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Capítulo 24: Todo al descubierto


[NamJoon]

Mi cabeza explotaría pronto, mi vista dejaría de ver en cualquier momento y terminaría por perder el conocimiento cuando todo ocurriera a la vez. A pesar de mi estado, el cual yo mismo me busqué, quise seguir adelante, controlando mis pasos para que no terminara por comerme el suelo, aunque con Jin al lado dudo que me ocurriera nada, simplemente él no dejaría que me hiciera daño.

Era gracioso pensarlo pues yo no paraba de hacérselo a él. Hoy necesitó de mí, pero yo no podía estar ahí para él, era de mí de quien tenía que alejarse, sin embargo, difícil sería decírselo y, mucho más complicado, cumplirlo porque naturalmente me pediría una explicación. Explicación que no podía dar.

"Menudo cobarde"

Necesitaba hablar con esa mujer, que ella misma diera alguna solución por mí pues yo después de llevarme toda una tarde buscándola no pude obtenerla.

— Está cerrado —dijo Jin mirando a través de la puerta de cristal.

— Llamaré.

— ¿No crees que molestarás?

— Sí, pero necesito verla.

— NamJoon, sea lo que sea entre los dos podemos...

— No —apartando su cuerpo de la puerta visualicé el número en el pequeño cartel que estaba pegado al cristal. Sacudí mi cabeza apartando la falta de sueño y el mareo, lo miré empequeñeciendo mis ojos y fui marcando uno por uno los números. Al llevar el móvil a mi oreja se me resbaló y cayó al suelo, abriéndose y quedando la tapa por un lado y la batería por otro—. ¡Joder!

— No estás en condiciones.

Jin me miraba con cierto brillo de tristeza en sus ojos, no entendía nada, pero le preocupaba mi estado; no estaba tan mal como para no darme cuenta. Las tantas horas que pasé dentro de aquel antro, se me llegó a aligerar un poco el efecto, incluso dormí, y ese fue uno de los motivos por el cual me echaron, claro que también fue porque al molestar a otros chicos llegamos a las manos. ¿Me acordaba de algo? no, lo cierto era que de muy poco podía acordarme, más que nada de la sacudida del guardia cuando me cogió y me tiró afuera.

Cuando tuve el móvil devuelta con su batería y tapa puesta, lo encendí y volví a marcar el número. Esperé la señal y segundos después la adormilada voz de una mujer se escuchó al otro lado.

"Quizás no fue una buena idea"

¿Sí?

— Perdone que la despierte tan temprano, pero necesito su ayuda urgentemente.

Oh, por tu voz puedo deducir que eres el chico rubio... NamJoon, ¿verdad?

— S-sí.

¿No es un poco temprano para llamar? Debe de ser muy importante para que lo hagas.

— B-bueno..., lo cierto es que sí.

Bien, ¿qué necesitas?

— Hablar con usted, estoy en la puerta de su local —y colgó... ¿Por qué me colgó? ¿Dónde quedó la educación?

"Es gracioso que yo diga eso..."

— ¿Qué pasa? —me preguntó Jin sin comprender mi mueca.

— Me ha colgado.

Indignado gruñí guardando el móvil en el bolsillo, tiré de mis pelos y luego los alboroté, dejándome completamente despeinado. Giré sobre mis pies y comencé a caminar.

— ¿Ya te vas? —la misma voz, aunque algo cambiada, se escuchó a mis espaldas. Giré de nuevo y ahí estaba, la mujer ciega llevaba su cabello recogido en una trenza a un lado y una bata larga que cubría el pijama.

— Creí que...

— Vivo arriba —la mujer sonrió y se echó a un lado para que pudiera entrar. Avergonzado por mi forma de actuar entré y me disculpé.

La misma sala que la otra vez, sólo que la sensación era diferente. Me sirvió un café, el cual no pedí pero tampoco rechacé, se sentó frente a mí y cruzó sus dedos en señal de atención.

— Supongo que quiere oír lo que debo decir, ¿no? —la señora asintió y, poniéndome algo nervioso, me levanté— ¿Puedes irte? —pregunté refiriéndome a Jin, él se quedó sorprendido cuando vio que hablé con él sin ningún pudor a que otros me vieran, y es que no tenía sentido tener pudor, aquella mujer sintió a Jin sin que mis palabras se lo dijeran.

— ¿Por qué?

— Necesito hablar con ella en privado, sólo será un momento.

— Me quedaré, no entiendo por qué debo irme.

— Vete, Jin. No lo diré dos veces —suspirando rendido, terminó por marcharse y pude sentarme para hablar tranquilamente.

— Bien, ahora que se ha ido, te escucho.

— Pues... verás...


[...]

Debía pensar que era patético, preguntas como: ¿por qué no quiso hablar conmigo delante? ¿De qué quería hablar que le molestaba tanto mi presencia? ¿Acaso iba a hablar sobre mí? , son las preguntas que debió hacerse, pues hasta yo lo habría hecho. Pero no podía dejar que escuchara lo que tenía que discutir con la mujer, no era así como quería que se enterase y tampoco quería hacerle daño... No más del que ya le he había hecho.

Lo vi sentado en una pequeña plaza que había enfrente, el cielo ya estaba más claro y las primeras personas salían de sus casas para ponerse en marcha hacia el trabajo, luego los primeros niños con sus mochilas a sus espaldas y los primeros perros saliendo en compañía de sus dueños para hacer sus necesidades.

Llegué hasta él y me senté a su lado sin decir nada; igual Jin tampoco dijo nada, estaba enfadado, de eso no había duda.

— Entro a trabajar dentro de una hora —dije, pero no apartó sus ojos de los columpios que tenía enfrente—. De aquí hasta allí hay unos quince minutos, podemos quedarnos aquí un rato más —encogió sus hombros sin darle mucha importancia—. ¿Estás enfadado?

— NamJoon, ¿a qué juegas? —se encaró, reteniendo lo irritado que estaba, pero a mí no me engañaba, ya podía notar cómo deseaba estampar mi cara contra el suelo y que así me comiera toda la tierra— ¿Qué se supone debías hablar con ella que yo no podía enterarme?

— Jin, no te enfades —chistó—. Agh, este dolor de cabeza me está matando.

— Te jodes.

— Eso no es muy propio de ti.

— No me importa.

— Te enfadaste —suspiré quedando con la cabeza gacha—. No lo hagas aún.

— ¿Qué? —me miró sin comprender otro de mis tantos comentarios que sólo yo llegaba a entender— ¿Qué quieres decir?

— ¿Qué piensas de mí?

— ...

— Contéstame, estoy siendo serio.

— No lo sé.

— ¿No lo sabes? —solté una pequeña risa— Para mí eres algo así como mi salvador —enarcó una ceja—. No bromeo.

— Ya... y como tu salvador, ¿qué he hecho?

— Sé que me vas a decir que por lo de hoy, esto que digo no tiene mucho sentido, pero lo has hecho, aunque lo de esta noche lo necesitaba.

— Entonces no he sido un buen salvador como para que tuvieras que recurrir a ello.

— Claro que sí lo eres, sólo... soy yo. Soy el problema de todo —bajé mi vista a los pies y ahí la dejé posada—. De todo... —repetí lamentándome con cada palabra.

— NamJoon, estás muy raro desde ayer.

— ¿Qué piensas de mí? —volví a insistir.

— Pff... —miró hacia arriba y tardó algunos minutos en contestar— Creo que ya te he dicho que pienso de ti y he sido sincero.

— ¿Nada más aparte de saber que no soy tan malo?

— Bueno..., me gusta estar contigo —lo miré y él hizo lo mismo, sus mejillas se tornaron de un color rosado y sonrió nervioso—. Pero sería mejor si no me hicieras pasar por tantos malos tragos como los de esta noche. Además..., me preocupas.

— Te preocupo... —no pude evitar sonreír, le preocupaba, preocupaba a Jin y, por si fuera poco, le gustaba estar conmigo. ¿Cómo era eso posible? Alguien tan correcto como él pensando en un ser tan asqueroso como yo. Y no era el único, JungKook también lo había hecho pero él no sabía cómo era yo realmente y al descubrirlo dejó de verme de igual forma; aunque no perdí su amistad y eso para mí fue demasiado.

— NamJoon, si algo pasa me lo dirías, ¿verdad? —evité mirarlo y llevé una mano a mi rostro, frotando mis ojos— Sé que lo harás —sentí su mano sobre la mía—. Aparté mi mano de la cara y no pude evitar mirarlo, perderme en esos oscuros ojos que no dejaban de mirarme, estaba completamente embelesado por ellos.

— Jin —pronuncié su nombre en un susurro y la mano que segundos antes estaba en mi rostro ahora estaba en su mejilla. No sabía si había alguien mirándome, pero poco me importaba demasiado—. No quiero que te vayas —me acerqué un poco—, no quiero que me abandones —casi podía sentir esos carnosos labios sobre los míos—, ni que te enfades —elevé mis ojos a los suyos sin perder la cercanía—. Prométeme que no lo harás.

— No lo haré.

Y fue lo que necesité para sentir que podía besarlo, que podía tener un poco de él así fuera lo más mínimo. Me sentiría satisfecho con lo que pudiera ofrecerme pues todo lo que Jin representaba había calado en mi cuerpo de una forma meramente importante; no podría vivir en paz sin él. Deseé que su promesa la cumpliera, que cuando descubriera la oscura verdad no incumpliera sus palabras. ¿Lo haría?

Me separé con tristeza de sus dulces labios, quería más, quedarme así por horas pero no era el momento, y aunque debí aprovechar este inolvidable recuerdo, no lo hice, tendría que vivir con la duda de si volvería a probarlos.

— Deberías ir a trabajar —carraspeó Jin para luego apartar la mirada avergonzado.

— Sí —me levanté y él hizo lo mismo.

Caminamos por las calles en dirección a la cafetería, no quedaba tan lejos así que podíamos ir a nuestro ritmo. Por el camino no hablamos mucho, él desbordaba de timidez y yo nervioso por lo que podría pasar, y más que nada por cómo iba a confesarme... Y no por amor, sino por culpabilidad.

— Cuando despierte... —comenzó a decir— ¿Querrías seguir conociéndome?

— ¿Es eso una confesión? —sonreí de medio lado y me gané un golpe en el brazo por su parte— Sí, me encantaría.

— A mí también —de nuevo esas mejillas ruborizadas haciendo acto de presencia, hablando por él.

— Cogería tu mano ahora, ¿sabes?, pero... —hice un gesto con mi cabeza a las personas que se nos cruzaban. Él rió y soltó un "entiendo".


[...]

El resto de la mañana estuvo lleno de miradas y sonrisas conectadas, nadie diría que en un principio no nos podíamos ver y ahora eso había cambiado. Todo era muy extraño, sobretodo para mí pues nunca me había sentido tan atraído por alguien y mucho menos cuando no lo soportaba en un principio. Si pudiera darle una explicación, diría que terminé por encariñarme, pero me estaría engañando si sólo diera esa respuesta. Jin me gustaba, sí, me gustaba, mi fantasma perseguidor había roto todos mis esquemas y los había reorganizado de una forma que jamás pensé que nadie pudiera hacerlo. Ahora no podía pensar en vivir una vida sin tenerlo a mí lado, me acostumbré demasiado a él; a su presencia y compañía, su voz llenando el silencio que siempre me rodeaba y su cuerpo ocupando mi espacio personal, ese que tanto me molestaba cuando alguien intentaba entrar en él.

Pero a pesar de que todo pareciera maravilloso, no lo era, primeramente Jin estaba en coma; y segundo, me daba miedo hacerle saber la verdad y que terminara por dejarme, que no quisiera verme nunca más.

"¿Cómo haré para que eso no ocurra?"

Al llegar a casa me tiré al sofá, estaba reventado, no había dormido desde ayer. El dolor de cabeza seguía taladrándome y aunque una pastilla me haría sentir mejor no quería levantarme, tan sólo que mi cuerpo no se moviera ni un centímetro y dormir hasta mañana si era necesario.

— NamJoon, estás fatal —algo cansado abrí uno de mis ojos y lo vi a unos pasos de mí.

— Fatal es poco...

— Juguemos a videojuegos ruidosos y violentos cuando algo te haga sentir mal, pero por favor, deja esas noches tan dañinas que no te hacen ningún bien —no pude evitar reír por su oferta tan infantil pero a la vez tan tierna y seria.

— Eso suena bien.

— ¿En serio? —preguntó animado.

— Sí, no estaría mal. Compraré una consola y eso haremos.

— ¡Genial! Me gustan los juegos, aunque no los violentos... pero los jugaré por ti.

— No tienen por qué ser violentos —dije sin dejar de sonreír como bobo—. ¿Cuáles te gustan?

— Me gustan los juegos de Super Mario.—hice un gesto como mi mano y se acercó lo suficiente para que pudiera acariciar su cabeza.

— Comparé una Nintendo —me incliné un poco y besé su frente volviendo a dejarme caer como peso muerto.

— Te traeré una pastilla —antes de que pudiera contestarle o darle una indicación de dónde estaba, ya había desaparecido.

Los minutos pasaban y mis sentidos comenzaban a dormirse, pero me negaba, no hasta que tomara esa pastilla, pastilla que tardaba lo suyo en llegar. ¿Tan difícil era encontrar una simple pastilla para el dolor de cabeza? Con desgana me levanté del sofá, necesité bastante voluntad para hacerlo, mi cuerpo apenas respondía; estaba al límite. Llegué hasta el baño y allí no estaba, miré en el cajón y las pastillas que debía coger estaban intactas.

"¿Dónde se supone que está buscando?"

— ¿Jin? —lo llamé pero no obtuve respuesta. Abrí la puerta de mi habitación y lo vi al fondo de espaldas— Estás aquí. Que sepas que las pastillas las guardo en el baño —silencio, eso es lo que obtuve como respuesta—. Jin...

Se giró lentamente y vi que tenía algo entre sus manos, al verlo mejor me percaté que era un peluche... amarillo. Elevó sus ojos, los cuales estaban cristalizados y levantó el muñeco para que pudiera verlo mejor.

— ¿Q-qué s-significa esto...? —no pude decir nada, tan sólo verlo como se rompía poco a poco por dentro, una lágrima bajó por su mejilla y la secó rápidamente. Ignorando mi presencia, fue hasta mi armario y comenzó a buscar algo.

— ¿Qué ha-haces?

— ¡Busco el papel! —elevó su voz sin poder controlar sus impulsos, tiraba la ropa de dos en dos, desesperado por confirmar la verdad, hasta que dio con la cazadora que llevaba aquel día.

— ¡Deja eso! —corrí hasta él e intenté quitársela pero ya había metido la mano en el bolsillo y sacado el papel que olvidé tirar— ¡Jin, detente! —golpeó mi mano y terminó por leer su interior. Dejé mis brazos caer, ya era demasiado tarde, lo había descubierto, sabía la verdad— L-lo sient-...

— ¡¿Lo siento?! —gritó a centímetros de mi rostro, con los ojos rojos de aguantarse las lágrimas que inevitablemente desbordaban una tras otra— Tú... me... me... —comenzó a respirar dificultosamente, intenté acercarme, calmarle aunque fuera, pero no me dejó— ¡No me toques!

— Jin...

— ¡He estado buscando la causa de mi accidente y la tenía justo a mi lado! —limpió sus lágrimas inútilmente, me tiró el peluche a la cara y el papel al suelo— Aléjate de mí.

Cruzó por mi lado y cuando me giré ya no estaba, había desaparecido.

"¿Es así como pagaré por el daño que he causado?"



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