Escuela deportiva
Agente Walker
24 horas antes del incendio.
Era la tercera vez que Anderson caía al suelo, luego de ser cubierto por alguien del equipo contrario. Estaba distraído, lo noté desde que salieron de casa de su madre. Por más que le pregunté que le ocurría, aseguró que nada.
Verlo allí, jugando de esa manera, me era obvio que sí, le ocurría algo.
—Vamos campeón, tu puedes —le grito al ver atajar la pelota se va con ella hacia el campo rival.
Sonrío con orgullo, me parece extraño su comportamiento, Anderson es un buen deportista, algo que no heredó de mí, ya que siempre fui malo para los deportes. Podría decir con suficiencia que mi hijo era capaz de sobresalir en cualquier deporte que quisiera.
—¿Es su hijo? —pregunta un padre de familia con marcado acento extranjero y que tiene la camiseta del equipo rival.
Esta sentado a mi lado, pocas veces lo he visto animar a alguien e imagino que es solo un espectador.
—El rubio que lleva en este instante el balón. —le digo señalando a mi hijo y el hombre sonríe al notar a mi hijo correr con el balón en sus pies y evadir a tres chicos en el proceso —Chuck Walker —me presento extendiendo la mano, una que el sostiene, pero que no me da su nombre, tampoco muero por saberlo —¿Tiene hijos aquí? —le pregunto y el hombre busca en el campo.
—Sí, aquel con rostro más rojo, no está acostumbrado a los deportes, pero su hijo le ha animado a hacerlo —señala a un pequeño más chico que el resto de los jugadores, pero con la misma energía.
—¿Dexter? —pregunto y el hombre asiente sonriente —su hijo no hace más que hablar de él.
Justo en ese instante Anderson anota el único gol del partido. El alboroto que siguió fue motivo de felicidad de parte de los padres, los pequeños festejaron el gol hasta del equipo rival. Los profesores ríen viendo a los niños saltar ante el gol.
Eran de la misma escuela deportiva, los sábados se hacían grupos para jugar entre ellos. Al final de la jornada, no había ganadores o perdedores, al final todos disfrutaban de refrescos y hamburguesas, brindadas por cualquiera de nosotros.
—Es bueno, aunque estuvo todo el juego distraído —me aclara. —¿Divorcio?
—Sí, en buenos términos —confieso —no pensé que a Anderson le afectara.
Mi mirada viaja a la cancha al escuchar el silbato, Anderson está en el suelo y se retuerce llevando una mano en su tobillo izquierdo. Son sus hermanas las primeras que corren hacia la cancha, ellas decidieron ubicarse en las bancas primeras. Están en una edad en donde, ir acompañadas de su padre, es sinónimo de vergüenza. Suelto una maldición y corro escaleras abajo, rumbo a ver a mi hijo.
—No es grave, pero sí de cuidado —habla rápidamente el profesor al verme llegar ante él.
Lo hago a un lado ignorando lo que me acaba de decir, porque el que me interesa que me diga cómo se siente es mi hijo. Me arrodilló ante él, que llora desconsolado tomándose el pie en el proceso.
—¿Te encuentras bien? —pregunto.
—Me duele mucho papá. —se queja.
—Vas a estar bien, te llevaremos a un hospital.
Les doy las llaves del auto a las niñas que corren, sabiendo lo que deben hacer. Me excuso con los profesores, alumnos y padres de familia, abriéndome campo con mi hijo en brazos y llorando.
—Soy doctor, permítame revisarlo. —me intercepta el padre de familia con el que hablaba durante el juego —siempre tengo en el baúl el maletín de emergencias.
Vamos directamente al parqueadero del auto, tiene una camioneta de lujo siete puestos y vidrios polarizados, a dos metros varios hombres lo custodian bastante armados. Vuelvo la vista al hombre y no tiene la apariencia de alguien de dinero, no viste mal, pero tampoco es lujoso su atuendo. No se ha presentado y no ha hecho pie por darme su nombre. Solo sé que su hijo se llama Dexter y que es el mejor amigo del mío.
Revisa a mi hijo, con destreza, le hace preguntas básicas sobre el juego, el gol que marcó y lo buen jugador que puede llegar a ser. En minutos, mi hijo está con una sonrisa, mientras él lo venda y le dice que es quizás una torcedura leve, pero es necesario estar seguro.
—La clínica está a pocos pasos —dice y señala el edificio de paredes blancas y grandes ventanales —lo espero allí, si no tiene un lugar de confianza, claro.
—Le sigo —respondo y asiente.
Toma de las manos al pequeño de ocho años o menos y lo ayuda a entrar al auto. Yo he visto ese rostro, grita mi mente, pero no logro ubicarlo en algún lugar. Mi hijo está muy adolorido como para preguntarle, pero sus hermanas tienen la misma inquietud.
—Anderson ¿Quién es ese hombre? —pregunta Julissa —me parece conocido.
—Dexter Ángelov—murmura mirando por la ventana —Dexter dice que buscan a su mamá.
—¿Los dejó? —preguntamos todos al tiempo y mi hijo sonríe.
—No sé, creo que vino a aquí, luego desapareció —termina de decir encogiéndose de hombros.
Cierra los ojos y apoya la cabeza en la ventana dando por terminada la conversación. Llegamos a la clínica encontramos al hombre en la puerta esperándonos, su hijo toma de la mano al mío lo que nos hace mirarlos a ambos sonriente.
—Quiero ir solo —dice al acercarnos a ambos.
—Lo llamaré si es necesario, pero sé que todo está bien señor Walker —me calma.
Sé que se refiere a la salud física de mi hijo, sin embargo, es la mental la que me está preocupando. Se aleja de nosotros, el hombre lo toma de las manos para ayudarlo a avanzar, con su hijo a pocos metros que no quita la mirada de Anderson.
—¿Alguien sabe porque está así? —pregunto a mis hijas, que están detrás de mí. —¿Fue castigado por Kya o algo?
—No creo—responde Shania.
—A mamá simplemente no le habla, creo que es por el divorcio —suelto el aire y me apoyo en la pared más cercana.
No lo creía posible, había tomado a bien el divorcio y me dijo "Me alegro por ti papá", sin entender a lo que se refería y aún hoy no lo hacía. Mis hijas se instalan cada una a lado y lado, apoyando su mano en mis hombros. Él no está enojado conmigo, su actitud es más de vergüenza, como actúa cuando hace algo mal y cree que me ha defraudado.
—¿Qué hicieron con mamá?
—¡Papá! —se quejan al tiempo y las miro un instante.
No pretendo hacer de ex celoso o posesivo, pero todo lo que tiene que ver con mis hijos me afecta. Detallan que fueron a comer, en la tarde a cine y luego a un helado, pero que Anderson no participó mucho con ellos y siempre se quejaba que quería regresar conmigo. El domingo al despertar, su mamá no estaba y Anderson ya despierto estaba de peor humor.
—¿Tu mamá tiene novio? —les pregunto y se miran entre sí, algo sorprendidas —pueda que este celoso, quizás él lo vio.
—Si lo tiene solo Anderson lo conocería, estaba todo el tiempo con mamá. Ella solía llevarlo en las tardes cuando trabajaba en esa iglesia —asiento levemente y sigo pensando.
—Difícilmente encontraría alguien simpático en el área contable. —murmuro acercándome unos pasos al lugar por donde se ha perdido mi hijo.
Una doble puerta con dos vidrios en cada una que mostraba otro largo pasillo. No sé el porqué de mi inquietud, el caso de Dewand ha logrado que el miedo se quede conmigo y tema por mis hijos en todo momento.
—Mamá no estaba en el aérea de contabilidad, era en recursos humanos. Al lado del cuñado de David. —me aclara Julissa.
Giro a verla y sonríe para después explicarme, al ser sacado de la congregación, su madre quedó a cargo de esa aérea en su totalidad, pero que solía llamar a su antiguo jefe porque existían cosas que sólo él sabía. Eso jamás lo dijo, aunque no hablaba mucho de lo que hacía dentro de esa iglesia y asumí era porque quería borrar lo que sucedió.
La investigación en contra de ella seguía, había pasado a asuntos internos, lo de esa factura ya se había aclarado. Sin embargo, no la soltaban del todo y decia se debía a la ayuda que le brindo a Shark.
Media hora más tarde, mi hijo sale con una venda en su pie, nos dicen que no hay lesión, tal como el hombre lo aseguró. Solo fue una torcedura, que debe guardar reposo, y una fórmula que me entrega pidiéndome que lo acompañe a un lado de los chicos.
—Anderson, cree lo defraudó —empieza de decirme —hay algo sobre una mentira, cree que usted se va a enojar con él.
—¿No fue mas claro? —pregunto confundido —mi hijo no es de mentirme y si lo hizo, tuvo sus razones.
Dexter asegura que su llanto o dolor es por otra cosa y que intente hablar con él. Es claro que a él le dijo algo más, pero fue lo suficientemente discreto para no repetirlo.
Salimos y se ve menos tenso, hasta logró reír al ver a Julissa observando de más a un médico y a mi mirarla con sospecha. Seguía con la sensación extraña en el pecho, tras esperar que todos se ubicaran en sus puestos Anderson, pide ir a casa de su madre y traer todas sus cosas. No le hago preguntas, son sus hermanas las que le insisten porque llevárselas si dentro de un mes debe volver.
—Yo no volveré —responde sin mirarlas —me quedaré con papá.
—Dejaré a tus hermanas en casa —digo en respuesta.
Sus hermanas miran en mi dirección en búsqueda de explicaciones y le hago señas de dejarlo tranquilo. Si es un Walker con todo lo ello implica y está herido u enojado, lo mejor es dejar que la rabia baje, ello sucede normalmente en horas, si es forzado a hablar se cerrará, su humor empeorará y prevalecerá por días.
—Sin salir a la calle. —ordeno al dejarlas frente a la casa.
—No les abran a desconocidos, cierren las puertas, no reciban visitas —repite Shania —lo sabemos papá.
Apoyo la mano en la puerta del auto y sonrío, se supone que es una sorpresa, pero dado que se creen saberlo todo, decido demostrar que no siempre es así. Me miran con los ojos entrecerrados, compartiendo rostros inquietos y mi sonrisa se amplía aún más al verlas confundida.
—Solo les iba a decir que no salgan porque deben hacer las maletas, iremos de vacaciones con los abuelos a Alemania. —los gritos de los tres fueron de júbilo y sonrió al saber que les gusta la idea —es hora de que conozcan a su familia y un tiempo a solas en casa de los bisabuelos no está mal.
Se acercan a la casa entre risas y aplausos murmurando que no tienen ropa para ir a Múnich y necesitaran de mi tarjeta. Niego divertido, mientras espero que Anderson se instale a mi lado, no le ayudó a bajarse o montarse, lo he dejado solo con su mal genio. Esperando que el esfuerzo que hace para ambas cosas logre mitigar su comportamiento, algo que al parecer tengo éxito.
(...)
—¿Quieres ayuda? —le digo una vez entra a la habitación que tiene en casa de su madre y asiente. —¿Por dónde quieres empezar?
—¿Qué crees que necesitaré de aquí? —responde con otra pregunta y miró a mi alrededor.
La ropa le no le quedara al regresar de vacacione, los juguetes, quizás y libros de estudio, el PC pueda que también. Descubro que tiene una habitación muy arreglada para alguien de su edad. Es aseado y ordenado en sus libros, están cuidadosamente ordenados en orden alfabético y hasta colores similares en su escritorio, es como ver mi habitación en Múnich antes de llegar a América, por último, lo veo a él que me observa en silencio.
—Todo es reemplazable —concluyo —me importa tu compañía, lo demás podemos comprarlo.
En respuesta baja el rostro y me pide perdón, lo que hace que me acerque a él y me arrodillé a sus pies. Tomo en mis manos las suyas que tiemblan ligeramente y al sostenerlas entre las mías las suelta pasando sus manos por mi cuello. El temor de lo sucedido con Julissa volvió a mí, fue mi turno que mi cuerpo temblara.
—No tengo nada que perdonarte Chuck Anderson, lo que sea que hayas hecho, no evitará que te quiera...
—Ella mintió, te mintió —habla al fin y acaricio su espalda haciendo círculos con mis manos. —mamá mintió.
—¿En qué Anderson? —le pregunto, porque su turbación me afecta, se aleja de mí abrazo y se limpia las lágrimas.
Es el tiempo que aprovecho para sentarme en el suelo, esperando que se calme y me diga lo que hizo su madre. En ese punto, sé que el enojo es con ella y aunque estoy aliviado por eso, que mi hijo salga herido me enoja. Me recuerda el día que recibieron ese mensaje, el mismo día en que yo recibí ese CD y que David Gales murió. Asegura ella nunca abrió la puerta, nadie entregó ese paquete esa mañana, porque el mismo lo recibió un día antes. Estaba despierto y la vio a pasar por su habitación, la siguió porque creía que haría el desayuno, pero no fue así.
—Sacó un paquete de su bolso de mano, que ese hombre le había dado el día anterior, alguien la llamó justo en ese instante y empezó a discutir. Decía que tú te darías cuenta de todo y que era mejor no mezclarte. —sigue diciendo y se limpia las lágrimas —no sabía que era, pensé que era de trabajo, ella salió y yo volví a mi habitación. Regresó minutos después y empezó a gritar y llamarnos a todos.
—¿Estás seguro de eso? —le cuestiono arrodillándome para levantarme y asiente —¿Quién le dio ese paquete?
—Rogers, él y mamá... Yo los vi en la cama desnudos —suelta eso me hace regresar mi cuerpo al suelo y a él mirarme apenado —ellos no me vieron, era de madrugada, tenía sed bajé a la cocina. Escuché los ruidos y me alegré porque pensé que eras tú, abrí la puerta con cuidado y los vi allí desnudos.
—¿Cuando fue eso Anderson?
—Un día antes de él entregar, le dije que la vi... Ella pidió perdón y me rogó no te dijera nada que fue un error. —se limpia las lágrimas con fuerza, como si odiara el acto de llorar y tomo sus manos — mis hermanas hablaban del paquete que alguien dejó ese día y como ellas no escucharon el timbre.... Que el tuyo era rosa, recordé que era el que ella tenía en sus manos.
—¿Dices que ella salió con eso en manos? —insisto y mi hijo asiente.
Calculo el tiempo de esa casa a la nuestra, me llevo solo diez minutos, iba acompañado de mi hijo y eso hizo mi recorrido lento. Sola y con un paquete que entregar, ese tiempo se reducía.
¿Qué motivos tendría para acercase Kya a mí? ¿Desviar la investigación de Roy? Fue clara en decir que la culpable sería la hermana y que así lo habían estipulado sus superiores. Que "ellos tenían que ir a prisión y debían pagar", fue tan convincente y me ayudó tanto en la investigación que no logré sospechar de ella.
Aseguró no creer en esa religión, pero ni los mismos líderes creían en ella, sólo era un negocio más. Su fe se reducía en la cantidad de diezmos que lograban recaudar a diario, en los obsequios recibidos por sus fieles, etc.
Y Barrymore, el pidió celeridad dijo que confiaba en mí, asuntos internos solicitó el informe en sus manos y acusó a Kya de corrupción. Ser infiltrado apuesto a más de un agente tras las cuerdas, muchos de ellos se van del lado del equipo contrario.
—¿Papá? —alzó la vista a mi hijo.
Una mini versión de mí, una parte del amor que le profesaba a su madre. El creía que me había fallado, pero no fue así, les fallé yo al no estar cerca de los tres. Podría estar separado de su madre, pero ellos seguían siguiendo mis hijos.
Me levanto del suelo y beso su cabeza, diciéndole que no pasa nada, no es su culpa. En un niño de diez años ni aún, en mis hijas (un poco mayores) le sería difícil que vieran el mal. Desconocían los detalles del caso, no los llevaba a casa y menos solía hablar de ellos. Quizás solo quería al ayudarme, saber los alcances de la investigación, para saber así qué camino seguir.
—Creo que solo llevaré los libros y el PC —Habla seguro y sonrió.
—Buscaré cajas...
—Mamá tiene unas en la habitación —murmura al verme salir a los pasillos.
Salgo en búsqueda de la habitación de Kya, no conozco bien su casa, he ido en un par de ocasiones y solo llegué a la sala. Puedo guiarme por el decorado, pienso y recibo un mensaje que me hace sacar el móvil al ver que no deja de timbrar.
"—Rogers, se escapó. —leo el mensaje de Carlos —en el hospital donde trabaja su suegra, se dice que la mujer le dejó la puerta de emergencia abierta y le proporcionó ropa para escaparse"
Me envía las imágenes de las fotos que se cree es él saliendo del hospital hace unos minutos. Guardo el móvil y voy por las cajas, encuentro en la cama un bolso de viaje y la bolsa de manos de Kya. Ella jamás me dijo que se iría de viaje, pero todo indicaba que lo haría.
Empaco las cosas que él me va diciendo y terminamos en tiempo récord. Bajo al auto y dejó las cajas en el baúl para regresar por él segundos después, lo encuentro en los pasillos y me mira serio.
—¿Debes trabajar verdad? —me acomodo la camisa a la altura de mis codos y pienso un poco la respuesta —no hay problema si es así papá, igual ni queríamos ir a Múnich.
—El viaje es el miércoles y es un hecho, solo necesito cuadrar algo antes de irme para no ser molestado —le aseguro —solo necesito hablar con tu mamá.
Murmura un Ok, que es un..."No te creo, pero fingiré que si"
Le ayudo a ir al vehículo, cierro la puerta de la casa y me pongo a su lado. Sigue molesto y sé que le llevara algún tiempo procesar la información. Sería peor para él, de saber la verdad sobre Roy y los alcances que pudo tener la relación con Kya.
—Tu madre te quiere Anderson, esto no tiene que ver contigo —le digo al avanzar a casa —no tienes que sentirte mal, son cosas de adultos, campeón.
—¿No estás enojado conmigo? —pregunta y detengo el auto un instante.
Lo observo unos segundos y sonrió, pasando mi mano por su cabello rubio un tanto largo. No había manera que me enojara con él o con cualquiera de mis hijos.
—Si perduras en esa actitud, si me voy a enojar —advierto —no tienes por qué cargar con nuestros problemas, tu único objetivo en la vida es ser feliz, estudiar.... Y te quiero, más que a mi vida misma.
—Yo pensé que ustedes dos... —suelta un sollozo y observa por la ventana —supongo que se acabó ¿Verdad?
—Lo siento mucho... Pero no fue tu culpa, fue nuestra por no echarle ganas...
—No tienes que ser amable, sé que fue ella, tu aun la amas papá, se ve. —me escanea de arriba abajo analizando mi apariencia, lo que ocasionalmente me saca una sonrisa —esa camisa te queda bien, aun puedes conquistar a una chica, no estás tan mal —esa respuesta me hace reír con ganas y negar divertido.
Por lo menos ahora sé que, de tener pareja él no sería un problema, mi mente viaja de nuevo a ese tiquete de avión.
Walker: Creo saber dónde está Rogers
Espero respuesta y esta llega rápidamente.
Carlos: ¿Dónde?
Marcus: Vi las noticias... Dicen que le ayudó su suegra.
Walker: también, pero alguien más le ayudó.
Carlos: la policía cree que irá por su hija y por Dewand, pero no han levantado mucho polvo.
Marcus: ¿Quién le ayudó?
Walker: va a Dayton, Ohio, creo que Kya le ayudó. Encontré maletas hechas en su casa.
Carlos: llamaré al General.
Marcus: ¿Qué harás tú? ¿Quieres apoyo?
Sonrió, pero no respondo, sé que vendrán a verme sin que les diga que sí.
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