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Capítulo 3: Inocente sobreprotegido


Un jueves cualquiera, con la misma temperatura de ayer, la misma rutina de toda la semana, la misma ropa cada mañana y hasta podría decir las mismas personas de todos los días, pero ya no, no desde que un intruso entró en mi apartamento negándose a marcharse.

Según él, que pueda verle significaba algo, que yo podría ayudarlo.

Ayudar... Yo... A alguien... Con sólo pensarlo me daba risa. Me tuvo casi toda la noche llenándome la cabeza de paranoias extrañas y teorías absurdas sobre nosotros. Era curioso como el chico usaba la palabra "nosotros" como si nos conociéramos de toda la vida, cuando sólo lo conocía de unas horas atrás.

Habiendo dormido tan solo un par de horas, corrí hasta el coche para emprender mi camino hasta el trabajo, pues me había quedado dormido e iba media hora de retraso. Lo bueno era que de nuevo me tocaba abrir a mí y no tendría al encargado tocándome las pelotas, es decir, a HoSeok.

— ¿Cuándo hablaremos sobre mi problema?

— ¡Déjame trabajar, ¿quieres?! —barrí sus pies, los cuales entorpecían mi tarea—. Deberías darme las gracias por no haberte echado ya.

— Porque sabes que volvería a entrar —bufé molesto, agarrando su brazo y echándolo a un lado.

— Quédate calladito —fue a rechistar pero un sonoro siseo mío lo acalló, poniéndome morros y cruzándose de brazos.

"Creo que saber su edad me asustará más que todo este tema"

— ¡Buenos días, hyung! —un alegre JungKook acababa de entrar por las puertas, con su mochila de siempre cargada al hombro y esa sonrisa que iluminaba todo el local cada mañana. No era de exagerar cuando sabías que muchos clientes venían sólo por ver al pelinegro, sobretodo, chicas adolescentes.

— Buenos días, JungKook —dejé de barrer y fui detrás de la barra para servirle un batido de fresa, lo único que desayunaba en las mañanas—. Aquí tienes.

— Gracias —dejó su mochila en el suelo y cogió el vaso para beberlo de una sola vez—. ¿Ya desayunaste?

— Llevo dos cafés —el rió, sabía cuánto me gustaba el café y lo mucho que él lo odiaba. A veces intentaba convencerlo para que lo probara pero no había manera, sólo hubo una vez que dio un pequeño sorbo y casi lo vomitó.

— Que chico tan lindo —había olvidado completamente al castaño que aún seguía parado en el mismo sitio donde lo coloqué. Lo miré de reojo, pues si me quedaba mirándolo o haciendo alguna mueca seguro JungKook me miraría raro.

"Ya tuve suficiente con las miradas de ayer"

— Hoy tengo un examen y apenas he estudiado —dijo agotado y masajeando su nuca.

— Quizás deberías buscar un empleo con menos horas —dije mientras cogía de nuevo la escoba para seguir con mi labor—, o trabajar de tarde y asistir a clases matinales. Seguro es menos agotado.

— Aquí pagan bien.

— ¿Y cuándo estudias?

— Por la noche...

— ¿Y cuándo duermes? —guardó silencio y al no obtener respuesta lo busqué con la mirada. Había dejado su mochila detrás de la barra y se estaba poniendo el delantal.

— JungKook, te estoy hablando.

— Deja al chico que haga lo que quiera —saltó por medio el castaño que se había sentado en alguna silla—. Tendrá otros motivos que no querrá decir.

— ¿Por qué no te metes en tus asuntos? —le susurré mientras le dedicaba una sonrisa algo sádica.

— ¿Cómo dices, hyung? —giré mi rostro, encontrándome a JungKook frente a mí con su cabeza ladeada.

— Nada, hablaba conmigo mismo.

— Oh —justo en ese momento entró el primer cliente de la mañana, por lo que el pelinegro fue a atenderlo enseguida.

Recogí todo lo que había barrido y tras tirarlo al cubo de basura le hice un gesto con el dedo al castaño, el cual entendió y me siguió hasta el interior de una habitación donde hacíamos caja y guardábamos todo lo de valor.

— ¿Qué pasa?

— Que dejes de hablarme, ¿no ves que me miran raro por tu culpa? —se encogió de hombros, como si no le importara— Te juro que como me tomen por loco te mato —dejó caer su cabeza abatido.

— Quizás ya estoy muerto...

— ¿Eh? —no me había dado cuenta de lo que había dicho hasta ese momento.

"Joder, es que para ser un fantasma o lo que quiera que sea parecía muy real"

— Tenemos que hablar sobre lo mío, debo hacer algo con esto —se miró a sí mismo.

— ¿Por qué no buscas a otra persona? Además, quizás no puedas hacer nada.

— Nada de eso, debes ayudarme.

— Odio que me digan lo que debo hacer.

— Por favor... —juntó sus manos a modo de súplica.

— Luego lo hablaremos —una sonrisa apareció en su rostro empequeñeciendo sus ojos—. Pero no te hagas ilusiones.

Las horas iban pasando y el castaño, cuyo nombre olvidé, permaneció todas ellas sentado en las mesas que se iban quedando libres. A veces le echaba un ojo para ver que no hacía nada raro, aunque sin que nadie pudiera verlo poco podía hacer.

Alrededor de las 12:30 llegó un cliente quien consiguió sacarme de mis casillas. Creí que la mañana iba ser pesada y cansada por culpa del castaño, pero en realidad la protagonista de mi malhumor fue una adolescente de unos 16 años que se dedicó a acosar a JungKook descaradamente.

Se llevó prácticamente un par de horas en la cafetería, consumiendo apenas un té verde y comiéndose a JungKook con la mirada. El pobre era tan inocente y despistado que ni se dio cuenta, y eso que la chica no paraba de llamarlo para soltar una que otra tontería, lo cual el otro acataba todo lo que le pedía. Pero lo que colmó el vaso fue cuando le pidió su número y el otro no sabía donde meterse avergonzado.

Al final decidí meterme por medio, poniendo a la chica hasta arriba de insultos bastante hirientes, al final se fue, aunque quizás me hube pasado un poco pero el objetivo era que se marchara y eso, definitivamente, lo conseguí.

— Espero no se queje a HoSeok... —mordió su labio nervioso— No debiste tratarla así.

— Por favor, JungKook, si no llego yo a estar aquí hasta te hubiese violado. ¿Acaso no la viste?, te comía con la mirada —pasé un trapo mojado por la mesa que minutos antes había estado la acosadora sentada, pues cuando se levantó alterada por mis palabras, tiró lo poco que quedaba en la taza.

— G-gracias —tocaba su lóbulo avergonzado, intentando ocultar su sonrojo.

"¿Y ahora por qué se ruboriza?"

— No tienes que agradecerme, pero espabila, chico —lo vi asentir antes de darle la espalda y verme al castaño de frente con cara de idiota. Enarqué una ceja y lo rodeé, dirigiéndome hasta el fregadero para lavar el trapo.

— ¿Desde cuándo lo conoces? —miré a JungKook y luego al castaño, quien había hablado— Sí, a él —mostré tres de mis dedos—. ¿Tres meses? —asentí— ¿Alguna vez lo has visto fuera de aquí? —exprimí todo el agua del trapo y lo dejé a un lado, posando una mano en mi cadera y mirándolo molesto.

"¿Qué le pasa a éste?"

"¿Se aburrió de ser fantasma y ahora quiere hacer de entrevistador?"

— Hyung, tengo hambre —JungKook nos interrumpió, miré la hora y le hice un gesto para que recogiera sus cosas.

Cuando nos tocaba este horario solíamos salir a comer a un restaurante de comida barata que quedaba justo aquí al lado, era más cómodo no sólo en el precio sino por la cercanía ya que nuestro tiempo de descanso no era muy prolongado.

El chico fantasma nos siguió de cerca, cuando entramos al local se sentó a mi lado y JungKook frente a mí. Esta vez habíamos pensado en pedir algo nuevo, habían modificado la carta y añadido comidas nuevas; con decir que ya las habíamos probado todas. El castaño nos miraba fijamente, pendiente de todos nuestros gestos y conversaciones, lo que comenzaba a ponerme algo nervioso.

En cuanto JungKook se excusó para ir al baño, aproveché para hablarle, pero no sin antes asegurarme de que nadie me mirara.

— ¿Por qué no miras hacia la ventana? —musité, conteniendo toda la rabia acumulada que tenía por su culpa.

— Es más divertido miraros —apoyó su codo en la mesa y dejó descansar su cabeza sobre la mano—. Por cierto, hacéis muy mala pareja.

— ¿Qué?

— No pegáis nada, él se ve un chico dulce e inocente y tú un monstruo a su lado —suspiré masajeando mi sien.

— Ignoraré eso último que has dicho.

— Pues aún hay más cosas que pienso sobre ti —soltó una risa aguda. Yo rodé los ojos, girando también mi cabeza y restándole importancia a sus "pensamientos", los cuales no me importaban una mierda—. Ok, te las contaré si tanto insistes.

"...que pena que no sienta dolor, porque ya lo habría cortado en trocitos y echado a los perros de la calle"

— Creo que el chico está colado por ti, pero tú no lo estás por él, aunque no quieres que nadie se acerque al chico, muy egoísta de tu parte, por cierto, es por eso que creo que... —crují mis nudillos, deteniendo su discurso.

— Más te vale cerrar la boca.

Volvió a reír con esa risita aguda que tanto me estaba molestando en los pocos minutos que llevaba hablando con él, y antes de que contestara o provocara que todas las miradas del restaurante se fijaran en mí, JungKook apareció e ignorando al fantasma me fui a pagar la cuenta con él.

A la salida de nuestro turno le pedí permiso a HoSeok para salir un poco antes y poder llevar a JungKook hasta la universidad, ya que llegaba tarde y tenía un examen que hacer.

— Muchas gracias por traerme, hyung —di leves golpecitos en su cabeza mientras sonreía y se colocaba bien la mochila.

— Suerte en el examen —asintió animado, pero su sonrisa se borró en cuanto avistó algo a mi espalda.

— B-bueno, tengo que irme ya —retrocedió un paso e hice girar mi cuerpo para ver a un chico de baja estatura caminar hacia nosotros.

— ¿Pasa algo? —antes de que se retirara lo agarré de la muñeca.

— N-no.

— No me mientas.

— Creo que tiene que ver con ese chico —comentó el castaño cerca de mi oído y señalando con el dedo a la persona que había visto antes.

— ¿Pasa algo con ese chico? —hice un gesto con la cabeza en dirección al chico bajo que se iba acercando más y más— ¿Es el que te acosa?

— ¡¿Qué?, no! De vedad que no es eso, hyung —lo volvió a mirar, tirando un poco del agarre—. Debo irme.

— Está bien —lo solté y, después de darme las gracias, nuevamente salió a paso apresurado hacia el interior de la universidad.

El chico bajo pasó por mi lado, había empezado a correr en cuanto vio a JungKook entrar dentro, y tan rápido cruzó la entrada, lo llamé. Él se giró confuso, mirando en algunas direcciones, lo volví a llamar y esta vez sí me miró, no sin antes aumentar más su confusión.

— ¿Me llamas a mí? —se autoseñaló.

— Sí —le hice un gesto con la mano para que se acercara—. Ven, tengo algo que decirte.

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