16: La costa de Medusa
Al fin puedo decir que tuve un buen momento con Israem. Hablamos poco, y la chaperona rubia estaba de sobra, pero puedo destacar que en este encuentro no hubo techos destruidos o calabozos de por medio.
De hecho, cuando Israem se despide lo hace con educación, no se limita a desaparecer sin más. No media ni una palabra, pero intercede con una reverencia antes de darme la espalda y blandir su capa lejos de mi presencia.
Quedo algo confundida en cuanto Elius lo persigue. Se comunican por unos segundos lejos de mí, hasta que la mano vuelve con una extraña sonrisa. Aunque, ¿qué es extraño, tratándose de Elius?
No espero a que explique su cara de imbécil y me adelanto.
—Lord Elius, usted y yo tenemos mucho de qué hablar.
—En ese caso, hoy Ara está de buen humor, porque su majestad nos ha concedido a Scarell'Azar para desplazarnos.
—¿Y por qué motivo asume usted que deseo desplazarme en Scar, y por qué subirme nuevamente a la bestia que me rompió el cuello sería señal de que Ara está de buen humor?
—Pobre de Jezrel, le tocará someterse a una reina muy lenta —Elius se sostiene el puente de la nariz como si temiera que empiece a sangrarle—. Princesa, me comprometí a explicarle la azir, y eso pretendo hacer.
—¿Es necesario que tenga la columna rota para entender la explicación? Porque eso es lo que va a ocurrir si vuelvo a subir a eso.
—Exijo respeto para Scarell'Azar, alteza, que él le haya ocasionado una fractura que casi le provoca la muerte no justifica ni que le vomite encima, ni que lo llame "eso".
Mi rostro se mantiene inexpresivo, o al menos eso pretendo, perpetuando la seriedad en espera del remate a un chiste que jamás llega.
—Yo sostendré las riendas de Scar, si eso le hace sentir más segura —agrega—, pero iré detrás. Ya es momento de que se acostumbre al vuelo. Solo imagínese aterrizando en su boda y llenando de vómito a quien la reciba...
Por el escalofrío que recorre a Elius, entiendo que su preocupación es genuina. Y no es para menos, yo no tenía idea de que debía llegar en gripher a la boda. No sé cómo podría evitar el asunto del vómito, honestamente. Debo practicar eso de tragármelo.
El vómito, cochinas. Yo las conozco.
Pero ese no es el asunto que me preocupa inmediatamente, sino...
—Lord Elius, ¿cómo que irá atrás? —Lo señalo al hablar, y de alguna forma el parece asociar mi dedo con un arma, porque retrocede alarmado—. Cuando llegué a este reino hicieron viajar a mi cuñado aparte. El mensajero de Israem me prohibió rotundamente ir acompañada porque supuestamente el rey lo iba a oler... ¡¿Y ahora como si nada Israem le cede su mascota personal para que vuele conmigo a quién sabe dónde?!
No pensé una sola de las palabras antes de emitirlas, eso es evidente, porque de inmediato me muerdo la esquina del labio y me llevo las manos a la boca para ocultarlo, inútilmente, pues ya el cubrebocas lo hace. Sigo sin acostumbrarme a llevarlo.
Siento que fui demasiado insensible, e imprudente, pues es posible que la razón por la que a Israem no le importa que viaje con Elius es por el pequeño órgano del que carece. No quiero poner a Elius en la posición de tener que hablarme de ese tema, o que deba inventarme excusas por no querer contarme al respecto.
Así que intento rescatar el momento con un cambio de tema, y termino accediendo al viaje salvaje e irresponsable que nos depara.
Mi mano sigue vendada con parte de la capa del rey al subirme al orgulloso Scar. Sus alas negras se despliegan a cada lado, dispersando la niebla, que regresa nuevamente en espirales como si ya estuviéramos dentro de las nubes.
Elius sube detrás de mí, y es quien toma las cadenas que amordazan a Scar. Y entonces siento toda la vehemente fuerza que intenta aferrarme al suelo mientras las patas del gripher nos desprende de este en dirección a las luciérnagas.
El monumento de las hojas rojas se desvanece bajo nosotros, y el primer azote del aire gélido arranca lágrimas de mis ojos.
La vastedad del vértigo me asalta con el primer rugido de Scar. Es como una tormenta que resuena en mi pecho y me recuerda que estoy montando una bestia asesina.
Puedo sentir cada músculo de su cuerpo tensarse y relajarse en cada aleteo, la vibración de sus gruñidos transmitiéndose a través de su espalda.
De repente, una bandada de aves oscuras emerge de la niebla, sus graznidos estridentes acuchillando el aire. Chocan contra nosotros, sus alas como polillas que cortan mi piel en cada roce.
Me aferro a la melena de Scar con desesperación, mis dedos enlazados a los mechones gruesos, temiendo que en cualquier momento puedan resbalarse. El gripher ruge, más letal, y el mundo se desmorona para mí. Esquiva con movimientos bruscos, cada giro haciéndome contener la respiración mientras el viento se convierte en un enemigo furioso, golpeándome con fuerza, intentando arrancarme de mi montura. Scar maniobra, batiendo sus alas negras con fuerza contra la resistencia del aire; cada aleteo una lucha titánica por mantenernos en el cielo.
Detrás de mí, el desgraciado de Elius ni siquiera tensa las riendas para aferrarse; parece tan parte de la criatura como las alas que nos sostienen. Lo hace ver tan sencillo que su presencia, en lugar de ser un bálsamo para mi terror, me acribilla el orgullo.
Las nubes nos envuelven por completo, y la visibilidad se reduce a nada; solo puedo confiar en la criatura mítica y mi silencioso acompañante mientras el castillo se convierte en un borrón de colores que se desvanece.
Y entonces, el mar de aguas rojas y burbujeantes aparece debajo. Scar empieza el descenso, y la turbulencia aumenta. Es como si las aguas nos rechazaran, no queriendo que perturbemos su superficie enferma.
Cuando empieza la caída en picada solo me queda suplicar internamente por un final. Me ataca una fobia visceral a caer, a una nueva fractura y, gracias a Elius, también al vómito.
Cuando finalmente tocamos la tierra de la orilla, literalmente me lanzo del gripher. Mis piernas flaquean y mi estómago se rebela.
"No vomites, no vomites..."
No sobreviví al vuelo para fracasar en la orilla.
Mis rodillas ceden, mi cuerpo se dobla en una arcada y mis manos se aferran a mis piernas.
"Voy a vomitar, voy a vomitar".
—¡EL CUBREBO...!
Elius entiende al mismo tiempo que yo lo inútil que es la sugerencia a estas alturas. Por consideración a lo que sea que hayan comido en las últimas horas, no daré detalles de lo que sucedió. Solo haré la acotación de que voy a necesitar un nuevo cobrebocas. Un baño. Y un vestido.
—Le odio con toda mi condenada existencia.
No tengo ni idea de a quién le dedico tan edulcorado verso, solo que suena como una arcada en sí misma, mientras uso la falda de mi vestido para limpiarme el cuello y la boca.
Elius permanece a metros de distancia de mí, mirándome como a algo que acaba de salir de sus fosas nasales.
—Dime que llevas algo para enjuagarme la boca —ladro.
—¿Quién fue el responsable de sus clases de etiqueta, princesa? Sugiero ejecutarlo.
—Esto va a ser muy difícil de creer, lord Elius, pero en mi reino, las clases de etiqueta no incluyen ejercicios para tragarse el vómito en situaciones de riesgo de muerte.
—Tienes razón. Es muy difícil de creer.
Quisiera tener el poder de desintegrarlo con la mirada que le dedico.
—Si ya terminó de invocar a Canis, acompáñeme. Necesitará otro cubrebocas.
—Muy responsable de su parte avisarme recién.
—No me difame. No contaba con que vomitara el que se le asignó en un principio.
~~~
Tuvimos que hacer una parada rápida en las posadas más próximas a las putrefactas aguas. Dejamos a Scar en un establo y pagamos por el baño que amerito.
Mi nuevo vestido es sencillo, ha de costar lo que valía el hilo del que destruí con el contenido de mi estómago. Y mi cubrebocas nuevo es una especie de máscara con un par de respiraderos cubiertos de micro malla. Al final, el incidente habrá valido para darme una precaución extra.
Cuando regresamos al mar, pude observar mejor su vastedad de aguas turbias y enfermas. Ya estaba preparada para ese espeso color sanguinolento, por lo que las olas son lo primero en maravillarme. Son como lenguas de lava, que una vez rompen contra la superficie generan profundos hoyos que acaban arremolinándose hacia las profundidades oscuras.
El agua burbujea, y cada vez que una de estas burbujas se revienta hay una especie de siseo que emite pequeñas cantidades de un vapor borgoña. Y aun así, aunque el mar parece hecho de la indigestión de un sirio, hay verdaderos barcos capeando sus mareas con una maestría voraz.
—Lord Elius, no entiendo el motivo que nos trae hasta aquí.
—Esta es la costa de Medusa. Este lugar, junto a Polaris, son los puntos estratégicos de mayor importancia política, bélica y mercante. Traerla aquí debió suceder en presencia de su embajador, pero imagino que tiene muchas cosas que preguntar, y yo mismo tengo muchas cosas que decirle, que dudo queramos hablar en público. Me ofrecí a ser parte de su adoctrinamiento sobre nuestra geografía. Una clase práctica, pues entiendo que eso de estar encerrada en una torre esperando ordenes no se le da muy bien.
—Elius, gracias... —digo con mi voz amortiguada por el cubrebocas.
—No me agradezca, espere a sobrevivir el viaje de regreso.
Me rio, pero se que esto es de todo menos un chiste.
—Vamos al puerto.
Caminamos hacia un muelle. Cada pieza de madera parece conocer los pasos de Elius, mientras que para mi todo es incierto y un motivo para temer. Sobre este hay agolpados varios puestos de aperitivos para los costeños y marineros, además de algunos anaqueles artesanales donde comerciantes ambulantes ofrecen distintos detalles turísticos.
No imaginaba el ajetreo que podríamos hallar en los confines de un mar que parece muerto, pero de hecho hay varios puestos para cada barco que está próximo a zarpar, y cerca de cada uno hay una persona encargada de negociar los pasajes de cada posible viajero.
—Lord Elius, ¿lo que estoy viendo realmente significa que hay quienes pagan por viajar en estas aguas? —pregunto.
—No todos pueden volar en gripher, alteza. De algún modo deben moverse entre las islas, ¿o no?
—Pero... ¿No se los tragan las olas y sus remolinos? ¿El agua no derrite los barcos o algo así?
Elius sonríe, o al menos eso me indica la inflexión en sus mejillas. Pero no contesta, me presenta a uno de los comerciantes a nuestra disposición, y dialogan sobre reservar el "servicio completo y exclusivo".
Luego de eso nos conducen a lo largo del muelle, justo por el borde donde solo un barandal nos separa de las infestas aguas. Nos topamos con varios bancos, habitados por pasajeros y turistas; da la impresión de que nos encontramos en una especie de plaza comunitaria. Nos detenemos en un tramo cercado con cadenas que resguarda una única mesa junto al mar.
Una vez estamos sentados, Elius decide que ahora sí le provoca responderme.
—Por ello algunos pasajes son mas costosos que otros —explica—. No se trata de comodidad, sino de la experiencia de la tripulación. El reino ha tenido que llegar a una tregua de "no molestar" con la piratería. Los piratas son odiosos, algunos son un verdadero peligro, pero no hay quien conozca estas aguas como ellos, y debemos garantizar al pueblo un transporte seguro.
—Tomo nota —contesto.
—Y —agrega mientras se nos acerca un nuevo hombre, uniformado de igual manera que el anterior— la podredumbre no corroe el metal, por ella los barcos tienen un núcleo de plata, cobre y hasta oro que ayuda a mantener la madera.
Mira al hombre que acaba de llegar y le dice:
—Para la princesa Cygnus una bandeja surtida y un cóctel frío sin licores añadidos.
—¿Y para usted, mi lord mano?
—Lo de siempre.
Unos instantes más tarde me traen lo que parece ser una ruleta de alimentos, o una pintura abstracta. Veo cáscaras azucaradas, una sección de pequeñas cosas brillantes y coloridas, y en otra hay varios tipos de sándwich en miniatura con varias salsas para remojar.
Miro a Elius mientras me quito el cubrebocas para saber si es seguro, y al no encontrar resistencia pruebo cada uno, pasando de salado a picante, de dulce y seco a húmedo y relleno. No tengo idea de lo que estoy comiendo, pero disfruto algunas de las propuestas tanto como para querer llevarme grandes cantidades a la torre.
—¿Qué acabo de comer? —pregunto usando con los modales correspondientes la servilleta.
—Son los bocadillos típicos de puerto Medusa. Notarás que son distintos a lo que comen en el castillo, y tal vez todavía más distinto de lo que se come en la costa de su reino.
—Mi reino no tiene costa, Elius, Deneb ya no forma parte del territorio de Áragog.
—Pero conoció la costa de Áragog.
—No, pero escuché suficiente de ella.
—¿Y qué comen?
—Pescados y mariscos, evidentemente.
—Insensible.
—Ya empezamos —mis ojos se blanquean mientras me dispongo a volver a ponerme el cubrebocas.
—¿Cómo puedes decir "evidentemente"? ¿No ves que estas personas no han probado un pescado en su vida?
—No es una culpa que yo acarree, ¿o sí?
—Será una reina modelo, alteza, no lo dude.
—Déjate de ironías y dime lo que pretendes decirme. ¿Por qué no han probado un pescado si viven junto al mar?
—¿Usted se comería cualquier cosa que saquen de ahí?
Me fijo en el agua, en el calor que desprenden las burbujas al reventarse, en como permanece en un estado de aparente ebullición, y en su evidente e innatural color. No me imagino nada sobreviviendo a sus profundidades. Al menos, nada que yo me quiera comer.
—Pero... —Empiezo a parpadear, mi cerebro dando mil trillones de vueltas porque cada mínima pregunta me lleva a otra todavía más enrevesada—. Estas personas... —Miro a mi alrededor—. Esto se ve tan vivo, aunque el agua es un peligro evidente. ¿Qué hacen aquí tantos barcos, tantos comerciantes, tantos pasajeros, si no hay pesca? Usamos cubrebocas porque hay una enfermedad en el aire, pero estamos comiendo aquí al igual que otras cien personas. ¿Qué es este condenado mar, Elius? ¿Dónde está el agua de Jezrel?
Elius se inclina hacia mí con aire confidencial, y baja su voz tanto como es posible y prudente para que yo le escuche.
—¿Es más vulnerable el ciego, o el analfabeta?
—¿Este es otro de sus chistes de griphers?
—Eres la analfabeta en Jezrel, Freya. Isidora tiene más años y más conocimiento, y en comparación, eres el equivalente a un bebe. Hará contigo, y de ti, lo que se le antoje.
—¿Me dices que debo cuidarme de la reina madre?
—No. Isidora es tan mala como de beneficiosa sea su oportunidad para hacer daño. Pero si se lo pones tan fácil... —Elius alza una ceja, como si el simple gesto explicara todo—. La corte entera te devorará si no aprendes rápido, y perdona que te lo diga, princesa, pero no conoces ni lo básico. No sé por qué estás aquí, no entiendo en que pensabas cuando decidiste casarte con Israem, pero personas más nobles han desaparecido del reino por menos. Y tú eres un blanco enorme y jugoso. ¡Eres la Corona, el vientre que traerá al heredero! No quiero ni pensar en lo que podrían hacerte.
Yo también me inclino hacia él.
—¡¿Quiénes?!
—¿Crees que quiero mi cuello decorando las montañas de Polaris? No cometeré tales imprudencias. Pero te advierto, y te ayudo, porque sé que Israem se siente de alguna forma afín a ti. Y yo no soy el más apasionado a esta corte, pero sirvo al rey antes que a mí mismo.
—¿Que el rey se siente afín a mí? —No puedo evitar reír, aunque logro prever que esa risa se extienda—. ¿Qué te hizo darte cuenta? ¿El que me encerrara a pudrirme en los calabozos, o que me dejara sola en nuestro baile de compromiso?
—¿No lo entiendes? Israem te habló.
—Como cada persona a la que me he dirigido a lo largo de mi vida, y apuesto a que la mitad de ellas me toleraban apenas, o menos.
—No. NO. —Elius empieza a gesticular con sus manos, enfatiza cada palabra de forma en que empiezo a temer conspiraciones incluso en este momento, a nuestra espalda. Se muestra desesperado por hacerme entender—. Israem no es como cualquiera. Basta de compararlo, porque de ese modo nunca lo vas a entender. El... asunto de su habla, es tan delicado como personal. Israem fue diagnosticado con mutismo selectivo mucho antes de que nacieras. No es una condición innata, es el resultado de un trauma que no me compete a mí revelar. No habla salvo que sea empujado a ello, y normalmente ni siquiera entonces, pues lo más probable es que explote al verse acorralado o presionado. En serio, no me compete hablar de este tema, y odiaría que él descubra lo que estoy diciendo, pero debes entender, Freya. Él solo se comunica con su madre, y con la persona que atiende a Scar. Tiene noventa años, y en todo ese tiempo decide que a la única otra persona a la que quiere dedicarle su voz, voluntariamente, es a ti.
—¿Por... por qué a mí?
—Créeme, no me lo explico. No entiendo qué puede ver en ti.
—Ah, gracias. Como no tengo colmillos de medio metro, garras e instintos asesinos, no soy suficiente para ti.
Él no le encuentra el chiste a mis palabras, así que las ignora.
—El punto es que ahora tienes más acceso al rey del que se previó al pactar esta alianza. Y a Isidora no le gusta sentir que alguien puede controlar a su hijo. Salvo ella misma, evidentemente.
—Pues, lo de controlar lo veo bastante difícil. Pero entiendo la ventaja de que me hable —La expresión de Elius se horroriza con mis palabras—... Y el honor, por supuesto.
—Como Isidora te escuche hablando así...
—No lo hará.
—Yo soy la mano del rey.
—Tú me agradas.
—¿Qué? Pero si tú a mí no.
—Resiste todo lo que quieras, mis encantos son ineludibles.
—¿Nunca te callas? Es una pregunta genuina.
—¿Eres tú el que le escribe el guion a Israem? Porque me ha dicho tres oraciones, y entre ellas estaba esa misma pregunta.
—Ya que no pretendes callarte hoy, tendré que hablar por encima de ti. Te traje aquí para que conozcas el mar escarlata, también conocido como el mar de podredumbre. Sus hermosas aguas son parte de nuestro ecosistema hace tanto, que la fauna ha aprendido a sobrevivir y evolucionar más allá de la acumulación de toxinas. Por desgracia, la hermosura de estas aguas no las priva de ser igualmente nocivas. Como puedes observar, el agua emite unos gases que no son comunes en los mares de agua dulce, y con la llegada de estas aguas, empezó una enfermedad que hoy conocemos como la azir.
—¿Cómo sé si estoy contagiada? ¿Cuáles son los síntomas?
—No seas dramática, si estuvieras contagiada, lo sabría todo el mundo. Los gases de la podredumbre transportan el huevo del parásito a los pulmones, y sus efectos son tan terribles que no seré yo quien te los describa. Pero llegaste en una buena era. Hemos hecho avances, la organización de salud antipandemia ha encontrado una vacuna preventiva con cien por ciento de efectividad siempre que se suministre en los intervalos correspondientes. Además, en cada centro de salud se puede pedir el suministro mensual de vitaminas que preparan las defensas necesarias para combatir y sobrevivir a la azir en el caso extremo de contagio. Adicional, la corte usa cubrebocas, pero, siempre que se cumpla con las medidas anteriores, son innecesarios.
—Entonces no ha de haber contagios recientes, ¿no?
Me mira como si fuera estúpida.
—Freya, hay inmunes a la vacuna tanto como hay inmunes a la azir. Pero no te alarmes. La azir no siempre es mortal, hay varios tipos de contagio. De todos modos... —Señala las enormes montañas que se pierden más allá de las nubes—. ¿Ves eso?
—Quedamos en que era analfabeta, no ciega.
Su mirada es un regaño plausible, pero eso no evita que me provoque reír.
—Del otro lado de las montañas está Polaris. Es un territorio exclusivo para inmunes... y contagiados.
—¿Conviven juntos ahí?
—Y no pueden mezclarse, salvo sus altos mandos, que obviamente deben ser inmunes.
—¿Como si fuera una cárcel?
—No sientas lástima por los imbéciles.
—Elius... —No me esperaba de el que se expresara de forma tan despectiva. Y es que su cara no esconde chiste alguno. Su aversión es honesta.
—Me preguntaste por el agua del reino, ¿lo recuerdas? Bien, pues está allá. En Polaris. Solo Polaris tiene agua dulce gracias a las cascadas de las Pléyades.
»Las inteligentes personas que conformaban la monarquía de Jezrel en eras de la Pandemia, monopolizaron la cura, la vacuna y las vitaminas, y encerraron infestados e inmunes juntos en Polaris sin pensar en las consecuencias. Gracias a ese destierro, vivimos una guerra fría con Polaris que sigue vigente.
—No entiendo por qué se extendió tanto esa guerra.
—Te hablé de las toxinas del mar de podredumbre. Bien, pues no solo acabaron con la vida marina como se conocía hasta entonces, sino que se acumularon en los tejidos de los animales terrestres, afectando su salud y propagándose a través de la cadena alimentaria. Ya no podemos comer de cualquier caza, solo algunos bosques, como el bosque congelado, nos proveen de carne sana. Y en áreas como esta costa, tan alejadas del bosque, la población debe vivir de pura ingesta herbívora o pagar las tazas de importación.
»Y ahí llega el punto de esta guerra fría. Polaris en la era de la Pandemia era pobre e inhóspita, lo más rural del territorio de Jezrel. Pero al encerrarlos ahí, perdimos el acceso libre a sus riquezas naturales. Los desterrados tenían una ventaja de posición bélica y por años privaron a Jezrel de agua y carne, extorsionando a la monarquía y ganando una fortuna que ha hecho del principado la maravilla arquitectónica que es actualmente.
—Dijiste que hay una guerra fría, o sea que el conflicto no se solucionó con las extorsiones.
—¿Cómo sobrevive un reino sin agua, Freya? Los desgraciados saben toda la ventaja que tienen sobre nosotros, y cada tanto nos piden una reducción de impuesto, nos aumentan los costes de importación, nos triplican el precio de algún marisco con excusas sobre escases, o nos piden préstamos descabellados. Se supone que siguen siendo parte de Jezrel, pero cada nuevo alto lord que nombran se siente más rey que el anterior. El actual, si no temiera tanto el poder de Israem, ya nos habría pedido a la reina madre de esclava.
—Por la santa vagina de Ara... Ese fue el hombre que intentó bailar conmigo.
—Israem primero se corta la lengua antes de permitir que ese imbécil te toque, como bien habrás notado.
¿Por qué eso me ha hecho sonreír? No puedo ser tan fácil.
—Oye, hablas de la era de la Pandemia como un evento importante. ¿Fue cuando surgió el mar de podredumbre?
—No me preguntes cuándo y cómo surgió, pues nuestra historia y mitología no se ponen de acuerdo al respecto; la ciencia apela por la evolución, la otra por una maldición de las estrellas. Pero no estás muy lejos. La era de la Pandemia fue el momento del caos, cuando el mar ya era totalmente rojo, y las toxinas llevaban tanto tiempo en el aire que no había cómo evitar la propagación. Fue la era donde Jezrel perdió su alianza con los reinos vecinos. Cada uno de esos reinos se refugió y prohibió la entrada a los jezrelitas, para salvarse del contagio.
Jezrel era aliado de reinos vecinos... ¿Áragog estaría entre ellos?
—Por eso estoy aquí —la frase sale de mí apenas mi mente la asimila.
Elius sonríe tanto, que sus ojos casi brillan.
—Cuando Deneb volvió a hacer contacto con nosotros, se rompió el pacto del silencio. Su reina ni siquiera parece estar enterada del pasado de nuestros reinos. Lo importante ahora es que tu matrimonio con Israem nos da holgura del yugo de manipulación de Polaris. Podemos comerciar con Deneb, y en tanto la demanda baje a los productos de Polaris, también bajarán sus precios. Y su poder.
Un calor intenso acuchilla mi pecho. Por primera vez desde que llegué a este reino, siento el resquicio de este confort que solo el conocimiento da. Estos hallazgos de saber obsequiados por Elius, me dan un mínimo de control sobre una situación que en definitiva se escapa de mi alcance.
No entiendo este reino, me estoy perdiendo de muchas maquinaciones, pero seré su reina, y al menos ahora entiendo por qué.
Miro a mi alrededor, a las sonrisas que parecen tan ajenas a la historia perturbadora que me ha contado Elius, a los subterfugios y falacias que rodean desde lo que respiran hasta lo que consumen. Nací y crecí en un reino congelado, pero Jezrel, sus colores, su niebla, bestias e incluso su mar hambriento, me seducen lo suficiente como para quedarme en el, y conquistarlo.
—Se ve muy vivo este lugar —le digo a Elius—. No parece un reino moribundo.
—Porque no lo es. Somos humanos, princesa, aprendemos a monetizar hasta en la desgracia. La supervivencia es prácticamente lo único que tenemos en común todos. Y en este caso, el mar de podredumbre trajo muchas carencias y desgracias, pero también trajo muchos avances médicos y científicos. Nuestra marina ya no se especializa en la pesca, es cierto, pero sí en la investigación. Nuestros marinos se dedican a estudiar la podredumbre para comprender mejor sus efectos y buscar soluciones, y utilidades. Lo mismo con las nuevas formas de vida marina. De ahí surgen nuevas industrias, y nuevos empleos. Te lo dije: llegaste en una era afortunada.
—Gracias a Ara, porque no me creo capaz de sobrevivir a una pandemia.
—Estoy seguro de que eso mismo pensaban quienes estuvieron en ella.
Elius se quita su cubrebocas, y al ver que no he tocado mi coctel se lo bebe. Sin mi autorización.
Empieza a urgirme la autoridad de una reina. Por suerte, faltan apenas días para mi boda y coronación.
—No tenemos hora de llegada, alteza —lo escucho sugerir en un tono preocupante—, así como su coctel no tiene licor. Con los preparativos de la boda, literalmente no he tenido descanso. ¿Le molestaría acompañarme por un par de irresponsables cócteles? No me permitirían este respiro bajo ninguna circunstancia, pero con la princesa como cómplice...
—Elius, tú eres quien controla a Scar.
—Scarell'Azar se controla a sí mismo.
—No bebas, por favor. No quiero que te pongas a hacer piruetas de regreso. No quiero otra cirugía.
—Scar jamás me haría daño, en serio. Solo serán un par de cócteles, ¿qué es lo peor que podría pasar?
Nota: doble actualización, pero no se vayan de aquí sin comentarme hasta el último detalle.
Pd: el siguiente cap es uno de mis favoritos.
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