Parte/29/Sorpresa
El domingo tal como estaba acordado, se presentó Max a la casa de la familia a cumplir con la amable invitación de Victoria, ya que era forma de pagarle a la mujer por las molestias que se había tomado por él, a la comida asistieron Catalina y sus hijos y Cayetana la madre de Victoria, Catalina preguntó por su hermana.
─¿Y mi hermana no nos acompaña a comer?
─No, y les pide mil disculpas, ya que ella tenía otro compromiso anterior que no pudo posponer para otra ocasión.
La comida transcurrió sin incidentes, cuando ésta terminó don Jorge y Max pasaron a la sala a tomar un aperitivo y charlar un poco sobre los motivos que tuvo Max para venir hacer su servicio social tan lejos de su tierra.
Cuando Max entro a la elegante sala de la casa seguido por su anfitrión don Jorge, sus ojos se toparon con una fotografía enmarcada en un elegante marco, que adornaba una de las paredes de la estancia, ahí ante sus ojos estaba la familia, don Jorge, Victoria y sus cuatro hijos, y una de las hijas del matrimonio era nada menos que la mujer de sus sueños, la joven que lo había hecho venir desde su natal Guadalajara hasta ese remoto lugar, no podía dar crédito a lo que sus ojos veían, don Jorge lo sacó de su arrobamiento.
─Aquí esta tu trago.
─Gracias, bonita fotografía.
─Una foto familiar, en ninguna casa debe faltar, me imagino que en casa de tus padres, también existe una, ¿no es así?
─Si, claro
─Y dime porque elegiste Hermosillo para hacer tu servicio social. creo que te hubiera sido más fácil hacerlo en Guadalajara.
─Claro que sí, pero mi padre lleva muy buena amistad con los jueces y si gano algún caso, no quiero que se diga que fue gracias a las influencias de él.
─Eso es un buen punto, eso habla muy bien de ti.
Charlaron un poco más, Max quería alargar su estancia, quería estar presente cuando Altagracia llegará a casa, pero no quería abusar de la hospitalidad de los amigos de sus padres, es por eso que opto por retirarse, esperaba tener más suerte en la próxima visita que hiciera a la familia, porque estaba seguro que se repetiría la invitación.
─Me tengo que retirar, ya he abusado mucho de su confianza.
─No, no, claro que no y ya sabes, si en algo te puedo ayudar no dudes en buscarme.
Después de despedirse de Victoria, Catalina y la señora Cayetana, Max salió de la casa y se dirigió directo a una licorería, ya que no se arriesgó a tomar una segunda copa en compañía de don Jorge, porque sabía que de esa segunda, seguía una tercera y ya no podría parar y no quería dar una mala imagen a sus futuros suegros ya que estaba muy seguro que Altagracia iba a ser su esposa y madre de sus hijos, ya en la soledad de su casa, se dedicó a beber ya que extrañaba su vida libertina de los fines de semana, tan siquiera Daniel viviera en esa infernal ciudad, al día siguiente muy temprano se presentó en los juzgados de la ciudad, sus superiores lo recibieron muy bien ya que su padre había hablado de antemano con ellos, no así sus colegas, en lo posterior Max, tendría que demostrar que había llegado allí por sus propios medios y no solo por la influencias de su padre.
Los días posteriores, Max se vio muy ocupado, ya que sus compañeros le cargaban la mano con trabajo, este soporto estoicamente y así fue como se ganó el respeto de sus compañeros, era muy bueno en lo que hacía se empezó a destacar entre los otros jóvenes, es por eso que le empezaron dar casos más difíciles, pero no por eso olvidaba a lo que lo había llevado a esa esa ciudad, estaba a punto de cumplir un mes de haber llegado y aún no había tenido la oportunidad de encontrarse con el objeto de su deseo Altagracia, ya se estaba desesperando, evitaba acudir a las fiestas en donde era invitado, no quería arriesgarse a provocar una trifulca como las que solía hacer la mayoría de las veces que se le pasaban las copas.
Y al fin un buen día sin siquiera proponérselo se encontró frente a frente con Altagracia ésta salía apresuradamente de una tienda cuando choco con Max, cayendo al suelo la bolsa que contenía la compra que había realizado, la mujer muy alterada le grito fuera de sí a Max.
─Fíjate, por dónde caminas idiota.
─Perdón, pero fue usted la que salió como alma que lleva el diablo, permítame.
Max estaba muy sorprendido, la mujer que tenía ante él, era nada más y nada menos, que Altagracia su Altagracia, éste caballerosamente recogió la bolsa del piso y se la entregó a la joven, enseguida le preguntó cómo no queriendo la cosa.
─¿Nos conocemos?
─Claro que nos conocemos, como olvidar tu odiosa cara Max.
─Perdón, pero no tengo idea de donde nos conozcamos.
─No te hagas el loco, la última vez que te vi fue en casa de mi abuela y ya sé el motivo de tu estancia en Hermosillo.
─¡Ya lo sabes ¿Cómo te enteraste?
─Por mi madre.
─Ah, ya veo.
Max respiro tranquilo, por un momento pensó que Daniel se había ido de la lengua, contándole todo a su prima.
─Espero que me aceptes una invitación a cenar, digo para conocernos mejor.
─Yo contigo no voy ni a la esquina, yo no sé cuáles sean los verdaderos motivos que te hayan traído a este lugar, a mí se me hace muy raro que hayas botado toda tu vida social para venirte a encerrar a este lugar.
─Pero que te hace pensar tal cosa.
─A tu famita que tienes.
─¿A qué fama te refieres?
─Tú lo sabes muy bien y de una buena vez te digo, no quiero tener ningún trato contigo, así es que me haces el favor de hacerte a un lado que me tengo que ir.
Diciendo esto, Altagracia siguió su camino, dejando tras de sí a un Max completamente desconcertado, pero no se iba a dar por vencido, es por eso que dejaría pasar un tiempo razonable para pensar cómo hacer que la chica no tuviese tan mal concepto de él.
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