Capítulo 2
Con un espectacular retraso: el día 2
Día 2 - Película de terror
Advertencias: N/A
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2-Una pizca de terror no le hace daño a nadie
—Deberíamos hacer un maratón de películas antes de que ustedes dos nos abandonen por el resto de la semana.
Kyle se detiene en sus pasos, ligeramente sobresaltado al ser recibido por las voces de Kenny y Stan hablando al unísono. Se gira lentamente encontrándose con sus dos amigos, sentados cómodamente en el sofá de la sala, con un montón de botanas perfectamente acomodadas en la mesita de centro; algunas de las cuales, si su vista no le falla, están ya imbuidas en sangre. Para él supone. La consideración le haría sonreír, conmovido, de no ser por el pequeño detalle de que están en su departamento, al que no recuerda haberlos invitado y, mucho menos, dado una copia de la llave.
¿Qué diablos estaban haciendo en el departamento?
—¿Qué diablos están haciendo ustedes dos inútiles en mi departamento? —Cartman, que viene tras él, no tiene ningún reparo en darle voz a su pensamiento.
—¿De qué hablas? Ustedes nos invitaron —asegura Kenny pestañeando inocentemente.
—No puedes manipular a un manipulador, Kenneth —Cartman deja caer sus cosas acercándose al rubio con una expresión molesta, pero Kyle no tiene tiempo de unirse al interrogatorio, distrayéndose con el desastre que el brujo deja a sus pies.
Respira hondo, sabiendo que no logrará sacarlo de la discusión que ha empezado con Kenny, y se agacha para recoger las cosas y ponerlas en su lugar correspondiente. ¿Qué le costaba ser un poco más organizado? Francamente, es como si se le olvidara que no vive sólo.
—Lamento que hayamos llegado sin anunciarnos —alza la vista de la tarea que tiene en manos, encontrándose con Stan regalándole una sonrisa apenada—. Pero quiero que quede establecido que fue idea de Kenny.
—¡Soplón! —grita Kenny antes de seguir la perorata que intercambia con el castaño.
—Él abrió la puerta para mí y todo —asegura el moreno alzando sus manos, como si eso fuera suficiente para demostrar que sus palabras son ciertas.
Kyle alza una ceja, deja lo que tiene en manos en su lugar correspondiente y se cruza de brazos.
—A ti —dice lentamente, su voz cargada de sarcasmo—, qué puedes atravesar paredes a voluntad y burlar la mayoría de los hechizos protectores que el paranoico de allí ha colocado —señala a Cartman ignorando su jadeo indignado. —¿A ti él te abrió la puerta?
—¡Ja! ¡Atrapado! —ambos miran a los otros dos, que ríen como niños pequeños cuando un amigo está siendo regañado por su madre, chocando los cinco por haber hablado al mismo tiempo.
—Es una versión perfectamente plausible — Stan se defiende, regresando su atención al vampiro antes de apoyar una mano en la pared a su lado y, como si algo quisiera probar que Kyle tiene razón con su argumento, su mano atraviesa la pared y su cuerpo es arrastrado con ella al otro lado al perder el equilibrio.
Una fuerte carcajada llena el departamento gracias a los otros dos, que se apoyan el uno en el otro para evitar caerse también. Kyle niega, ligeramente exasperado por las payasadas de sus amigos, pero más entretenido que otra cosa. Rápidamente Stan vuelve a atravesar la pared, avergonzado por lo sucedido.
—Ok, ok, basta —protesta caminando hacia los otros dos tratando de que dejen de reírse.
Kyle los deja ser, encaminándose a su habitación para dejar sus cosas y cambiarse de ropa. El olor impregnado en esta está empezando a molestarle y el poco buen humor de la situación anterior desaparece al recordar que es culpa de Cartman que su ropa este arruinada. Gruñe bajo cerrando la puerta tras de sí, lamentándose que tendrá que deshacerse de la prenda, pero pensando en que obligará al brujo a reemplazarla solo porque es su suéter favorito, de su color favorito no más.
Se detiene frente al armario frunciendo el ceño ligeramente. Aunque aún está enojado con el brujo, le preocupa que haya estado tan distraído en el trabajo que estaban realizando esa noche.
Normalmente, cuando Cartman tiene algo en la mente, ya sea que esté dándole vueltas a cómo resolver el asunto a su manera o que esté planeando alguna cosa para hacerle la vida más difícil al vampiro, es capaz de mantener su enfoque en lo que están haciendo. Hoy, sin embargo, todo el día el castaño se la había pasado en las nubes, necesitando que le repita las cosas más veces de la necesaria y fallando en los hechizos más sencillos que tiene a la mano, esos que Kyle está muy seguro puede hacer hasta en sus sueños. Pensándolo bien, el hecho de que ni siquiera había terminado su desayuno o se haya quejado en todo el día que tenía hambre, debió ser alarma más que suficiente de que algo no anda bien.
Sacude la cabeza apartando el pensamiento y decide que lo mejor sería hablarlo más tarde con Cartman. En parte porque no podría dormir en paz hasta saber qué podía ser tan importante como para que su preocupación fuera tan obvia, y en parte porque le preocupa el bienestar del brujo, aunque no se lo vaya a decir en la cara. Además, un pequeño descanso no les caería nada mal, y la idea de un maratón de películas suena a lo mejor que podrían hacer para descansar.
Decidido, saca su pijama de la noche, vistiéndose rápidamente.
Una vez listo, sale de la habitación y regresa a la sala.
—¿Qué es eso que mencionaban antes de un maratón de películas? —pregunta llamando la atención de los demás.
—¡Kyle, hombre! —Kenny abre sus brazos sonriendo ampliamente, señalando ligeramente el único espacio libre que queda en el sillón, junto a Cartman—. Mi buen Stanley aquí y yo pensábamos que podemos, no, ¡debemos! hacer un maratón de clásicos.
—¿Clásicos? —alza una ceja tomando asiento junto a Cartman, que sin mediar palabra le pasa un bol de palomitas. Le sonríe suave en agradecimiento regresando su atención a Kenny.
—De terror por supuesto —el rubio asiente con solemnidad—, es la mejor época del año para ver unas buenas películas de terror.
—Todo el año es la mejor época para ti Kenny —señala Stan, riendo, tratando de llevarse algunas palomitas a la boca, pero cada que lo intenta su mano atraviesa el bol. Eso no le impide seguir intentando.
—Ese no es el punto —rueda los ojos levantándose para recuperar una mochila, que Kyle no había visto reposaba cómodamente tras la mesita de centro, y del interior saca un montón de carátulas—. El punto es, ¿Lo hacemos?
—Contrario a ti, pobretón —Cartman suspira dramáticamente, llenándose la boca de dulces, cosa que le gana un codazo de Kyle por hablar con la boca llena—, nosotros no tenemos algo tan anticuado como un DVD —continúa regresándole el codazo al pelirrojo.
—Contrario a ti, culón —rebate el rubio ignorando sus protestas de que no está gordo—, la modernidad corre por mis venas —su tono medio solemne se rompe por el brillo de diversión en sus ojos al extraer una laptop de la mochila—. Las carátulas solo son para que seleccionemos qué ver primero. Todos sabemos que tu anciano trasero necesita una pizca del pasado para sentirte bien con las maravillas de la tecnología.
—¡Tenemos la misma edad, zopenco! —grita, lanzándole un puñado de palomitas.
—¡Cartman! —protesta Kyle por el desastre, levantándose inmediatamente a limpiar al ver que fueron de las palomitas caramelizadas, y no de las normales, que lanzó.
—Bueno, será una noche interesante —murmura Stan para sí mismo ante el caos que se desata frente a sus ojos, logrando por fin tomar unas cuantas palomitas, comiéndolas alegremente.
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El maratón va tan bien como un maratón de películas de terror puede ir cuando están los cuatro juntos.
Kenny, obviamente, las disfrutó todas, peor, mientras más sangrienta era la elección del momento, más emocionado estaba por la reproducción. Stan, por su parte, al principio se entretuvo con los malos efectos especiales, señalándolos sin reparo alguno cada vez que tenía oportunidad de hacerlo, para el inmenso fastidio de los otros; sin embargo, una vez las películas sobre fantasmas o entidades espectrales fueron propuestas y aprobadas por los otros tres, su buen humor desapareció. Y claro, una que otra película de vampiros no pudo faltar a propuesta de Cartman, que simplemente las sugirió para burlarse de Kyle.
El vampiro probablemente habría caído en la provocación del brujo para iniciar alguna de sus típicas peleas, de hecho, por poco lo hace ante el comentario de Cartman de que los vampiros no son judíos, de no ser porque percibió algo... extraño en la forma que el castaño intentaba provocar una discusión. Como si estuviera tratando de distraerse de algo. Sí, al principio sus palabras estaban cargadas de su malicia usual, pero tras cada película con un tema centrado en la muerte del vampiro villano, sus comentarios perdían la inflexión usual.
Más de una vez a lo largo de la noche Kyle notó cómo el brujo miraba la pantalla con la mirada vacía, sus manos fuertemente apretadas en la tela de sus pantalones, saliendo de su ensimismamiento sólo cuando la película terminaba y cambiaban a otra de la lista. Sin embargo, notando que probablemente era el único que se había dado cuenta, decidió no llamar la atención en el hecho; además, probablemente tenía que ver con lo que sea que lo tuviera actuando tan distraído, pensó, por lo que preferiría tener esa conversación en privado.
En algún punto de la madrugada, Kenny, que había pasado del mueble al suelo para manipular con mayor comodidad la computadora, se queda dormido, apoyado contra la mesita de centro, y Stan se había desvanecido lentamente hace no mucho a hacer lo que sea que hace cuando 'duerme'. Dando la noche por terminada, Kyle apaga el televisor e intenta levantarse para apagar la laptop, pero un peso contra su hombro se lo impide. Sorprendido, baja la vista encontrándose con que Cartman se ha quedado dormido también, y de alguna forma había terminado apoyado contra su costado.
Su primer instinto es despertarlo, probablemente de forma no muy delicada, pero se contiene. Son raros los momentos en que el brujo baja la guardia por completo en compañía, mucho más raros cuándo él está alrededor, pero son rarezas que ha aprendido a apreciar. No piensa admitirlo en voz alta, ni bajo tortura, pero el Cartman relajado es una de sus versiones favoritas del brujo, porque le permite ver un lado del hombre que otros no tienen la oportunidad de presenciar.
Decidido a no perturbar su sueño, intenta acomodarlo del otro lado del sofá con tanta delicadeza como le es posible, sin embargo, sus movimientos se detienen cuando Cartman se remueve balbuceando entre sueños. Pensaría que simplemente está hablando dormido de no ser porque suena estresado, por lo que aparta su cabello notando cómo su rostro se contrae con malestar. Pronto, el castaño se remueve con más brusquedad, lo que le indica que su sueño no es tan pacífico como había asumido al principio.
—Cartman —dice bajo tratando de despertarlo sin despertar también a Kenny—. Cartman —apoya una mano en su hombro, sacudiéndolo ligeramente.
De pronto, Cartman abre los ojos dejando escapar un grito ahogado, apartándose tan bruscamente que cae al suelo con tal fuerza que el vampiro, fugazmente, se sorprende que no haya despertado a Kenny. La sorpresa es reemplazada por preocupación en un instante, al notar que el castaño parece aún no darse cuenta de que ya no está dormido, y baja del sofá arrodillándose frente a él. Sostiene una de sus manos entre las suyas, apretándola.
—Cartman —llama con algo de fuerza, intentando hacerse escuchar—, estás despierto. Estás... era solo un sueño —no sabe qué decir para calmarlo, ignorante de qué diablos sucede, pero su voz parece ser suficiente para espabilar al brujo, cuya atención se centra en él y su respiración acelerada cesa de repente para reiniciar a un ritmo más calmado.
—¿Ya terminó la película? —pregunta el castaño, parpadeando lento, claramente desorientado.
—Hace un rato —responde Kyle frunciendo el ceño ligeramente. Observa a Cartman con atención, cada respiración que toma tratando de disimular que aún está un poco alterado, cómo el color poco a poco regresa a sus mejillas y se duplica cuando los ojos bicolores del hombre caen en sus manos aún unidas.
—¿El final valió la pena? Estaba tan aburrida que no me quedó de otra más que dormirme para ahorrarme la tortura —ríe liberando su mano de un jalón, poniéndose en pie rápidamente.
—Cartman... —empieza el pelirrojo, levantándose despacio.
—Bueno, fue una buena actividad en grupo y todo, pero estoy muerto, y de seguro está por amanecer, así que, tú también te tienes que ir a morir en tu ataúd, judío —continúa como si no lo hubiera escuchado, acomodando los cojines del sofá.
—Cartman —sostiene su codo, deteniéndolo, pero lo suelta casi de inmediato, cuando un destello de pánico se manifiesta en su rostro antes de que el castaño consiga controlar sus facciones—, tu... sueño parecía... si necesitas hablar de ello...
El vampiro se remueve con incomodidad, en el vergonzoso intermedio entre querer confortarlo y no saber cómo hacerlo. Por un momento puede ver algo en el rostro de Cartman, un brillo de algo en sus ojos que no puede identificar, y pareciera que va a decir algo, que va a contarle qué lo tiene tan acongojado, pero su expresión se cierra.
—Ayúdame a llevar a este saco de pulgas a la habitación, lo menos que necesitamos es escucharlo quejarse toda la mañana de que le duele el cuello —dice, su tono seco, dándose la vuelta para ir a su habitación sin darle oportunidad a responder.
Lo mejor, por ahora, es dejarlo ser, se dice. No porque realmente crea que es lo mejor, sino porque sabe que insistir en ese momento sólo haría que Cartman se niegue con fervor a responderle. Si quiere ayudarlo, piensa suspirando con resignación, debe ser un poco más paciente. Camina hacia Kenny y lo carga contra su hombro para llevarlo a la habitación del brujo.
Tiene por seguro, por supuesto, que no piensa dejar que las cosas se queden así. Tarde o temprano va a averiguar qué diablos le pasa a Cartman.
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