— ¡Mira JiMin, un gatito! — grité emocionada.

Siempre he amado a los animales, pero sobre todo a los mínimos. Lamentablemente nunca pude tener uno cuando era más pequeña, puesto que papá era un poco especial con los animales... de hecho, odiaba todo lo relacionado con ellos; y es por eso que en casa sólo podíamos tener un perro como mascota.

— No has cambiado — dijo el pelirrojo con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón del uniforme.

— Sabes que amo a los gatos — dije mientras sonreía. —, pero nunca me dejaron tener uno...

— Ahora podrías tener uno — susurró mi hermano.

Lo miré directamente a los ojos; tenía un brillo lleno de nostalgia. Desvié mi mirada y sonreí con tristeza.

— No lo sé... no quisiera causarle problemas a mamá con una mascota en casa, ya es suficiente carga para ella el tener que trabajar para mantenernos, hermanito.

No era un secreto que nuestros padres se habían divorciado hacía poco tiempo. Mamá se las había visto duras en esos meses, pues ella siempre había tenido que trabajar para poder sobrevivir; eran cuatro bocas las que tenía que alimentar, y cuando papá se marchó de casa, ella cayó en depresión, dejando de trabajar por un mes. Razón por la que el bullying en mi contra había comenzado en el salón.

De igual manera, tampoco era un secreto que JiMin había nacido fuera del matrimonio; pocos meses después de que él nació, nuestros padres se comprometieron. Duraron casados varios años; en realidad papá nunca había valorado a mi madre, y creo que fue mejor el que se separaran.

— No digas eso EunJi. — JiMin posó su mano en mi cabeza y comenzó a acariciar mi cabello. — Sabes que a mamá le encantaría tener una mascota en casa. No vivas en el pasado.

Con sus palabras resonando en mi mente, continuamos nuestro camino al instituto.