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Parte/37/Conflictos y más conflictos

Desde el nacimiento de su segunda hija el matrimonio Leduc Borja ya no fue el mismo, ya que como se dijo anteriormente Max había vuelto a su vida disipada de antes, pese a eso, Altagracia seguía cumpliendo con sus deberes como una buena esposa, siempre acudían juntos a los eventos sociales, tanto Max como Altagracia llamaban la atención por su aspecto, ella como la describimos en un principio era una mujer muy bella y Max no se quedaba atrás, éste era alto, de cuerpo atlético, cabello castaño peinado hacía atrás, de frente alta, nariz recta, boca fuerte, con una sonrisa encantadora que dejaba ver una dentadura perfecta, unos ojos llenos de vida que parecían alumbrar su semblante, vestía ropa de la más alta calidad, es, por todos esos atributos que llamaba la atención en las mujeres a su alrededor, así como los hombres se sentían atraídos hacía Altagracia.

Altagracia no era celosa al contrario de Max, éste además de celoso era posesivo con su esposa y cuando bebía se volvía muy agresivo es por eso que Altagracia cuando estaban en alguna reunión o evento, en cuanto veía que su marido estaba pasado de copas, discretamente se despedía de los anfitriones de la fiesta y abandonaba el lugar le ordenaba al chofer.

─Lléveme a casa por favor, enseguida regrese por el señor.

En cuanto entraba a la casa iba directamente a la recamara junto a sus hijas, cerraba con seguro la puerta, cuando llegaba Max empezaba a llamarla a gritos, con palabras altisonantes, las dos niñas despertaban aterrorizadas, Altagracia aguanto tanto como pudo, pero un buen día ya no soporto más tomo a sus hija y fue a refugiarse al rancho de su abuelo, pero Max no tardo en localizarla, y apelando al amor que aún sentía su mujer por él, la convenció de volver a su lado, jurando que ya no iba a suceder, lo cual no cumplió, eso pasó varias veces, en las reconciliaciones Max llenaba de regalos a su mujer, ésta siempre terminaba cediendo.

Las hijas de Altagracia y Max, tal como sucede en muchos matrimonios tomaron partido por uno de los padres, Guillermina la mayor, se puso al lado de su madre, conforme fue creciendo veía lo injusto que era su padre con ella, sin embargo, Carlota la menor adoraba a su padre, siempre justificaba sus actos dándole la razón.

Cuando Max se comprometió con Altagracia, su madre Leonor, estaba muy feliz de ver el comportamiento de su hijo, los fines de semana ya no bebía como lo solía hacer antes de ir tras su nuera, pero eso cambió a medida que el tiempo pasaba, con tristeza vio que su hijo volvió a las andadas del pasado, creyó conveniente hablar con él.

─Hijo, Altagracia es una gran mujer, pero hasta las más santas tenemos un límite y si sigues con tu comportamiento vas a terminar perdiéndola y te lo digo desde ahora, si ella toma esa determinación la voy a apoyar.

No sé a qué te refieres madre.

─Me refiero a que has vuelto a tu vida escandalosa de antes, sinceramente yo creí que el amor de Altagracia te había cambiado, pero veo con tristeza que tu cambio solo fue para lograr que tu mujer se casará contigo, la engañaste vilmente y yo contribuí a ese engaño, mi deber como madre, era decirle toda la verdad sobre ti, pero no lo hice y ahora al ver que eres el mismo de antes me arrepiento terriblemente de no haberlo hecho.

─Escúchame bien madre, no te metas en mi matrimonio, si le vas con cuentos a mi mujer...

─¡¡Si le voy con cuentos a tu mujer qué!! ─¿Acaso me vas a golpear o lo que es peor, matar?

─Por favor madre, limítate a no meterte en mi matrimonio.

Desde que Max se enteró que, él era el padre del hijo de Lidia, éste le hizo una proposición.

─Si compro una casa te mudarías ahí con nuestro hijo, así podría verlo a la hora que yo quisiera.

─¿A la hora que quisieras o cada vez que tu mujercita te suelte la rienda?

─Piensa lo que más te convenga ¿Aceptas o no?

─Claro que si tontín.

─Entonces busca la casa en el lugar que decidas y me lo haces saber.

─Poco tiempo después, Lidia y su hijo se instalaron en su nueva residencia, Max adoraba a su hijo, tanto como a su hija Carlota, cuando la niña tenía diez años cometió el error de llevarla a conocer a su medio hermano.

─Hijita te voy a llevar a conocer a una personita que quiero tanto como a ti, pero prométeme que guardarás el secreto, no se lo vayas a decir a nadie.

─Ni tan siquiera a mi hermana y a mi mami.

─A ellas menos que a nadie, me entiendes.

─Si, papi te lo prometo.

─No me lo tienes que prometer, me lo tienes que jurar.

No le diré a nadie nuestro secreto, te lo juro papi.

Max y su hija llegaron a la residencia de Lidia, el niño en cuanto vio a Max corrió a su encuentro al mismo tiempo que le gritaba a su madre.

─¡¡Mami, mami, el tío Max ha llegado!!

Lidia se reunió con ellos, ésta al ver a la niña, se puso a su altura y cariñosamente le preguntó.

─¿Quién es esta princesita?

─Mi nombre es Carlota Leduc Borja, mucho gusto en conocerla señora.

Contesto la niña educadamente.

─Mason enséñale el jardín a Carlotita.

─Ven vamos Carlota, mi nombre es Mason Lewis.

Cuando los niños se alejaron Lidia le reclamo a Max.

─¡¡Te has vuelto loco, como se te ocurre traer a tu hija!! Acaso quieres que tu mujer se dé cuenta y venga a reclamarme ¿Y cómo se lo explicaría a tu hijo?

─Cálmate mujer, la niña no dirá nada y aunque lo hiciera, Altagracia nunca se rebajaría a hacerte un reclamo, ella es toda una dama.

─¡Te juro que en cuanto tu mujer se entere que Mason es tu hijo, se le quita lo dama y viene a formar un escándalo!

─Ella nunca lo sabrá, no te preocupes.

─Por lo visto, estás seguro de que tu hija no le va a ir con el cuento a su madre.

─Claro y si por algún motivo se le escapara algo, lo único que va a decir es que visitamos a una de mis clientas que tiene un hijo de nombre Mason y me llama tío, eso es todo.

─Y nunca te has preguntado ¿Que haría tu mujer si se llegara a enterar de lo nuestro?

─Nunca me lo he preguntado ¿Tú qué harías si fueras ella?

─Mandarte a la mierda.

─No, no ella nunca haría eso, claro que no.

Lidia sonrió y muy en el fondo se dijo así misma.

─Umm, ya lo veremos, ya lo veremos, quizá si yo ayudara un poquito a que tu mujercita se entere de lo nuestro, ardo en deseos de ver la reacción de la gran dama, Altagracia Borja de Leduc ja, ja, ja. 

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