
Capítulo 5
Conducía por el viejo sendero que me llevaba al cementerio de mis ancestros, era de noche, la oscuridad reinante se debía a que esa noche, no había luna las nubes negras la habían cubierto. Los vientos fríos y fuertes anunciaban que se avecinaba una tormenta, una muy fuerte. El deseo de volver a casa era cada vez más grande, Agatha y las niñas estarían preocupadas por mí. No debí quedarme tanto tiempo en la ciudad, pero volver con esos animales era perder dinero, con el desespero de llegar antes, puse el pie en el acelerador. Suelto el aire y escucho el susurro del viento al golpear las hojas, le doy todo lo que la vieja camioneta me lo permite. No he podido comunicarme en casa, ninguno de mis vecinos ha respondido mis llamadas.
El frío que se instala en mis huesos es el indicativo que algo malo ha sucedido, ellas jamás se irían de casa. Los susurros aumentan a medida que cruzo los terrenos del cementerio. No debería haber pasado por este lugar, era el más largo para llegar a casa. Entonces el ruido se convierte en voces y estas a sus veces en gritos.
—¡Ayúdame papá! ¡Shark! —eran gritos desgarradores. —¡Mátame!
La realidad me golpea... ellas están muertas y yo debo estarlo o eso quisiera. Se lo que sucede, repito lo vivido esa noche. En mis sueños quiero cambiar la realidad, se cómo termina, pero necesito darle otro giro a la historia, por lo menos en sueños.
Presiono el acelerador con tanta fuerza que empieza a doler mis piernas, diviso a lo lejos un viejo árbol y cierro los ojos. No quiero vivir más así, viéndolas en sueños, sin poder mitigar su dolor o cambiar su desgracia. Estar en un callejón sin salida y sin nada que me diga qué camino tomar.
—Sham —la voz infantil se mezcla con los gritos de mis hijas, intento abrir los ojos, ante la insistencia de April—mami Sham, tiene una pesadilla... Sham abre los ojos.
"—No puedo —” quisiera decirle, pero me es imposible. No mientras sus voces estén allí, siento unas manos pequeñas en mi rostro y la voz de April, diciendo que abra los ojos. "—Tiene calentura mami—” es tan dulce su voz y tan llena de amor, que desearía abrirlos. Las voces han aumentado y el auto que conduzco baja la pendiente a toda prisa, veo cada vez más cerca el árbol, aumentado las voces dentro de mi vehículo. Son las mismas de esa grabación, los gritos de mi Agatha rogando que la maten.
—Señor Dewand —esta vez es la voz de Jade, sus manos presionan mis hombros y lo mueven rápidamente —por favor despierte.
Me palmea las mejillas y siento la humedad en mi cabeza, el frío de lo que parece ser una toalla húmeda. Estoy siendo atendido por madre e hija, tengo que abrir los ojos y me fuerzo en ello, pero la voz de mis hijas y esposa me impiden hacerlo, también porque deseo quedarme allí con ellas dejar atrás tanto dolor.
—Sham, Sham —la voz de April es cargada de miedo y abro los ojos al sentir sus labios en mi frente.
Sus hermosos ojos color violeta me reciben y sonríe, mientras apoya su mano en mi mejilla. Giro la cabeza y su madre observándome preocupada, tiene un recipiente en sus manos y varios paños dentro de ella.
—¿Qué sucedió? —preguntó algo confundido, y Jade hace una mueca.
Mira a su hija que me observa con un rostro igual y ambas sonríen. Recuerdo haber llegado esa noche, llovía a cántaros, pasé casi toda la tormenta por fuera. Ni siquiera pude buscar el contrato para Jade, ella me dio un té para calentarme, acto seguido la pesadez en el cuerpo me hizo tirar en la cama, después de eso no recuerdo nada. Me siento y veo que estoy desnudo en la parte superior, respiro aliviado al ver que tengo el pijama inferior, hasta que recuerdo que yo no me vestí. Miró la prenda y luego a la rubia que me observa con rostro neutral, se aclara la garganta antes de hablar.
—Soy enferma señor, estoy acostumbrada a ciertas cosas —se defiende —usted se quedó inconsciente ni bien entró a la habitación. Tenía que quitar la ropa mojada, lo lamento, pero no tenía otra opción.
—No se preocupe —la calmo observando a April. —me preocupa es mi resfriado, jamás he tenido uno, he pasado más tiempo a los elementos, incluso peores y cambios bruscos...
Desvarío pues ella no puede responderme, necesito respuesta, unas que ella no creo que me pueda dar. Alzó la mirada y la veo morderse los labios nerviosa, o ¿Quizás me equivoque?
—¿Ya no te vas a morir? —pregunta con rostro inocente y niego. —¿No te has envenado?
—April —se queja su madre, pero yo solo puedo reír ante su inocencia.
—No April, —le calmo — si tengo a una enfermera como tú, no moriré —tiene en sus manos un paño que retuerce con sus dedos, al tiempo que me muestra sus blancos dientes —¿Qué hora es?
—Las tres de la tarde señor —responde y observó a Jade —lleva dos días inconsciente... Ambas temíamos por usted.
—¿Dos días? —logro preguntar y la mujer asiente.
Me incorporo del todo en la cama y apoyo los pies en el suelo frío, Jade corre y me trae las pantuflas, al tiempo que la pequeña April, se instala a mi lado. Parece atenta a mis movimientos y sigue con rostro preocupado, si hablo dormido (algo que es muy seguro) pudo escuchar algunas cosas.
—¿Todo bien April? —le pregunto a un sin levantarme del todo y asiente.
—Ellas me dijeron como cuidarte, prometí no dejarte solo nunca... Dijeron que te habían envenenado... —susurra al ver a su madre irse a la cocina, dejándonos a los dos solos.
Esta sentaba a mi lado y balancea sus piernas adelante y atrás, observado el rincón de la habitación, en el sitio en donde están los juguetes de mis hijas y sonríe. La veo levantar las manos y despedirse de alguien.
—¿A quién le prometiste y de dónde sacas qué me envenenaron? —cuestiono, pero ella sigue viendo a los juguetes y sacude sus manos al aire divertida—¿De quién te despides? —insisto al ver que sigue en silencio y mirando al rincón, la risita que sigue y sus manos tapar sus labios me hacen verla a ella, luego el rincón.
—A mamá, mami dijo que quizás alguien te quiere hacer mal—responde luego de una pausa, misma que se dedicó a ver a los juguetes y sonreír —le dije que hiciera el trabajo de casa y yo te cuidaba.
—Ya —hablo sin poder creerle aún —¿Y de quien te despides?
—De la muñeca —se baja de la cama y avanza hacia la más pequeña, la toma y regresa a mí. —se llama Sasha.
—¿Hablas con las muñecas?
La duda está en mi interior, no solo porque en ese lugar, es que suelo ver a mis hijas, también porque April parece escuchar a alguien antes de hablar.
—Sí, no tengo amigas... Así que ellas me hablan —son demasiadas palabras para una niña tan pequeña, pero no creo que tenga la astucia para mentirme —Sasha estaba triste porque estabas enfermo —avanza hacia mí y me deja el juguete en las piernas.
Es de tela, cabellos en lana morada y ojos grandes y marrones, luce un sombrero de paja negro, botas del mismo color. La recuerdo como la primera que le hicimos a Venus, una noche previa a navidad, y se convirtió en la preferida de mi hija.
La tomo en mis manos y acaricio sus trenzas, intentando que los recuerdos no me golpeen como suele ocurrir. Tenerla en mis piernas y acariciarla, es viajar a esa época, la risa de Agatha lo cómplices que fuimos al esperar que Venus se durmiera para elaborarla. Esas trenzas fueron tejidas por ella, el bordado de la camisa o de los vaqueros, yo elabore el sombrero en mis ratos libres en el campo.
—Pero ya estoy mejor —respondo alzando los ojos a ella, me mira atenta a lo que digo —no debí mojarme preciosa, pero no lo volveré a hacer, no fui envenenado. Le diré a tu madre que no te deje sola viendo televisión.
Muy seguramente, de alguna de esas series ha escuchado esas cosas y aprendido palabras raras. Está en la edad de aprendizaje su cabeza es una grabadora, todo lo guarda y repite. Ella me observa atenta, retuerce el paño húmedo parece tener miedo.
—¿No te iras nunca? —su pregunta me toma desprevenido, por lo que no sé qué responder, no enseguida... —¿Volverás siempre a nosotras? Sasha quiere saber. —se excusa señalando a la muñeca.
—Volveré siempre aquí —respondo sonriendo, lo que hace que ella me o imite —algunas veces tendré que durar un poco más, pero siempre, siempre, volveré. —recalco y la hago verme, tomando su rostro con una de mis manos—no debes preocuparte nunca por mí.
—Bien —dice firme y estira su mano derecha mostrando su dedo meñique —¡Promételo!
—Lo prometo —le digo cruzando mi dedo con el suyo.
La observo tomar la muñeca y dejarla con cuidado en el mismo lugar, sonríe una última vez y alza las manos a manera de despedida. Me visto rápidamente, tomó el móvil que está en la mesa de noche, leo hay varias llamadas perdidas de la clínica, y envío un mensaje de excusas. Desconozco por qué llegue a enfermarme con exactitud, jamás la lluvia fue un problema para mí. Quizás algunos de esos infelices, me contagiaron de algo, pero por fortuna no dañaran a nadie más. Salgo a la sala y me encuentro con una mi casa como jamás la he visto. Brilla reluciente y las cosas están acomodadas, miro a todas las direcciones, hasta la jaula de mi mascota esta impecable.
—Jamás he notado lo desordenado que soy, hasta hoy —murmuro a Jade quien baja el rostro —gracias por ello, aún no le doy el contrato o hemos aclarado precios...
—No es necesario de sueldo —me interrumpe y niego enérgico, ella necesita el dinero, tanto como yo a alguien que cuide mi casa. —con el techo y comida tenemos, por lo menos hasta que consigamos un empleo.
Cruzó la sala y me voy directo al balcón, acaricio la cabeza a mi mascota, regresando la vista a Jade. Aún tengo mareos cuando hago movimientos bruscos, ella ha entrado a mi habitación, un lugar en donde tendría prohibido entrar. El punto es que mi estado de salud, debió asustarla tuvo que rebuscar por algunas cosas...
Lo sé y su rostro confundido me dijo que ella sabía todo.
—¿April tiene amigos imaginarios? — señaló a la niña que ve televisión y sonríe.
—Desde que llegamos a este edificio, tiene a Sasha —responde y me entrega una taza de café, que le agradezco cortes —he intentado explicarle que no existe... Pero supongo que no hace daño que ella lo crea ¿Por qué?
Doy un sorbo a la bebida y descubro que la mujer prepara un excelente café. Sonrió al trasportarme a una época bastante feliz de mi vida. Le explico lo sucedido en la habitación y la chica observa a su hija preocupada, no le he dicho de la promesa y menos que fue la muñeca preferida de mi hija. Me señala la cocina y sé que intenta que la niña no escuche, no creo que lo haga donde sea que estemos pues aplaude y canta al compás de un pájaro raro y verde que está en la TV.
—La niña habla sola —se queda en mitad de la habitación y gira hacia mí—desde que llegamos al edificio, hasta el momento no es algo que me llegue a preocupar.
—La he visto mirar a un lado en silencio y sonriendo, es como si escuchara a alguien —refiero —lo que me dijo tampoco es algo que piense una niña de cuatro, aunque es muy madura —confieso y sonrió —creo es normal que tengan amigos imaginarios, ella tiene razón no tiene amigos —La observó servir lo que imagino es mi almuerzo y luego acomodar los cubiertos en la mesa. —¿No ha pensado en que estudie? Interactuar con otros niños y esas cosas.
—No tengo empleo señor...
—Trabaja para mi Jade, esto es un empleo uno muy importante. —corrijo y ella baja el rostro —todo lo que ha hecho aquí, es maravilloso e importante.
—Gracias por todo lo que ha hecho por nosotras, espero poder retribuirle en algún momento todo señor —niego alzando las manos y ella me indica sentarme.
Descubro mientras la escucho decir que mi amigo el Klain Sinclair llamó a preguntar por mí. Ante la noticia de mi enfermedad, vino a verme en un par de ocasiones, fue el quien le proporcionó los medicamentos a Jade y le dijo las horas que debía darlas.
—Me hizo preguntas —habla jade sin alzar los ojos hacia mí, olfateo la comida y siento el aroma delicioso, huele a hogar, pienso con algo de nostalgia. —sobre usted... las visita que tenia o la correspondencia recibida.
—¿Qué correspondencia? — se levanta y va hacia la sala regresando después con varios sobres en sus manos.
—Él estaba aquí cuándo la chica.... Montserrat, dijo era su nombre, me las dio —desliza los sobres hacia mí y observo la redondeada letra de Mont —le dije que eran mías, porque ella me rogó que nadie podía verlas.
—¿Qué más te preguntó? —quiero saber, dejando a un lado los sobres, pues tengo una idea que son.
Jade se sienta a un costado del comedor y me observa comer en silencio. Por fortuna, no hizo más preguntas, Jade le dijo que era nueva en el empleo. Solo me conocía de cara, rara vez hablaba conmigo y le hizo el resumen de lo ocurrido con el casero.
—Creo que lo va a despedir —sonrió, porque me alegra saberlo, yo mismo le iba a decir, pero no tuve oportunidad. —cerré los cajones y oculté todos los documentos, le dije que no tenía las llaves de ellos, él quería revisarlos insistía en que usted nunca llevaría consigo las llaves.
La miro un instante buscando en ella, algo que me diga, las razones por las cuales me ayudó sin saber nada. Porque de saberlo, jamás hubiera mentido, no cuando está de por medio la vida de tres personas. Klain solo quería asegurarse que no estuviera metiéndome en problemas, insistía en que pasara la página y dejara todo en manos de las autoridades. Hasta el momento, estas no habían hecho nada ¿Qué los haría cambiar?
—Usted me ayudó, sin saber quién soy —habla pareciendo entender mi silencio y la mirada que le doy, se alza se hombros antes de continuar —todos tenemos nuestros propios demonios señor, algunos más poderosos que otros.
Guardo silencio, porque ella tiene razón y me encuentro en una encrucijada, no puedo preguntarle nada sobre su vida. No cuando ella está dispuesta a hacerse de la vista gorda con lo encontrado en mi cuarto. Todos daba indicios que yo estaba dañando a esos hombres, desconociendo los motivos.
—¿Me has hecho el currículo? —preguntó, pues por lo menos hay datos sencillos que puedo saber.
—Sí señor, ya se lo entrego —se levanta de la silla y me mira una última vez —Montserrat me dijo que tiene sita para el nuevo puesto en el templo. —me mira con rostro inexpresivo antes de continuar —ella creyó yo sabía todo, pero por la presencia del doctor no pude negarme. —sigue y asiento al entenderle —el sábado a las diez de la mañana, el señor Ezra Swift es el que lo recibirá.
—Gracias —murmuró, pero ella sigue en pie —¿Qué sucede? —quiero saber al ver que ella me mira preocupada.
—Si ese hombre, Roy... se ha hecho pasar por usted, y luce como usted... —empieza a decir —¿No cree que lo reconocerán cuando vaya así?
Ella tiene razón, yo necesito una nueva imagen, identificación y demás. Me quedo un instante observando el plato a medio terminar y el apetito se me ha ido rápidamente.
—Yo puedo ayudarle —habla luego de una pausa —conozco a alguien que puede ayudar con los documentos, en cuanto a su imagen... Tendrá que cambiar algunas cosas.
—No me voy a cortar el cabello... —interrumpo y ella sonríe.
—Lo sé, pero hay maneras de ocultarlos—me encuentro con la novedad que mis planes están en manos de tres mujeres y eso no deja de inquietarme.
JADE.
—¿Sabes lo que tienes que hacer?
—Sí, mami —me responde mi pequeña en silencio.
No sé en qué momento me metí en este lío, en dañar a un hombre que no me había hecho nada. Solo para obtener la custodia de mi hija y poder regresar a mi país, suelto el aire y miro a mi niña que va en la parte de al lado del taxi.
"—¡Maldito seas Roy! Grita mi mente, jamás debí enamorarme de un cerdo como tú. —" viajo en mis pensamientos, en la época en donde creía que salía con Shark Dewand, un hijo de una nativa y un americano, viudo desde hace cinco. Inspiro, respiro una y otra vez, cuando descubrí la verdad era demasiado tarde. Fue una tarde en que estaba en la estación, un compañero de trabajo había causado un escándalo y fui a pagar la fianza.
Allí lo vi, era obvio que no era mi Shark, este hombre era más imponente, su mentón alto y mirada penetrante. Había pasado por encima de mí, sin verme, era como si yo no existiera o nadie más. La manera de pasar y de ignorar a todos me hizo sentir como un gusano. En un comienzo, quise reclamarle por no saludar ¡Era el padre de la niña que esperaba! Al girar y saludar a un oficial me dio el frente.
No era Shark, aunque este era muy parecido a él, podría pasar simplemente como alguien muy parecido a mi esposo. Hasta que lo llamaron por su nombre y el oficial le pidió excusas por el incidente. Reclamarle a Shark, esa noche creo una tempestad y develó el verdadero rostro del hombre con quien había vivido todos estos años. Su nombre era Roy O'Higgins, Teólogo, asaltante, asesino y violador.
De las dos últimas cosas me enteré en casa de Shark y revisando sus documentos. Como era de esperarse, no me quiso dejar ir, no a las buenas. Me dio el trato más descabellado que he aceptado en toda mi desgraciada vida, entrar a ese edificio y hacerme pasar por madre soltera, sacar toda la información que se pueda. Con April, no había problema porque siempre no lo veía como padre, ella nació y creció lejos de él. Roy, rara vez dormía en casa y siempre estaba de viaje, algo que nunca entendí, que ahora con lo describieron en casa de Shark supe, del porqué de sus ausencias.
El auto se detiene en un semáforo y Roy entra rápidamente, diciéndole al taxista hacia dónde dirigirse. Mi bebé lo observa con recelo, se ha recogido el cabello, quitado los lentes de contacto y su vestimenta es fina. En resumen, no era el hombre que supuestamente mi hija conocía. Agradecí que no llegara hasta mí, con ese disfraz no quería confundir a mi hija.
—¿Qué has pasado? —me pregunta al entrar y me cruzo de brazos.
—¿Qué pasó? Qué me tocó soportar el acoso del obeso del casero, porque no me has dado dinero —reclamo —me dijiste que ese hombre no volvería a molestar. —sonríe y algo me dice que no me va a gustar lo que me dirá.
—Aquí por favor —le indica al taxista detenerse en una cafetería, paga el taxi y salimos en silencio. —¿Vives con Dewand?
—¿Cómo lo sabes?
—Fácil... No olvides que para parecer ser él, tengo que conocerlo al detalle. Ayudar a otro es parte de su naturaleza, de aborigen... ¡Estúpido! —pide un refresco para la niña y antes que pueda negarme, la mujer ya lo ha traído y ella lo absorbe gustosa. Quitárselo es causar un revuelo enorme, por lo que la dejo estar. —¿Te gusta?
—Si —responde, pero sin mirarlo y observándome curiosa —¿Le llevamos uno a Sham...
—No...
—Si —interrumpe Roy y acaricia su mejilla —le llevaras uno a Sham. —me mira con reproche, toma mi mano y me jala hacia él brusco. —¿Le diste el veneno?
—¡No! —respondo sacudiéndome —Si lo hago mi hija irá a un hogar se pasó, mi dijiste que si te daba información firmarías que podía tener la custodia de April —en respuesta se abre se brazos y sonríe.
—El problema es que no me has dado nada importante...
—Por qué no hay nada —insisto —salvo que entrará a trabajar a la iglesia, que alguien lo ayudará a entrar. —intento ser lo más escueta posible —tiene todo bajo llave, con claves y seguros... No pude encontrar nada.
—¡No me mientas! —aprieta su mano con fuerza y niego.
—Es la verdad, solo llevo diez días con el... Intenta entender —ruego —dame tiempo...tengo que ganarme su confianza y sé cómo hacerlo.
—Mami quiero hacer shis... —la queja de mi hija nos regresa a la realidad.
—¡Llévala! —ordena.
Me levanto apresurada y tomó a mi hija en b de brazos y cruzo el salón, encontrando el sitio rápidamente. Entró a los baños y la niña camina rápidamente delante de mí, lo que me ocasiona risas.
—No debiste tomar tanto refresco...
—Lo que no debió es dárselo, es demasiada azúcar —lanzó un grito al escuchar la voz de Shark detrás de mí. Giro rápidamente y lo encuentro apoyado en la pared, cruzado de brazos y mirándome en silencio —Tienes cinco minutos, para explicarme ¿Quién mierda Eres?
Trago al ver su rostro descompuesto por la ira y que sólo se relaja al ver a la niña. Quien ya ha salido del lavado y camina hacia él, le entrega algo que el observa con atención y me mira con una ceja alzada.
—¿Qué significa esto? —alza la identificación de Roy observa a mi hija
—¿Lo hice bien mami?
—¿Le enseña a su hija a robar? —pregunta incrédulo y April lo mira con rostro al borde de las lágrimas. —Quiero explicaciones ¡Ahora mismo! No es contigo, ratona —le dice a mi hija tomándola en brazos y pasando seguro al baño.
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