—Vivía junto a mis padres en una pequeña casa de madera con techo de lámina pero no me gustaba estar cerca de ellos porque solo me pegaban y gritaban así que prácticamente viví entre las calles desde los 6 años hasta que entendí lo que es "tus padres están hasta la madre de drogados"— su relato y su voz transportaban a Kenzi hasta esas escenas donde se imaginaba un niño pequeño siendo maltratado por sus padres drogadictos y luego tener que enfrentarse a la calle a tan corta edad. Dolió.

— ¿Cómo te sentías?— la miró serio.

— ¿Cómo crees que me sentía? Era solo un niño...— sus ojos pasaron de ser espeluznantes a ser nostálgicos.

De repente ya no tenía ganas de alejarse lo más posible de él, ahora tenía ganas de abrazarlo aunque suene raro.

— ¿Triste?— guardo silencio unos segundos hasta que una sonrisa de lado se dibujó en su cara.

—Te seguiré contando— asintió. La recorrió con la vista hasta el comienzo del abdomen que es hasta donde llegaba la mesa.

—Bueno...hmm

—Ah ¿En qué me quede?... Así, cuando cumplí 7 me mandaron a limpiar vidrios de carros en los cruceros...en fin, viví en la calle, conviviendo con vagabundos y delincuentes hasta que...—desvío la mirada —Mi padre me vendió a un hombre para que con el dinero que le dieran comprara más droga— dijo aquello interrumpiendo los pensamientos de Kenzi y de una manera rápida como esperando que aquello no lo escuchara bien.

—Ah—fue lo único que atino a decir Kenzi — y... ¿Qué pasó?

—Te lo diré...