17. Vegas
"Mi corazón se lo está llevando este omega, estoy jodidamente perdido".
Fue lo primero que pasó por su cabeza, cuando abrió los ojos y se encontró recostado sobre el hombro de Pete. Su rostro parecía haberse refugiado en la calidez del cuello del omega, que podía percibir con total claridad ese aroma tan dulce y al que se había hecho adictivo. Por instinto, se aferró más a Pete. Volvió a cerrar los ojos, a hundir más su rostro en el cuello del omega y a abrazarlo por la cintura como si su vida dependiera de ello. Le agradaba tanto sentir la respiración tranquila de Pete, poder trazar líneas sobre su piel suave y saberse tan pleno.
Y lo mejor era que esa plenitud no venía acompañada con el miedo; por lo menos, no en estos momentos.
"¿Qué hice bien para merecer estas mañanas tan acogedoras? ¿Qué pecado se me está perdonando al tenerlo?".
Vegas se preguntaba a medida que contemplaba la serenidad con la que era recibido, nuevamente. Porque aún le resultaba extraño, sus mañanas solían ser muy distintas -siempre acompañadas con discusiones con su padre o las mujeres en turno que tenía, o con el asqueroso sabor amargo de saber que fue vendido a otro prospecto de cliente para ese día. Le costaba aceptarlo, acostumbrarse. Temía a que esta burbuja se rompiera, que Pete se fuera de su lado.
Ese miedo lo obligaba a cuestionarse otra vez. "¿En qué momento le dio poder a Pete sobre él?".
Su corazón temblaba de solo imaginar a Pete lejos de él, y su lobo estaba listo para enloquecer. El lazo que ahora tenía con Pete se fortaleció doblemente; no solo su propio instinto reaccionaba ante él, sino también su corazón. Que no imaginaba una noche o mañana sin él, no podía y simplemente pensarlo lo enfermaba. Esto era tan errado para él, porque entendía que no tenía ni el derecho o privilegio de contar con una pareja. No era nadie, solo la sombra de Kinn. Pero, su corazón y lobo fueron ambiciosos y se decidieron por Pete.
"¿Qué iba hacer?".
—Pete, por favor, quédate conmigo. —Vegas susurró para sí mismo, su omega seguía dormido. No esperaba ser escuchado por su omega, sino por algún dios. Y a pesar de no creer en ninguno, rogaba que existieran y que se lo concedieran. Tal vez así podría recuperar su fe, perdonarle a la vida su cruel fortuna.
Pero, volvía a ser codicioso. ¿Cierto?
Vegas suspiró profundamente, aspiró el aroma de su omega por última vez y se obligó a ir a la ducha. Él necesitaba sacarse esos deseos tan estúpidos, tan impropios. No podía permitirse ser alguien simple, no en el mundo que le rodeaba. Porque entre sus propósitos solo podía existir el vencer a la primera familia, satisfacer a su padre con todo el poder que quiera alcanzar y conseguirle un mejor futuro a Macao. Nada más, el querer una pareja o formar una familia solo podía ser visto como distracciones, como disparates.
"¿Entonces por qué su mente se empeñaba en aturdirlo con esas estupideces? ¿Qué pretendía su lobo con esos pensamientos?".
La convivencia con Pete lo estaba afectando, más de lo que quería reconocer. Sin embargo, no tenía ninguna intención de irrumpirla. Su instinto le gritaba cuidar a Pete, asegurarse que estuviera seguro de sí mismo y que no lo soltara. Estaba siendo tan estúpido, pero ahí se hallaba dándole una sonrisa coqueta a un Pete recién levantado y avergonzado de verlo solo con una toalla a la cintura.
—Han sido más de diez veces que me has visto con menos ropa, y aún no te acostumbras. —El cinismo de Vegas enrojeció las mejillas de Pete.
—Tú... ¿Cuentas las veces que lo hicimos? —La vergüenza no cabía en el cuerpo de Pete, no podía simplemente con sus propios pensamientos y recuerdos. "¿Qué le pasaba?".
— ¿Por qué no lo haría? Son de mis mejores recuerdos. —Vistiendo ya sus pantalones, Vegas se acercó a Pete. El omega lo miraba con desconfianza, reconocía ese brillo coqueto en los ojos del alfa. —. Me gustaría tanto poder repetirlos y grabarlos, pero dudo que quieras. ¿No?
—Por supuesto, no quiero acabar vulgarmente en una carpeta de tu ordenador.
—Bien. —Vegas tomó el mentón de Pete, divertido. El omega no se negaba a repetirlo, solo de grabarlo. Le parecía justo, le desagradaba imaginar que otro incauto pueda infiltrarse y ganarse con su Pete. —. Me conformo con repetirlos y recordarlos.
— ¿Qué? No, no se va a repetir. —La seguridad de Pete le hizo sonreír, ambos sabían que era mentira. La tensión en ambos se hizo más fuerte; tanto Pete como él, sentía la necesidad de envolverse en los brazos del otro, de embriagarse con el aroma del otro, con sentir su calor.
Sea producto de la marca o de sus deseos, ambos caían y Vegas no se negaba.
El probar a Pete de esa manera, disfrutar de ese otro lado que el omega era capaz de sacar, era fascinante. Bastaba con recordarlo para sentir cómo su cuerpo reaccionaba a esa necesidad, Pete también lo sintió y por esa razón, huyó al baño.
—No importa cuánto huyas, Pete. Siempre estaré detrás de ti, alcanzándote. —Vegas avisó detrás de la puerta del baño, sus palabras formaron una promesa solamente para Pete.
Porque entendía que su vida ahora estaba unida a la de Pete.
Y le encantaba, tontamente.
"¡Qué iluso era!".
Manteniendo su sonrisa, Vegas salió de la habitación y se topó con Nop. El saludo de su guardaespaldas cambió hace semanas, era más animado y lo correspondía. Se podría atrever a decir que su mal humor se redujo considerablemente, la convivencia con Pete tenía ese efecto en él. Apaciguaba sus arranques, lo volvía una persona más razonable y ciertamente más paciente. O por lo menos, lo suficiente para mantener la casa de la seguridad en orden y a sus guardaespaldas con una mayor predisposición.
El ambiente en la casa era más tolerable, cómodo.
—Buenos días, Khun Vegas. —La tía Pak lo reverenció con una sonrisa, se lo devolvió con la misma gentileza. Era lo mínimo con lo que podía retribuirle, porque gracias a ella podía tratar mejor a Pete. —. ¿Desea que le sirva el desayuno?
—Por favor, mi omega está muy hambriento. —Vegas tomó asiento, no necesitaba preguntarle a Pete si quería o no desayunar. La respuesta siempre sería la misma, un rotundo "sí".
—Me lo imagino, ayer no terminó su cena. Tampoco, usted pidió mi ayuda para prepararle algún aperitivo por la madrugada.
—Lo sé, me libré de sus regaños por una noche. —Los dos rieron, Vegas jugó con sus manos. Se sentía como un niño que buscaba ayuda, lo que realmente necesitaba. Y a pesar de que las constantes náuseas de Pete no se repitieron este día, lo alteraban. No era usual en él. Pete amaba el curry en cualquier plato y ahora no era capaz de comerlo. Y el que lo vomitara lo lastimaba más a él que al baño, no le gustaba.
—Apuesto que mis regaños son un precio mínimo comparado con la sonrisa de satisfacción que su omega pone, ¿verdad?
Vegas ladeó la cabeza, dándole la razón.
—Mi omega ama su comida y la mía. Sinceramente, ama todo lo que sea comestible. —La tía Pak sonrió ante la sinceridad de Vegas. —. Pero, en estos días, ha estado rechazando sus platillos favoritos...
—Y le preocupa. —La tía Pak terminó por él.
—Absolutamente, mi omega escogería la muerte antes que dejar de comer su preciado curry.
La tía Pak negó divertida, la ingenuidad con la que hablaba Vegas le hacía recordar a su esposo -porque no era capaz de distinguir los cambios y relacionarlos con los ocurridos en los primeros meses de embarazo.
—De ser así, entonces es recomendable que llame a un doctor.
—Es grave, ¿cierto? —El instinto de Vegas despertó por sí solo, su desesperación se haría latente en cuestión de segundos. —. Yo lo sabía, esos jodidos fideos instantáneos que consumió me lo quieren quitar.
—No, Khun Vegas. El malestar de su omega no es por los fideos instantáneos.
— ¿Entonces qué?
Antes de que la tía Pak contestara con sus sospechas sobre lo que aquejaba a Pete, el celular de Vegas timbró. Era un mensaje de su padre, el alfa no tardó en leerlo.
"Devuélvete a la mansión principal, Korn te ha borrado de la lista negra. Así que, tienes trabajo que hacer para remediar tus estúpidos errores".
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