37. Pete
Pete sonrió ampliamente al divisar a Macao en la entrada de la mansión.
Macao llevaba puesto su uniforme, cargaba su mochila y un maletín, su presencia resultaba igual de intimidante que la de Vegas. Los guardaespaldas de la primera familia lo reverenciaban con sumo respeto, pese al recelo que sentían. Él no les prestaba atención, su aparente dureza era reemplazada por una tímida felicidad. Pete lo estaba abrazando, el dulce aroma del omega reflejaba su felicidad de tenerlo en casa. Que el lastimado corazón de Macao pudo experimentar una calidez tan embriagadora, haciéndolo ronronear como un gatito en los brazos de Pete.
El omega acariciaba los cabellos de Macao con una mano y con la otra mantenía el abrazo, disfrutando que el hermanito de su alfa se dejara consentir. Porque silenciosamente había sido de sus anhelos, tal vez desde su primer año como guardaespaldas. Él tuvo la triste oportunidad de encontrar a Macao llorando en un rincón del invernadero que la primera familia tenía. Le habían roto el corazón, el supuesto amor con el que Khun Korn entregó los obsequios a sus hijos fue el responsable de herir a un Macao acostumbrado a recibir regaños o miradas de decepción de su padre. Que la fiesta occidental que reunió a Los Theerapanyakul, a capricho del señorito Khun, se arruinó. Al instinto de Pete no le importó las rabietas de su jefe esa vez, sino hallar a ese pequeño que lo acusaban de ser malvado.
Pete recuerda la frustración de esa noche, el estado vulnerable de ese pequeño Macao. Ambos eran dos extraños para el otro, tuvo que resignarse a solo acompañarlo en silencio y en las sombras, esperar que calmara por sí mismo ese desgarrador llanto y avisar a sus guardaespaldas que lo había encontrado. Hubiera querido envolverlo en sus brazos, consolarlo con los arrullos que su abuela le cantaba en los días de lluvia y tal vez regalarle una de las hermosas rosas que su jefe cultivaba.
—Solo un minuto más. —Macao susurró, aún con los ojitos cerrados. El aroma a vainilla y flores silvestres de Pete era tan acogedor, tenía consigo el rastro de la esencia de Vegas. Su lobo se sentía seguro, en casa. Las caricias con las que el omega despeinaba sus cabellos lo convertían en alguien tan frágil y que curiosamente se sabía intocable en los brazos de Pete.
Él se encontró con la mirada cristalizada de Macao, no hizo preguntas. Se limitó a darle otra sonrisa reconfortante, le preguntó sobre su día en la escuela y lo escuchó atentamente. Macao hablaba emocionado, movía sus manos a la par, hacía muecas tiernas y divertidas. El hermano de su alfa lucía feliz, su omega interior se sentía agradecido de que lo haya aceptado en la vida de Vegas y la suya. Porque le permitía conocer ese lado inocente, lleno de ilusiones rotas que le hacían temer y ansiar por la luz al final del túnel.
Macao no era diferente de Chay, él también necesitaba ser amado y protegido.
Pete quería cuidar de Macao, con Vegas.
Ese deseo se reafirmaba en su corazón noche tras noche, su propio omega interior respondía a ese llamado territorial por velar de los suyos. Que permanecer en la mansión de la primera familia le perturbaba, no creía tener un lugar.
No con ellos, ya no.
Pete suspiró con pesadez, reverenció a la tía Pak por los platos que les sirvió. La mujer le sonrió gentil y se devolvió a la cocina, los divertidos halagos de Macao hacia la comida lo apartaron de sus preocupaciones. El omega se contagió de ese entusiasmo y los fideos bañados en soja negra fueron su objetivo.
—"Little devil" te ha dado tregua, ¿no? —Macao preguntó, tras notar que Pete estaba por terminarse sus fideos.
Pete asintió, llevó una de sus manos hacia su vientre y lo acarició con cariño. Dejó de correr al baño cada que probaba bocado, podía retener sus amados platillos y ser ese omega feliz que se conformaba con el sabor de sus comidas. —Está siendo más gentil, ahora me permite comer mi adoro arroz con curry.
Macao rio negando, los ojos de Pete brillaron al mencionar ese platillo. Las quejas de su hermano sobre lo fácil que su omega podía cambiarlo por un poco de arroz con curry cobraban sentido.
—Entonces merece que lo llamemos "little angel".
—Me gusta más. —Pete susurró satisfecho, limpió las comisuras de su boca y pudo finalmente sonreír ante su plato vacío. Cada desayuno, almuerzo o cena que acababa era una pequeña victoria, su omega interior aprendía de su nueva condición gestante. —. ¿Crees que Vegas acepte el cambio?
Ambos se miraron por segundos y negaron, concluyeron lo mismo: Para Vegas, ese bebé que su amado Pete tenía en su vientre seguiría siendo su "little devil". Esto por esas interminables madrugadas en la que Pete lo levantaba para cumplirle algún antojo y que luego lo terminaba vomitando, por la angustia que atravesó al escuchar los quejidos de Pete al tener que devolver la comida había roto de mil maneras su corazón.
Vegas podía amar y aguardar la llegada de su bebé con ilusión, mas no perdonarle por esas madrugadas. Su "little devil" había sido cruel con su amado Pete.
—A ese cambio no va a ceder, te lo aseguro. —Macao aseveró, sus palabras resonaron inquietantemente en la cabeza de Pete.
"¿Entonces a qué cambios Vegas estaba dispuesto a ceder? ¿Podría ser capaz de formar parte de la primera familia y servirle por voluntad propia, tal como Khun Korn alardeaba?", su respuesta era un rotundo. Lo que a Pete le fastidiaba, no necesitaba que Vegas fuera sincero y le advirtiera que esta alianza con su tío era una jugada del mayor para someterlo. Él ya lo sabía, la plena libertad que tenía su alfa para ingresar a la mansión, que se le permitiera un celular y estar bajo la compañía de la tía Pak eran quizás las condiciones que se pactaron para esta absurda rendición.
El omega renegaba de ella, se suponía que cuando le ofreció la primera familia como salvación era por la fe hacia Khun Korn. Ahora ya no la tenía, Khun Korn parecía no ser diferente a su hermano. La ciega admiración hacia el mayor se esfumó y aquello solo lo asfixiaba en esta mansión. Su lobo no se encontraba contento, sino en una constante alarma. Especialmente, cuando Vegas y Macao lo visitaban. Las veces que se quedaban a dormir, el no conciliaba el sueño por velar de ellos. Era su propia necesidad de cuidarlos la que le gritaba que este no era su lugar, que ninguno merecía ser atado a una familia cuyo líder no los miraba con ese mismo amor que le dedicaba a sus hijos.
Los tres eran unos extraños, una amenaza después de todo.
Su deber era partir y buscar su propio hogar.
Pete suspiró, le tendió a Macao unas cuantos piedras para seguir tirándolas hacia el pequeño estanque. Ambos dejaron el silencioso comedor para caminar por el enorme jardín de la mansión, siendo este lugar el único apartado de las cámaras de la mansión y de los curiosos guardaespaldas de la primera familia.
—Sé lo que Vegas está haciendo, Macao. —Pete irrumpió la calma en la que estaban, su corazón no podía seguir ignorando este llamado por proteger a los suyos -por mantenerlos lejos. —. Si Khun Kan se entera, serán sus propias manos las que lo regresen a la lista negra por traición.
—Él asume ese riesgo, Pete. —El menor se limitó, tampoco era partidario de que su hermano sirviera a la primera familia, de que truncara cada avance de su padre. Esto por el peligro que representaba para Vegas, podía incluso pagar con su propia vida. Su padre no dudaría en darle caza, ese hombre no los amaba. No tendría compasión por ninguno de los dos. —. Creyendo que sus razones lo merecen y ciertamente es así, ahora tenemos una verdadera familia.
—Familia. —El omega susurró, que Macao lo afirmara lo hacía tan real. Los tres empezaban a formar una, no era perfecta y tan sólida como la que Porsche y Kinn sostenían. La suya apenas se conocía, se aceptaba y se libraba poco a poco de sus propios demonios. Mas los corazones que la integraban eran feroces, el de Pete quería apostar por ella, pelear contra el infame mundo al que están envueltos. —. ¿Puede esta familia cuidarse entre sí?
—Puede. —Vegas fue el que respondió por su hermano, había llegado hace unos instantes. Agradecía que sean Macao y Pete los primero en recibirlo, porque eran ellos los que le aferraban a esta jodida vida. Podía lidiar con el juego del poder que su tío insistía en hacerlo participar, siempre que la promesa de la seguridad de ellos no sea rota.
—Entonces ha llegado el momento de que esta familia sea libre. —Pete tomó las manos de Vegas y de Macao, renunciando a toda lealtad por la primera familia. Su corazón ya no les pertenecía, sino a estos dos alfas.
Su lugar era con ellos, se iría con ellos.
—No pertenecemos aquí.
—Pete, ¿estás diciendo que los abandonarás?
—Debí hacerlo desde que nos reencontramos en aquel bar, Vegas. ¿Pueden perdonarme? —Vegas le respondió con un efusivo beso y Macao, con una sonrisa.
El lazo que los unía a esta mansión se había desaparecido, ahora su corazón se iría con ellos.
Hasta el mismísimo infierno, de ser necesario.
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~•~
A Khun Korn no le gustará esta decisión. Tampoco a Khun Kan, pero ellos tienen los días contados. ¿O eso creemos?
Pd: Creo ya haber visto cómo finalizar esta historia, que supuestamente iba a ser fluff. Me disculpo por la demora. 🫶🏼♥️
Pd2: El VegasPete está en luna de miel, hare énfasis en el KinnPorsche y KimChay para la caída de este imperio. 🖤
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