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Capítulo 38

Walker

Confieso que la noticia que Kya me había engañado, me tomó por sorpresa, era como ser golpeado de manera sistemática por cien hombres. La pesadez en mi cuerpo, y las ganas de gritar persistían aun después de varios meses del suceso. El escape de la cárcel y posterior asesinato de Rogers O'Higgins, a manos de la policía en los territorios de Shark Dewand, fue noticia nacional, la complicidad de mi ex mujer, también.

Mantener a mis hijos lejos del escarnio público, era mi prioridad y las vacaciones ayudaron a ello, sin embargo, esta no era más que, una solución momentánea. El final de las vacaciones llegó y con ello, la noticia que debía decirle la verdad. Antes de tomar ese avión, mis padres y yo, decidimos contarle la verdad, su madre era prófuga de la justicia. Fue un golpe duro, ver a mis tres hijos, con el rostro bajo, sus ojos humedecidos por las lágrimas y la barbilla temblar.

—Fue lo mejor —murmura mi padre, avanzando una vez aterrizamos—sabes que la sociedad empezara a señalarlos.

—Duele que no fui un buen padre —confieso —debí estar allí y evitarles tanto dolor.

Papá niega, al tiempo que yo observo los rostros tristes de mis hijos y mis padres se acercan a ellos. Me era difícil de creer que ella les hubiera hecho a ellos algo de esa naturaleza, quizás a mí, podría entenderlo, pero a sus hijos, nunca se atrevería a tanto.

—¿Papá? —la voz de Anderson y Julissa me saca de mi letargo.

Sacudo la cabeza para espantar mis malos pensamientos y me encuentro con tres pares de ojos observándome preocupado.

—¿Estas bien? —Julissa avanza hacia mí, mientras pregunta y asiento sin poder formular palabra alguna. —nosotros estamos bien, no tienes por qué temer.

Sonrío al verlos a los tres darme apoyo, cuando debo ser yo, el que se los brinde. Recibo el abrazo de los que, en adelante, se convertirán en el motor de mi vida y a eso se le suma el de mis padres. Faltan muchas cosas por hacer, buscar alguien que me ayude en las horas que estoy trabajando, cambiarlos de escuela e inscribir a Julissa en la universidad. Miro la hora en mi reloj y me faltan, tres para entrar a trabajar, notan el movimiento y me miran divertidos.

—¿Quieren comer algo antes de ir a casa? —pregunta mi padre y niegan.

—No, queremos ir con papá —mis padres asienten y se despiden.

Los cuatro avanzamos a la zona de taxis y en silencio buscamos uno. Como si de una broma macabra se tratara, el taxista pasó por el lugar de la explosión. La pizzería había cerrado y la gran mayoría de locales, fueron pintados, y en sus ventanas tenían el letrero de "En renta".

Aquello me tomó por sorpresa, pues todos los afectados fueron indemnizados, incluyendo los dueños de la tienda de mascotas. Pero estas también tenían el mismo letrero, con el nombre de una inmobiliaria cuyo nombre era A y D.

Recordé el nombre de los ancianos (Augusto y Doris) y por alguna razón los asocié a ellos como los dueños de esa inmobiliaria. Empecé a recordar, mientras el vehículo disminuía la velocidad y tanto el chofer, como mis hijos asomaban sus rostros para ver los arreglos en toda la zona.

Las declaraciones de todos ellos, parecían sacados de un guion y las palabras de Kya, diciendo que Dewand, jamás iría a prisión y la culpa seria de otro. Me había mentido tanto, que perfectamente eso también pudo ser otra treta de su parte, sin embargo, algo me decia que no fue asi.

Llevé a los niños a casa, subí las maletas y fui a hacer mercado, tenía la despensa vacía y ellos muy seguramente tendrían hambre, una vez se despertarán. Hice todo el recorrido con las imágenes del caso en mi cabeza, con las voces de los afectados rondando en mi mente.

Algo había pasado por alto y en este punto, no era más que el placer morboso de saber que descubrí la verdad. Mientras paso las cosas por la caja registradora, mi móvil empieza a vibrar, lo saco de mi bolsillo y sigo pasando a la cajera las cosas. La chica de unos veinte tantos años, pircing en la nariz y uñas negras, me mira con rostro aburrido, al tiempo que masca una goma de mascar de manera despreocupada.

Una operadora me indica que tengo una llamada por cobrar y si deseo recibirla, la acepto con la piel erizada y con la sensación que estoy a punto de hacer algo que más adelante me va a pesar y en efecto, al escuchar la voz, sé que será asi.

á asi.

—¿Recuerdas nuestra primera cita? —me pregunta una vez digo mi apellido —te espero allí, llegarás en diez desde donde estas.

Cuelga la llamada y hago lo mismo, la chica ha observado la llamada con rostro intrigado. Me da el total a pagar y me pregunta la forma de pago, saco la tarjeta de mi bolsillo y la recibe en silencio.

—Es usted una celebridad —dice al fin.

Estoy metiendo las bolsas al carro y detengo mi tarea para observarla con una ceja alzada.

—Usted fue el que metió preso a los de esa secta —me dice y entiendo a lo que se refiere —es casi un héroe.

—Hacia mi trabajo —respondo.

No me es grato que me tengan en tan alto puesto, cuando solo fui un títere del sistema. No le hago más comentario y ella debe entender mi incomodidad o tal vez, son los murmullos de los siguiente en la fila, que empiezan a quejarse por la demora en la caja.

Diez minutos después, parqueo el auto frente a la pista de hielo, salgo de la camioneta y rodeo la edificación, recordando en todo momento ese día en que fui con ella a ese lugar. El nerviosismo de mi parte, porque ella era mi estudiante y de ser pillado sería enviado a otro lugar. Había tenido muchas relaciones, no obstante, algo me decia que con ella sería diferente.

Y lo fue, en todos los sentidos.

Una vez en la puerta, me encuentro con el letrero de cerrado y nadie alrededor del lugar. Solo una persona con un carro recolector y metiendo en el carro, lo que parece ser botellas reciclaje.

—Está cerrado jefe —habla la dama y alza su rostro hacia mí.

El negro en todo su rostro resalta, el de sus dientes también y su cabello enmarañado y un olor putrefacto que me hacen dar un paso atrás. Desconozco que mierdas sucede o en que está metida, solo que no es bueno tenerla cerca de mí.

—No ha acabado —me dice mirando el lugar y como si me contara algo sobre el sitio. —hay más por capturar.

—No me interesa saberlo kya —respondo dando media vuelta.

—Necesitaba decirlo Chuck, necesito que me perdones...

Giro sobre los talones, ella sigue observando el letrero blanco con letras de colores que anuncian el lugar y otros más pequeños los horarios. Ella no sabía patinar y menos bailar, algo que yo sabía con destreza, mis padres me metieron de pequeño a una escuela de Ballet y esa historia era mi esqueleto en el closet.

—No tienes que demostrar que eres mejor que yo Kya —digo al fin —ya lo hiciste...

—No se trata de eso. —me interrumpe y de mis labios sale una sonrisa irónica.

Siempre fue así, por más que intentara ser un buen esposo, ella siempre veía en mi a alguien con el que competir. No pudo superar el hecho que era su superior y por más que me esforzara, siempre buscaba algo con el que competir.

—Sabes que sí, —digo alzando la vista al cielo y empuñando mis manos —pensé que lo habías superado, que te había demostrado, eras más importante como mi mujer que mi profesión.

—Esto es lo que amo hacer Chuck, siempre quise ser policía —se defiende bajando el rostro —no podría hacer otra cosa, amo a mis hijos y mi deseo es hacer un mundo perfecto para ellos.

Suelto una risa fuerte y me muevo de un lado a otro en medio del desocupado parqueadero.

—¿Y yo no? —recrimino —¿Crees que ese no es mi deseo? —sigo diciendo —pero no puedo dejarlos lejos de mí...

Tiene en el suelo una bolsa negra que toma y tira en el carro, que tiene varios electrodomésticos viejos, latas vacías y cajas.

—Solo quería que supieras que no soy lo que piensas... que cuides de mis hijos.

—Mis hijos —corrijo con el dedo índice puesto en mi pecho —míos Kya.

—Chuck...

Pero no me detengo, doy media vuelta y no me detengo, no miro atrás, pese a saber que ella se ha quedado mirando la camioneta arrancar. La vida te muestra siempre varios caminos que puedes tomar, depende siempre de uno cual escoger. Yo decidí ser padre, antes que amante, esposo u oficial, mi prioridad eran mis hijos y darle estabilidad emocional era mi prioridad.

Tres horas después...

Atravieso los pasillos y llegó hasta la oficina para presentarme ante mi nuevo jefe, encontrándome con una oficina vacía. No había cuadros u objeto que indicara que alguien trabajaba allí, varias cajas encima y alrededor del escritorio y lo que parece ser una carta a la que me acerco.

Al leer, lo descubro.

He sido ascendido, me felicitan por mi labor y esperan que pueda dar lo mejor de mí en ese lugar. Las cajas contienen mis pertenencias, una tercera puesta en el suelo, son lo recolectado del caso de David y la explosión del edificio. No hay rastros de Carlos y de nadie mientras me ubico en mi nuevo lugar.

Corrían las doce del día cuando tomé la última caja, aquella con el caso de David, por el cual fui promovido y la que debo enviar a archivo. Observo la cinta con el audio de la muerte de esas mujeres y mi piel se achina solo con verla, con un rápido movimiento le tiro encima un documento, cubriendo de esa manera las voces que llegan a mi cerebro de manera inmediata.

Suelto el aire con frustración y me paso una mano por el rostro, reprochando mis nulos intentos de no hacer grafico el detalle de las muertes de Agatha, Venus y Abbie Dewand. Hasta que el papel que usé para tapar la endemoniada cinta llama mi atención un nombre, "Baches", ese era el nombre de la supuesta gata de Giacomo Menichini. También estaban los nombres de, augusto y Doris, Filippo, Adriano, Lorenza, Nicoletta, Zinerva, Luis Carlos, Roberto, Fabián y Montserrat, Caroline (Estos cuatro últimos, eran los empleados de Shark en la clínica).

—La gran mayoría eran ex miembros de esa iglesia o victimas de esa secta—sigo diciendo.

Me siento de golpe con el papel en las manos, la mejor de mis sonrisas y la satisfacción de haber descubierto algo importante. El documento tenía, no solo los nombres antes mencionados, también al frente de ellos, la manera en que fueron engañados, sus lugares de residencia y trabajo. Asi que, una parte eran compañeros de trabajo de Shark, otros familiares del italiano, y una última lista eran de los dueños de los locales que rodeaban el edificio en donde explotó Shark.

No era un plan de un solo hombre, en este punto la realidad era muy obvia, todos se habían confabulados para un solo fin. Destruir a la iglesia y a todos aquellos a quienes dañaron, de alguna u otra manera.

Siempre me pareció extraño que los vecinos de ese edificio describieran a Rogers O'Higgins como un tipo amable y hasta daba consejos de seguridad. Cuando era descrito, como un tipo egocéntrico y egoísta a quien solo le interesaba su propio bienestar.

—Hijo de puta —murmuro con una sonrisa. —quien dijo que el crimen perfecto no existe, no te conocia Shark Dewand. 

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