Capítulo dieciocho: Consecuente
— Mi pobre, pobre Luffy...
— Capitán, ya va un mes desde que nos fuimos de ahí. ¿No sería mejor pasar de página ya?
— Déjale, Mihawk. Hacer razonar a ese idiota es una perdida de tiempo.
En ocasiones, Buggy se detenía a cuestionarse, ¿Por qué mierda seguía con Shanks? Era estúpido, odioso, irresponsable y alarmantemente despreocupado. ¡Era absolutamente exasperante!
"— Oh~... ¿Así que eso es lo que piensas de Shanks? Entonces, ¿Por qué sigues con él?
— ¿¡Y yo qué voy a saber!?"
Esa odiosa pregunta no dejaba de darle vueltas en la cabeza, especialmente cuando observaba a su pareja hacer algo realmente estúpido. Como cuando se enteró de cómo había perdido el brazo, pudiendo haberlo evitado si apalizaba de una vez a esos malditos bandidos...
"— ¿¡Y el mapa del tesoro!? ¡Roger, se robaron el maldito mapa!
— ¿¡Qué!? ¡Si yo lo dejé en...! Oh...
— ¡Yo voy tras el ladrón, Rayleigh-san!"
O cuando ella tuvo el descaro de robar un mapa valioso del Oro Jackson, y Shanks le sacó del agua helada cuando el hielo delgado de aquel lago congelado ya no aguantó su peso y se quebró, sin que ella pudiese hacer nada para salir por su cuenta al no saber nadar. Pero bah, esa era una historia vieja y que no venía tanto al caso.
Sino fuera porque conocía perfectamente bien al idiota que tenía por novio, diría que Shanks no sería tan estúpido como para irrumpir en un sitio como lo era Ennies Lobby o Impel Dawn... Y aunque ella no lo supiese por ahora, desearía que así hubiese sido...
"— ¡Buggy y yo nos vamos a casar!
— ¡C-Cállate, bakagami! ¡Ya has bebido demasiado! Nunca me casaría con un idiota como tú"
Porque, la interrupción que haría Akagami Shanks, no sería ni en ese sitio, ni en el otro. Sería en un lugar muchísimo peor. Cuando menos, le quedaban un par de años antes de desquiciarse por completo y querer arrancarle la cabeza.
.
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Lo iría a aceptar internamente, asistir a Marco en una operación, cuyo obstáculo en salvar la vida del paciente era una endemoniada bala, no ayudaba a sus nervios. Cada que Law recordaba la forma estúpida en la que actuó, terminando por empeorar su ya de por sí, mala situación, le llenaba de sentimientos negativos hacia su persona.
Porque sin importar quién se lo dijera, o quien intentase convencerlo, para Law, la muerte de Cora-san no únicamente se debía al hijo de perra de Vergo y al asqueroso y cínico hijo de puta que era Doflamingo. No, el fallecimiento de aquel torpe y cariñoso marine no se debía solamente a ellos dos...
— ¿Estás listo?
— Sí...
Era culpa suya también. Y no lo decía por su inutilidad al momento de querer sanar a Cora-san, olvidando todo lo que su padre y madre le habían enseñado en medicina, haciendo un amago realmente imbécil de querer curarlo como si de magia se tratara. Importaba un carajo las increíbles habilidades que una fruta del diablo diese, pues a fin de cuentas, cuando uno era herido de gravedad, aquel poder no servía para salvarles el pellejo.
Law sentía aquel remordimiento y cargo de consciencia, por haber sido tan tonto como para confiar de buenas en primeras en Vergo. ¿Por qué mierda no le preguntó su nombre? Debió haberlo hecho. El chico había incluso jurado que no confiaría en ningún marine, sin contar a Cora-san. Y aún así, la desesperación y el terror pudieron más con él...
Por culpa suya, Doflamingo había activado aquella técnica proveniente del mismo averno, que era el Torikago. Por su causa, Cora-san le había engañado de aquella forma tan obvia y él había querido creerle de una manera tan ingenua, como para pensar que Doflamingo no le mataría por ser hermanos...
— De acuerdo, comencemos de una vez. Esto será rápido, claro, si es que todo sale medianamente similar a como lo contemplamos.
En las noches de insomnio en las que Law no podía dormir, recordando el horror de la ciudad blanca, los eventos traumáticos que vivió en la Familia y aquel nefasto día en el que perdió a la única persona que pudo ganarse su cariño y confianza en ese entonces, no negaría que se odiaba a sí mismo con todas sus fuerzas, por su mediocridad, por su debilidad...
Pero Law tampoco renegaría de aquellas noches, en las que el sueño parecía apiadarse de él y permitirle descansar como es debido. Algunas veces, de forma tan apremiante, que despertar lo consideraba demasiado cruel. Porque llegaba a soñar con los recuerdos que había hecho junto con aquel hombre tan descuidado, cada mal momento que pasó con él en búsqueda de una cura, adquiría un nuevo significado. Inclusive, su inconsciencia le había pintado pacíficos escenarios en los cuales le fue concedido el poder continuar viajando con Cora-san, escapando de todos aquellos que iban tras sus cabezas...
— Bien, parece que esto irá mejor de lo que estimé. Law, mantente concentrado y continúa con tu habilidad activa. Mientras lo haga, cada incisión que realice no sangrará y por lo tanto no se morirá por ello. Me será posible extripar la bala sin tantas complicaciones.
— Entendido... Pero no estoy seguro de cuánto tiempo pueda permanecer así...
— Con tiempo o sin tiempo, cada segundo es valioso para salvar la vida de un paciente. Recuérdalo bien, Law.
Lo sabía. Estaba perfectamente consciente de eso. Pudiese ser que cuando encontró a Luffy en tan mal estado y tuvo que curarla, no haya sentido más que culpa por haberla arrastrado a sus problemas. Pero ahora, estaba seguro de que cuando menos, tendría que sentir algo al tratar sus futuras heridas. Ya que, con lo que irían a hacer dentro de unos años, era seguro de que terminarían magullados de vez en cuando.
No todas las veces ganarían. Algunas ocasiones deberían retirarse temporalmente, en lo que ideaban una estrategia que les ayudase a ganar. Otras, deberían huir por sus vidas. De vez en cuando serían machacados y humillados, pero conociendo a la capitana que tendría, podría apostar que ella siempre iría por una revancha.
— Ya he sacado la bala y él sigue respirando... En verdad, que los poderes de la Ope-Ope son asombrosos.
El chico dirigió la mirada hacia aquel hombre de cabellos rubios y piel de un tono menos enfermizo, con la frente y los ojos cubiertos con un paño húmedo, que ya se encontraba fuera de peligro. Jamás le había visto el rostro, porque eso para él era lo de menos, todo el tiempo estuvo más atento a las heridas y el proceso de tratamiento de las mismas que en algo tan simplón como eso...
— ¡Torao! ¡Ya me aburrí!
— ¿¡AH!? ¡Si debido a ti es que estoy atorado aquí!
Muchas veces, la voz chillona e irritante de Luffy, eran suficiente para bajarlo de las nubes y devolverlo a la realidad. Sin embargo, por ello notaba que los pocos pacientes que aún continuaban ahí y todavía no eran recogidos por algún buque de la Marine, solían estar de mal humor o intentando dormir.
— Dile a esa mocosa que se calle...
— Smoker-kun, yo no puedo levantarme de la cama...— respondió la niña, con unas vendas cubriéndole los ojos.
— ¿Y crees que yo sí, enana? — se escuchó la acidez en su voz, puesto que por más que quisiera ponerse de pie y estampar la cara de Luffy contra el piso, no era capaz de mover su cuerpo.
El alboroto que Luffy causaba no era del todo malo. Perseguirla e intentar que se calle, hacía que Marco o Law tuvieran que recorrer el pequeño hospital y, quizá por coincidencia, se diesen cuenta que algún paciente tenía complicaciones que ellos no habían notado.
— ¡Quiero ir a la Isla Dawn!
— ¡Tú fuiste la que se empeñó en venir conmigo, con un demonio!
Los despertares que sucedían tras tener un sueño de esos, eran los más desalmados. Le dejaban anhelar algo que jamás se cumpliría, algo que únicamente podría imaginar... Un deseo que nunca sería concedido, por más que quisiera que ese "capricho" se hiciese realidad.
.
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— «¿Entonces hoy mismo vuelven?»
— Sí. El último paciente que Marco debía tratar, ya ha salido fuera de peligro. Bastará con un par de días en reposo para que se recobre del todo... Pero eso ya podrá hacerlo en los cuarteles de la marine.
— «Bueno, si es así tendré que cazar un cocodrilo más. Que el pozo sin fondo de Luffy se come la mitad de uno... ¡Oye, Bonnie! ¡Katakuri!»
Acostumbrado a que el pecoso olvidase colgar el Den Den Mushi, Law suspiró y colgó el que Marco tenía ahí. Miró como el barco de Garp finalmente llegaba a Goat y desembarcaban, con la clara intención de hablar con el adulto. Mientras el viejo marine y Marco hablaban, ayudaban a algunos pacientes a subirse a la embarcación.
— ¿Ya puedes darle de alta? Un momento, ¿Eso quiere decir que se encuentra estable?
Law no supo que expresión poner, ni tampoco tuvo idea de como Marco no suspiró ante una pregunta tan tonta. Pero vamos, considerando que era el abuelo de Luffy, no debería sorprenderle.
— Así es. Dentro de un rato más le avisaré a Sengoku — comentó, mirando que el atardecer se acercaba con avidez.
— Menos mal. Una perdida así sería catastrófica... Aquel muchacho es un buen soldado.
— Como digas, Garp...
El tono de Marco, indicaba la renuencia a creer que algún soldado de la Marine fuese bueno, quizá en otros términos fuera de lo militar. Y Law compartía ese punto de vista, hasta hacía unos meses atrás. Su desconfianza no era algo ilógico, después de ver como el gobierno cercaba Flevance y masacraba a sus habitantes.
— ¿Crees que ya esté consciente para hablar con él?
— Garp, ¿Piensas interrogarlo cuando hoy mismo salió de una operación delicada?
— ¿Qué? Por supuesto que no. Solamente quiero saber cómo está...
— ¿Son amigos...?
— Algo así.
Cuando ambos adultos ingresaron de nueva cuenta a la sala 2, Law sintió curiosidad. Pero intentó no darle importancia, sobretodo porque Luffy había buscado pelea con el paciente de la sala 3, para colmo, era un chico que no toleraba la indisciplina que Luffy transpiraba por cada uno de sus poros.
— ¡Yo voy a ser la Reina de los piratas! ¡Te patearé el trasero y encontraré el One Piece!
— Alguien tan debilucha como tú no podrá ni pasar de Loguetown. ¡No permitiré que ningún pirata mediocre se vaya al Nuevo Mundo!
Era una de dos, o ella tenía una increíble habilidad para intentar reclutar personas y convencerlas de unirse a su descarrilada tripulación, o poseía una insufrible facilidad para hacerse de enemigos donde quiera que fuese. Al menos esta vez era inevitable, pues el chico estaba enlistado en la Marine.
— ¿Acaso no puedo quitarte la vista de encima por cinco segundos sin que busques problemas?
— ¡Pero él fue quien empezó! Dijo que mi sombrero era ridículo.
— Dije que tú eras ridícula, pero no niego que el sombrero también.
— ¡Atrévete a repetir eso, bastardo!
Era una pelea sin sentido, y que no llegaría a ninguna parte. Luffy simplemente ladraba respuestas exasperadas, mientras que ese muchacho no podía ni levantarse. No era algo por lo que debería preocuparse, por lo cual, lo dejaría pasar... A menos que terminara desenlazándose algún problema de ello.
— ¡Muy bien! Oye, mocoso. Tú y mi nieta alistense para irnos, mientras nos encargamos de trasladar a los soldados al buque.
Law vio a Garp abandonar el recinto de forma momentánea, para fijar sus ojos grises sobre Marco.
— ¿Pudo hablar con el hombre que operamos en la madrugada?
— Sí, el efecto de la anestesia ya se había disipado lo suficiente como para que estuviera despierto... Oye, noté que dejaste ese gorro raro en la sala 2, no vayas a olvidarlo.
Trafalgar sólo chistó la lengua y se volvió para la dichosa sala. No tenía caso llevarle la contraria, menos a un adulto que jamás le escucharía en ese tipo de cosas, ya que Marco había demostrado tomar en cuenta su punto de vista en lo que respectaba a la medicina. Aunque, al ir por su gorro, sonrió al recordar el apodo que Luffy le había puesto.
— ¡Oye, Cabeza de piña!
Sí, justo ese. Se reiría de buena gana, sino fuese porque reír no fuese propio de él, no en la actualidad. Además de que, para esas alturas, se encontraba cansado y lo único que deseaba era comer algo e irse a dormir. Quizá durmiese un poco de camino a Dawn, Caesar seguramente lo atormentaría con su voz exasperante y tanto Ace como Bonnie no dejarían de discutir hasta que Katakuri lograse convencer a su hermana de que dejase todo por la paz y se fuese a dormir.
— Tsk... ¿Dónde lo dejé?
Recordaba haber dejado su gorro en una de las sillas, pero no se encontraba en el respaldo de ninguna. O eso pensó, hasta que lo vio tirado en el piso, siendo aplastado por una de las patas de la silla junto a la cama de aquel hombre rubio. Genial, la peor parte de que el gorro fuese blanco, era que se ensuciaba con facilidad. Y él no era tan descarado como Caesar, como para pedirle a Makino que le ayudase con ese tipo de cosas.
— ¿Garp-san...? ¿Es usted?
La cortina blanca que solía rodear a la cama de los enfermos de gravedad, aún se encontraba extendida. Pese a que aún hubiese luz natural colándose por las ventanas, permitiéndole a Law ver levemente las siluetas de lo que estuviese detrás de aquel pedazo de tela, distinguir quién se encontraba tras las mismas era difícil. Pero eso no importaba...
Eso perdía toda su importancia, ante aquella voz que creía estar en presencia de Monkey D. Garp. Era la primera vez que escuchaba a ese hombre hablar, por lógicas razones, pero oírle decir esas tres palabras lo habían deshecho. Se sentía profundamente intimidado, no porque pudiesen apalizarle o matarlo, sino porque ese timbre vocal había reabierto aquella herida que apenas comenzaba a sanar.
— ¿Garp-san...? ¿Quién está ahí?
El gorro moteado quedó olvidado en el piso, bajo la pata de aquella silla, cuando el futuro Cirujano de la Muerte estiró su mano temblorosa y corrió la cortina con el temor carcomiendo sus nervios. Así como él pudo ver a un hombre joven de cabello rubio y ojos cafés, aquel sujeto pudo ver a un niño de ojos grises y cabello negro. Y, aunque ambos tardaron un pequeño lapso de tiempo en hacerlo, entraron en un estado de la más sincera conmoción.
— ¡Oye, Torao! ¡Vámonos a la Isla Dawn! ¡Ya quiero comer la carne de cocodrilo que mencionó Ace!
Law se sentía débil, mareado y con muchos deseos de vomitar. Un choque emocional de ese calibre, solamente se comparaba al shock que sufrió al ver los cadáveres de sus padres con un charco de sangre bajo estos. El impacto psicológico por el que pasó cuando miró como Flevance se convertía en un infierno, parecía resentirse en él, justo cuando su cuerpo fue invadido por esa sensación fría y confusa. Por un vacío que le revolvía las entrañas.
— T-Tú...— aquella masculina y temblorosa voz, provocó que el oji-gris sufriera una horrible ansiedad — ¿E-Eres tú...?
Lo admitía, en mientras estuvo en la Familia Donquixote y tuvo que convivir con Baby 5 y Buffalo, muchas veces, por no decir casi siempre, solía irritarse ante la parálisis corporal de aquel chico tan desquiciante al tener miedo o una gran sorpresa. Sin embargo, ahora mismo no era quien para hablar o burlarse de él, porque Law se encontraba sin poder moverse ni un mísero centímetro.
Tendría que reconocer que su expresión debía de ser realmente patética, como para que Luffy desencajara la mandíbula con angustia y se pusiera a realizar tremendo escándalo al verle de una forma tan ridícula. Porque la monita, no todos los días podía ver al amargado niño con los ojos tan abiertos por el shock y así de brillantes por las lágrimas, ni podía escucharle tartamudear incoherencias con la voz tan ahogada.
Pese a que la respuesta pareciera flotar con tanta obviedad por el aire, y no hicieran falta más pistas para atar algunos cabos sueltos, Law sentía que la mente se le quedaba en blanco por instantes, impidiéndole recobrar la calma y, por lo tanto, la compostura. No obstante, realmente eso pasaba a último plano para esos momentos.
— ¿Torao? ¡Reacciona, Torao! — Luffy no entendía nada, y pese a que sentía el ambiente raro, no dudó en sacudir un poco a Law en un intento de hacerle espabilar.
No contó con que eso ayudara, en realidad. Pues el chico seguía tan perdido en sus asuntos, que podría irse resignando a perderse la carne de cocodrilo que Ace había dicho que cenarían aquella noche. Luffy se cuestionó si había hecho bien en hacerle aquel "obsequio sorpresa" a Law, haciendo que ayudara a Marco y ganase experiencia como médico, tal y como el chico había mencionado alguna vez que haría un día de estos...
— ¿L-Law?
No obstante, cuando la niña miró con ojos atónitos como su serio e impasible nakama se desmoronaba en un desgarrador y ensordecedor llanto, uno que reflejaba una enorme angustia y alivio, Luffy sintió que le daría fiebre por pensar tanto en hallar una respuesta al comportamiento de Trafalgar.
— ¡¡¡¡CORA-SAN!!!!
Así es. Aun respiro y les traigo la continuación con bastantes semanas de retraso ;-; Pero, vean el lado bueno, que es ligeramente más largo que el resto de capítulos (?
Me sincero con ustedes, uno de los capítulos que más he esperado escribir, y más me ha costado hacerlo, es este. Y espero que haya quedado bien uwu
Entre otras cosas, ¿¡En qué momento rebasamos las 20 K de vistas!? Debo trabajar en un especial (el cual debo subir lo más pronto posible). ¿El siguiente capítulo? Quizá más pronto de lo que ustedes esperan uvu
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