Capítulo 41
Min YoonGi
Los chicos salieron aún haciendo todo su escándalo, por lo que EunJi rió. Se veía realmente feliz, por lo que sonreí.
— Y bien... ¿Quieres que te pague lo de la apuesta o yo quedo perdonado? — cuestioné con mi típico sarcasmo.
— No seas idiota, obviamente me tienes que pagar — dijo entre risas.
— Uh, pero estoy pobre en estos momentos — murmuré.
Coloqué mi mano en su mejilla derecha y la acerqué a mi rostro.
— No, YoonGi, espera... — susurró. La miré con el ceño fruncido. — Perdón...
— ¿Por qué te disculpas? — pregunté con un tono demasiado brusco.
— Porque lo de los ensayos era una mentira... No me iba a declarar a otro chico, siempre fuiste tú el que ocupaba ese lugar en mi corazón — hizo una pausa y cerró sus ojos. — Lo hice porque estaba demasiado insegura en cuanto a lo que tú sentías y...
La tomé de los hombros y miré su rostro. Sus pestañas abundantes, su nariz respingada, sus labios finos, y ese lunar que se encontraba a un costado de sus labios del lado derecho. Volví a acercar mi rostro al de ella y besé con demasiada dulzura sus labios.
— EunJi, no tienes que disculparte — susurré una vez que nos separamos. — Eh, demonios, ya sabes que no soy nada bueno con las palabras.
Ella sonrió y me miró. Sus ojitos brillaban, transmitiendo toda la felicidad que sentía en esos momentos. Me abrazó.
— Pero no necesitas decir nada en estos momentos — susurró.
— No, no... Sí que necesito decir algo — dije con mi corazón palpitando como loco. — ¿Park EunJi... Serías mi novia? — se separó abruptamente — Ya sé que no es un buen lugar para pedirte algo así, pero...
— ¡Sí! — respondió con lágrimas en sus ojos — Yo soy una de las personas que más te soportan, ¿No? — dijo con una sonrisa.
— Si que lo eres — contesté a lo que había dicho.
— Te quiero, Min YoonGi.
— Yo también me quiero, Park EunJi. — dije con aires de grandeza. La castaña rió y me dió un golpe en mi hombro — ¡Era broma! — le dí un beso en la frente. — Yo también te quiero — susurré.
— ¡¡Ya se lo dijeron!! — gritaron justo afuera de la habitación. — ¡¡Son pareja!!
— ¿¡Es que acaso ustedes no saben lo que es el silencio!? — los reprendió una voz femenina. Reconocí la voz, por lo que supe que se trataba de la enfermera que había sacado a los chicos de la alcoba. — Si siguen sin seguir las reglas, tendré que pedirles que se retiren del hospital.
Ambos reímos; tomé su mano y entrelacé nuestros dedos. No podía pedir nada más. Mi hermana era feliz, tenía unos amigos un tanto extraños, y tenía una novia demasiado linda y comprensiva.
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