Reto #13: Meta
Puntos:
1) Sueño, meta o propósito que desea cumplir antes de los 40.
2) ¿Está logrando hacer todo lo posible para lograrlo?
3) ¿Qué expectativas tiene?
4) ¿Desea hacerlo solo o compartirlo con alguien?
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Nunca había sido alguien que mirara tan a futuro, sabiendo que de un momento a otro todo podía cambiar drásticamente y eliminar las posibilidades —o las ganas— de que se diera lo imaginado. Solo había que recordar cuántas cosas había creído que pasarían desde pequeño y resultaron ser muy distintas.
Durante los primeros meses después de cumplir cinco años aparecieron sus primeros sueños: enorgullecería a su padre siendo el capitán de su propio barco de pesca y tendría alguna clase de negocio —aún no sabía cómo funcionaban esos asuntos— de oro para no caer con crisis pesqueras como la que vivían en esa época; eso le había funcionado a su papá. Sin embargo, en solo unos meses más, se quedó sin alguien que le enseñara a navegar y desarrolló una aversión al oro aún vigente, de modo que se le volvió imposible apreciar la belleza del metal en cualquiera de sus formas.
La mayor parte de su infancia soñó con obtener un trabajo que le permitiera ayudar a su madre cuando fuera adulto, y fue casi empezando la adolescencia que supo que quería vender. A pesar de que su situación económica mejoró después de conocer a Neil y de ella conseguir empleo en Bogati's, por lo que ya no tendría que sustentarla, sí cumplió su meta de dedicarse a las ventas. Era uno de los pocos planes a largo plazo que había logrado completar con éxito. De resto, era raro que tuviera algún objetivo fijado a la lejanía.
Su visión máxima habitual era de cinco años si exageraba; de ahí en adelante, se encogería de hombros y su respuesta sería una suposición basada en lo que solía esperarse. Prefería tener pequeños objetivos más o menos cercanos y más seguros para evitar frustraciones. Personas como Sonia lo habían espantado un poco respecto a las expectativas de la sociedad magnate a ciertas edades. Con solo ver cómo reprendía a Florian por su costumbre de ir romance tras romance —y que casi ninguno estuviera a su altura, según ella— y lo afectado que estaba ahora por la maldición que de seguro le impediría alegrarla pronto, arrugaba el rostro.
Viniendo de una clase social más bien relajada, sin tantos apuros en lo que deseaban para sus vidas y que prefería dejar que las cosas fluyeran con calma, la presión de los magnates en cuanto a cuándo hacer o no hacer algo era abrumadora. Claro, no todos eran así, pero sí la gran mayoría y varios de los que más conocía vivían bajo esas expectativas. Para Lemony, eso era estresarse por gusto o por complacer a otros primero que a sí mismos. Si algo no adoptó de la cultura más practicada en Magnity, fue esa desesperación por encajar en lo que se suponía perfecto.
Así había llegado a la mitad de sus veinticinco años sin algún plan tan serio para el futuro. Ya tenía un buen trabajo —había ascendido más rápido de lo que imaginaba, también—, una moto y un auto para la comodidad de escoger cómo transportarse según la situación, una buena casa en una buena zona —aunque bastante desordenada, mantenía sus exteriores limpios— y quizás le hacían falta unos cuantos amigos más cercanos, pero estaba bien con su círculo más personal. Era saludable, tenía tiempo para divertirse o decidir ser flojo en cama, muy independiente y contaba con más lujos de los que esperó la mayor parte de su vida.
Era un estilo estable y tranquilo que le agradaba y con el que no tenía problemas seguir un par de años más. A diferencia de Craig, que se la pasaba en crisis existenciales por su bajo desempeño y continuas degradaciones, y de Florian, que era presionado por sus padres para que sentara cabeza —y eso que consideraba que él era el más centrado de todos—, Lemony iba a su propio ritmo seguro. Nadie que lo entrenara obligatoriamente para su próximo ascenso —él ya estaba feliz con su puesto, no le atraía ser gerente—, nadie que lo amenazara con rebajarlo, nadie que le insistiera que debía conseguir pareja pronto o se convertiría en un padre viejo —Florian bromeaba con su soltería desde la universidad y a veces se lo sugería, mas nada tan serio— y nadie detrás de él vigilando sus pasos.
Sí había algunos aspectos que veía distintos en su futuro apenas lejano: tampoco deseaba ser un padre demasiado mayor. Suponía que estaría bien casándose un poco antes de los treinta y teniendo un primer bebé —no estaba seguro de cuántos querría, no era algo que pensara— unos dos años después. Por consiguiente, su estado de soltería prolongada podría estar en sus últimos meses. Si era optimista, el próximo año al fin estaría en una relación y esa sería la del éxito. Se preguntaba si Hydra seguiría enamorada de él para ese entonces, porque eso podía dificultar las cosas.
Podía responder si le preguntaban cómo se veía dentro de cinco años, pero ir más allá, quince años por delante, era una exageración para él. ¿Qué y para qué iba a estar pensando en dónde estaría posicionado a los cuarenta? Suponía que a esa edad ya tendría que haber logrado muchas de sus metas y que lo restante era disfrutarlas o ver cómo las maximizaba. Lo más preciso que podía desear era una buena salud, aún tener un buen trabajo y ya haber formado una familia; algunos puntos extra serían haber visitado varios lugares que quería conocer.
Sin embargo, su sueño más grande era uno con el que estaría perfecto cumpliéndolo a cualquier edad, no había algún límite impuesto. Incluso si él como tal no era quien lo hacía, con solo ayudar lo suficiente estaría satisfecho. Nunca lo divulgaba por ser algo en lo que la mayoría de sus conocidos no creía, pero era una meta desde antes de irse de Portview. Podría decirse que estaba contribuyendo ya en dos casos, solo que no se sentía del todo complacido porque solo los guiaba.
En fin, Lemony nunca había sido alguien que mirara tan a futuro. Irónicamente, comenzó a preocuparse por él y a desear alcanzar un montón de objetivos cuando el futuro ya no tenía intenciones de invitarlo a su casa, cuando lo echaría a patadas dentro de un año y solo le daría la bienvenida como un recuerdo de quienes compartieron algún momento junto a él.
La maldición del tiempo restante podía interpretarse de maneras diversas. Podía ser el descubrimiento de los límites de la vida del portador o el acortamiento de su existencia al haberle sido robado el futuro en los casos de muerte, los más comunes. Lemony sentía —sabía— que Snowflake le había arrebatado un montón de años, porque no veía cómo su vida iría a acabar el año siguiente sin intervención mágica; además, la creía muy capaz de cometer algo así.
Ahora que estaba condenado a desaparecer del mundo a los veintiséis, se daba cuenta del desperdicio de tiempo que fue su estilo de vida calmado. Justo el año en el que planeaba enseriarse era el nuevo año de su final y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Cada vez que leía un número incorrecto en el reloj —el número que le indicaba cuántas horas le quedaban por vivir— recordaba una cosa más que le sería imposible lograr con tan poco tiempo disponible. Era tortuoso, por algo se deshizo de todos los relojes de su casa —los escondió— y ya no se ponía ni sus relojes de pulsera descompuestos.
Con apenas unos catorce meses más, tendría mucha suerte si cumplía su sueño mayor que antes no tenía fecha tope; el resto quedaría muy a la mitad si acaso los intentaba por no dejar. ¿Para qué tratar de conseguir pareja y enamorarse si la relación acabaría de la forma más triste? Tal vez sí podría visitar varios países que aún no pisaba, tenía el dinero para eso y podría apartar algunas semanas para sí mismo. Apurar planes era un dolor de cabeza.
Si ahora le preguntaban cómo se veía o cómo esperaba estar en unos cuantos años en el futuro, ¿cómo sería sincero sin asustar a nadie?, porque las probabilidades de que lo correcto fuera contestar que estaría bajo tierra o hecho cenizas eran muy altas. La respuesta más simple —y soñadora— sería «vivo». Los demás pondrían los ojos en blanco con algo tan simple, hasta podrían reprenderlo por no tomarse la pregunta en serio; pero era más profundo de lo que imaginarían.
Su nuevo sueño gigante era superar la maldición para llegar con vida a los cuarenta y las décadas que siguieran. Si supiera cómo lograrlo, haría todo lo posible por solucionar la situación tan pronto como pudiera. Aceptaría cualquier guía; el Sabio le daba consejos para tratar de descubrir si había alguna manera de romper el hechizo, Storm le había ofrecido interpretar sus sueños en caso de que alguno le diera pistas e incluso prometió entrenar lo suficiente para desarrollar el poder de percepción entero a tiempo; entonces podría descifrar todos los detalles que ahora eran un misterio.
Si la suerte estaba de su lado y se zafaba de la maldición del reloj, como solía ser llamada, aprovecharía su tiempo al máximo y se abriría a más opciones. Podría incluir a más personas en los viajes a los lugares que más quería ir y compartir la experiencia, ya no le huiría al romance. Si pudiera llegar a los cuarenta, concientizaría a los escépticos para disminuir la cantidad de afectados por la magia vengativa. Podía usar su propio ejemplo —y tantos otros conocidos, muy cercanos— como prueba irrefutable de la existencia de los poderes; entonces acabaría poco a poco con el descontrol de los mismos contra los no practicantes.
Esa podía ser su meta si se le daba la oportunidad, una muy importante que podría realizar en equipo. Después de todo, le encantaría ver el fin de la discordia entre magos y magnates. Quizás era muy ambiciosa, pero creía poder empezar con sus grupos más cercanos y de ahí partir a los más amplios; como si de una nueva tendencia se tratase. Y si el destino no estaba de su lado y le tocaba morir de verdad, presentía que podría darle esa idea a alguien más, tal vez Storm —tenía la persuasión y el conocimiento necesarios, podía verlo como líder de un gran movimiento cuando creciera— o el Sabio, aunque este último ya tenía demasiados problemas encima como para cargarse otro.
Era curioso. ¿Por qué tenía grandes ideas que funcionarían en el futuro lejano cuando ya era improbable ser parte de él?
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*1748 palabras del mínimo requerido de 1700.
Este podría resultar extraño, pero es una zona muy incómoda para mí. Soy algo similar a Lemony en esto. Se me hace imposible mirar más allá de unos pocos años en el futuro. Puedo intentarlo, pero veo nada, solo ideas construidas por lo que la sociedad suele esperar de ti a cierta edad, no lo que siento que realmente esperaría. Puedo decir casi con seguridad que en dos años ya me veo graduada y con mi primer empleo (a menos que me vaya del país, que existe esa posibilidad también); no puedo decir qué más justo después.
De haberse tratado de otro personaje, quizás Leo, esto habría sido bastante sencillo porque él es un gran soñador sin importar cuántas frustraciones le tire la vida encima. Florian, a pesar de estar influenciado por sus padres con sus metas, igual habría sido fácil porque algo de él mismo tienen sus objetivos. Alguien como Lemony de verdad es un desafío en algo así. Puedo asegurar que este ha sido EL reto para mí. Y sí, Lemony tiene un sueño desde que era niño que es el que más le encantaría cumplir, el problema es que podría resultar un tanto spoiler (aunque no es muy importante, solo es por la manera en la que quiero que se sepa y no quiero arruinarla) y de verdad no le importa cuándo hacerlo mientras lo logre; así que no podía usarlo aquí.
Y ahora solo quedan dos más, no quiero que esto acabe :c
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