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아빠 15 🍷

—Hola, vengo por mi padre.

Habló Jimin, y la secretaria enseguida hizo una reverencia.

—Si, justo lo estaba esperando, pase.

Habían pasado un par de días desde que había estaba disfrutando su nuevo apartamento, realmente era super cómodo vivir solo e irse sin dar explicaciones, era algo de lo que se había acostumbrado en Estados Unidos.

Jungkook lo iba a ver o él iba a verlo y podía volver a las horas que quisiera, era un ganar ganar.

Pero, su padre lo había llamado, y cabe recalcar que no se escuchaba muy feliz en aquella llamada, de hecho, estaba más serio se lo que solía ser.

Estaba pasando, había colmado su paciencia.

—Hola, papá.

Saludó mientras cerraba la puerta tras él, y pudo ver como estaba su padre parado frente al gran ventanal con vista a la ciudad iluminada cruzado de brazos.

Era un poco tarde, y eso se le había hecho extraño, su padre acostumbraba irse antes de las siete.

—¿Pa?

A pasos lentos se acercó frente al escritorio y vio como aquel hombre se volteaba a su dirección.

—Park Jimin.

Oh no.

Estaba acabado.

—¿Sucede algo?

Musitó, sabía que estaba enojado, pero trataría de no perder la calma, pues aunque sonara extraño, aún era débil hacia los regaños de su padre.

—Sabes que odio que me mientan.

Dijo mientras daba cortos pasos dirigiéndose hacia su hijo.

—¿De qué...?

—Solo quiero recordarte algo, Jimin.

Interrumpió con una voz fuerte y severa, mostrando lo enojado que estaba por quien sabe que cosa.

—El casarte no es una opción, es una obligación.

Dijo subiendo el tono de voz en lo último, haciendo que a Jimin se le forme un pequeño nudo en la garganta.

—Estoy conociendo...

—¡Joder, no me sigas mintiendo!

Golpeó el escritorio con su mano haciendo que unas cuantas hojas caigan al suelo.

—¡No entiendo por qué tienes que controlar mi vida de esta manera, papá!

Jimin gritó, sus palabras estaban llenas de dolor y desesperación.

—Porque eres un completo desastre, incapaz de hacer algo bien por ti mismo, ¡eres una vergüenza!

Su padre escupió las palabras con su voz cargada de desprecio.

Estaba ocurriendo.

—¿Crees que no me doy cuenta de que has estado evadiendo tus responsabilidades como siempre?

—¡No es cierto! ¡Estoy tratando de encontrar a alguien que valga la pena, algo que tú, con tu mente retorcida, nunca entenderás!¡Te lo he dicho!

Jimin contraatacó, su voz temblorosa pero llena de rabia contenida. Nunca había confrontado a su padre, pero odiaba que lo consintiera y después lo tratara como basura.

—¡Déjame vivir mi juventud! Yo quiero...

Su padre se acercó a él con pasos amenazantes, su presencia opresiva haciéndolo retroceder.

—No me importa lo que quieras. Te casarás y punto, ¡no tienes opción!

La voz de su padre resonó en la habitación como un puñal afilado, cortante y sin piedad.

—¡No me casaré con alguien que no amo solo para complacerte!

Jimin gritó con todas sus fuerzas, desafiante a pesar del miedo y del nudo en la garganta que sentía.

—Entonces prepárate para enfrentar las consecuencias, porque no toleraré tu desobediencia. Te aseguro que te arrepentirás, Park Jimin.

El padre de Jimin espetó con una sonrisa retorcida, disfrutando del control que ejercía sobre su hijo.

Estaba acabado.

Le dio miedo, esa jodida sonrisa, jamás pensó que su padre llegaría a amenazarlo de esa forma.

—Vete de mi vista, antes de que te haga pagar por cada una de tus estúpidas decisiones y te rompa en pedazos.

La voz de su padre era un susurro lleno de amenazas mientras señalaba hacia la puerta, su mirada fría y despiadada.

Jimin dio una leve reverencia con la cabeza antes de salir a paso rápido de ahí.

Abrió la puerta y la cerró tras él con fuerza, siguiendo con su mirada baja, sinceramente no sabía porqué tenía unas enormes ganas de simplemente llorar.

—Joven Park cómo le...

La secretaria vio como rápidamente se adentró en el ascensor y se encogió de hombros antes de seguir con sus ocupaciones.

Finalmente salió de edificio.

Joder.

La noche oscura y la brisa fría no ayudaban.

—Respira, Jimin.

Murmuró mientras caminaba cabizbajo intentando zafarse de aquel nudo que aún permanecía en su garganta.

Sintió un fuerte impacto en su hombro haciendo que cayera al suelo, haciendo que sus manos saliesen lastimadas al intentar no lastimarse el rostro.

—Disculpe, joven.

Aquel chico, quien había chocado mientras corría, se disculpó, ayudando a que se levantara del suelo.

—No se preocupe.

Dijo casi en un susurró, pues aún tenía ese malestar en su garganta. Aquel chico sonrió y le dio una reverencia antes de seguir corriendo.

Jimin miró sus manos heridas, todas raspadas por el cemento del suelo y simplemente quería sentarse y llorar.

Vio como una gota de agua caía en las heridas de las palmas de sus manos y se quejó por el ardor.

—¿Qué?

Murmuró antes de ver al cielo y sentir como las gotas se intensificaban y caían sobre él empapandolo en cuestión de minutos.

Lo que faltaba.

—No llores, Jimin.

Susurró mientras empezó a caminar a pasos cortos.

—Es insignificante, no tienes por qué llorar.

Volvió a susurrar mientras intentaba tomar bocanadas de aire, pero no servía.

—No llores.

Sus ojos aguados empezaron a brotar gruesas lágrimas una tras otra.

—No tiene sentido.

Y más lágrimas empezaron a salir, mezclándose con la lluvia que caía a cántaros sobre él.

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