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Capítulo 7.2: Amnesia

La ataco verbalmente para no tirármele encima como perro alzado. Creo que hasta mi miembro se puso en alerta sólo con verle esas botas interminables. No sé cómo voy a soportar sin ponerle mis manos encima.

¡Ups! Ahí fue mi mano derecha a su cadera. ¡Juro que se movió sola! Está cobrando vida propia.

Ella me la saca.

Es tan adorable cuando se ofende. Me da mucha ternura. No puedo evitar una sonrisa.

Contonea ese totó divino que tiene. Se me marean todas las ideas. Los ratones sienten náuseas.

Esperamos el ascensor uno junto al otro. La miro de reojo. Está muy enojada.

Me encanta. Me sonrío.

Se abre la puerta y la dejo pasar. Primero agradece y luego se da cuenta que lo hago para mirarle el culito firme que todavía tiene y que está todavía más rellenito y tentador. Quisiera mordisquearlo.

Entro detrás de ella y permanezco muy cerca. Marco el botón de la planta baja y termina mi mano sobre la suya. Ella se queda dura. Se me estruja el pecho y quiero arrinconarla contra los espejos, así como se encuentra, de espaldas a mí y meter mi mano el sus muslos y subirla por debajo de la pollerita.

El ascensor desciende. Se me acelera el pulso y su profundo respirar vez tras vez, infla sus pechos llenos. Me falta el aliento. Todavía detrás de ella y con las manos encimadas, respiro en su cuello y sé que le genero escalofríos porque me mira de reojo. Recuerdo la sensación de mis dedos rozando su piel en el sueño y se me sube un calor que quiero apagar en su boca.

Lentamente retira su mano debajo de la mía y con su codo me hace a un lado. Se gira frente a mí.

—Acá no hay cámaras. No tenemos que fingir que estamos bien —dice entre tímida y acusadora.

—Quedate tranquila que no por esto —rozo su quijada con el dorso de mis dedos arrinconándola—, vamos a estar bien.

El ascensor se detiene. Ofrezco mi brazo para que lo tome y fingiendo su mejor sonrisa salimos esperando una multitud en el lobby.

No hay nadie.

—¡Qué extraño! —dice y realmente lo es.

Mika había hecho correr la bola de que saldríamos juntos esta noche. Los paparazzis nos volvieron locos todo el tiempo y cuando los necesitamos, ni aparecen.

Caminamos como si nada hacia la salida y le tomo la mano para molestarla más. Da resultado porque me la quita disimulando. Le hago un gesto de advertencia y la tomo de la cintura.

Me encanta ver su fastidio.

Esta vez hay gente y no se atreve a mostrarse arisca frente a todos. Caminamos al auto de alquiler que nos tienen listo en la puerta.

—No hay nadie ni en la puerta. ¿Para qué armamos toda esta farsa? —dice.

Abro la puerta del acompañante y la hago entrar al auto. Lo único que me importa es divertirme molestándola y si puedo, sacármela de mi sistema con una sobresosis letal de ella.

Se sienta y la veo en cámara lenta sacudir la cabeza a un lado echándose hacia atrás el rubio y lacio cabello, elevando ambas piernas hasta el interior del habitáculo. La parte que descubre la minifalda hasta las botas dejan apenas una rendija de diez centímetros de ratoneo infernal. Miro hacia otro lado y respiro profundo.

Doy la vuelta al auto y tomo el asiento del conductor aunque lo pongo en modo automático hacia el Bar que nos indicó Mika y que supuestamente estaría lleno de Gametubers.

❤❤❤

Me despierto aturdida en un tren en marcha. Miro por la ventana y está todo a oscuras. ¿Estoy soñando? ¡No! ¿Cómo terminé acá?

Todo me da vueltas. ¿Qué fue lo que hice? Pienso, me esfuerzo. Lo último que recuerdo... ¡Oh no! ¡Tengo que bajarme de éste tren! ¿O detenerlo? ¡Oh, oh! ¡Stefano nos mata!

Corro al maquinista y como me temía, está donde lo dejé. El innombrable durmiendo junto a los controles. Una tablet proyecta muchas ventanas holograficas con lenguajes de programación. Una por sobre las demás reza: "Forward".

¿Por qué terminamos acá? No puedo ordenar mis pensamientos. ¡Ay Dios! ¡Qué par de irresponsables emparejó Stefano! ¡La prensa nos va a aniquilar sin piedad!

¡Ay, ay, ay! No me digas que también... ¡Peleamos toda la noche frente a todos los Gametubers! Siamo fuori della copa!

¡Ay no! ¡Tonta, tonta! ¡Estoy haciendo las cosas que hacía de adolescente! ¡¿Es que no maduré nada?! ¡Dios! Me hace hacer cosas que ¡no quiero ni pensar!

¡Me muero! ¡Ay no! No pude haberle dicho...

—La mejor parte fue cuando me dijiste —recuerda el innombrable que se incorpora sonriente y soñoliento—, que te habías acostado con veinte tipos distintos solamente porque se parecían a mí.

—¡No dije eso! Estás loco.

Sí lo dije. ¡Ay por Dios! El innombrable me lo va a recordar por siempre.

—Y que tenían los ojos, o el pelo, o ¿los dientes? ¡Jaja! ¡Los dientes como los míos!

—¡Hamm! ¡Qué hambre que tenés!

—Eso antes de gritar a los cuatro vientos todo lo que me odiabas. No creo que haya sido muy buena táctica para nuestro cometido.

—¡Cualquieeeeraa! ¡Estás diciendo cualquier cosa! ¡¿Qué sabés?!! ¡Si estabas re-borracho!

—No más que vos.

—Decime, "canchero" —remarco con tono de tener un as en la manga—, si no estabas tan borracho, ¿cómo hicimos para terminar acá? —extiendo mis manos hacia los controles del tren—. ¿A quién se le ocurre secuestrar un tren para ganar una apuesta? —ataco yo ahora.

—¡Ay no! ¿Cómo un tren?—exclama y se sujeta la sien. Mira a su alrededor comprobando algo—. ¡No mientas! Por un momento pensé que ni me acordaba lo que había hecho.

—¿Entonces qué es un vehículo de muchísimas ruedas dividido en vagones para transportar gente? ¿Querés que también haga "chu chuuu"?

—No estamos en un tren —me mira con ojos entrecerrados, intentando contener el evidente dolor de cabeza —, es un subte. La nueva línea subterránea. La inauguran mañana.

—¡Decime! ¡Siempre voy a terminar en problemas cuando esté cerca tuyo?

—Eso quisieras —dice sugerente por lo bajo y lo odio porque tiene razón.

—¡Te advertí que esto de la apuesta iba a terminar muy mal!

—Mientras que nos pagaban todas esas bebidas, parecía una idea divertida. ¿Cuánto tiempo tenemos hasta que empiecen a caer los trabajadores?

—¿Me ves cara de ferroviaria?

Me mira seductor y estoy segura que reprime lo que iba a decir.

—Solamente tenemos que volver a la base y dejar todo como estaba y "aquí no ha pasado nada". Hackeé todas las alarmas y las cámaras de seguridad para que nadie viera lo que hacíamos. Los guardias que podrían habernos visto, fueron los que eludimos al entrar y siempre permanecen en el exterior como todos los demás.

—¡Estuvimos toda la noche dando vueltas en círculo por la ciudad! ¡¿Te pensás que nadie nos escuchó?!

—Está todo fríamente calculado. Durante el hackeo dejé asentada una salida de prueba a cargo de... —Busca en el menú holográfico—, Fritz Lebenshon. Un asesor de muchos años de trabajo solitario en los controles de funcionalidad de los trenes, que se jubila hoy y que se está yendo a Malasia en las próximas horas. Un poco lejos y remoto para que lo ubiquen fácilmente.

—¿Existe ese Fritz? —pregunta demostrando su profundo conocimiento de mis artimañas.

—En los registros, por supuesto. Trabajó fielmente para la compañía, cobraba sus honorarios, faltó sólo dos veces en diez años y nunca se tomó vacaciones. Eso sí, sólo se encargaba de dar el visto final a las formaciones.

—Ese "visto" que nadie sabe que está, pero siempre alguien lo tiene que dar. Bastante lúcido para la borrachera que traías.

—Si hacemos todo como se debe, o bueno, como no se debe, pero correctamente, nadie va a sospechar y no habrá investigación.

Voldemort comienza a manipular su varita de pluma gemela de fénix y envía el tren a su base, mientras nos preparamos para saltar antes de que pare del todo y así correr por los túneles.

—¡Travesura realizada! —dice Voldemort y me resulta muy irónico cuando el menú holografico obedece y se retraen todas las imágenes al proyector de la tablet. Un circulito de poco menos de centímetro y medio al lado de la lente de la cámara.

Me recuerda cuántos gustos compartimos. Siempre amamos a Harry Potter.

Deja el sistema con apagado automático y corremos al último vagón. Todas las puertas estarán destrabadas hasta que la formación llegue a la base y se apague todo el sistema.

Salta del tren todavía en movimiento y me anima a seguirlo. Me agarra un ataque de risa y no puedo lanzarme.

—¡Canela! —grita en susurros— Dai! Si te quedás arriba se cierran las puertas y no vas a saber abrirlas. Capaz saltan las alarmas—. Me causa más gracia y me tiro tan mal que trastabillo y me caigo sobre él.

—¡Aww! —se queja.

Cayó entre tablas, rieles y algunos cantos rodados.

Me río con más ganas. Él también se ríe. Se levanta apurado y rengueando, corre tomándome de la mano.

Me tropiezo varias veces por la risa y tengo que parar a juntar fuerza porque no puedo seguir.

Por fin llegamos a la salida donde Milho destrabó las puertas con cerradura electrónica y eludimos a los guardias que parecen dormidos más que vigilando, porque jamás van a suponer —eso espero—, que en una ciudad tranquila como Colonia, un par de descerebrados intentaron —y lo consiguieron—, pasear en un subterráneo, ¡secuestrándolo!

Miro la hora y son las 4:52 AM. Caminar junto a Milho en paz me trae recuerdos de una época en la que reíamos, corríamos, peleábamos, nos cuidábamos sobre todo... Me cuidaba... jamás habría permitido que me criticase nadie y mucho menos como dejó que lo hicieran en la red mundial los últimos años.

—Esto es un desastre —No quiero arruinar el momento y me distraigo con otro pensamiento—. Si no es porque nos atrapan a la salida, va a ser porque los fans fueron testigos de nuestras peleas. Stefano va a perder a los inversionistas y yo voy a quedar despedida. ¡Y a mi me encanta trabajar con Stefano! Le voy a tener que hacer un favor muy, muy grande para que olvide esta catástrofe.

Voldemort me mira receloso.

❤️❤️❤️

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