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8. Kinn

—El embarazo marcha bien, entramos en la semana siete y hay ciertas indicaciones que deben tener en consideración. —El colega que el doctor Top les recomendó, informó con serenidad a Porsche. Mientras que, Kinn no despegaba la vista del monitor, trataba de descifrar cómo esa manchita en la pantalla podía despertar un sentimiento tan intenso en él. Incluso, mucho antes de que lo supiera.

Kinn quiso reírse porque finalmente entendía el comportamiento de su lobo, esa necesidad de mantener a Porsche en la mansión y también lejos de cualquier peligro. Era su lobo respondiendo a esa manchita, al llamado de su futuro cachorro. Tuvo que contenerse por su propio bien, no deseaba que Porsche se enfadara y lo pateara fuera del consultorio. Sabía del esfuerzo que el omega hacía; no pretendía cansarlo u ofuscarlo, sino lo contrario.

Porque quería permanecer a su lado; por esa misma razón, abandonó la mansión. Fue sincero, buscaba un nuevo inicio con Porsche y ciertamente estaba dispuesto a renunciar a todo por esa oportunidad. Así que, no dudó en ignorar las llamadas de su padre y ordenar ciento de veces a sus guardaespaldas mantenerse lejos de la vista de Porsche. Sospechaba que, si él los divisaba, lo obligaría a regresar. A lo que claramente se negaría, salvo que lo hiciera con él.

— ¿Tienen otra duda o comentario? —Ambos negaron, Porsche se apuró en agradecer y en insistir lo cuidadoso que sería con las instrucciones dadas. Por su lado, Kinn también agradecía de que el colega del doctor Top fuese un beta de edad mayor y no uno joven. Porque no lo soportaría, otro efecto que buscaba echarle la culpa a su lobo.

—Volveremos el quince. —Porsche prometió, se despidió del doctor junto con Kinn. El alfa fue quien recibió la ecografía con una enorme sonrisa, lo que sucedía era real. Los dos iban a ser padres, tenían una gran responsabilidad sobre sus hombros.

Kinn lo entendía; y a pesar de que admiraba a su padre por cómo los crío, esperaba ser diferente. Mejor. Y en el momento que divisó a su cachorro en el monitor, se lo prometió. No cometería los mismos errores, estaría presente en su vida y buscaría siempre impulsar a sus sueños. No quería que fuera aplastado, que se sintiera atrapado o roto como sus hermanos y él se sentían en gran parte de sus vidas.

"¿Podremos ser libres? ¿Podremos ser dueños de nosotros mismos, de nuestras vidas?", Kinn suspiró pesadamente. Debía ser realista, su hijo no sería ajeno al caos que le rodeaba. No si su padre era el sucesor del clan Theerapanyakul.

El anillo que tanto poder le daba también lo condenaba a él y a quienes amaba.

"A menos que los alejara. No, no era opción".

— ¿Qué ocurre? —Porsche fue directo. Notó los cambios de humor en Kinn. Ahora el alfa lucía apagado, pensativo y hasta perdido.

—Estaba pensando en nuestro hijo, en lo que recaerá sobre sus hombros. —Kinn susurró con cuidado, no quería darle otra razón para que Porsche lo dejara. Aún temía que no bastara sus palabras o pobres intentos; después de todo, existía una larga lista de razones que fácilmente Porsche era libre de usar para abandonarlo y no volver a su vida.

— ¿Crees que no podrá?

—Creo que no lo merece. Nadie, sinceramente. —Una sonrisa amarga se le escapó al alfa, ahora sentía mucha culpa. Aprender a vivir con un arma en la mano para evitar que te maten no era una lección que un buen padre le da a su hijo. —. Así que, no sé si quiera que nuestro hijo lleve la misma vida que yo.

—No es tan mala tu vida, Kinn. —Porsche tomó la mano de Kinn, él también lo había pensado. El mundo de Kinn estaba rodeado de peligros, los mismos de que su cachorro tendría que lidiar. Aquello fue lo primero que le preocupó cuando se decidió continuar con su embarazo; sin embargo, no fue suficiente para que se detractara. Porque además de peligros en la vida de su pareja también estaba el amor y lealtad de muchos; empezando con sus hermanos y acabando con sus propios guardaespaldas. —. No siempre que mantengas a las personas correctas en ella.

—Suelo ser un poco torpe en el intento de mantenerlas.

— ¿Solo un poco? —Ambos rieron, Porsche acarició la mano del alfa y suspiró. Kinn es esforzaba al igual que él, las dudas aún latían. Pero apenas resonaban por su cabeza, la atención y sinceridad en las palabras de Kinn convencían a su corazón de que esta oportunidad que se daban tendría un final mejor.

Llevaban más de dos semanas viviendo juntos en la casa de Porsche, y aquello había preocupado al omega. No había lujos ni sirvientes que atendieran a Kinn como él acostumbraba, tampoco la basta seguridad de la mansión. Porsche le propuso al alfa que regresara, que no se enojaría si lo hiciera. Pero toda vez Kinn se negaba, respondiendo que su vida era mejor al tenerlo a su lado.

Y Porsche le creía, su felicidad era genuina.

Sus sonrisas se triplicaron más de lo habitual.

—Te amo, Porsche. Quiero que sepas que...

Porsche interrumpió con un beso en la mejilla del alfa, no quería que se siguiera atormentando. —Ya no es necesario que lo repitas, Kinn. Lo sé, no nos quieres perder y así será. Permaneceremos a tu lado; no el de la primera o segunda familia, sino en el tuyo.

Kinn quiso devolverle el beso al omega, pero lo esquivó con rapidez. Ese simple gesto hizo muy feliz al alfa porque Porsche volvía a jugar con él, a ser el de antes.

Su corazón brincó ilusionado.

—Si quieres que te bese, debes darte un baño o acabarás vomitado. —Kinn frunció el ceño y Porsche se apuró en aclarar su condición. —. El perfume que usas es demasiado fuerte, no lo soporto.

—Antes te gustaba.

—Antes, ahora soy más exigente. —El omega le guiñó, Kinn se emocionó más y no tardó en obedecer.

Para cuando salió, Kinn se encontró con el omega vistiendo solo su pantalón de pijama y echado en la cama. Las ventanas estaban cerradas y la puerta también, el dulce aroma de Porsche se sentía en toda la habitación. Ese ligero y adictivo cambio en el aroma del omega lo enloquecía, perdía el control de sus emociones. Y no se quejaba, sus deseos por tocarlo y besarlo solo se intensificaban.

Tanto que Kinn corrió a sus brazos, Porsche sonrió y acarició sus cabellos mojados. —Te enfermarás si duermes así.

—Entonces no durmamos, la noche es larga y Porchay se quedó en casa de uno de sus amigos. —Kinn sugirió, alzando el rostro hacia el omega. Quería besarlo e iba hacerlo, se animó a sí mismo. Junto sus labios con los de Porsche, empezando un beso lento. Extrañó tanto sentir sus labios, ese cálido aliento. Que fue adueñándose de la boca del omega, de su omega.

Volvía a ser suyo, y esta vez no lo perdería.

— ¿Qué... dices? —Kinn preguntó en medio del beso, mientras una de sus manos tocaba el pecho desnudo de Porsche. No quería detenerse, no cuando deseaba tanto a su omega.

Pero Porsche quería molestarlo, así que se cortó el beso y se escapó de los brazos de Kinn. El alfa gruñó y fue por él, no a tiempo. Porsche consiguió conectar la secadora, lo que hizo gruñir nuevamente a Kinn.

—A la cama. —Porsche ordenó y Kinn obedeció. El alfa se sentó en el filo de la cama, el omega lo siguió y prendió la secadora. Le gustaba esta faceta de Kinn, era divertido observar esos pucheritos que hacía con la boca. —. Eres un buen chico.

—Lo soy. —Kinn reconoció, siguiendo el juego de su omega. —. ¿Recibiré alguna recompensa por mi obediencia?

— ¿Recompensa? ¿Acaso tú nos dabas alguna recompensa?

—A muchos sí, vacaciones -por ejemplo.

—A mí no, me tenías esclavizado. —Porsche alegó ciertamente indignado.

—Lo merecías. ¿O ya olvidaste tus travesuras?

—Tal vez. —Los dos se sonrieron, Kinn miró el rostro concentrado de su omega y admiró en silencio a la dedicación con la que Porsche secaba sus cabellos. Lo hacía sentir tan amado y consentido, volvía a ser ese niño al que su madre le narraba algún cuento mientras le secaba los cabellos.

Era feliz, muy feliz.

Kinn abrazó por la cintura a Porsche, pegó su rostro al vientre de su omega y sonrió recordando que serían tres muy pronto. No podía ser más feliz, soltó un enorme suspiro y cerró los ojos disfrutando de la atención de su omega. Se sentía tan bien, tan agradecido de tenerlo. Le dio sentido a su vida, y ahora una razón más para seguir.

Nunca más dejaría que Porsche se fuera.

Lo amaba demasiado.

Porsche dejó un beso en su cabeza, era correspondido. 

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