Conocidos Extraños
Laura y Raúl habían sido compañeros de trabajo por más de diez años. Entraron a trabajar a la empresa con dos meses de diferencia y desde que se conocieron, se agradaron mutuamente, lo que les permitió establecer una bonita relación profesional que les dio a ambos la oportunidad de crecer laboralmente con rapidez.
Laura era una joven de veintiocho años de edad, graduada como Licenciada en Administración de empresas, quien por su manera coqueta de vestir y figura envidiable atraía más de una mirada donde fuera que pasare. Tenía el cabello negro y lacio a la altura de la cadera, busto pronunciado y unos ojos grandes color avellana.
Raúl era dos años mayor y aunque no tenía un cuerpo de modelo de revista, sí levantaba uno que otro suspiro en las chicas que le conocían.Él tenía licenciatura en economía.
La empresa para la que trabajaban se dedicaba a realizar auditorías internas a solicitud de parte. Las empresas los contrataban a efecto de que pudieran encontrar debilidades y optimizar la eficacia de los procesos. El tiempo promedio que tardaban en realizar una auditoría era de treinta días. La empresa encomendaba equipos a cada una de las auditorías que podían realizarse en cualquier ubicación de la república, por lo que Laura y Raúl estaban acostumbrados a pasar juntos largos periodos de tiempo.
Sin embargo, cuando estaban de viaje por trabajo, sólo compartían tiempo juntos en horas laborales. Una vez finalizada la jornada de trabajo cada quien andaba por su lado, coincidiendo en ocasiones a la hora del desayuno en el restaurante del hotel.
Un día, de regreso a casa, Raúl manejaba por la carretera cuando se soltó una fuerte tormenta que no permitía ver absolutamente nada, dificultando así el regreso. Como estaba oscureciendo y la tormenta no cedía, ambos acordaron pasar la noche en un pequeño descanso turístico que se encontraba a pie de carretera. No fueron los únicos.
Quedaba una pequeña cabaña disponible. Raúl le comentó a Laura que la tomara y él podía pasar la noche en el vehículo, pero Laura insistió en compartirla, después de todo solo sería para dormir y sobrevivir a la tormenta.
La cabaña era rústica con olor a pino. Tenía una cama King-Size, una pequeña sala y el cuarto de baño.
Después de acomodar sus cosas, Raúl le dijo a Laura que ella podía dormir en la cama y él tomaría el sillón. Laura agradeció el gesto, subió su maleta a la cama y la abrió para sacar un cambio de ropa. Mientras tanto, Raúl acomodó el sillón para poder acostarse y dormir.
--Tomaré un baño--dijo Laura--. Si quieres acostarte en la cama mientras me baño, no hay problema, vale.
--Ok--asintió Raúl.
Laura entró al baño y cerró la puerta. En un instante ya se escuchaba el agua de la regadera.
Raúl se acostó en la cama y cerró los ojos. El sonido del agua provocó que su mente imaginara cómo se vería Laura desnuda. Abrió los ojos de golpe. Jamás había tenido ese tipo de pensamientos para con su compañera, aunque no podía negar que le había gustado lo que había visto en su mente.
El agua seguía corriendo y Raúl no podía apartar esa imagen de su mente, al grado que su pene comenzaba a despertar. De pronto, se sentía sumamente excitado y con ganas de descargar su euforia. Su erección era evidente. Puso su mano sobre de él y lo apretó fuertemente.
Como el agua seguía corriendo, Raúl creyó tener tiempo de masturbarse. Desabrochó su pantalón y se lo bajó hasta los tobillos. Su pene parecía estirar sus bóxers hasta el punto de romper la tela. Se lo bajó y su pene totalmente erecto saltó. Era un pene grande y grueso y estaba totalmente rasurado.
Tomó su mano y comenzó a jalársela, cuando la puerta del baño se abrió de par en par y Laura salió envuelta en una toalla. Rápidamente se giró y dijo no haber visto nada, pero era obvio que había logrado ver el pene de Raúl, quien se cubrió con una almohada totalmente apenado.
--Lo siento, discúlpame--Raúl se subió su ropa--creí que seguías bañándote.
--No vi nada, de verdad. No te apures--Laura abrió su maleta, sacó algo y volvió al baño.
Raúl se quedó en la cama tratando de superar la vergüenza de hace unos segundos. Le martillaba la cabeza no saber qué era lo que pensaba Laura de lo que había visto. Estaba seguro que ahora lo vería como un pervertido o depravado que no puede controlarse ni siquiera una noche. Lo peor es que al día siguiente aún tendrían que emprender un viaje en coche por varias horas y después de eso todavía seguirían siendo compañeros de trabajo.
Laura se apresuró a entrar en la regadera nuevamente. El agua la envolvió, escurriendo por su piel, pasando por su clítoris que palpitaba de excitación. Trató de no pensar en lo que había visto, pero no podía apartar de su mente la imagen del pene erecto de Raúl. Sin duda era más grande que cualquiera que haya sentido antes y eso hacía que una llama ardiera en su interior. Se preguntó cómo sería tocarlo, lamerlo y sentir como penetraba en su piel. Inconscientemente llevó su mano a su vulva y comenzó a frotarla. Enseguida sintió como comenzó a lubricar mezclándose el agua con sus jugos. Llevó una de sus manos a su pecho que comenzó a amasar, jugando con su pezón apretándolo y pellizcándolo. Introdujo uno de sus dedos en su vagina y se le escapó un gemido, ahogado por el ruido de la regadera.
Antes de llegar al orgasmo se detuvo, percatándose que ya llevaba mucho tiempo en la regadera. Cerró las llaves y tomó su toalla para secarse el cuerpo. No quería salir del baño, pensando que quizás Raúl se había percatado que lo había alcanzado a mirar y se sentía apenada en caso que haya visto que le había gustado lo que vio.
Cuando Laura salió del baño Raúl estaba acostado en el sillón leyendo un libro. Laura, sin decir nada, se acercó a la cama, guardó su ropa en la maleta y la bajó de la cama. Evitó hacer contacto con Raúl, aunque era evidente el ambiente tenso que se sentía en la habitación.
--¿Estás cómodo?--Laura intentó romper el hielo.
--No creo que vuelva a estar cómodo contigo, Lau--Raúl cierra el libro--. En verdad estoy apenado.
--¿Por qué? Todos los hombres lo hacen.
--Pero cuando estamos solos o no hay nadie cerca...
--No te mortifiques Raúl. No es nada del otro mundo.
--Estaré mejor si duermo en el coche--Raúl se levanta de golpe--estaré más tranquilo y descansaré mejor.
--¿Qué?--Laura se levanta de la cama--. Vamos, si tú estás apenado, yo soy quien debería estarlo, no tú.
--¿Por qué lo dices?--Raúl se detiene.
--¿Me vas a hacer decirlo?
--¿Tiene algo de malo?
--Digamos que cuando salí del baño, no necesitaba nada realmente.
--¿Entonces?--pregunta Raúl extrañado.
--Es tonto...pero sentí ganas de que me vieras en toalla y ese fue mi pretexto. No me lo tomes a mal...
--¿Tomártelo a mal? Para nada, solo que no entiendo.
--Ni yo me entiendo. Además no quiero que te sientas mal, alguien con ese paquete debe sentirse orgulloso.
Raúl no daba crédito a lo que estaba oyendo. Laura se le estaba insinuando. De pronto, no sólo era imaginarla desnuda sino que ella quería algo más. La sangre comenzó a correr por su miembro que comenzaba a levantarse nuevamente. Su fantasía más reciente estaba por volverse realidad.
Laura comenzó a acercarse lentamente hacia Raúl que estaba totalmente paralizado.
--¿Tú... quieres?--Raúl dio un paso hacia atrás.
--¿Sería algo del otro mundo? Laura puso una mano sobre el bulto de Raúl que estaba firme deseando ser liberado. Lo frotó de arriba a abajo delicadamente.
Raúl no quería ser quien diera el primer paso, así que cuando Laura dejó claras las intenciones fue como si le quitaran la correa.
Acercó sus labios a los de Laura y le dio un beso cálido y húmedo mientras sus manos exploraban su cuerpo de arriba abajo. Trato de sentir cada centímetro de su piel, desde sus nalgas firmes hasta su espalda. Laura no se quedó atrás y también hizo exploración por su parte, pero su mano regresó al pene de Raúl, que resultó ser su parte favorita.
Aún besándose, se recostaron en la cama, Raúl comenzó a desvestir a Laura, quitándole su pijama de seda. Cuando quedaron libres los senos de Laura, Raúl decidió explorarlos recorriendo su lengua y boca por éstos. Los chupó una y otra vez, succionando los pezones como recién nacido, deleitándose con su exquisito sabor.
Después, fue bajando con su lengua por el vientre de Laura hasta llegar a su short que bajó lentamente descubriendo un cachetero de encaje negro bastante húmedo. Laura tenía su pubis también totalmente depilado con pequeños puntitos negros que sobresalían de su piel. Raúl hincó su lengua en la vulva de Laura que derramaba fluidos como si se tratara de una pequeña fuga. Raúl estaba encantado saboreando el delicioso elixir. Movía su lengua arriba y abajo y daba pequeños golpecitos como si intentara romper una barrera. Laura soltaba pequeños gemidos de placer y movía su cadera en sintonía con éstos.
Después llegó el turno de Laura. Recostó a Raúl y lo acarició con sus manos desde los hombros hasta el vientre. Raúl tenía los músculos torneados y Laura disfrutaba sintiendo la textura del músculo sobre la piel. Se lanzó sobre él y comenzó a besarle el cuello con pequeños piquitos, moviéndose despacio hacia abajo, mientras su mano lo masturbaba. Moría de ganas de poner sus labios en esa verga tan deliciosa.
Cuando llegó no pudo contener las ganas y la succionó entera intentando meterla toda en su boca, pero no le cabía. Era muy gruesa y también estaba empapada de líquido seminal. Laura comenzó a chupársela, recorriéndola con su lengua de arriba a abajo, mientras que con sus manos masajeaba sus testículos que colgaban libremente. Mientras bajaba y subía apretaba fuertemente con los labios para mayor placer de Raúl quien tuvo una pequeña contracción de placer y estuvo a punto de venirse.
Raúl se apartó, colocó a Laura en cuatro y le apretó las nalgas realmente fuerte, comenzó a amasarlas y las separó preparándolas para penetrarla. Su pene resbaló fácilmente y comenzó a embestirla despacio y fue aumentando la velocidad gradualmente. Los cuerpos chocaban uno con otro haciendo ruido suficiente para que los escucharan en los alrededores. Raúl aumentaba la intensidad y daba cinco o seis embestidas con mucha fuerza y luego bajaba la velocidad, y repetía el ciclo. Laura gemía como nunca la habían hecho gemir. Sus senos se sacudían sin parar con cada embestida. Cambiaron de posición y cedió el control a Laura.
Laura se colocó arriba y comenzó a dar sentones a Raúl que se retorcía de placer. Laura disfrutaba con ese enorme pene que encajaba hasta el fondo. Raúl apretaba los enormes pechos de Laura mientras ella continuaba insertándose su pene.
Antes de venirse Raúl sacó su pene y chorreó su semen sobre Laura, que salió expulsado por montones. Laura se lo untó en un dedo y lo chupó para terminar dándose un beso con Raúl. Laura, que no había terminado continuó por su cuenta con ayuda de sus deditos. Raúl al darse cuenta, también ayudó masturbándola hasta que ella llegó al orgasmo.
Al día siguiente ambos emprendieron camino de regreso a sus casas prometiendo que harían como que aquella noche nunca existió.
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