lo que dices.

—No tendré cuidado con la verdad, yo no tengo nada qué temer de ella.

—Que te calles, Isidora.

—¿Lo has pensado? —Ella rio, cruelmente burlándose de cómo él combatía contra su propia mente—. Claro que lo has pensado. Puede que yo matara al bastardo de Ara para salvar al reino, pero tú asesinaste no a uno, sino a cientos de cosmos hasta que ya no quedó ninguno con el valor de mostrarse. Todo por eliminar a cualquiera que pudiera hacerte frente en una futura guerra. Y ahora, ¿quién te defenderá cuando esta ocurra?

»Perseguiste tu propia sangre, ejecutaste a los hombres con los que creciste y a los niños que bautizaste. Fuiste inmune al llanto de sus madres, y al único que sobrevivió a tu paranoia le diste un destino peor, sabiendo que le esperaba la muerte más lenta de todas...

—¡CÁLLATE!

Abraham se abalanzó sobre la cama, tomando a su esposa del rostro.

—Di que lo lamentas —exigió apretando sus mejillas.

—No tengo nada qué lamentar. A ninguna de esas personas maté yo.

Él le dio una bofetada tan fuerte que la dejó adormecida en la almohada.

Se levantó, arreglándose el traje, como si no estuviera lleno de sangre, sudor y lágrimas.

—Me darás un hijo vivo, Isidora, o asesinaré al adefesio. Y esta vez me aseguraré. Lo haré yo mismo.

Ella, lentamente y con una mano en su rostro, giró para encarar a su marido.

—No lo asesinarás. Si lo haces, ¿quién seguirá tu legado de mierda? Si tú mismo te encargaste de acabar con todos los posibles herederos.

—Israem será rey sobre mi maldito cadáver.

—Que así sea, entonces.

Lo que siguió a esas palabras es demasiado crudo de rememorar. Para la mala suerte de Isidora, ni toda la sangre perdida le concedió la paz de un desmayo, ni la tregua de una memoria borrosa.

Tal vez sí estaba maldita, después de todo.

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Nota importante:

He tomado la decisión de sumarme al NaNoWriMo con esta historia. Es el reto de escribir 50mil palabras (o terminar una novela) durante el mes de noviembre. Yo me propuse escribir 1600 palabras diarias como mínimo. ¿Qué significa? Que voy a tratar de actualizar cada 1, 2 o 3 días esta historia. Pero estaré documentando mi progreso por tiktok, por si quieren pasarse a apoyar y obligarme a escribir todos los días. Estoy como axavelasquez.

Y, si este capítulo llega a 1k de comentarios vamos de nuevo con el maratón por aquí ♡

¿Qué piensan de este capítulo del pasado? ¿Les gusta conocer esta parte de la historia?

¿Qué opinan de Abraham?

¿Qué les parece lo que ha sido la vida de Israem?

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