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16 - El emperador de fuego

Poco a poco se acercaban a la región Pepa, La reina Siana y su mano derecha y princesa Saray observaron cómo un paisaje, que históricamente era rico en bosques y parques naturales, se había convertido en un campo de batalla. Se hacía de noche y la visibilidad comenzaba a empeorar de manera notable. El ambiente se respiraba tenso, y ellas lo intentaban esconder hablando de asuntos que no tenían nada que ver con la guerra.

—Tengo entendido que la semana que viene hará bastante calor, si quieres podemos hacernos una escapada en el sur de España al mar en cuanto todo esto acabe.

Saray asintió sin decir una sola palabra, tenía un nudo en la garganta y no quería hacerlo notar a su reina. Debía dar la impresión de que era fuerte y que podía hacer frente a aquella prueba que tenía por delante.

—Sé que no estas pasando un buen momento —prosiguió Siana—, pero te prometo que todo saldrá bien. Yo te cuidaré y estaré pendiente de que no te pase nada. Mediterranía es una gran nación, y ConfinaTown una ciudad que merece la pena proteger. No existen dos iguales.

—Lo sé, Siana. Pero no puedo evitar pensar en las pérdidas que se pueden ocasionar por culpa de querer conquistar un pedazo de tierra. Vale, estoy de acuerdo, la región de Pepa es una maravilla, ¿pero no podéis acordar un tratado de dominio conjunto o algo por el estilo?

—Conoces al denominado Nuevo César. Él no pensaba en las personas cuando trataba de conquistar nuevos territorios.

—Sí, pero ese Nuevo César, como lo llamáis, está muerto. El que gobierna ahora el territorio es su hijo, el emperador Matteo. Quizás él no es como su padre —dijo la princesa algo sonrojada.

—De tal palo, tal astilla, Saray. Aún no conocemos las intenciones de Matteo, cierto es, pero dudo mucho que habiendo protagonizado una ofensiva como la establecida en estos últimos días sus intenciones sean muy diferentes a las de su padre.

El coche paró en seco, habían llegado a su destino.

Al bajar, una decena de personas estaba esperándoles. Escoltaron a la reina y la princesa hasta una tienda que se había colocado en el centro de un gran campamento militar.

—Bienvenidas —dijo el sargento Colilla

—Buenas noches. ¿Hay novedades? —preguntó Siana sin rodeos.

—Ninguna mi alteza. Todo marcha como previsto. Las tropas están preparadas y conocen la estrategia.

—¿Me puede hacer un resumen rápido para estar segura de que todo ha sido comprendido?

—Mañana por la mañana, al amanecer, lanzaremos la primera ofensiva. Matteo no estará preparado puesto que piensa haber cerrado bien su línea defensiva, sin embargo no cuenta con vuestra llegada, ni la de los refuerzos de esta noche. Iremos directos a donde más le duele, su familia y el verdadero cerebro del NII. Enzo será atrapado o abatido por nuestras tropas, y en esos momentos Matteo no tendrá otra alternativa que retirarse y dejar la región Pepa en nuestro territorio.

—Perfecto. Seguro que todo irá como lo planeado y, en caso de que algo fallara, siempre tendremos el plan B —Lanzó una sutil sonrisa a Saray.

—Les aconsejo dormir pronto para comenzar el primer avance mañana a primera hora.

—Así será. No duden en llamarme si hay novedades.

—Síganme, les acompaño a su tienda.

En general, la reina nunca dormía en una tienda de campaña cualquiera cuando visitaba un campamento, solía ser más amplia o incluso poseía varias en una especie de recinto acordonado. En esta ocasión, sin embargo, ella pidió que no hubiera diferencias con el resto para no hacerse notar en el caso de que se vieran sorprendidos por una ofensiva del bando contrario.

—Hemos llegado. Les deseo buenas noches sus realezas.

—Buenas noches, sargento.

No tardaron en quedarse dormidas, el viaje fue bastante agotador y el ambiente de la tienda de campaña hizo que los ojos de la reina Siana y la princesa Saray se cerraran automáticamente.

Durante la noche, un gran estruendo seguido de varios gritos de pánico les hicieron incorporarse de inmediato, sobresaltadas. Durmieron ya vestidas para ganar tiempo por la mañana, lo que les hizo reaccionar de la manera más rápida posible.

Cuando salieron al exterior, pudieron ver el caos que se había formado en todo el campamento. Una parte del mismo se vio arrasado por lo que parecía ser bombas lanzadas desde el territorio opuesto.

No solía ser el modo deactuación típico. En las nuevas guerras, establecidas así por los grandesorganismos de paz. Se intentaba evitar la pérdida de vidas humanas en cuantofuera posible. Todo aquel país que actuara de manera diferente se veíacriticado por sus habitantes hasta hacerlo caer por completo. Sin embargo,Matteo y sus asesores parecían estar haciendo todo lo contrario. Pocos minutosdespués, más disparos y bombardeos provinieron del Nuevo Imperio Italiano.

Matteo había esperado aquella oportunidad desde hace mucho tiempo, era el momento de hacerse ver por su tío, los asesores que le acompañaban y todos los habitantes del NII.

—Lo haremos como lo planeado. Mañana, por la mañana, después de desayunar, rodearemos los montes Pepitos para llegar a la parte más occidental de la región de Pepa —explicó Enzo, intentando dejar claro que cualquier paso en falso les costaría la retirada.

—Me gustaría recalcar que los Mediterraníos son más madrugadores, quizás deberíamos comenzar algo más temprano —sugirió Bernardo, uno de los asesores.

—Dudo mucho que empiecen temprano sin su reina. Además, ¿no querrás estar metido en la guerra con la tripa vacía no? Mañana, después de desayunar, siguiendo lo previsto. Los rodearemos poco a poco y no tendrán otra opción que rendirse. Podéis retiraros.

Se había hecho bastante tarde, la luna llena iluminaba el cielo mientras que las estrellas lo adornaban en su conjunto.

Matteo daba vueltas por el campamento, no tenía sueño, una vez más se vio obligado a no hacer más que oír y callar, sin poder interferir en los asuntos de estado. Todo aquello le agobiaba. Era el emperador, al menos oficialmente, y aún así no podía imponer sus ideas por culpa de su tío.

Vagaba poco a poco, dando patadas a una piedra y dejándose llevar por la misma. En ocasiones se cruzaba con militares que le miraban de reojo. Sonreían al verle, pero daba la impresión de ser una mofa más que una sonrisa de camaradería, lo que incordiaba al joven aún más.

Después de varios minutos dando vueltas sin rumbo, se sentó en una roca para observar el cielo estrellado.

«¿Qué tienes que hacer para que te tomen enserio, Matteo?» se preguntó a sí mismo, esperando encontrar una respuesta en sus pensamientos.

El joven emperador nunca tuvo lo que otros consideran infancia. Su padre lo formó a propósito para que se convirtiera en una persona ejemplar y apasionada por el territorio que gobernaba, sin embargo, eso le quitó mucho tiempo para dedicarse a lo que a él le interesaba mucho más: jugar y descubrir. Al crecer, se dio cuenta de que no tenía amigos. Toda su vida se situaba a la sombra de su padre y, aunque se trataba de un ídolo para él, aquello le creó una falta de confianza hacia sí mismo.

Cuando Piero I murió en el combate contra los turcos, fue su tío Enzo quien tomó el control del imperio. Matteo fue nombrado emperador, sí, pero Enzo era quien gobernaba, e incluso le había obligado a firmar una pauta en la que todo lo que el joven propusiera o decidiera debía de pasar por la validación de su tío.

Matteo observó las estrellas, brillantes en un espacio tan inmenso como era el firmamento, pero inmóviles, como él. Se veían completamente estáticas en su lugar sin desplazarse lo más mínimo. Puede que en realidad no estuvieran tan quietas, que se movieran a cientos de miles de kilómetros por hora, algo casi inconcebible para el muchacho, pero a simple vista, y para la mayoría de las personas, no se dirigían a ninguna parte. Matteo se comparó con una de ellas. A él le encantaría avanzar, moverse hacia todas partes y crear su propio mundo, dar a entender que es alguien importante y que tiene la capacidad de afrontar todo lo que se le venga encima; sin embargo, su tío era representado por la luna, mostrando su poder y brillo mientras dejaba en ridículo a todo el resto. No tenía nada que hacer para cambiar esa jerarquía. Sería así hasta que Enzo lo decida.

Bajó la mirada y una lágrima se escapó de sus ojos. En ese momento, un haz de luz iluminó el cielo. Se trataba de una estrella fugaz, o más bien, un meteorito, que entraba amenazador en la atmósfera terrestre.

—¡Eso es! —exclamó—. ¡Soy una estrella fugaz!

La gran bola de fuego se dividió en dos, en tres, y así de manera casi exponencial, hasta que miles de pequeñas piedras incandescentes que se dirigían directamente al campamento de Mediterranía.

—¡Es el momento! —gritó—. ¡Despierten todos! Vamos a conquistar la región Pepa.

Los militares salieron de sus tiendas sin saber muy bien a qué venía todo aquel alboroto. Por un lado, se escuchaba a Matteo, el emperador, gritando y dando coraje para comenzar una batalla que, según los planes, aún tenía que esperar varias horas en empezar; por otro, sin embargo, se escuchaban los sonidos sordos de los trozos de meteorito cayendo sobre el campamento de la reina Siana.

Enzo salió de su tienda, con los ojos bien abiertos incrédulo a lo que ocurría.

—¡Vamos! ¡Prepárense para atacar! La región pepa es nuestra. Sigan al emperador de fuego. Mateo I de Italia.

Los militantes, eufóricos y convencidos de que, por una vez, Matteo realizaba un buen trabajo, lanzaron un grito de guerra y se prepararon inmediatamente para la lucha. Enzo, por su lado, intentó calmar la situación, pero todos sus esfuerzos eran en vano. El caos que se vivía en el campo contrario por culpa del meteorito, unido con la exaltación de los militares italianos hizo que la llamada del joven emperador fuera escuchada y seguida.

Las tropas del NII comenzaron su ofensiva contra Mediterranía, acorraladapor sorpresa.

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