
Capítulo XXIV
Al día siguiente, el rey Horacio nuevamente se acercó hacia la habitación de su hijo. Con pasos lentos, se dirigía hacia ella cuando lo vio salir tras abrirse la puerta.
-¿Qué andas haciendo, Leonardo? -Preguntaba el rey felino con las manos entre su traje real.
-Inventando cosas, padre -Dijo el príncipe sosteniendo unos papeles en sus manos y algunos objetos- No puedo hacer nada más aquí.
-Sabes que lo hago por tu bien. Quiero que cambies tu manera de pensar, hijo. Busca una buena mujer, ten una familia. Quiero que tengas a alguien que te ame -Insistió su padre intentando convencerlo para que dejara su gusto por los hombres.
-Yo ya tengo a un príncipe que me ama, viví una aventura con él con tal de salvarte y sin embargo ahora sufro por no poderlo tener cerca de mí... -Suspiraba Leonardo entrando a su habitación.
Pero su padre tomó su brazo y se acercó hacia él, mirándolo hacia sus verdosos ojos felinos y hablándole con propiedad.
-¿Tanto lo amas, Leonardo? -Preguntó el rey mirándolo todavía más- Noto que te gusta mucho.
-Sí... Wilfredo me gusta mucho padre, tú bien lo sabes, pero no puedo estar junto a él como bien dices. Debo permanecer en mi habitación encerrado y vigilado por ti si en dado caso llego a salir, como ahora.
El rey Horacio suspiró un poco y lo miró a los ojos para luego colocar sus manos en los hombros de su hijo.
-Veo que de nada servirá que insista en que cambies esos pensamientos que tienes.
-No, padre. De nada servirá eso -Dijo el príncipe Leonardo encerrándose en su habitación.
Entretanto, el rey Sebastián rondaba la torre dónde permanecía Wilfredo y vigilaba los alrededores para que no tramara nada.
-¿Eres acaso uno más de mis guardas, padre? -Preguntó sarcásticamente el príncipe lobo.
-No, no lo soy pero no quiero que intentes nada sobre cómo escapar. Ayer por suerte de detuve.
-Grrr... No harás que olvide a Leonardo -Gruñó Wilfredo mientras empuñaba sus manos para no llorar del desespero y la impotencia.
-Deberás hacerlo. Además, tengo una noticia para ti -Sonrío el rey lobo al pronunciar tales palabras.
-¿Una noticia? ¿De qué tipo de noticia hablas? -Preguntó el príncipe con sus orejas alzadas y los ojos abiertos muy expectante.
-No quería contarte nada todavía pero he tenido contactos con los reinos del continente y busco una princesa para ti.
-¡Una princesa dices! -Exclamó Wilfredo quién al escuchar tal noticia, se lanzó por la ventana dando tres vueltas en el aire como si hiciera una acrobacia.
-¡Wilfre...! -Dijo su padre con sus manos en la cabeza y desesperado por el acto de su hijo.
De pronto, su expresión de preocupación cambio al enojo cuando el joven lobo se había lanzado hacia una especie de malla protectora hecha de tela que había sacado de las ropas de la habitación y que estaba camuflada con el suelo del paisaje exterior. El rey vio cómo su hijo tomaba sus cosas y emprendía la huida.
-¡No me casaré con ninguna princesa! ¡Si me caso, que sea con Leonardo! -Gritaba el príncipe lobo quién marchaba ya a lo lejos.
-¡Guardias, deténganlo! ¡Que no escape! -Gritaba el rey bajando los escalones de la torre lo más rápido que podía- ¡Habías planeado todo esto!
Sin embargo, Wilfredo era un lobo sagaz, ágil e inteligente que se las ingenió fácilmente para evadir a los guardias del castillo y emprender el rumbo hacia Leonyx, dónde se encontraba su amado.
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