✔Capítulo 4
Luego de que la castaña saliese por completo de la institución, caminó hasta llegar al bosque. Éste no quedaba muy lejos del lugar, y mientras avanzaba; estaba a punto de anochecer.
Como todos los fines de semana, había una competencia entre los visitantes más frecuentes de ese bosque en un lago cercano, luego de divertirse un poco se dirigía a la acogedora cabaña, no obstante, pese a conocer muchos caminos y rutas; Christyn se perdió en los senderos. Ya era tarde y no encontraba las rutas conocidas. El sol ya no estaba, había oscurecido totalmente e iba camino a la cabaña, pero le resultaba difícil ver en la oscuridad, pues infaustamente se perdió y no sabía qué camino tomar o a qué dirección dirigirse pese a llevar la linterna de su móvil consigo.
No se miraba ningún guardabosque que pudiese ayudarla.
Todos los sitios eran iguales, y se estaba impacientando. Hasta consideró llamar a casa de sus padres, empero, ellos estaban en un viaje de pareja. Solo Roberto estaba en casa con su pequeño hermano Richard, y quien sabe, talvez con muchos de sus amigos, pero seguro ya estaban durmiendo.
No soportó más, y se desplomó en el húmedo sendero. Ya llevaba mucho tiempo caminando; pues ya daban las 9 pm. Christyn estaba perdida en ese inmenso bosque. De alguna u otra forma posó su cuerpo sobre un gran árbol. Pensó en ponerse a llorar como una típica adolescente perdida, pero no lo hizo. Había que verle el lado positivo, podría charlar en voz alta con su consciencia, pues, nadie la miraba, así que podía ser ella misma por un momento.
—Ahora que voy a hacer. —Comentó seria—. Si no estoy en la cabaña quien sabe que tipo de criatura aparecerá y probablemente me coma... –farfulló pensativa—. Oye, conciencia, ¿se te ocurre algo? Sirve al menos para pensar, vocecita inútil que solo sirves para decir cosas raras. –En ese momento se sorprendió a si misma al escucharse, la Christyn de hace unas horas ya hubiese buscado una solución al problema y ya estaría a salvo. No estaría preguntando a una vocecita.
Frunció el ceño y se acomodó mejor en el suelo. Entreabrió sus labios para hablarse a ella misma.
–Creo que me volví esquizofrénica.
...
Tenía sueño, las esperanzas de que apareciera un guardabosque eran nulas, pues ya era hora de su descanso.
Christyn se encontraba perdida en el bosque, pensando de más y pidiendo internamente ayuda. Estaba tan hundida en sus cavilaciones que, a la lejanía se podía escuchar el aullido de un lobo.
—No es nada, un simple lobo. Con tal de que no aparezca y me mire como chuleta, yo feliz. —Se dijo y siguió esperando bajo el árbol a que amaneciera. Era su única alternativa. A la próxima se aseguraría de llevar un GPS o poner rótulos en los senderos para llegar a la cabaña.
Para no aburrirse, sacó un libro que encontró tirado en un parque, con su linterna, se dispuso a leer.
Muy cerca de ahí se encontraba un hombre-lobo, que a los minutos despues de que Lora empezara a sollozar, detectó su olor y se dirigió al lugar de donde venía tan apetitoso aroma; para su sorpresa miró a una hermosa joven sola y suplicando ayuda, él solo la observaba. Por alguna razón le pareció extraño que una humana tuviera tal olor, distinto, seductor y apetitoso.
—Me identifico con la chica de este libro, solo que los hombres perros no existen y no soy una damisela en apuros. El que quiera verme llorar que ponga una cebolla, porque por estar perdida no —comentó mientras leía un párrafo del libro que tenía, intentando distraerse.
...
Muy cerca de ahí, se encontraba un aprendiz de alfa, un hombre lobo bastante imponente que exploraba sus territorios aprovechando la luz de la luna llena. Se aseguraba de que ningún humano profanara su amado territorio. Tenía a varios de su especie camuflados como guardabosques para así asegurarse de que ningún homosapien sobrepasara los límites de su terreno.
No les bastaba con destruir los hermosos bosques y hogares de muchas criaturas para construir conforme a su avaricia, sino que, también les gustaba meter sus narices donde no debían. Los licántropos no se relacionaban con esos seres tan malévolos, destructores y egoístas.
En los últimos años, los lobos habían cazado cualquier tipo de criatura que invadiera su territorio, pero desde hace quinientos años o algo, la familia dominante de su raza decía que los humanos no entran ahí.
Sus más recientes cazas decían lo contrario.
En total había cinco Jefes lobo que se encargaban de custodiar a su gente y sus alrededores, o como les llamaban algunos. Alphas.
Él era el Alpha de toda la manada del norte, un porcentaje levemente pequeño por la zona. Todas las noches, cuando la luna estaba en su punto más alto salía a explorar sus tierras encargadas, cazando cualquier criatura que se atreviera a invadir su territorio.
Esto claramente solo afectaba a los humanos y sus enemigos naturales; los vampiros.
Aunque el joven lobo, de nombre Erice era el "Alpha" ciertamente era un título falso y cliché. El gobernante era mucho mejor que él.
Era nada más un jefe dejando a sus subordinados encargados.
Estaba a punto de regresar a su hogar, en una aldea oculta entre los frondosos árboles cuando sintió en el aire un aroma que lo dejó embelesado.
Un exquisito olor a hierbabuena y orégano inundó sus fosas nasales muy desarrolladas.
-—Por favor, alguien ayúdeme –creyó escuchar.
"Por favor, alguien ayúdeme" –repitió Christyn del párrafo de su libro. La protagonista estaba siendo acorralada por un grupo de vampiros.
–Ah... creo que lo dije muy alto –dijo, y siguió leyendo.
Mientras tanto, Erice sonreía mientras inhalaba el olor que le traía el viento.
—Iré a buscar mi nueva presa —demandó sonriente y salió siguiendo aquel aroma tan agradable.
Después de varios minutos llegó al lugar de donde derivaba tal olor. Su sorpresa fue cuando vio a una chica humana hundida en sus pensamientos, imitando sollozos de lo que sea que estaba leyendo mientras con voz muy baja pedía ayuda. Era muy ingenua al quedarse en ese sitio tan oscuro, solitario, y cerca de su territorio. Le era gracioso la confianza de la humana, y no hacía más que quedarse íngrima en la lectura. Así nunca llegaría a algo.
—Sólo es una inútil humana, este olor no puede ser de ella, sólo es comida, y yo desperdiciando mi tiempo. —Susurró y se dio la vuelta para buscar por otro lado, pero al alejarse, sentía ese aroma hierbal provenir de esa muchacha que hablaba sola.
"¿Realmente ese olor le pertenece a ella?" Se preguntó Erice en su mente.
—¿Hay alguien ahí? —Escuchó decir de esa humana, ¿a caso podía sentir se presencia? La única manera de percatarse de él era con su olor ¿Estaba perdiendo la cabeza o esa chica podía sentirlo?
Aunque, de hecho, había pisado unas ramas y se rompieron, haciendo ruido en el acto.
Christyn sintió un fuerte aroma canino que la ofuscaba. Arrugó su nariz en muestra de desagrado. Sea quien sea la persona que le jugaba una broma a esas horas de la madrugada, debía bañarse.
Pensó que podría tratarse del guardabosque que simpatizaba con ella.
—No te escondas, puedo sentir el olor a perro desde aquí, por favor sal de tu escondite que me asustas –comentó en voz alta para que la persona que estuviese ahí la escuchase.
"¡¿Olor a perro?!" –exclamó Erice mentalmente.
Se enojó mucho por el comentario de esa chica, pues, su olor no era de un desagradable perro, mas no se iría hasta saber el porqué esa joven despedía tan agradable aroma y por qué pudo sentirle.
...
Talvez era su imaginación, pero tenía el presentimiento de que alguien la vigilaba, aparte del horrible olor a perro. Pensó en hablar en voz alta, pero no había dado resultado.
—No te escondas, puedo sentir el aroma a perro desde aquí, por favor sal de tu escondite que me asustas. —pidió por segunda vez y no recibió respuesta alguna, esto comenzaba a asustarla. No entendía el motivo por el cual se acobardada, pues en ese momento se imaginaba que parecía una niña tímida y miedosa.
—¡Cuidado! —escuchó la voz de un ser masculino que la empujó y cayó sobre las raíces del árbol más cercano, se lastimé la pierna y le costaba levemente mantenerse en pie.
–Mira, hijo de la verdura, a la próxima que hagas eso tú... ¡oye, no me ignores, inepto! —regañó al sujeto que la había empujado. No terminó sus quejas cuando vio frente a ella un muchacho, con extraña apariencia y una cosa rara que colgaba detrás de el, ¿a caso era él quien apesta a perro? Seguramente sí.
Con el ceño bastante fruncido, sus palpitaciones se aceleraban.
—¿Eres estúpida, humana? ¡Estaban a punto de matarte! —gritó furioso el chicho de cabello cobrizo. La castaña se molestó. Él no era nadie para gritarle sin motivo alguno, pero no pudo responder ya que sus fuerzas restantes la abandonaron y cayó al suelo, algo que lo hizo reaccionar intentando ayudarla.
—¡Aléjate, perro mugroso y apestoso, date un baño primero! —ordenó mientras ocultaba su rostro para que no viera que estaba jadeando del dolor. Era muy vergonzoso, rogaba porque todo fuese una clase de broma de esos chicos del Instituto–. Como te me acerques te arranco un dedo –amenazó como fiera adolorida.
Erice giró sus marrones ojos y le extendió la mano. La joven no era una amenaza, así que no había razón para matarla.
Era un animal, pero uno comprensivo.
—Estás lastimada humana inútil, ven conmigo ahora si quieres sobrevivir. –Informó a la ojigris, que imitó el acto anterior del de cabello cobrizo.
Era increíble la forma en que la trataba, ¿así se sentían todos cuando ella los trataba de esa manera tan tosca?
Reía bajito. Al menos la conocían por cómo era y no por fingir.
Se sentía mareada por su cansancio, pero no se podía permitir dormirse. Peor con ese tipo con disfraz y tufo a perro sin bañarse.
Sin embargo, lo que no sabía era que estaba frente a un auténtico licántropo. Aunque no le importaría de igual forma.
—No quiero... aléjate, persona hedionda. No me toques con tus manos contaminadas —habló con las pocas fuerzas que le quedaban, poco a poco todo se volvía borroso y sin saberlo cayó desmayada. Sentía como la alzaban del suelo y la cargaban.
–Rayos, hoy no me bañé, ni siquiera llegué a la cabaña –susurró.
Antes de caer inconsciente un pensamiento atravesó su psique.
"Maldición, tengo hambre"
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