Treinta: Confía en mí
Las lágrimas ardieron contra la tercia piel blanquecina, los ojos quemaron en delirio al mismo tiempo en que el suave algodón era aplastado entre sus dedos con furia, impotente al hacer cada movimiento, enfurecido al mirar las heridas que habían sido grabadas con rabia y dolor.
Sollozó en bajo, manteniéndose firme ante el nudo en su garganta que apenas le daba para hablar con un hilo de voz.
Un tierno tacto contra su mejilla lo hizo romper en llanto.
—Lo siento tanto.
Las lágrimas lastimaron su corazón.
—Te disculpas por alguien que no lo merece —Dongmin se abrazó a sí mismo, desconsolado, odiando lo difícil que era soltar una falsa eternidad—. No te disculpes por algo que no tienes la culpa.
Los cristalinos ojos se abrieron con lentitud, sintiendo como su cuerpo era consolado por dos brazos, tomándolo en calidez, aferrándose y sonriéndole.
—Es momento –Dongmin prestó atención a la mano que tomaba la suya con dulzura — solo confía.
Y eso hizo.
Confió en el dueño de esos carnosos labios que rozaron los suyos.
Dándole una nueva oportunidad.
Y su corazón soltó la venda que lo cegó.
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