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Capítulo 29

Treinta y cinco días después.

09:30am

Shark
Más de un mes he pasado en el hospital, la noticia de lo ocurrido estuvo en todos lados. Roy fue llevado a prisión y estaba en espera de juicio, su hermana se declaró culpable del asesinato de su esposo, pero niega toda participación en lo de mi familia y asaltos, incluso de la farsa que era esa religión. Las noticias no dejan de hablar de lo mismo, y mantienen al día a la audiencia. La iglesia fue intervenida, ante las pruebas entregadas por el ministro Ezra, quien solicitó una auditoría para limpiar su nombre.

Al ser ministro y con la gran mayoría de  ellos  de esa iglesia en prisión, todos lo señalaban como cómplice, por lo que abrió las puertas de su casa y de la iglesia principal a la policía. Fue en ese templo que encontraron todo, incluyendo copias de los videos de sus "terapias". Las denuncias de las víctimas no se hicieron esperar y las capturas también, empañando de alguna manera la época festiva.

Yo llevaba mi propia cruz, en todo el tiempo que llevaba allí Jade no había aparecido. Es imposible decir que no sabía la noticia cuando todo mundo lo sabía. Me habían llamado de todos los lugares, personas que dejé atrás hace once años. Hoy me daban muestras de afecto y de apoyo, al venir a verme seguido y estar pendientes a mi salud.

Los padres y abuelos de Agatha también llegaron, habían reparado la casa para mi llegada. Haciendo algunas remodelaciones y lamentaban no pedirme consentimiento. No me importaba los arreglos, tampoco si se deshicieron de las cosas de su hija o si se las llevaron. Lo mejor de ellas, estaría guardado en mi mente y corazón, de allí jamás podrían ser borrado.

Lo que sí me afectaba era Jade y su silencio, dolía de alguna manera que ella no quisiera saber de mí, lo más seguro es que la dañé tanto que no quería volver a saber de mí. Una enfermera entra con un ramo de rosas y lo deja en la mesa toma el sobre que trae el ramo y me la acerca, sonriente.

—Acaba de llegar y me pidieron traerla rápidamente. —agradezco y espero quedar solo para leerlo.

Una vez lo hago, destapo el sobre y me encuentro con la pulcra y hermosa caligrafía de Paola Gales, y firmada por ella y sus dos hermanos, sonrió antes de leer.

"Gracias por todo Shark, eres un gran hombre, esto jamás hubiera sido posible sin ti. Eres lo más parecido a un padre, para nosotros, jamás tuvimos una figura paterna y no sabíamos lo que sé sentía, hasta que llegaste a nuestra vida... Y tienes razón, Holanda es un lugar maravilloso para iniciar una nueva vida.

Espero logres perdonarme por lo que mi cobardía de perder a mis hermanos pudo causarte, y volverte a ver en alguna ocasión.

Vive Shark, que, si alguien merece una segunda, tercera y cuarta oportunidad eres tú.

PD. Besos a Jade y April. "

Sin rencores Paola —hablo en voz alta y a la habitación vacía —No podría guardarlo, jamás hubiera hecho todo sin tu ayuda... no hiciste nada que yo en tu lugar no haría.

Rompo la tarjeta en pedazos y los aprieto en mis manos, con fuerza. Miro la hora y me doy cuenta que faltan unos minutos para irme y la idea de pisar de nuevo la casa de mi familia hace que mis manos suden, mi cuerpo tiemble y los recuerdos lleguen a mí.

Hubo una gran revuelta y acusaciones en contra de la policía al salir a la luz todas las humillaciones recibidas, incluyendo que fui encerrado en una celda, cerca de mi verdugo. Por seguridad fui traslado cinco días despues a Utah, cerca de casa, los míos exigieron eso luego de mi asalto. Quise hacer este viaje a casa solo, no desee fiesta de bienvenida y les rogué me dejaran ir sin compañía a casa.

Me visto en calma controlando los latidos de mi corazón. Una vez estoy listo tomo el ramo de rosas y salgo a los pasillos, lo bueno de estar en casa y en mis tierras, es que allí soy uno más. No hay nada interesante o fuera de lo común en mi vestimenta o en mi presencia. Paso desaparecido al cruzar el hospital, al llegar a recepción e incluso al tomar el taxi.

Una vez rumbo a casa, pienso en lo que haré en ese sitio solo, en por qué ella me pediría volver a estas tierras. Suena loco para ustedes, pero es así, ella querría que yo volviera al lugar de donde ahora sé, jamás debí irme.

—¿Muchos turistas? —le pregunto al taxista quien sonríen mirándome por el espejo.

—No me puedo quejar, incluso compré los regalos de navidad para mis niños antes de tiempo —habla emocionado —tengo dos se 4 y 6 años ¿y usted?

—Tres también, dos en camino y una de cinco —respondo seguro y mi mente se nubla —esta con la mamá —me apresuró a decir.

—¿Lleva mucho tiempo en el hospital?

—Treinta y cinco días —guarda silencio y sonríe.

—Nadie debería pasar la navidad en un hospital —le escucho decir.

Es algo que he hecho por mucho tiempo, pasar navidad solo ya no suelo festejarla y si alguna vez lo llegué a considerar fue por April. El vehículo se adentra por el sendero recuerdo como aquel que conduje esa noche en que llegué y no las encontré. De nuevo las imágenes comparativas estaban en mi mente, los recuerdos eran como flashes en mi cerebro, pequeñas ráfagas de memorias que taladraban mi cabeza y torturaban mi alma.

Los mismos árboles estaban allí, la vieja casa del abuelo de Agatha en donde las niñas solían ir a jugar. El árbol de limón al pie de la pequeña colina y las aves sobrevolando. La nieve aún está en todo el lugar, el paisaje se viste de blanco y el frio se asemeja a lo que llevo por dentro. Aguanto la respiración al ver los primeros rastros de la casa de paredes blancas y los rosales, blanqueados por la nevada.

—¿Es su casa? —asiento y el hombre se baja para observarla de cerca —es la mejor de la zona —sigue diciendo y sonrío con nostalgia.

De tres plantas, seis habitaciones y garaje, la mejor de toda la zona porque mi familia tenía que vivir en un lugar seguro. Dos salones de baile, porque cuando mis hijas crecieran yo les festejaría los quince años en ese lugar, su boda cuando se casarán y porque no, vivirían allí, pues la casa era inmensa y en ningún lugar estaban más seguro que en ese rancho.

Nadie me dijo que ellas les abrirían las puertas a sus asesinos y que estos tenían rostros conocidos. No te preparas para algo así, siempre crees que la persona que puede dañarte es un particular y Agatha, esa fatídica noche no fue la excepción.

—Pero vacía —le respondo luego de una pausa y sin mucha emoción —un hogar no lo hace el lujo, es quien lo habita y el mio está desolado.

El hombre asimila mis palabras, pero no formula palabra alguna, sonríe alzando la mano y me da las buenas tardes. Saca el ramo de rosas que me entrega y regresa al vehículo. Avanzo hacia la casa y dejó en el porche el ramo, la rodeo por fuera y me voy a los árboles de los columpios. Descubro que están allí, tal cual como si el tiempo no hubiera pasado, como si la devastación no hubiera llegado un dos de diciembre de 2009 dejándome en la completa miseria.

Unas montañas de cosas viejas están a más de diez metros de la casa, mi mirada viaja al granero y hacia allá me dirijo. Si conozco al viejo Koda, no sólo tiene la casa en orden, también combustible para el tractor. Descubro que se me dificulta caminar cada vez más, y no estoy también como lo creo, aun así, me las arreglo para llegar al sitio tomar la gasolina y buscar fuego. Todo está en orden y nada parece haber sido quitado. No sé qué idea tiene de remodelar, pero lo poco que he visto esta igual.

Regreso al sitio en donde están las cosas viejas y al verlas de cerca me freno de golpe. Están no solo las camas de las niñas, sino también la de nuestra habitación, ropas de ambas, juguetes, fotografías, recuerdos, muchos recuerdos. Me quedo con la gasolina en una mano y el encendedor en otra.

¿Cómo destruyes tantos eventos? Hace unos minutos pensaba que no me importaba que haría con ellas, pero mentía. Cada mueble, juguete, ropa, que había allí, estaban cargadas de recuerdos, era imposible quemarlo.

—¿Cómo pretendes una nueva vida, si no dejas atrás tu dolor? —escucho la voz del padre de Agatha detrás —¿Vivirás toda la vida entre recuerdos?

—Podría Koda—le respondo y escucho sus pasos acercarse a mí —No puedo borrar tantos recuerdos...

—¿Crees que no me hacen falta? ¿Qué su madre y mi no nos duele? —me increpa y se para frente a mí.

Tiene su cabello largo con partes grises y algunas machas de canas marcadas, arrugas en todo su rostro y la clara señal de alguien que ha sufrido. Bajo el rostro al ver que yo me fui, pero ellos tuvieron que ver día a día  los mismos lugares que ella vivió.

—Tengo esposa —hablo por fin y el guarda silencio —dos niños en camino y adopté su hija.

Sigue sin decir nada, por lo que alzo la vista y me encuentro con su rostro sin emoción alguna. Me extiende una caja de serillos con uno por fuera y sonríe.

—Una razón de más para encender esto. —tomo los cerrillos y el hombre me quita el tanque de gasolina —¿Creíste que te reclamaría? Mi Agatha fue feliz el tiempo que estuvo contigo. No podría juzgarte por formar un hogar, pero si por no rehacer tu vida, ella no querría eso para ti. ¿Dónde están?

—No sé —respondo y me deja a un lado la gasolina. —tengo que buscarlas.

—Primero termina todo aquí y luego hablas de buscarla ¿No pretenderás meterla con todos los recuerdos torturándote? —niego y asiente —te espero en casa, te dejo la camioneta para que llegues a tiempo.

Y eso hice, mientras regaba la gasolina pasaba por los objetos y el recuerdo de cómo llegó a la casa venía a mi mente. La cuna de Venus y la emoción que fue para ambos saber que seriamos papás, Sasha, la muñeca que le regaló Koda a Abbie. Me detengo un instante y observo el juguete, lanzo el resto de la gasolina con el tanque en mitad de las cosas y tomo la muñeca.

"—Ellas dijeron como cuidarte, prometí no dejarte nunca... ¿De quién te despides?... de la muñeca... se llama Sasha. —así se llamaba la muñeca de April, igual a la muñeca preferida de Abbie. "—Sasha dice que ya no volverá, cuando tú sanes ella se irá... por eso quiero un hermanito—".

Me alejo unos pasos de la fogata, enciendo el cerrillo y lo lanzo a la hoguera. El fuego avanza en segundos y contemplo como se consume más de 20 años de recuerdos, risas y alegrías. Doy media vuelta encontrando la camioneta a un costado de la casa, entro a ella y me dirijo a la casa de mis ex suegros. Estaba relativamente cerca, por lo menos en auto, a diez minutos por carretera. Los encuentros a ambos en la puerta, incluyendo a Noshua, el abuelo, uno que rara vez se acercaba a la sociedad.

—¿Lo hiciste? —me pregunta al acercarse a mí y asiento —para dejar entrar la felicidad, es necesario desprenderse del dolor, de otra manera es imposible que seas o hagas a otro feliz.

—Gracias —le digo y me mira serio —no debí irme así...

—Si ellos lo permitieron fue por algo, ellos jamás lo hubieran permitido de no quererlo. Nada fue casualidad Shark —no respondo, Oneida su hija y madre de Agatha nos piden entrar a la casa.

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