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Epílogo

—Señor Krotz ¿cómo se considera?— preguntó el juez.

—Culpable y sin arrepentimiento— respondió Tom serio.

Hubo un silencio en la sala. Hasta que los del jurado empezaron a hablarse entre sí.

Tom sonrió de lado. Kenzi esperó nerviosa que alguien dijera algo y con todas sus fuerzas deseaba que eso no lo tomarán en cuenta.

Un hombre del jurado se levantó y dió una hoja al juez quien asintió y lo leyó para después observar a Tom y él le sonrió a su abogado se le lleno la mirada de preocupación y decepción.

—Señor Krotz tengo su resolución, ya que no hizo falta presentar las pruebas ni ningún testigo...por el delito de genocidio se le condena a pena de muerte.

Kenzi empezó a sudar en frio, a temblarle el cuerpo y lágrimas aparecieron en sus ojos.

<<Por favor no>> pensó Kenzi.

No sabía por qué le había afectado tanto. Tal vez eran por aquellos días en que ver y platicar con Tom la hacían feliz, incluso algunos días platicaban de otras cosas que no fuera la vida de Tom, cualquier cosa y eso le había gustado.

—Tiene hasta mañana a las cuatro en punto para despedirse— pegó con su martillo dando por finalizado el juicio.

Tom permaneció inmóvil con una sonrisa en la cara mientras que Kenzi se limpiaba las lágrimas.

El abogado empezó a guardar unos papeles que tenía sobre la mesa con cara de decepción total. Unos guardias llegaron y levantaron a Tom.

—Se ha acabado Kenzi— le dijo Tom tranquilamente— Ve a casa. Gracias por venir a acompañarme. 

Kenzi lo observó hasta que desapareció detrás de las puertas.

...

Kenzi salió cabizbaja. Se sentía horrible y triste. Solo llegó a su casa y durmió.

Cuando despertó, se dio una ducha y se sentó a comer... Entonces vio la cámara con toda la historia de Tom.

Y una gran idea surgió en su mente.

...

Tom se dio una larga ducha. Al salir le entregaron un nuevo uniforme naranja.

Todos lo veían con burla y con indiferencia, pero él estaba feliz. Por fin lograría salir... aunque sea en una carroza.

Ya todo había acabado.

Estaba solo y los recuerdos lo atormentaban. Las pesadillas eran frecuentes, tanto, que no podía dormir más de cinco horas seguidas y al despertar una asfixiante angustia lo hacía hiperventilar por toda la celda. En sus uñas se podía ver las consecuencias; arañaba buscando salida, empezó con las paredes y pronto con su piel para así encontrar alivio.

Al llegar a su celda un guardia entro con él y le tendió un rastrillo. Lo tomó y fue al espejo.

Algunas de sus trenzas se habían desenredado, habían perdido un poco de color, su mirada se veía cansada y tenía ojeras oscuras, solo seguía conservando sus rasgos atractivos.

Se rasuró la ligera barba que cubría parte de su rostro y lo enjuagó para después dárselo al guardia quien salió inmediatamente.

Se tumbó sobre la cama y se quedó ahí toda la tarde hasta que le llevaron de comer como había pedido, y al final le dijeron que le quedaban dos horas.

Cuando fueron por él varios hombres vestidos de blanco, todos en el pasillo se quedaron callados y lo observaron pasar.

Llegaron a un cuarto con paredes blancas y una con vidrio donde vió al otro lado que la sala estaba vacía. Lo acostaron en una camilla en medio y le amarraron las manos y pies a los extremos.

Justo en ese momento llegó Kenzi respirando agitada, con las mejillas rojas y una cámara en la mano.

La cámara que los había estado grabando durante todas las veces que lo visitaba. Tom la miro y negó.

Varios hombres entraron, incluido uno que había estado en el jurado. Habló un poco con Kenzi y finalmente negaron. Kenzi les dio la cámara y ellos les hicieron una seña a los hombres de blanco dentro del cuarto con Tom, que esperaran un poco.

Salieron y Kenzi aprovechó para entrar.

— ¿Que estás haciendo?— le preguntó Tom frunciendo el ceño .

—Debe de servir de algo—Kenzi lo tomó del brazo.

Tom la contempló confundido.

— ¿Para qué haces esto?

—Tom, no quiero que mueras.

Y eso le recordó a Sara cuando lo vio sobre la moto que acababa de comprar. Un bonito recuerdo en el momento exacto.

—Esto es lo que quería kenzi, ya no tengo nada que hacer aquí.

Aquello le puso los pelos de punta a Kenzi y dejo de lucir nerviosa y desesperada para verse triste.

Kenzi lo tomó de la mano.

—Por favor Tom no te des por vencido— en ese momento entraron los demás y le dieron la mala noticia. No podían hacer nada al respecto.

Y Kenzi rompió a llorar sobre el pecho de Tom.

Los hombres de blanco volvieron a entrar y trataron de convencer a Kenzi que saliera pero no lo lograban así que el hombre del jurado dejó que se quedara un rato.

Prepararon la inyección y la depositaron en el brazo de Tom.

—Me tengo que ir Kenzi, mi misión aquí... ha terminado— con trabajo pudo terminar la frase antes de dejar de respirar.

—No Tom, no, no, no— lo miró, él tenía los ojos abiertos pero sin brillo y la observaban. Lo abrazó y lloró en su pecho. Todos, viendo la escena decidieron dejar la sola.

Kenzi lo acarió y cerró sus ojos con la mano. Depositó un suave beso en su frente y luego donde tanto había imaginado, un dulce beso en los labios...

Tardó en recomponerse desde ese día pero lo logró al cabo de unos meses. Mientras cada día visitaba su tumba para volver a platicar con él.



FIN






Gracias por terminar de leer esta historia. Espero que les haya gustado.

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