9 - (OVI) Objeto Volador Identificado
El inspector Anouar, encargado de las carpetas de inteligencia y seguridad para el CNI de Mediterranía, se dirigía con su coche hacia el parque central de ConfinaTown. El propio alcalde de la ciudad le había contactado para ponerle al corriente de aquel objeto que había aparecido en la noche del pasado 14 de Mayo, y que había sospechas de que se tratase de una nave espacial. El inspector no creía aquella teoría y conducía tranquilamente, mientras escuchaba la música de la radio y tarareaba las canciones que emitían sin apenas éxito e intentando no pensar en que, con total seguridad, aquel fuera otro día perdido con respecto a los documentos que debía rellenar.
—Bueno, lo único que tienes que hacer es llegar, averiguar quién a instalado aquel habitáculo durante la noche, y asegurarte de que le pongan una multa considerable para que no lo vuelva a hacer —se dijo a sí mismo, con la esperanza de no perder mucho tiempo.
Anouar había entrado en el Centro Nacional de inteligencia Hacía unos cinco años, cuando cumplió veintinueve y remplazó al antiguo jefe. No le llevó mucho tiempo conseguir el puesto, su predecesor le formó debidamente con la intención de enseñarle cada una de las estrategias que él ya adoptaba y las aplicó de manera inmediata. Su vida personal era un secreto, vivía solo pero muchos de sus compañeros aseguraban que tenía mujer e hijos; algunos hablaban de una separación a dos partes, otros, preferían la versión de los malos tratos, muchos indicaban que seguía viéndola. En cualquier caso, nadie conocía la verdad y es que Anouar era muy precavido con respecto a su trabajo, sabía que podía ocasionarle graves problemas.
Cuando llegó al lugar, toda la zona estaba ya acordonada, decenas de policías y guardias impedían a los transeúntes acercarse al lugar, a pesar de la curiosidad que se había establecido en los vecinos tras el anuncio realizado por televisión.
—Veamos qué patrañas me han preparado hoy. Tú, ven conmigo —ordenó dirigiéndose a uno de los policías que se encontraban cerca del artefacto no identificado—. ¿De qué material está compuesto, me lo puedes decir?
El joven policía se acercó dudoso, inspeccionando la superficie negra cristalina de la nave. Observó con atención cada centímetro que había frente a él, y para asegurarse del material que la constituía, decidió tocarla con la mano. Era lisa, sin ninguna raya o bulto. Decidió entonces dar unos golpes con los nudillos, para escuchar la resonancia.
—Creo que se trata de...
—Me importa un carajo, solo quería saber si era seguro acercarse.
El policía miró incrédulo al inspector, le acababa de utilizar como cobaya, podía haber muerto.
No había rastro de la puerta de entrada, a pesar de que los testigos habían asegurado que se encontraba en la parte sur de la nave. La materia era tan uniforme que no había manera de distinguir cualquier parte de la máquina, ni siquiera su orientación. Se trataba de un óvalo perfecto con un diámetro de unos 5,7 metros.
El agente Anouar inspeccionó todo el aparato sin acercarse demasiado a él, cada centímetro, acuclillándose para descubrir cómo se apoyaba en el suelo y extrañado por su forma. A pesar de que el hombre daba vueltas a su cabeza, no conseguía entender cómo aquel artefacto había penetrado en la tierra sin dañarse lo más mínimo; la otra teoría era que alguien había hecho obra antes de instalarlo, pero tampoco cobraba sentido dado que aquella zona del parque estaba asfaltada y habría sido necesario maquinaria pesada para realizar un hoyo de aquellas dimensiones. Además, el árbol completamente destruido y las grietas en el terreno que rodeaba la nave aseguraban que ésta había caído desde arriba, y con seguridad desde una gran distancia produciendo aquel agujero. Pero, por mala suerte para el agente, tampoco se había escuchado en los alrededores el posible estruendo que aquella presunta caída habría ocasionado.
Todo resultaba ser un rompecabezas, las teorías aparecían en la mente de Anouar como viñetas, las más posibles o próximas de la realidad, se quedaban navegando en su cabeza en busca de una razón, las demás eran desechadas automáticamente, sin ni siquiera poder enfrentarse al conocimiento del agente.
Pocas veces se había encontrado en una situación como la que tenía frente a él. Anouar siempre había sabido qué hacer, tenía una teoría próxima sino exacta a la realidad y cada caso que había llevado fue tratado de manera limpia y sin complicaciones para ninguna de las partes afectadas. Durante sus estudios, pronto se ganó el reconocimiento de todos los docentes y más tarde fue contactado por los servicios secretos del estado. Le llamaban el escorpión, por aquella manera tan sigilosa que tenía de matar, de alguna manera, a todos los casos que le presentaban. En una ocasión, llegó a contradecir la teoría de uno de los catedráticos que le enseñaban, dando un enfoque distinto y que el docente no había imaginado, debiendo, en consecuencia, darle un apretón de manos y felicitarle por haberle hecho modificar uno de las teorías que le habían llevado a tener su puesto.
Nunca pudo imaginar encontrarse con un caso como el actual, en el cual nada correspondía a su lógica. ¿De qué manera había conseguido aquel artefacto llegar hasta allí? ¿Cómo ocurrió que nadie, hasta el momento en el que fue instalado, se dio cuenta de lo que se trabajaba allí? Muchas preguntas y ninguna respuesta por el momento, tan solo un aparato oval y de color negro brillante.
—Destruidlo, traigan una grúa, una demoledora. Lo que se os ocurra. Quiero que ninguna persona autorización entre en este parque. Abramos el puñetero huevo.
La maquinaria demandada no tardó en llegar, no solo fue una grúa o una demoledora, sino que también llegaron máquinas excavadoras e incluso remolques de dimensiones gigantescas. Entraron en el parque destrozando gran parte del mismo, aunque Anouar no se preocupaba lo más absoluto de su entorno, su único objetivo era descubrir lo que aquella nave escondía.
Lo intentaron primero con la excavadora, sin éxito. La máquina demoledora fue la siguiente, propinando grandes golpes de bola a la nave haciéndola en la mayoría de las ocasiones rebotar y rompiéndola en mil pedazos. Nada conseguía alterar aquella nave que se había instalado en el centro del parque, y Anouar comenzaba a frustrarse por no entender la lógica de la situación.
—Está bien, probaremos con la dinamita.
Los agentes de policía creían que el hombre se había vuelto loco, destrozaría todo lo que existe en aquel parque y nadie iba a impedirlo. Todo por intentar descubrir lo que existe en el interior del objeto y sin tener la seguridad de que podrían conseguir algo.
Acordes a las órdenes de Anouar, decenas de artefactos explosivos fueron instalados alrededor de la nave espacial. Era el momento de la verdad, una gran explosión se escucharía incluso a kilómetros del lugar en el que se encontraban. El agente dio al fin la orden de detonación y una gran bola de fuego se creó en la zona. Tras ella, una gran polvareda que cegó a todos los presentes y que llegó incluso a los bloques de pisos más cercanos al parque.
Cuando el polvo se esparció lo suficiente como para dejar respirar y ver el entorno, Anouar se volvió a acercar a la nave para inspeccionar los daños causados por la detonación.
Para sorpresa de todos, nada había ocurrido. El parque quedó prácticamente destrozado, ya no quedaba ningún árbol ni construcción en pié y apenas se diferenciaban los caminos. Sin embargo, aquella especie de óvalo negro seguía inmóvil, enfrentándose a todas las amenazas que le enviaban.
Rendido, Anouar se acercó a la nave, se sentó a su lado y comenzó a dibujar en el suelo imágenes sin sentido con un trozo de rama que encontró.
—¿De dónde vienes? —Preguntó, sin esperanza de recibir respuesta.
De repente, la nave comenzó a brillar y emitir sonidos extraños, agudos e ininteligibles. Anouar se incorporó de repente y dio un salto hacia atrás, asustado y esperando un ataque de la máquina, ésta, por su lado, seguía efectuando sonidos sin sentido.
—¡Que alguien grabe esto!
Poco a poco, la nave se apagó volviendo a ser un simple óvalo negro. Tardó unos segundos, hasta que volvió a iluminarse.
—Construida en el planeta Bola de moco. Propiedad de Elidroide.
La nave, mediante sus sonidos, había estado estudiando la pregunta que Anouar le había hecho para descifrar la lengua humana. Según su respuesta, había reaccionado a dicha pregunta. Se trataba de una especie de inteligencia artificial capaz de obrar por sí misma sin necesidad de ser controlada por nadie.
Anouar no daba crédito a sus oídos, aquello parecía una broma, y se enojaba contra sí mismo dado que nada de lo que había descubierto en aquel día cobraba ningún sentido. Perdido en sus pensamientos, decidió actuar con sus sentidos.
—¿Me has entendido?
La nave volvió a iluminarse y a lanzar sonidos extraños, aunque esta vez duraron mucho menos tiempo que en la primera ocasión.
—Yo capacidad tener conversación. Algoritmo sofisticado. No humano. No extraterrestre. Mi alma es máquina.
Sin duda alguna aquello sobrepasaba sus capacidades, Anouar no conseguía pensar, necesitaba algo de tiempo para digerir todo lo que estaba descubriendo y por esa razón decidió hacer una pausa. Ordenó vigilar la zona a los agentes de policía y militares desplazados hacia el lugar mientras él salía del recinto durante unos minutos.
No fue muy lejos, se paró en el primer café que encontró abierto.
—Póngame dos cafés, uno de ellos con leche por favor y un vaso grande vacío.
Anouar tenía una forma especial de beber café, le gustaba beberlo en cantidad, pero mezclado con algo de leche, por esa razón, en general, y para recibir la dosis perfecta de café y de leche, solía pedir un café con leche que mezclaba con el café solo en el vaso grande.
El hombre no conseguía aceptar la información de todo lo que había presenciado ese día. Durante su preparación, había sido formado para situaciones similares. Le mostraron cuerpos de lo que se suponía eran extraterrestres, partes de naves espaciales e imágenes paranormales sobre sucesos acontecidos desde el principio de los tiempos. Conocía todos los documentos místicos sobre la religión y había analizado criaturas dadas por extinguidas. Pero nada había salido de su lógica, asegurando en cada ocasión una razón explícita. Sin embargo, aquel artefacto salía de la norma que él mismo había establecido. El modo de aterrizaje, el material que lo constituía, su manera de reaccionar ante la amenaza e incluso la interacción que tuvo con él mismo, nada tenía lógica.
Al acabar el café, Anouar se dirigió de nuevo hacia el parque, con la intención de hablar con la nave espacial e intentar conseguir toda la información posible.
Llamó a uno de sus compañeros encargados de la seguridad nacional para pedirle venir al recinto con urgencia y pidió a todos los agentes de seguridad que se encontraban en la zona de alejarse y situarse fuera del perímetro de seguridad establecido. Ordenó quedar solo con la nave. No hizo ninguna pregunta hasta que llegó su compañero, tan solo miró al infinito sentado en el suelo, sin pensar en nada.
Al llegar el segundo agente, Anouar se levantó y le dio un apretón de manos.
—Buenos días Don Paco.
El señor, mucho mayor que Anouar, debía rozar los cincuenta años. Era un compañero inseparable para el agente. Siempre estaban juntos en todas las misiones importantes, y esta, aunque en un principio no lo parecía, se había convertido en el caso más excepcional que nunca habían tratado. Don Paco llegó con una maleta llena de artilugios necesarios para la investigación como una grabadora de voz, un detector de ondas magnéticas o un sismógrafo. Necesitaban estudiar el comportamiento de aquel objeto al milímetro.
—¿Me estás escuchando? —preguntó dirigiéndose a la nave.
Apenas interpretó la información en esta ocasión, un haz de luz salió del aparato que al parecer ya había almacenado en su base de datos el idioma humano y respondió.
—Siempre que me hables directamente podré responderte.
—¿Qué hacéis aquí? ¿Cual es vuestra intención?
—Yo solo transporto a mi piloto.
Como imaginaba, la nave respondería solo lo que ella sabía sobre sí misa, sería complicado sacar información sobre la intención que los extraterrestres tenían en el planeta tierra.
—Expresaré la pregunta de otra manera. ¿Cual es la intención de tu dueño en el planeta tierra?
—Yo no tengo dueño.
—Perdón, de tu piloto.
—Mi piloto tiene muchas intenciones en el planeta tierra : respirar, tocar, ver, oler, oír, andar, correr, descansar, dormir...
—Para, para.
Resultaba muy complicado establecer una conversación con aquel robot o al menos, era difícil conseguir que entendiera las preguntas que Anouar formulaba. Pero no se dio por vencido.
—¿Me puedes abrir para entrar?
—Solo mi piloto asignado y las personas que le acompañan tienen autorización para entrar.
—¿Es una sola persona?
—Efectivamente.
—¿Dónde está tu piloto en este momento?
—A un kilómetro trescientos cincuenta y cuatro metros aproximadamente.
—Don Paco —Avisó a su compañero—. Establece un perímetro de un kilómetro y medio desde donde nos situamos, acordonaremos la zona de inmediato. Capturemos a ese bicho de una vez.
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