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21. Kinn

La familia Kalank se retiró del salón de conferencias, Kinn finalmente pudo servirse otra copa de whisky. Le dolía la cabeza, su lobo se sentía inquieto al haber dejado a Porsche en la mansión y aún más, por no avisarle sobre su salida. Lo más seguro era creer que le esperaba severas patadas en el culo por parte de su omega, que un abrazo. Pero lo prefería, a exponerlo en esta junta. No quería que las otras familias supieran sobre el nuevo estado de Porsche, que cambiaran su objetivo a él y a su cachorro.

Estaba decidido a renovar sus límites, a volverlos más extremos. No arriesgaría la vida de su omega y ni de su hijo, así que a la primera muestra de que cualquiera de sus aliados o socios representaba una amenaza, se encargaría de desaparecerla. Su padre no necesitaba enterarse, lo entendió con las sutiles advertencias que le lanzó al líder del clan Kalank en toda la negociación.

Sin embargo, Khun Korn parecía no apoyarlo. Y aquello lo inquietaba doblemente, porque su padre perdonó la vida de Vegas. Esto, a pesar de estar enterado de sus intentos de querer hundir a la primera familia, de querer volver a quitarle su felicidad.

Kinn resopló, saber que Vegas era libre de volver le desesperaba. Su primo era una verdadera amenaza, una que no se detendría por sentimentalismo. Él fácilmente podría asesinar a Porsche de un disparo, no importaría si le rogara piedad de rodillas. Vegas lo odiaba, y ahora Porsche representaba el perfecto golpe para destruirlo.

Kinn volvió a servirse otra copa, estaba molesto con su padre por esa decisión. No se lo consultó, simplemente Arm le notificó a la mañana siguiente. No lo negaría, se sentía traicionado por su propio padre.

Y Khun Korn lo notó, Kinn apenas le dirigía la palabra. —¿No te convenció los acuerdos con la familia Kalank? Fueron muy condescendientes, a pesar del trato hostil que les ofreciste.

— ¿Desapruebas mi comportamiento, padre?

—Me sorprende, Kinn.

—Lamento que sea así, pero debo imponer la severidad que nos caracteriza.

— ¿Acaso la hemos perdido? —Khun Korn realmente estaba sorprendido, eran pocas las veces en que Kinn lo desafiaba.

—Pareciera que sí, hemos perdonado las ofensas de Vegas. —Kinn espetó molesto, estaba alterado. Su instinto protector no lidiaba con la nueva realidad de Vegas, no con Porsche gestando. Una vez, ya atentó contra su omega. No dudaría en volver hacerlo.

Khun Korn se quedó en silencio, analizando las palabras de su hijo. Actuaba a su nueva condición; ya no solo era su heredero, sino también el alfa de Porsche y el padre del cachorro que esperaba. Su territorialidad era comprensiva, aunque inquietante. 

—Entonces el que quitara a Vegas de la lista negra es lo que realmente te molesta.

—Sabes bien que atentó contra Porsche, tramó contra nosotros. —Kinn acusó.

—Su único error fue ser un hijo obediente, Kinn. —Khun Korn medía sus palabras. No quería perder a su hijo, no cuando era de sus piezas favoritas en su juego. Tampoco a Vegas, la rivalidad entre ellos no debía acabarse por su intervención. —. No sería justo.

—Entonces debo esperar que Vegas se decida atacar a Porsche nuevamente, ¿cierto?

Khun Korn suspiró, se levantó y avanzó hasta su hijo. Se sirvió una copa de whisky y llenó la de su hijo. Lo entendía, pero su condición lo cegaba.

—Vegas es el primogénito de tu tío Kan, el segundo a cargo de la familia menor. Su muerte desataría una batalla en la que Porsche sería el principal objetivo. —Kinn maldijo en su mente, su padre tenía razón. —. Así que, no seas insensato. Debemos procurar que Porsche tenga una vivencia relativamente estable, y sobre todo ajena al fuego de las balas y sangre.

—... —.

—Se vienen meses importantes en sus vidas, enfócate en cuidar de Porsche y de tu hijo, y forjar su enlace. Que yo me encargaré de mantener todo en orden, porque quiero conocer y disfrutar de mi nieto.

Kinn miró a su padre, quería creer en sus palabras. Pero, Vegas realmente era una amenaza para él.

—Padre, ¿realmente perdonaste a Vegas?

—Sí, Kinn. —Era mentira, no perdonaba ni a su propio hijo Khun por su debilidad. Solo no quería perder las piezas de su juego, iba a ser paciente y permitirle a su hijo Kinn y a Porsche tener su calma. Esto solo para probar qué tanto le fortalecería el ser amado. —. Estoy seguro de que ser condescendientes con la familia nos dará la oportunidad de volver a unirnos.

—No lo creo posible, padre.

—Ustedes solos no, pero con las personas adecuadas en su vida sí.

Kinn no entendió las palabras de su padre, pero se conformó con la seguridad que le prometía.

Por una llamada de Porsche, se retiró y despidió de su padre. Aún estaba inquieto, realmente quería pensar que el perdón de su padre bastaría para doblegar el corazón de la segunda familia. Pero, no podía. La rivalidad y el odio que surgió de ella era imposible de derrumbarse, lo que su padre hacía solo era ganarle tiempo.

Lo tomaría, disfrutaría de su omega y esperaría la llegada de su hijo.

Hasta que llegue ese día.

—Khun Kinn, hemos llegado. —Kinn jugó sus manos, estaba frente a la entrada de su mansión. Porsche no lo recibiría con abrazos o besos, sino con maldiciones y reclamos por dejarlo o considerarlo débil.

Big sonrió de lado al percibir a su jefe nervioso. —Si gusta puedo hablar con él, ayudarlo a entender de que se retiró porque era una junta urgente, Khun Kinn.

—No nos creerá.

—Lo sé, Khun Porsche ya está enterado. —Kinn palideció, era cierto: Su omega se volvió más sobreprotector, tanto que Porchay se mudaba esta semana con ellos. —. Solo cubra su rostro con ambas manos, pero en caso de que sean patadas, entonces esquívalas, Khun Kinn.

—Te burlas, ¿cierto? —Big negó, manteniendo su seriedad. El beta sí quería reírse, conocía a su jefe por tantos años y nunca lo divisó así. Era gracioso, Khun Kinn le temía más a su omega que a sus enemigos que tanto deseaban su cuello.

—Khun Kinn, no tema. Khun Porsche lo ama, no le hará tanto daño.

Ambos rieron.

—Dudo que me permita salir nuevamente solo.

—Quizás, a la próxima infórmele y lo sabremos. —Kinn asintió, tomó aire y se decidió a bajar de la camioneta.

Big le ganó, le abrió la puerta y se colocó detrás de su jefe, esto en son de apoyo. Tal vez, Khun Kinn exageraba o tal vez, no. Lo cierto era que su jefe estaba feliz, y aquello bastaba para el beta. También para pedirle a Khun Kinn si le asignaba la protección de Porsche, quería personalmente cuidar de él y del bebé que esperaba.

Kinn seguramente aceptaba.

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