Capítulo 10.1: La guerra y la paz
Caminamos a un restaurante cercano en grupo. Tengo que bancarme al infeliz abusador de Stef-ano. Por suerte Pablo lo mantiene alejado de mí y de Canela sobre todo.
En cuanto me diga "A" le rompo la cara. ¿Cómo Canela puede caer tan bajo por algo tan... tan... inocente y después comportarse como si nada?
Pablo se me acerca.
—¡Está que me lo como crudo! Con la edad se pone cada vez mejor.
—No hay poder en esta Tierra que haga que me guste un idiota tan importante...
—Importante ¿por importante, o por importante?
—Porque es el rey de los idiotas. El más importante de todos. Hablando de la realeza. ¿Cómo la ves a la reina de la ponzoña?
—Pero yo nunca dejé de verla. Ayy! ¡Está divina como siempre! Aunque creo que nunca le caí bien. Yo creo que siempre supo lo nuestro.
—¡Pablitaaa! —le advierto con el tono. Ya sabe que Canela lo llama así y le encanta saber que me celaba con él.
—¡Ay! Bueno... lo que me hubiera encantado que fuera nuestro. Pero... la pregunta es ¿cómo la ves vos?
¿Cómo la veo?... La veo hermosa, increíble... Increíblemente tejedora. Te enreda en esas redes que arma.
¡Tengo un matete en la cabeza! Estoy muy confundido. Se suponía que teniendo sexo con esa brujita tentadora se me pasaría el metejón. Bueno, yo suponía... Pero cuanto más tiempo pasa, más ansioso me pongo por sentarme a su lado, por caminar junto a ella, por tomarla de la cintura. Me siento posesivo y no quiero que nadie se atreva siquiera a mirarla. Ya sé que para ella fui un desliz. ¡¿Qué digo?! Si para mí no lo fue también, entonces fue un desvío premeditado. Tal vez porque había tomado de más. ¡No quiero pensar en cuántas veces estuvo en esa situación con alguien más!
No puedo creer que tan livianamente se acostara con su jefe. Ella no necesita eso. Es demasiado inteligente. No podría haber formado su carrera de esa manera. No lo creo. Pero no la entiendo para nada.
Canela camina delante de mí con Mika y sus hijos. Le quedan tan bien los bebés. Le haría un par. ¡¿Cómo pienso esas cosas?!
Su culito se bambolea de un lado a otro y me vuelve loco. No puedo pensar con claridad. Sólo maquino y maquino, rompiéndome la cabeza para idear algo que inventar para volver a estar solos.
Se nos acaba el tiempo, aunque en Buenos Aires tendremos mucho trabajo juntos. Si no lo mato a Stef-grano antes y me echan del proyecto.
Me paso todo el almuerzo pensativo observando a Canela como se maneja sin remordimiento alguno. Parece no guardar ningún arrepentimiento sobre lo que le hizo a nuestra relación. Por más que intento restarle dramatismo, minimizar los hechos, no puedo porque, en definitiva, dolió demasiado. Al mismo tiempo, cada vez estoy más convencido de que no hay nada cerrado entre nosotros y que algún día tendrá que ocurrir.
Pablo sigue sacando fotos.
En medio de la comida interrumpe nuestra armonía Santiago Riera, e incomoda a Canela con sus preguntas.
—Stefano, ¿es cierto que como Canela no logró nada con Milho, recién ahí acudió por tus favores?
¡Ahh! Yo lo mato.
Me levanto de un envión.
—Signore, ci siamo almorzando. Tute le domande nella conferenza di oggi.
No lo mando a la mierda porque me frenan todos con la mirada. Este degenerado de Stef-grano tampoco niega nada. No es capaz de ubicarlo inmediatamente para no dañar la imagen de Cane. ¡Ay! ¡¿Desde cuándo es Cane de vuelta?! Igual es cierto que la imagen de mujer recatada de ella está por el suelo desde hace años. ¡Pero no la ayuda ni un poco! ¡Al menos yo no me la doy de querer ayudarla!
Que no se le ocurra decirme ni pío porque lo surto a golpes.
Canela revolea los ojos y se la ve furiosa, pero no dice una palabra. ¿Desde cuándo se puso tan sumisa con gente tan desagradable?
Apuesto a que Stefano la tiene atada de pies y manos para que no se pelee con la prensa.
La próxima de Santiago Riera no la voy a soportar. ¡No me la pienso bancar!
En el postre pido un milhojas pero no tienen dulce de leche. Si no es de dulce de leche, que no sea. Indignado comí un flan, sin dulce de leche, pero con crema.
Terminamos el almuerzo y volvemos caminando. Stef-grano se le acerca a Canela y la abraza mientras camina.
Un fuego me sube al rostro y la insensatez se apodera de mi cuerpo. Me apresuro a su lado y la abrazo también atrayéndola hacia mí.
—Stef-la-afano —digo.
—Come?
—Stefano...
—Sí, sí, avanti, avanti.
Cane me mira desconcertada.
—No te preocupes que no te va a apurar si estás conmigo —le aseguro.
Me mira con sorna.
—¿Quién me apura?
Pongo mi mano en su cadera y ella me la saca. La miro de reojo. ¿Puede ser más linda que antes? Sus rasgos maduraron un poco y luce más... ardiente.
Los ascensores y pasillos separan nuestro grupo. Me recuerda las primeras etapas del juego virtual. Salvo que en vez de Cinnamon18 yo sigo a Canela, pues compartimos el rumbo. ¿Cómo estará mi dulce Cinnamon? Tengo que encontrarla en el juego. El recorrido me devuelve a la realidad.
El viaje en el ascensor es una tortura. Juro que me cae una gota de transpiración por la sien.
Los recuerdos de lo que empezamos aquí se exacerban. Nos miramos de reojo y se incomoda.
—Hoy estoy bien sobria. Ni lo pienses —amenaza.
—¿Estás insinuando que me aproveché de vos? —digo un poco a la defensiva, reconozco.
—Sólo digo que ahora puedo pensar con claridad.
—Bien, entonces yo también.
—Perfecto.
—Perfecto.
El aire se corta con tijera.
Caminamos y cada uno entra a su cuarto. Quiero volverme y dirigirme al suyo...
Mejor intento encontrar a Cinnamon.
👔👔👔
La conferencia es un caos. Canela se levanta ofendida claramente. Santiago Riera se la pasó evitando el tópico de nuestros juegos para hablar de nuestra vida sentimental. Por supuesto siempre atacando a Canela. Ahora todos los periodistas ríen y cuchichean. Me levanto y veo al asistente de Santiago manipular la presentación que estaba dando.
Cuando giro entiendo por qué Canela se fue. Nuevamente la imagen de ella hace ocho años, en pantalla gigante y en loop de cámara lenta, dando una imagen lastimosa de una mujer agotada por largas horas de viaje en avión y falta de sueño que cae a mis pies. Por primera vez en mucho tiempo me veo. Mi cara impiadosa la mira con desprecio. Me doy vergüenza de mí mismo.
La toma vuelve a su cara. Lloraba pidiendo angustiosamente que la escuchara.
Se me estruja el corazón.
En ese momento estaba agobiado por los periodistas y no la escuchaba. Su mano retenía mi pie y yo avancé sin notarla. Al sentir la resistencia, saco de mi bolsillo unos euros y se los arrojo.
Se me hace un nudo en el estómago.
Los billetes caen en cámara lenta sobre su rostro mojado y la obligan a cerrar los ojos. Implora que la escuche y yo sigo camino rodeado de cámaras y periodistas.
Toda la concurrencia se lamenta y me juzga. Me lo merezco. ¡Quisiera pegarme patadas en el culo a mí mismo!
Siempre evité mirar ese video detenidamente. Lo vi completo, sí, aunque de a porciones. De esa forma no tenía el mismo efecto. Nunca dimensioné mis actos de ese día y lo que ella pudo haber sentido, hasta hoy.
Me levanto de la conferencia dejando a todos plantados como Canela y me dirijo tras ella.
Todo es un escándalo. Espero encontrarla en el estacionamiento. No sé qué decirle. Nunca había visto aquella expresión tan claramente como hoy. Seguramente fue Santiago quien una vez más quiso mofarse de Canela.
Me siguen algunos más a los que no presto atención. Intentan decirme algo pero estoy enceguecido. No veo a Canela.
En el estacionamiento me acerco a un grupito que se ríe. Es Santiago y su asistente con más gente.
Me abalanzo encima.
—¡Fuiste vos!
—Fue una broma Mil...
No terminó de hablar porque lo arrebaté en el aire. Los amigos intentaron separarme, pero no podían sacármelo.
Pablo agarra a uno de ellos y le mete una trompada.
Dos de sus amigos me sujetan y Santiago me golpea en el estómago.
No sé de dónde sale Canela y se le trepa a Santiago. Me deshago de uno de ellos de un rodillazo y arrebato al otro de una piña.
Stefano la saca de encima del reportero y Santiago se me viene al humo. Le lanzo una piña y Stefano se interpone. Puedo refrenarme, dudo, se la encesto en el ojo derecho. A Stefano.
La próxima vez le voy a recordar que no es de hombres extorsionar a las mujeres para que acepten tener sexo.
Pablo abraza a Stefano que no entiende nada y se lo lleva. Canela le pega una piña en el estómago a Santiago y luego una patada en los huevos que lo deja sin aliento, retorciéndose en el piso. Lo compadezco por un momento. Mika se la lleva.
Alguien llama a la policía y corremos todos a nuestros autos.
En el revuelo Mika y Matu se van juntos por un lado, Canela y yo por el nuestro. El resto... a quién le importa, yo estoy con ella.
❤️❤️❤️
Holaaaaa!!
Estoy en Mar de Ajó, el lugar con el naufragio que me inspiró a escribir mi primera historia y mis libros ya están siendo ofrecidos en un lugar dedicado al arte!!
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