Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3 - La Nueva Cenicienta

—¿Se puede saber qué has estado haciendo durante toda la mañana?

Elena intentaba evitar con la mirada a su marido, temblorosa y asustada, contuvo como pudo las lágrimas, que estaban a punto de escaparse de sus ojos. Él llegaba del trabajo, como todos los días, sobre la una de la tarde, con el tiempo suficiente para comer y volver a trabajar hasta las seis.

—Le quedan solo diez minutos para que esté lista.

André se acercó a Elena enfurecido, con los labios apretados y la respiración forzada.

—Escúchame. Voy todos los días a trabajar para sacar adelante nuestra relación. Desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, sin parar, en el vertedero de ConfinaTown, oliendo toda la mierda que estos adorables y simpáticos vecinos que tenemos y tú me tiráis a la cara —De vez en cuando, gotas de saliva salían disparadas hacia la cara de la joven, quien aún callaba y se contenía temblorosa. André la agarra con la mano por el brazo, zarandeándola fuertemente—. Te prevengo, si esto vuelve a ocurrir una vez más, prepárate para las consecuencias. Tráeme una cerveza, ¡ahora mismo!

Elena se apresuró a buscar la cerveza, y a llevársela a su marido, quien se tumbó en el sofá posando los pies sobre la mesa mientras encendía el televisor.

Llevaban unos ocho años juntos. Al conocerse, André era otra persona completamente diferente a la que se había convertido en la actualidad. Tenía objetivos en la vida, quería llegar a dirigir todo un equipo de personas, ser un gran líder, respetado y apreciado por todos con la intención de crear su propia empresa. Era joven, tenía veintiocho años y muchas oportunidades a las que agarrarse. La pandemia, sin embargo, cambió su vida de forma radical, las oportunidades de crecimiento profesional desaparecieron por completo, la empresa en la que trabajaba cayó en bancarrota y a él, no le quedó otra que acompañar a su mejor amigo en la empresa que llevaba, quedando así, decepcionado del vuelco que había dado su vida; Elena por su lado, era una chica viva, alegre y divertida, le encantaba salir de fiesta, divertirse con los amigos y pasar todo el rato posible en compañía de sus seres queridos. Al conocer a André nada cambió, al contrario, él también salía con ella de fiesta y viajaban descubriendo otras ciudades contiguas a ConfinaTown. Era estudiante, algo más joven que André, sin trabajo y sin autonomía, por lo que dependía de él para sobrevivir. El virus les encerró a los dos en la casa en la que estaban de alquiler, de dos plantas y dos habitaciones y con un pequeño patio interior. Dicha situación hizo enseguida que André se volviera celoso de ella, del tiempo del que disponía y de la suerte que tenía de quedar en casa mientras él debía trabajar duro en un trabajo que no le motivaba en absoluto y que se quedaba con toda su energía.

Tomó la decisión de encerrarla en casa, Elena, enamorada y absolutamente obediente, lo aceptó sin protestar. Al fin y al cabo, en un principio, todo el mundo se encontraba en el mismo contexto. Pero la situación cambió y comenzó a pesarle cuando André le prohibió ir a comprar al supermercado, tirar la basura o incluso ir a la farmacia a por medicamentos.

«Yo lo haré» solía decir «Con uno que se arriesgue a atrapar el virus tenemos suficiente, tú quédate en casa y dedícate a tenerlo todo bien, yo traeré el dinero y lo que haga falta». Con el nuevo modo de vida que se había establecido entre los ciudadanos de ConfinaTown, apenas había necesidad de salir de casa, todo se podía pedir por internet y André se encargaba de recibirlo siempre durante las horas que se encontraba allí. De esta manera, custodió el doble de llave que su mujer disponía, dejándola encerrada mientras él trabajaba.

Elena limpió de nuevo la mesa sobre la que su marido había apoyado los zapatos sucios del trabajo y sirvió la comida, más tarde se sentó junto a él en el sofá. Quería hablarle de algo, pero no sabía cómo se lo iba a tomar.

—André... —comenzó diciendo, lo más relajada y suavemente posible—. No sé si has escuchado las noticias. Al parecer hemos conseguido vencer al virus, quizás podría salir de vez en...

—¡Mentira! —André dio un puñetazo a la mesa, haciendo temblar así lo que había sobre ella—. Eso lo dicen para que volvamos a enfermar, para hacer otra criba de personas en la que seguramente estaremos nosotros y para que ellos se puedan volver más ricos y vivir de lujo a costa de los demás.

—Pero...

—¡Ni peros ni nada! En esta casa no vamos a cambiar nada hasta que estemos seguros de lo que ocurre. Todo esto lo hago por nosotros, por tu bien.

Elena no tuvo otra opción que callar y aceptar las condiciones impuestas por su marido, deseando que éste volviera al trabajo lo más pronto posible para sentirse, dentro de lo que cabe, libre. Al fin y al cabo, ella se encontraba más tranquila mientras estaba sola en casa.

Como era costumbre, André se hizo una pequeña siesta al mismo tiempo que su mujer fregaba los platos y limpiaba la cocina. Tras pasar media hora más o menos, el hombre volvió a prepararse para ir a trabajar, se dirigió a su mujer, para darle un beso.

—Nos vemos luego, cariño. Esta noche quiero que sea algo especial.

La mujer se contentó con sonreír ligeramente, no quería que quedara más rato allí con ella, necesitaba estar sola y pensar.

Al salir por la puerta, las lágrimas brotaron de los ojos de Elena, se echó sobre la cama y deseó acabar con todo lo que le rodeaba. No se sentía feliz, no era feliz, ya incluso había olvidado la última vez que lo fue. Pensó en realizar alguna locura que acabara con aquello de la manera más rápida y repentina posible, pero no quería hacerlo sin antes gastar todas las oportunidades que le quedaban.

Encendió el ordenador, y se conectó en la plataforma de la formación online que llevaba meses siguiendo. Estaba allí, su profesor.

«Hola». Le escribió «Necesito hablar contigo, es urgente».

Apenas tuvo que esperar cinco segundos, que el profesor llamó con un número oculto, como lo habían establecido desde hace tiempo para evitar sospechas, a su teléfono.

—Hola, Manuel.

—¿Ocurre algo?

—Bueno... ya sabes.

—Tu marido otra vez. No puedes seguir en esta situación Elena, te está destrozando. Tienes que ser valiente y escapar de esa jaula en la que te encuentras.

—Me gustaría, y lo sabes. Pero le debo mucho aún.

—No le debes nada, cariño.

El profesor Manuel y Elena llevaban una relación a escondidas desde que ella comenzó la formación a principios de año. Se entendía muy bien, se reían por chat y por teléfono, al principio, resultaba un juego tonto, sin reglas ni quebraderos de cabeza; pero a medida que la relación entre ellos avanzaba, a la chica se le hacía cada vez más difícil aguantar las groserías e insultos de su marido. Nunca se habían visto realmente, tan sólo por videollamada, pero ya sabían que estaban hechos el uno para el otro.

—Quiere un niño, Manuel, y lo buscará esta noche —Elena comenzó a sollozar, sobrepasada por la situación—. No quiero tener un niño con él. Será el final de mi vida.

—Tienes que llamar a la policía, de nada sirve que sigas así con él, encerrada como en una prisión.

—No quiero causarle problemas, él solo busca mi bien, el bien de los dos, aunque yo ya no quiera estar con él, no puedo seguir así.

Unos segundos pasaron en silencio mientras Manuel buscaba las palabras necesarias.

—¿A qué hora llegará del trabajo?

—Sobre las siete de la tarde, acaba a las seis.

—Eso quiere decir que tenemos unas tres o cuatro horas por delante. Te propongo algo, ¿tu casa tiene ventana exterior?

—Sí, desde la habitación.

—Será una locura, pero puede funcionar, iré en una hora, con una escalera para que bajes y te vengas conmigo a vivir. Coge lo preciso y necesario, nada más, ya buscaremos el modo de apañarnos una vez te tengamos fuera de la casa. ¿Te ves preparada?

—Sin duda.

—Venga, nos vemos ahora.

Como si le hubieran dado una carga tremenda de energía, Elena se apresuró a recuperar lo más importante para ella, aquello que necesitaba llevar consigo. Buscó por todos lados, pero no sabía lo que realmente necesitaba. En el cuarto de baño dio varias vueltas pero nada de lo que se encontraba en la pieza le parecía importante. En el salón, tan solo recuperó una foto que guardaba de su padre, al que extrañaba mucho. Pasando por la cocina enseñó el dedo corazón como señal de rechazo, no cogería nada de ella, sin ningún remordimiento. Llegaba el lugar más complicado para decidirse, la habitación. Preparó una pequeña maleta en la que metió algo de ropa interior, un par de pantalones bien doblados y tres camisas. No necesitaba nada más en un principio, pero, ¿y el resto? Abrió la caja de los recuerdos. Cientos de fotos aparecieron, de toda su familia, de su infancia, de los viajes que hizo en su vida pasada, junto con André, felices, descubriendo mundo juntos y con la intención de seguir haciéndolo.

«Quizás solo se comporte así por la situación actual» Pensó «Quizás, una vez que todo esto se haya solucionado, y según las noticias es lo que ocurría, él vuelva a ser como antes y hacerme feliz como en tiempos pasados» Una lágrima recorrió su mejilla al observar las fotos con añoranza. Se sentía mal, casi desesperada, por un lado quería huir y no volver nunca más, empezar una nueva vida y descubrir de nuevo el mundo, tal como lo hacían antes de que llegara el virus; por otro lado, echaba de menos las caricias y abrazos que su marido le daba cuando se casaron, aquellas noches pasadas en el sofá del salón, mientras veían películas y series juntos, pasando las horas sin que nada más importara.

—¡No!, Elena, céntrate por favor, ya nada volverá a ser como antes. Incluso si él decide de cambiar su actitud, tú ya no lo verás como en el pasado.

En ese momento, se escuchó el sonido de la cerradura de la puerta, era André, que había vuelto del trabajo. Elena se apresuró a esconderlo todo, cogió algunas fotos de la caja y las metió en la maleta, que guardo bajo la cama.

—¡Ya estoy en casa!

Estresada, bajó las escaleras, no sin antes verificar que todo estaba en orden y guardado para evitar sospechas.

—Cariño, qué haces aquí.

—Mi jefe nos ha dicho de volver hoy algo más pronto, como el alcalde ha anunciado las medidas de desconfinamiento, él no lo había previsto y debe hacer algunas tareas personales con urgencia. ¡Nos lo podía haber dicho antes y así haberme evitado una ida y vuelta innecesaria!

El teléfono de Elena comenzó a vibrar, Manuel la llamaba seguramente para avisarle que estaba bajo la ventana de su cuarto.

—¿Quién te llama?

—Ah, nada, no te preocupes, es mi hermana, que se ha enterado también de la noticia y quiere que nos veamos.

—¡Nada de visitas! Por el momento, cada uno en su casa. Me voy a tomar un baño.

André dejó la ropa que utilizó en medio del salón, a la espera que su mujer la recoja para llevarla a lavar mientras el se daba un baño relajante como le gustaba. En ese momento, Elena se apresuró para responder al teléfono.

—¿Va todo bien? Estoy esperando aquí abajo, ¿pongo la escalera?

—Sí, sí, ya voy —respondió con un susurro.

Nerviosa, el corazón se le iba a salir del pecho, Elena, volvió al cuarto y abrió la ventana que daba a la calle. Apenas tenían vecinos, tan solo unos cuantos a unos trescientos metros más abajo en la calle, por lo que no había riesgo de ser descubiertos.

—Tírame la maleta, yo la cogeré y la meteré en el coche.

Tras la maleta, ella se dispuso a bajar la escalera, cuando escuchó la voz de su marido.

—¡Elena! ¡No queda una puta gota de champú!

«El champú te lo traerá esta vez tu hada madrina» pensó, mientras bajaba laescalera en busca de la libertad.

Tras más de media hora dando vueltas por la ciudad, cruzando miradas curiosas, extrañadas y críticas en su mayoría, Elidroide comenzó a sentir algo de hambre. En su camino, encontró un restaurante que abría sus puertas en ese preciso instante. Se sentó en una de las mesas exteriores y leyó el menú indicado en un cartel a la entrada.

El camarero, al ver a la muchacha, se quedó paralizado durante un instante al descubrir la indumentaria que llevaba, pero fue a servirla igualmente.

—¿Qué desea tomar señorita?

Elidroide se preparó para anunciar, levantándose de la silla y con los pompones en alto.

—Dame una C-C, dame una E-E, dame una R-R, dame una V-V, dame una E-E, dame una Z-Z, dame una A-A, dame una... ¡Ceeervezaaa!

Sin esperarse esa reacción, el camarero comenzó a reír a carcajadas, teniendo que plegarse por falta de aire. Varios transeúntes vieron la escena y se motivaron a ir a aquel restaurante creyendo que se preparaba un show.

—Te invitaré a ella por ser mi primera clienta y por haberla pedido de esa manera.

La gente se acercaba a Elidroide para preguntarle su nacionalidad, si era de algún otro país y, en ese caso, cómo había llegado hasta ConfinaTown, cuando todas las fronteras se encontraban cerradas. La joven, abrumada pero encantada con el éxito que estaba consiguiendo en el planeta tierra, no dijo nada sobre su procedencia, lo dejó en suspense para aquellos que le preguntaban asegurándoles que algún día lo descubrirían.

Bebió una tras otra, invitada a cada momento por una persona diferente, conoció a mucha gente y les entretenía bastante, sobre todo a los de sexo masculino, a los que cada dos por tres les sorprendía al alzar el tutú para enseñarles todo lo que había por abajo. Por supuesto, acababan muertos de risa o de espanto al encontrarse con una entrepierna verde y escamosa sin ningún aparato reproductivo.

«Qué tendrán estos humanos con ésta parte del cuerpo, pensaba que esta parte del cuerpo solo era un conector entre las piernas y el tronco»

Al cabo de unas horas, Elidroide sentía que todo le daba vueltas, su equilibrio se vio bastante alterado y sus ojos no eran capaces de mantener un punto fijo. Aquella sensación le hacía reír y eructar a cada rato. Sin saber de dónde venía todo aquello, pensó que ya era el momento de dejar aquel restaurante embrujado.

—¡Adiós humano simpático! ¡Hip!

El camarero no fue el único de entre los presentes a darse la vuelta para ver quién había hablado, la mitad de los asistentes al restaurante expresaron igualmente una sospecha en sus rostros acerca de aquella muchacha. ¿De dónde era? ¿De dónde venía?. Sin lugar a dudas, no era de ConfinaTown.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro