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Fyodor Dostoevsky.

Fyodor Dostoevsky, un estudiante de programación quien con un sueldo básico lograba sustentarse comida y un techo. Realmente no había mucho que decir de él, solo que le gustaban los libros, que era un extranjero en Japón, y que le gustaba el ocultismo, y quería invocar un demonio, nada más que un alumno corriente.

Él sabía, y era conciente de que si el más mínimo rumor sobre sus "pasatiempos oscuros" llegase a salir a la luz, quedaría destrozado, lo cual era totalmente estúpido, ¿Qué les importaba de todas formas?
Se había estado preparando por un tiempo, había comprado todo lo necesario, y es que planeaba cumplir sus deseos de una forma u otra, y esa forma, era a través de una invocación.
Fyodor solo necesitaba dinero, mucho dinero, infinito incluso, después de eso, podría vivir una vida grata y con una importante preocupación menos, y estaba totalmente dispuesto a vender su alma por eso, después de todo, estaba seguro que el infierno le guardaba su mejor asiento desde el principio.

Su departamento era pequeño, así que tuvo que ambientar su sala de estar para la ocasión. Cerró las cortinas, prendió velas, y se sentó con un libro a la luz de las mismas, releyó las instrucciones varias veces para no perderse, y luego de unos minutos, comenzó a hablar.
No entendía lo que decía al 100%, sin embargo, confiaba en él libro que encontró en las estanterías de su abuela. Aunque sorprendente, la mujer era muy hábil en las artes oscuras.
Pasaron varios minutos hasta que terminó todo, aún así, nada parecía siquiera ligeramente diferente, y tampoco parecía que hubiese nada o nadie nuevo. Fyodor estaba desilusionado, y se sentía como un tonto que fue estafado por un papel. Sin mucho más remedio, lo repitió 2 veces más, y nada de nada, quizás él era muy malo, o este libro solo era una mierda, quien sabe.
Sin nada más que hacer más que resignarse, se levantó, y dejando todo como estaba, se fue a la cama, ni siquiera estaba preocupado, estaba fastidiado, odiaba las actividades en las que no era bueno.

A la mañana siguiente, tocaba despertarse a las 5:30, pues tenía una facultad a la que ir. Aún frustrado por el acontecimiento de la noche pasada, hizo su pequeña rutina de mañana, y fue a tomarse el tren para llegar a tiempo.
Le fastidiaban los lugares muy llenos como el metro, pero no podía permitirse un auto, así que era lo que le tocaba, eso, o caminar 24 kilómetros a las 7 de la mañana.

Hoy iba inusualmente lleno, y eso desagradaba más al ruso, eso y el sentimiento de las miradas constantes; aún así, había algo distinto, podía sentirlo, había una mirada distinta al resto, que estaba clavada en su cabeza como si de un dardo en un tablero se tratase. Aún tratando de ver quién era el extraño acosador, no consiguió nada de nada, y está vez, más que frustrante era raro, pues la sensación lo acompañó todo el camino.
Una vez por fin llegado a la universidad, se dirigió directamente a su salón designado. Gracias al cielo, la extraña sensación había sesado, se sentía mucho más tranquilo ahora, ¿Quizás solo era un viejo del metro? Aún que la dedicación que había puesto en perseguirlo era admirarle, también era asquerosa, pero era extraño que ni siquiera haya podido verlo. Pero como sea, ya no importaba, ya había pasado y tenía cosas más importantes por las que preocuparse.

Se sentó, y aún no había nadie, ¿Había llegado demasiado temprano? Miro su teléfono, y así parecía, quizás la sensación lo intimidó a tal punto de acelerar su caminata.
Finalmente, de a poco, el lugar se llenó de alumnos, sin embargo, había una cara nueva, una que no registraba, tenía un parche y pelo muy largo para lo que acostumbraban los hombres del lugar, lo cual en lugar de extrañarlo, le parecía hermoso. Alto y de hombros anchos, y ropa que, debía decir, tenía muy buen gusto, era definitivamente su tipo, y no nos equivoquemos, porque Fyodor no era el tipo de persona que se dejaba cautivar tan a la ligera, ¿Qué habrá tenido este hombre de aspecto divino?
Subió, y se sentó a su lado, comenzó a sacar un cuaderno, y una lapicera, no tenía mucho, ojalá necesite algo en la clase para poder prestarselo.
Finalmente, luego de varias miradas disimuladas, el nuevo estudiante se presentó.

Hola, Soy Nikolái.— Un nombre extraño de escuchar por Japón, aunque también era cierto que sus facciones tampoco eran asiáticas.

Fyodor— Le extendió la mano, y automáticamente se golpeó mentalmente, ¿Un saludo tan anticuado? ¿Tan nervioso lo ponía?

Jaja, veo que estás chapado a la antigua, Fyodor.—  Río correspondiendo el saludo —Espero que sepamos llevarnos bien.—

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