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14 - El superhéroe de hielo

Al llegar a casa de Manuel, Elena quedó asombrada de sus dimensiones y el aspecto exterior con el que contaba. Estaba localizada en uno de los barrios más ricos de la ciudad, en el que la mayoría de las viviendas de alrededor eran casas con enormes espacios exteriores protagonizados por piscinas, o edificios de no más de dos plantas de altura.

Con un jardín muy bien entretenido y lleno de flores de todos los colores y tamaños, el lugar daba la bienvenida con un aroma ambiental muy primaveral. Olía, como se suele decir, a rosas; y es que la frase no estaba mal empleada en este caso puesto que literalmente estas plantas son las que acogían al visitante con una entrada en arco simulando un techo verdoso.

El interior tampoco se podía menospreciar, impecable y en su mayor parte blanco, con algunos rincones decorados en mármol, las piezas que formaban la casa daban la impresión de doblar en tamaño. Un salón enorme con una biblioteca llena de libros que recorría toda la pared presidía en el centro, mientras que la cocina o el baño se dividían en los laterales, por último unas escaleras con forma de caracol subían al piso superior, introduciendo los dormitorios.

Durante dos semanas, durmieron en un pequeño hostal de la ciudad por motivos de seguridad. No sabían si André les había seguido, o si conocía el lugar en el que Manuel vivía. La huida había agotado a Elena, quien tenía los ojos rojos y cansados y apenas podía mantenerse de pie por los nervios.

—Será mejor que te vayas a dormir un poco —propuso Manuel—. Si quieres darte una ducha, está todo listo en la planta de arriba, las toallas las encontrarás en el armario y... puedes elegir cama. Hay tres y ninguna está ocupada —insinuó con una pequeña mueca.

Elena se esforzó por dibujar una sonrisa con sus labios, pero se veía forzada, y enseguida dejó de intentarlo.

—No te preocupes, no sabe quién soy, ni dónde vivo. Estás a salvo. Yo iré a dar una vuelta para despejarme un poco.

Al asegurarse de que Elena tenía todo lo que necesitaba para estar cómoda y haber dejado algo de comida encima de la mesa por si a la chica le entraba hambre, Manuel salió al exterior algo más tranquilo y con la única idea de tomar el aire y relajarse.

Era un día soleado, apenas alterado en ocasiones por alguna nube aislada que más que estorbar, ayudaba a refrescar el ambiente. Manuel daba vueltas en el barrio sin rumbo, con la mente en blanco. De vez en cuando se paraba para leer algún cartel o jugar con uno de los numerosos gatos que habitaban en el barrio, su pasatiempo preferido. Quería darle todo el tiempo que pudiera a Elena para que se reposara y pensara en lo que debía hacer y, de la misma forma, él también necesitaba organizar en su cabeza todo lo que había ocurrido durante el día.

El profesor daba patadas a una piedra, que dirigía al azar su rumbo, cuando un joven muchacho, que según sus cálculos apenas alcanzaba la veintena, se acercó a él desde su furgoneta.

—¿Manuel? —Preguntó el joven.

El nombrado se extrañó. Miró a aquel joven para examinarlo y, tras estudiar varios indicios como la edad, concluyó que se trataba de uno de sus alumnos que participaban en las clases a distancia. Aún así, le quedaba la duda: ¿Se había cruzado con él de manera casual, o le había estado buscando?

—Sí, soy yo.

—¡Genial! Por fin le he encontrado. He tenido mucha suerte, apenas acabo de llegar a la zona.

—Ah, y... ¿En qué puedo ayudarte?

—A mí, no en muchas cosas. Bueno, quizás sí, a ser algo más conocido. Pero yo a ti te puedo ayudar en mucho, y créeme, lo necesitarás.

A Manuel le hacía gracia la insolencia de aquel joven de no más de veinte años que se apresuraba por decir que le sería de ayuda. No solía criticar a sus estudiantes. Sabía que muchos de ellos tenían la capacidad suficiente como para lograr cosas increíbles, pero no le gustaba nada en absoluto cuando actuaban con una prepotencia demasiado visible.

—Me llamo Luis —El chico continuó con su explicación al ver que Manuel no reaccionaba—. Imagino conocerás a un tal André...

El profesor dio de repente un paso hacia atrás. Sabía que llegaría el momento en el que se tendría que enfrentar a aquella rata, pero no esperaba que fuera tan pronto. Le habría gustado acompañar antes a Elena a poner una denuncia para poder cubrirse en cuanto al caso.

—¿Qué quieres de mí? ¿Quién eres tú?

—Tranquilo. Vengo en son de paz.

El chico se aparcó pegado a la acera para no molestar a los posibles coches que llegara, que no parecían ser muchos puesto que la zona daba la impresión de ser poco transitada y abrió la puerta para bajar del vehículo.

Manuel, que no conseguía descifrar las intenciones de aquel muchacho, mantuvo una importante distancia de seguridad entre los dos.

—Te explico: —dijo al mismo tiempo que se dirigía a la parte trasera de la furgoneta—: Tu amigo, o... más bien enemigo, tuvo la suerte de encontrarse conmigo hace poco. No creas que tengo más preferencia con él que contigo, por ahora, según la primera impresión eres tú quien gana —indicó mientras sonreía al recordar que André calló sobre un excremento de perro—. Como decía, él fue mi primer cliente, aquel quien me puede llevar a la fama. Pero no me gusta jugar todo a una sola carta y tú, Manuel, puedes ser otro de mis clientes... El segundo —añadió entre dientes.

Manuel no entendía muy bien de qué le estaba hablando aquel joven, le parecía descarado, se dirigía a él con aires superiores sin ningún respeto a su persona. Debía pararle los pies de inmediato.

—Mira, Luis. No sé cómo me conoces, tampoco me interesa mucho. Apenas entiendo por qué me hablas de André, cuando según lo que cuentas no tienes ningún parentesco ni nada que ver con él. Te has cruzado conmigo, o me has buscado, que es peor, para explicarme que ese tipo es tu primer cliente y que pretendes hacer de mí tu segundo. ¿Tanta seguridad tienes de que estoy interesado en comprar algo de lo que la única propaganda que me has hecho es que aquel al que ni siquiera puedo ver a la cara para evitar rompérsela ha comprado?

Luis no paró de sonreír. Miró a los ojos de Manuel y, ligeramente sonrojeado, le indicó:

—No te estoy pidiendo que me lo compres, te lo estoy regalando.

El profesor abrió y cerró la boca varias veces, intentando contestar a la frase del joven, quien, sin duda alguna, le hizo relativizar las cosas.

—Te presento a tu mejor compañero a partir de ahora, con quien contarás para todo lo que necesites. Ya no temerás a los delincuentes, podrás acabar con todos ellos, o quizás convertirte en uno de ellos. —Lucas se encontraba enérgico, movía las manos en todos los sentidos y su sonrisa atravesaba su cara de oreja a oreja—. ¿Estás preparado para conocerlo? ¿Te sientes con la suficiente adrenalina?

—Mmm... —Manuel solo quería que Lucas bajara la voz, se había animado demasiado y tan solo se le escuchaba a él en toda la calle.

—¡Señoras y señores! Más bien, señor. Te presento al indiscutible, y el inigualable: ¡Traje de superhéroe! —Lucas hizo una pequeña pausa—. Aún no le he puesto nombre, te dejo el honor.

—¿Quieres decir que me has creado todo este espectáculo para enseñarme un disfraz?

—No es un disfraz. Y no se trata de un traje cualquiera. Es... El Traje —indicó haciendo una presentación con la mano izquierda mientras sostenía del cuello la indumentaria.

Manuel arqueó las cejas. En su vida había presenciado muchas escenas ridículas protagonizadas por sus alumnos al ponerles a prueba por videoconferencia. Respuestas fuera de lugar, descripciones que no encajaban con lo que se estaba explicando, o presentaciones desastrosas que él, en materia de profesor, había tenido que aceptar para no herir la sensibilidad del alumno. Sin embargo, aquel chico le dejaba en una posición bastante delicada. No simplemente lo que presentaba era un simple disfraz de colores fríos protagonizados por el azul, blanco y verde; sino que además lo enunciaba casi como si fuera la octava maravilla del mundo.

—A ver, Luis. No me molesta que hayas venido aquí buscándome como quien está tratando de hallar un tesoro pirata. Tampoco me molesta que me hables de ese imbécil que casi ha destruido la vida de una linda muchacha. De hecho, me ha incluso entretenido y eso es justo lo que necesitaba en estos momentos. Sin embargo, ahora tengo que frenarte un poco para decirte, muy a mi pesar, que lo que me estás ofreciendo es un simple disfraz.

Sin esperarlo, el traje se deshizo de las manos de Luis manteniéndose erguido, se trataba de un mono de una sola pieza con un cinturón en donde deberían de estar las caderas, como si fuera portado por un hombre invisible. Se acercó a Manuel y le propinó dos bofetadas con los puños de la prenda.

—Le has ofendido —indicó Luis, mientras realizaba una pequeña mueca de victoria al descubrir el rostro sorprendido de Manuel.

—Co... ¿Cómo?

—Ya te lo dije, se trata de El Traje.

El Traje encorvó los codos para posarlos sobre las caderas al mismo tiempo que pataleaba el suelo con el bajo del pantalón donde estaría el pie derecho para mostrar enfado. Manuel había estudiado sociales y se había especializado en igualdad de género. A pesar de la temática de sus estudios, siempre estuvo interesado en temas de ciencia ficción. Leía libros con esa temática y veía muchas películas y series que, en general, hablaban sobre un futuro diferente y evolucionado que nada tenía que envidiar al actual. Sin embargo, no se preparó mentalmente para encontrarse con dicho futuro tan de repente. El hecho de ver un traje moverse con voluntad propia delante suya, y ser capaz incluso de mostrar sentimientos le dejó perplejo. Quiso, enseguida, conocer la trampa. Imaginó una estructura interna de cables y un cerebro conectado por bluetooth a alguna antena que Luis guardaba para poder controlar la vestimenta.

—Vale. Acepto que has realizado un buen experimento conmigo. Me has asombrado y te doy la enhorabuena. Ahora, me gustaría saber, ¿Cómo lo has instalado?

—¿Instalado? Lo he confeccionado para que tenga todas las cualidades necesarias de un super traje. Sin embargo, y ahí es donde tú juegas, necesita ser llevado por alguien para poderlas utilizar.

El Traje hizo de repente una cruz con las mangas, mostrando su desagrado con la idea de hacer equipo con Manuel.

—Tú no te me pongas quisquilloso ahora y déjate llevar por él.

Manuel rio, no era capaz de entender la lógica de todo aquel teatro que el joven estaba montando, pero decidió seguir el juego hasta el final.

—¿Puedo cambiarme en tu furgoneta?

—Toda tuya.

Sin avisar, el profesor cogió a El Traje del cuello y lo llevó al interior del vehículo para poder ponérselo mientras este pataleaba y manoseaba sin pies ni manos. Parecía algo difícil, casi misión imposible, y es que se escuchaban varias quejas del hombre cayendo de un lado para otro al intentar batallar con aquel trozo de tela. Al final, tras varios minutos, lo consiguió, y abrió de nuevo la puerta trasera.

El Traje, al ser adaptable, le quedaba a medida, aunque obligaba a Manuel a mantener la barriga hacia dentro. Tenía una línea que separaba el torso en dos mitades, una azul y otra verde, mientras que los pantalones eran blancos y sin motivos.

Se veía bien dentro de él, se encontraba relajado e incluso le proporcionaba una seguridad que necesitaba después de todo lo que había ocurrido. Menospreció a aquel chaval y tuvo que aceptar su error, al fin y al cabo, las únicas intenciones que tenía era de ayudarle. Sin embargo, le surgieron algunas dudas que sin duda Luis podía aclararle.

—Has dicho que André ha sido tu primer cliente... Si no me equivoco. Eso significa que a él también le has dado un traje como el mío.

—No te equivocas.

—Lo que básicamente estás proponiendo es una lucha entre supertrajes.

—Lo que estoy intentando conseguir es una lucha entre un Superhéroe y un Supervillano. Nunca antes acontecida en ConfinaTown. Una lucha que todo el mundo recordará, que tendrá su vencedor y su perdedor. Un hito en la historia de la ciudad, del que yo saldré vencedor gracias a la confección del traje y que me lanzará al estrellato de la moda.

—Tú has visto muchas películas.

El Traje se activó de inmediato y proporcionó un gran puñetazo a sí mismo, que lastimó a Manuel.

—He olvidado decirte que cuenta con una gran sensibilidad hacia su creador. Es decir, yo. Más vale que intentes mejorar tu relación con él

Manuel refunfuñó un poco mientras se acariciaba el moflete impactado por su propio puño.

—El traje que llevas puesto es, por así decirlo, el hermano gemelo del que di a André. Adquiriendo cada uno de sus estados, uno es el fuego, el otro es el agua. El Ying y el yang. El bien y el mal. Estoy seguro de que os encontraréis muy pronto, y en ese momento, créeme, comenzará el juego de verdad. Yo ahora debo irme —dijo mientras montaba de nuevo en la camioneta tras haber cerrado la parte trasera.

—¡Espera! Aún no me has dicho cómo me has encontrado.

—Podemos decir que gracias a mis técnicas informáticas tengo información de cada uno de los ciudadanos de esta ciudad y... bueno, tu amigo André apenas dudó en pronunciar tu nombre cuando lo conocí.

Un acelerón hizo patinar las ruedas traseras del furgón, dejando una humareda negra al mismo tiempo que Luís dejaba el lugar.

Manuel, tras varios segundos sin reaccionar, se dio cuenta de que había dejado su ropa en el interior de la furgoneta y que todo lo que poseía en ese momento era el traje. Por suerte, no había salido con su billetera y la puerta de su casa la dejó abierta para que Elena pudiera salir cuando lo deseara.

Al entrar por la puerta de su casa, lo hizo con todo el sigilo posible para no hacer nada de ruido y ser descubierto por su amada con aquel traje. Subió a la primera planta y la vio tumbada sobre la cama, completamente dormida. El profesor se dirigió entonces al salón y encendió la televisión. Las noticias volvían a hablar sobre lo sucedido en el parque central de la ciudad:

«Tras varias horas de investigación, las fuerzas especiales del gobierno no han vuelto a actualizar sus informaciones acerca del extraño objeto instalado en el centro del parque de ConfinaTown. Al parecer, están intentando y consiguiendo mantener un contacto con el interior ojalá, indican, pacífico. Además, se confirma que el sujeto enfrentado con el cordón policial es un hombre que ronda los 35 años, vestido con una especie de traje de neopreno bastante llamativo con colores rojizos y que en estos momentos se encontraría en los alrededores del distrito norte de la ciudad. Cuatro agentes han sido heridos, uno de ellos en estado grave. Si lo han visto o tienen sospechas de alguien que concuerde con las descripciones, no duden en informarnos en nuestra página web»

El profesor, algo enfurecido por no poder ayudar, se dijo a sí mismo que quizás era la única persona capaz de hacer frente a André. Y que tenía que buscarlo y enfrentarse.

Dejó una nota firmada para Elena, y salió en busca de André, debía proteger a su amada, debía proteger ConfinaTown.

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