12. Pete
Pete miraba de reojo a Vegas, el alfa salía del baño con una completa tranquilidad que aún le erizaba la piel. Hoy se cumplía la segunda semana que Vegas dormía en esta habitación, con él. No supo en qué momento Vegas trajo su ropa o sus instrumentos de aseo, solo que de repente lo tenía todo el día y noche ahí. El alfa se limitaba a salir únicamente para atender las llamadas de su padre o conferencias con socios de las empresas y casinos; o simplemente para traerle comida "exclusiva" del misterioso cocinero que trabaja en la casa de seguridad. Así que, sus tiempos libres para idear sus escapes o incluso para rogarle a Nop que lo ayudara se redujeron tremendamente.
En respuesta, él intentó botar a Vegas de la habitación a toda costa, se ingenió tantas excusas que podía armar un libro con ellas -siempre que titulara el libro "100 maneras de fracasar". Porque con cada excusa, o Vegas le restaba importancia o le daba solución. Era claro que el alfa no tenía pensado dejar la habitación, menos dejar de compartir la cama con él. Parecía que le divertía evitar los patadas o manotazos "accidentales" que él mismo le lanzaba para animarlo a irse; esto por envolverlo en un fuerte abrazo. Pete podía jurar que el aroma de Vegas estaba impregnado en él, que no interesaría las veces que se duchara, el intenso aroma del alfa no abandonaría su piel. Menos, su calor.
Lo estaba enloqueciendo, Pete apostaba que esta nueva convivencia era otra de sus torturas. No había noche en la que él terminara agotado de tanto pensar, de lidiar contra sí mismo y su propia naturaleza. "¿Por qué Vegas le hacía esto?". Prefería mil veces las torturas físicas que esta convivencia, pues sus pensamientos eran claros con las primeras. No como ahora.
Necesitaba hablar con Nop.
— ¿Qué ocurre? ¿Todavía tienes hambre? —Vegas preguntó con un interés genuino, ese mismo que resultaba habitual todas las mañanas. El alfa terminó de secarse el cabello y cambiarse, estaba listo para volver a la cocina y encargarse de lo que Pete quisiera comer.
Pero, para suerte suya, Pete negó.
— ¿Entonces qué sucede?
—Nada, solo pensaba que la habitación sigue siendo pequeña para los dos. —Y ahí estaba otro de los intentos del omega, Vegas sonrió de lado. —. ¿No lo crees?
—Es una de las habitaciones más espaciosas que hay en casa, Pete. Deja de insistir, no me iré de acá.
—Pero, ¿por qué? ¿Acaso no soy lo suficientemente molesto en la cama? ¿O necesitas que mis patadas te den en la cara? —Pete se delató sin pensarlo. Esos golpes eran su pequeña victoria.
Vegas se quedó en silencio, repitió las palabras de Pete en su cabeza y finalmente las entendió. Se acercó a él, tomó su montón y lo obligó a mirarlo. —Así que, todas las patadas y manotazos que lanzas dormido no han sido accidentales. ¿Qué debo hacer contigo? ¿Castigarte?
—Castigarme no bastará.
—Lo sé, pero tampoco tus intentos de botarme. —Pete rodó los ojos y el alfa se limitó a irse al sillón, tomar su computadora y empezar a revisar otros informes. No se intimidaba por la mirada de Pete sobre él, sucedía todo lo contrario. Le gustaba y mucho, el hecho de que Pete le prestara más de su atención hinchaba su pecho de orgullo y de una extraña felicidad.
Mientras que, el omega empezaba a resignarse. Iba a ser lo mejor, no sorprenderse más por la nueva actitud de Vegas -aunque le asustara. Ese buen humor y terquedad debían tener otra razón, seguramente el alfa buscaba algo más en él. Y si era sincero consigo mismo, no quería saberlo completamente.
Pete tomó otro de los libros nuevos que Vegas le trajo, se dedicó a leerlo y realizar cada una de las pruebas. Se le escapaba un par grititos al leer las similitudes de los resultados escritos en el libro con su personalidad. El libro era acertado, demasiado. Seguramente, le serviría para entender mejor al inestable alfa que ahora se empeñaba a compartir habitación.
"Como si no tuviera otras".
—Vegas. —Pete susurró despacio, el alfa alzó su vista del computador para mirarlo. —. ¿Cuál es tu grupo sanguíneo?
— ¿Para qué lo preguntas?
—Solo responde.
— ¿Pretendes apuñalarme esta noche? —El tono burlón del alfa irritó a Pete, ambos estaban enterados de que no existía arma alguna que le sirviera al omega para dañar a Vegas.
—Intento distraerme, no asesinarte... Aún. —Pete dijo lo último para sí mismo. En estos instantes, deseaba tener la soltura de Porsche para patear al alfa sin dudarlo.
—Entonces es AB.
—Perfecto. —El omega pasó las hojas del libro, estaba emocionado. No solo porque iba a lograr entender de mejor manera a Vegas, sino por el hecho de que el mismo Vegas tenía un tipo de sangre especial. Desde pequeño, siempre quiso encontrarse con personas de ese tipo de sangre. Le daba curiosidad descubrir los secretos y habilidades que el alfa podía tener.
"Especialmente, ¿qué pasará en ese cerebro suyo?".
—Léelo en voz alta, también quiero escuchar.
—Bien. Las personas del grupo sanguíneo AB son impredecibles, no pueden controlar sus emociones. Esto debido a su personalidad compleja, no les gusta no tener la razón. —La exactitud del libro hizo reír a Pete, porque describía completamente a Vegas. El alfa era de temperamento volátil, detestaba que le contradigan y, sobre todo, se empeña en mantener esa dureza -un evidente caparazón.
— ¿De qué te ríes, ah?
—De ti, no. —Vegas achinó sus ojos, pretendía fingir enojo y asustar al omega. Sin embargo, sospechaba que no le importaría. Pete se estaba divirtiendo con el último párrafo aún restante.
—No tengo dudas, solo tú puedes creer en este tipo de libro. —Vegas captó la atención de Pete. —. Porque eres lo suficientemente tonto.
— ¿Seguro? Porque aquí describen a las personas con sangre AB como personas fuertes y terribles por fuera, pero en realidad, son muy sensibles.
— ¿Insinúas que soy débil, Pete? —El alfa se levantó del sillón, caminó hasta Pete y bajó el libro. No estaba enojado, aún.
—Sensible, Vegas. —Pete corrigió, su voz no titubeó. Tampoco mostró miedo ante la cercanía con el alfa; después de todo, esta convivencia tenía sus aciertos para él. —. El libro dice que eres una persona sensible, esto significa que necesitas amor. ¿Lo comprendes?
Vegas no respondió, ambos quedaron en silencio y muy cerca del otro. El alfa trataba de lidiar con las últimas palabras de Pete, no quería enojarse con él. No cuando sentirse así de descubierto y vulnerable no le resultaba ajeno, no con él. Sin embargo, su corazón aún temía y esa dureza que plantó sobre su triste corazón se resistía a caer.
—Tú crees que...
— ¡Vegas! —El grito de Khun Kan calló al alfa, se le escuchaba totalmente furioso. Errático. Pete se tensó al divisar a Vegas acudir al llamado de su padre, su instinto le exigió que no lo dejara ir e hizo caso. Tomó la mano de Vegas antes de que saliera de la habitación, el alfa lo miró desconcertado y suspiró para después alejarlo y partir obediente.
Pete cerró los ojos nervioso, no tenía dudas de que Vegas era otro buen hijo. Incluso, igual que Khun Kinn. Porque ambos seguían las órdenes de sus padres, buscaban tener su agrado y admiración; complacerlos. Por lo mismo, no entendía las duras comparaciones, el rechazo de Vegas por sí mismo. Eran semejantes, solo que a Vegas le tocó un padre distinto. Más duro, más cruel. El omega resopló agotado, caminó de esquina a esquina en la habitación, su lado más racional le avisaba que esta era la oportunidad que esperaba para huir. Y aunque todo de él era un caos, cedió ante esa racionalidad y se esforzó por encontrar algún objeto que le ayudara a librarse de la cadena.
Enorme fue su sorpresa cuando encontró la llave de la cadena en uno de los cajones que Vegas ocupaba recientemente, no lo pensó más y la tomó. Se libró de la cadena, empujó la puerta y agradeció que Nop no estuviera custodiando. Así que, se escabulló entre la casa logrando dar con la salida.
Estaba a unos pasos de poder ser libre, pero sus piernas no avanzaban más. No estaban dispuestas a permitir que se fuera de la casa de seguridad, Pete maldijo en todos los idiomas que aprendió. Porque ahora su corazón era el que lo traicionaba, el que le impedía seguir. Su corazón compadecido y confundido no podía dejar a Vegas, no cuando se escuchaba las propias maldiciones de Khun Kan contra Vegas, el cómo lo rechazaba, cómo le gritaba todo su desprecio y decepción.
Sin mencionar el sonido de los golpes, de esas bofetadas que se volvieron tan comunes en la vida de Vegas.
Pete resopló profundamente, cerró sus ojos y se maldijo por última vez. No iba a dejar a Vegas, el imaginar lo que sentía bastaba para ratificar su decisión. Pues él también fue como Vegas, sufriendo por el desprecio y desconformidad de un padre. No era ajeno a su dolor, así que no podía dejarlo -aunque lo quisiese. El omega esperó a que Khun Kan se fuera de la casa de seguridad, y finalmente a que el desahogo de Vegas se desatara. Ese que se oía en la habitación de los dos, Pete no tardó en volver hacia allá y toparse con Vegas destruyendo todo a su alrededor.
Vegas se estaba lastimando, Pete corrió a abrazarlo por la espalda y así detenerlo. — ¡Vegas, basta!
— ¡No! ¡Estoy harto! —El alfa trató de soltarse, de terminar con lo que había empezado. Sus manos amenazaban con sangrar, se hizo unos pequeños y profundos cortes en el caos. —. Desde pequeño, siempre me ha regañado y maldecido todo el tiempo; siempre comparándome con Kinn. ¿Qué culpa tengo de nacer en la segunda familia, de que él sea el segundo hijo de Anong y esté detrás de la sombra del tío Korn?
Pete se mantuvo en silencio, aun abrazando por la espalda al alfa. Vegas ya no peleaba por soltarse, sino estaba quieto. Su respiración era pesada, entrecortada y su propio aroma reflejaba su estado vulnerable. El omega pudo percibirlo, compadecerse. Porque entendía que la historia que Vegas vendía para el resto era una farsa, tanto como Macao y él eran solo objetos para Khun Kan.
Todo ese amor y unión que la segunda familia proclamaba era una mentira.
Si Khun Kan hubiera amado a sus hijos y los hubiera procurado, entonces la historia sería distinta. Quizás, solo quizás.
—Odio a Kinn porque ha logrado hacer todas las cosas bien, desde nacer en la primera familia. Tal vez, fue suerte o no. Ya no importa, solo sé que él nunca tendrá que soportar esta miserable condena. —La voz de Vegas estaba por romperse, sus lágrimas empezaban a escaparse. El alfa se estaba rompiendo en los brazos de Pete, realmente estaba harto. No podía más, sentía que se ahogaba. —. Él nunca vivirá esta mierda... Esta vida tan patética.
—Eres más que el hijo de Khun Kan y primogénito de la segunda familia, Vegas... Eres el hermano de Macao, ¿lo recuerdas?
—Él está condenado a lo mismo. —La furia y frustración nuevamente invadieron a Vegas. —. ¿Por qué tuvimos que nacer en esta maldita familia? ¿¡Por qué!? ¡Odio, odio, odio, odio a esta gente! ¡Odio tanto a la primera familia! ¡Odio a las personas que hacen que mi vida tenga que ser así!
En respuesta, Pete solo apretó más el abrazo. El llanto de impotencia de Vegas se escuchó, el omega entraba en un enorme conflicto. Porque no quería salvarlo del infierno, pero sabía que, si continuaba con tanto odio, iría por el camino equivocada el resto de su vida. Él solo se condenaría a la miseria, a este desosiego que lo consume más y más. De por sí, la vida que llevaba era agotadora y decisiva. No podía simplemente aferrarse a lo crudo, a lo que le hacía tan infeliz -al punto de odiar su propia vida.
No lo iba a negar, Pete por fin comprendía a Vegas. Sus palabras resonaban fuertemente en su cabeza, le gritaban lo solo que el alfa estaba y también que necesitaba de alguien que lo protegiera. Con tan solo tocarlo y sentirlo derrumbarse en sus brazos, se daba la razón una y otra vez.
"Las personas que exigen atención, anhelan el amor".
—Dices que Macao está condenado a pasar lo mismo, pero peleas por él ante tu padre. Estoy seguro de que no quieres que crezca como tú, no puedes dejarlo solo. —Pete se atrevió hablar, su tono era suave y calmado. Sus feromonas le ayudaban, no quería que el alfa volviera a exaltarse y lastimarse. —. Porque entiendes que eres su único refugio.
—... —Vegas permaneció en silencio, le asustaba la precisión de Pete. Que él pudiera leerlo.
—Si es así, entonces Vegas debes parar. Porque si miras todo aquello que te lastima, el odio te consumirá y arrastrará a un maldito abismo del que no saldrás. ¿Comprendes, Vegas? —Pete soltó lentamente al alfa, esperando haber acertado. —. Abandonarás a Macao a su suerte si continúas cargando con ese rechazo.
— ¿Entonces qué hago?
Pete sonrío, Vegas se giró hacia él. Ya no sollozaba, pero aún había un par de lágrimas en sus mejillas. Su mirada reflejaba muchas emociones: tristeza, arrepentimiento, decepción y debilidad. Que, por instinto, Pete las limpió -aun manteniendo esa sonrisa. —Ser feliz con las pequeñas cosas, con lo que verdaderamente cuentas. No con lo que ansías obtener, porque de lo contrario dejarás pasar tu vida y perderás tantos momentos y oportunidades en esa interminable espera.
Esas simples palabras junto con la sonrisa de Pete fueron todo lo que Vegas necesitaba, ese escudo que impuso en su corazón se derribó y lo dejó expuesto. Más vulnerable, más roto. No iba a resistir más, Vegas se acercó a Pete y ahora él lo envolvió en un fuerte abrazo.
Esos que prometían nunca soltar a la persona correcta, porque era lo que el corazón de Vegas quería: Nunca soltar a Pete.
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