Prólogo
La enorme habitación era iluminada por la poca luz que las pesadas cortinas de aquellas enormes ventanas dejaban pasar y por el brillo que despedía aquel añoso y enorme espejo. Las paredes estaban revestidas por estantes repletos de libros de todo tipo y el mobiliario no hacía más que confirmar el buen pasar de aquella familia, todo enorme elegante y evidentemente costoso. Dos figuras se movían entre aquellas tenues luces, un hombre y una mujer, ambos se acercaron al espejo y se detuvieron para contemplar la imagen que aquella brillante superficie reflejaba. Una joven de cabello largo negro y ondulado caminaba y casi perdida entre la multitud de personas que caminaban por las calles de aquella ciudad.
—Bueno, se ve bien, es atractiva eso es bueno... ¿en verdad es quien buscamos?¿Estará bien? —preguntó el hombre, volteando a ver a la mujer.
—Sí tiene que ser, Pyn nunca se equivoca —respondió la mujer mientras caminaba hacia la ventana, la abría y salía al balcón— y seguro estará bien, recuerda que no va a estar sola.
—Sabes que se va a enojar mucho por esto —agrego el hombre ubicándose a un lado de ella y centrando sus ojos en lo mismo que ella miraba, dos jóvenes luchando en el jardín.
—Lo sé, pero si todo va como esperamos no tendremos que preocuparnos por él ni ninguna otra cosa.
—¿Lo hacemos antes de que te arrepientas? —dijo el hombre señalando hacia la habitación, la mujer lo miró un momento y antes de volver a entrar en la biblioteca poso sus ojos por unos instantes en el joven que había estado observando hasta ese momento, el cual no había dejado de practicar sus movimientos ni por un segundo.
Él hombre cerró las puertas y las pesadas cortinas, dejando el lugar en penumbras. Se ubico frente a la mujer dejando unos tres metros de distancia, ambos se miraron y luego de unos segundos comenzaron a murmurar lo que parecía un cantico. En el piso comenzó a aparecer un enorme sello brillante, el brillo era cada vez más intenso al punto de iluminar por completo la enorme biblioteca y de repente hubo una explosión de luz que duró unos instantes y luego todo volvió a quedar en penumbras. La mujer y el hombre inspeccionaron el lugar, el sello había desaparecido y todo lo demás estaba en su lugar, cuando sus ojos se encontraron ambos corrieron hacia la ventana abrieron la misma y volvieron a mirar hacia el jardín, al mismo lugar donde aquel joven pelinegro había estado entrenando arduamente junto al fornido muchacho platinado, pero ahora solo este se encontraba allí, él los miró y repentinamente comenzó a flotar y se acercó lentamente hasta el balcón.
—Amo, Will acaba de desaparecer ante mis ojos... ¿debo preocuparme? —preguntó antes de posarse sobre el barandal del balcón.
—No, todo ésta bien Sean, fuimos nosotros.
—No quisiera ofenderlos, pero espero que recuerden lo que dijo el joven amo que pasaría si siguen haciendo apuestas sobre él —la pareja se miró y ambos soltaron un suspiro de resignación antes de volver a entrar en la biblioteca.
—¿Crees que se enoje como para cumplir su amenaza? —pregunto la mujer en un susurró.
—Creo que con suerte todo saldrá como queremos... bien empecemos, escoge un libro amor.
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