Capítulo 13.2: Trabajo
Cada mañana Milho se levanta del sillón del hall y espera un saludo que no le doy porque no hay periodistas que lo atestigüen. Y cada mañana le rompo el corazón y se resquebraja un poquito más mi coraza.
Porque no se rinde y a la tarde vuelve a intentar caminar a mi lado, pero sigo al estacionamiento sin detenerme y lo dejo estacado con la mirada perdida y los ojos cansados.
Y es que quisiera simular que todo está bien, pero somos fuego y estopa, y el tano es donde está puesto mi foco ahora. No quiero que volvamos a lo que pasó en la feria.
Pero sus ojos cada mañana y la desazón de cada tarde terminan de minar mi resistencia. Y entonces comienzo a saludarlo, y luego a hacer comentarios sobre el clima. O simplemente caminar en silencio uno junto al otro, sin apresurarme a perder sus pasos.
—Pensé que sería la primera en llegar. Vine más temprano —me sorprendo cuando mi rutina ya no es simplemente, pasarlo de largo.
—Lo fuiste. Yo siempre estoy atrás tuyo.
Lo miro y contengo la comisura de mis labios que quieren curvarse hacia arriba... Y es que éstas indirectas son las que en un primer momento pretendía evitar.
Lo extrañé. ¡Dios! ¡Cómo lo extrañé!
Y a fuerza de insistencia es que olvido mi recato. Charlamos de todo y de nada. Nuestros ojos hablan más que las palabras. Sonríen solamente por la compañía.
Pasamos muchas noches a solas diseñando y probando. Volcados sobre el tablero chocando cabezas, rozando brazos, sonriéndonos, resistiendo hormigueos, dormitando en los mullidos sillones y hasta llegamos a ver el amanecer elevándose en el río desde la comodidad de la oficina, mientras sorbemos un chocolate caliente.
Nuestros personajes tienen el carácter de ánimo y apariencia que habíamos predefinido y nos sentimos satisfechos con los resultados.
En los descansos cada uno aprovecha para seguir su partida de Dioses y guerreros.
Con el tano parecemos sincronizados. Cada vez que yo entro, él también lo hace al instante o apenas acaba de ingresar.
Milho me llena los ojos, y el tano me llena el alma. Se preocupa por mí y está pendiente de todo. De mi tono de voz, de mis comentarios. Algo que reproché abiertamente a Milho no haber hecho por mí, él lo hace sin conocerme. Siempre insiste en ello. Dice que sólo tengo que mencionarlo y corre a donde quiera que esté para verme. Pero le mentí tanto sobre mi identidad que no sé qué pensará al reconocerme. Y siempre está la duda de si me traicionaría. Pero luego me lo imagino abrazándome con su metro noventa de altura. ¿Sería cómodo besarlo?
—¿Te acordás el árbol de Tanti donde marcábamos nuestra altura?
—Sí, estuve revisando ese árbol cuando fui el mes pasado —dice y me mira con rostro ilusionado.
—¿En serio?
—¡Éramos altísimos a los nueve años!
Reímos.
—¿Siguió creciendo el árbol?
—Creo que todavía no alcanzo a la marca de los doce —ironiza.
—Jajaja, qué frustración año tras año creyendo que no crecíamos más que unos milímetros.
—Creíamos que todo el mundo se regía por subjetividades y nosotros éramos los únicos con la data empírica que demostraba que crecíamos muy poco.
—¡Qué pánfilos! ¡Mirá que teníamos tablas, puertas, postes, de todo para medirnos y nos íbamos a medir en la única cosa que crecía a la par nuestra!
—¿Te acordás la tentación de Indio cuando supo que nos medíamos con el árbol y trataba de explicarnos por qué teníamos que usar otra cosa?
—Se enteró todo el barrio y después nos ofrecían lugares para dejar nuestra marca. No me causaba ninguna gracia. Parecía que fuéramos perritos retrasados a los que les daban permiso para mear en su territorio por lástima.
—Jajaja. Pero fue muy gracioso que no pudiéramos entender por qué el árbol era distinto a un poste si siempre lo veíamos de la misma altura.
—¡Se me acaba de ocurrir una idea para usar algo así en uno de los acertijos!
—Me encanta cuando partes de nuestra historia terminan volcadas a nuestro trabajo.
—¿Cuánto medís? —se me escapa un tiempo después, sin meditarlo siquiera.
Estamos tomando un descanso uno junto al otro y yo había vuelto a mis cavilaciones sobre la altura del tano. Había desviado la mirada del río para estirar hacia atrás mi cuello simulando recibir un beso de él.
—¿Por? —pregunta Milho suspendiendo frente a su boca el café con leche que disfrutaba un segundo atrás con la mirada perdida en el horizonte.
Se me atora mi café y empiezo a toser. Dejo mi capuchino en la mesa ratona a mi espalda y tomo una galletita para disimular el bochorno que me sube al rostro.
—Digo... no sé si creciste mucho más desde la secundaria.
Miro al río donde cruzan veleros y barcos.
—En el colegio medía un metro ochenta y cinco cuando me fui a Europa.
Es cinco centímetros más bajo que...
—Pero hace poco me pesé en una de esas balanzas que te miden la altura y me dio un metro ochenta y ocho.
Ah... seguramente besar al tano sería como cuando Milho agacha levemente su boca acercándose...
Tengo que dejar de pensar en besos.
👔👔👔
Canela interrumpe mis pensamientos, y mi café, preguntándome sobre mi altura. Me pregunto qué pasa con mi altura últimamente. Es evidente que sus pensamientos el día de hoy rondan el tema de la altura. Pero cuando enlaza el tema con el de la amistad virtual es cuando comienzan a carcomer mis celos.
—¿Y tu amiga virtual? —pregunta y me sorprende—. ¡Digo! Porque no fue al final aquella vez. ¿Pudiste encontrarte con ella?
—No, volvió con su ex.
Puedo ver por dónde van sus pensamientos y un fuego rabioso me sube al rostro.
Me pego al vidrio frío para que no vea la reacción de mi cuerpo.
—Claro, sí. ¡Cierto!
—¿Vos sí te vas a encontrar con el tuyo? —preguntan mis inseguridades hablando por mí.
—Él quiere conocerme.
Otra punzada de celos se me clava en el estómago esta vez.
—¿Y vos? —le pregunto.
—¿Yo?... Sí, alguna vez me gustaría conocerlo. Son tantos años. Somos amigos ¿sabías?
Sí, claro... yo también soy amigo de Cinnamon18...
—¿A quién? —pregunta Mica que viene entrando a la cocina con Matu.
—A mi amigo virtual —responde Cane.
Matu y Mica se miran cómplices de no sé qué. Desde que andan juntos son insoportables. ¿Así de empalagosos seríamos con Canela?...
Sí y más, seguramente.
—¿Por qué no se mandan fotos de una buena vez?
—Nooo, sabe demasiado de mí y quiero verlo a la cara antes de confiarle mi identidad —dice Cane.
—Yo quiero darle la sorpresa cuando nos encontremos. Me imagino la cara que va a poner. ¡Bueno! Me imagino la cara del avatar.
Todos se ríen pero yo tengo un nudo de celos que se sigue enrollando y creciendo.
—Yo sí me imagino la cara que van a poner —dice Mica.
—A Cane se le ocurrió una idea muy buena para los acertijos del templo suspendido. Basada en una anécdota nuestra —intento dejar sentado que tenemos más historia que con ningún otro.
—¿Ya no es más la viborita venenosa eh? —me reprocha Matu por lo bajo.
—No, desde la feria ya no.
—Bien por vos.
—Éste fin de semana vamos a preparar las reuniones con los inversores del interior y la participación en la ComicCon de Córdoba. ¿Ya tienen los disfraces que van a usar o se los tenemos que preparar nosotros? —pregunta Mica y se arrepiente—. ¡No! Los disfraces de ambos me los dejan a mí, ¿entendido? Es parte de la imagen del nuevo proyecto. —Mira con decisión a Matu que levanta las manos en rendición.
—Por mí, hacé lo que quieras. A vos te sale bien lo de manejar la imagen y publicidad. Sabés que voy a estar de acuerdo en lo que decidas.
—Por suerte, esta vez, Stefano se va a encargar solo de las reuniones con los inversores y va a poner la cara con los periodistas. No tenía ganas de ir a fingirle a todo el mundo que...
Casi lo digo. Iba a sonar como si me molestara que digan que estoy con Canela.
—Es cierto, decilo. Yo pienso igual. Es ridículo lo que nos hacen sugerir —concuerda ella y la mira acusadora a Mica.
—Bah, chicos. No se estresen. Éste finde descansen. No va a haber nadie en la ciudad. Ni Pablo ni Damián van a estar para molestarlos tampoco.
—¿Por? —pregunta Cane.
—Damián se desaparece con su chica todos los fines de semana—contesta Mica con una serie de detalles impensados para una pregunta de una palabra—. Así que también nos vamos el fin de semana con Matu y los nenes. Aprovechamos que tenemos que ir a preparar la convención en Córdoba y salimos antes para pasear por San Luis. Pablo se coló con nosotros y lo invitó a Stefano que adelanta el viaje al fin de semana también. Nunca recorrió más allá de los destinos clásicos de los extranjeros.
—Ya conocía Cataratas del Iguazú desde hace muchos años, al Glaciar Perito Moreno fue hace dos años a tomar whisky en las rocas con el hielo del glaciar y también fue a esquiar a Bariloche. El año pasado fue a avistar ballenas a Península de Valdés. Y éste año ya pasó por Jujuy y Salta a ver la montaña de siete colores —detalla Cane.
—¡Bah! A todos lados menos a San Luis, así que van a estar completa y solitariamente solos (valga la redundancia). Pueden aprovechar a hacer lo que quieran.
Su insistencia me resulta sospechosa. Matu se hace el distraído. No sé qué traman, pero evidentemente es sobre Cane y yo a solas... y quisiera caer en esa trampa, pero me siento culpable.
⭐️⭐️⭐️
¡¡¡Hola amigos!!!
¡Espero que no los esté llevando al borde de la desesperación estos dos!
Rara esta letra que salió ¿no?
Debe ser desde donde copié el texto.
En fin. Les quería decir que disculpen que no estoy poniendo imágenes como solía en las primeros dos libros. En algún momento que no esté tan complicada de tiempo con la escritura de otra novela, les prometo que actualizo con imágenes ¡como se debe!
¿Las extrañan?
¡Abrazo!
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