Los gritos no cesaban.

Alarmante, así se definía la situación. Desgarradora, para la vida de ambos.

Dongmin tapó su rostro al escuchar la puerta cerrarse con brusquedad, cayendo al suelo en sollozos y pensamientos abrumadores, repitiendo las mismas palabras que alguna vez temió oír.

— ¡Debemos darnos un tiempo!

Todo le daba vueltas, se sentía ido, perdido...

Algo dentro de él le gritó que lo siguiera, mientras que sus piernas temblaban, derrumbándose en medio de la sala.

Aún así confiaba en él. Confiaba en que su Moonbinnie regresaría.

Regresaría por él.

Porque nunca dudó de Moonbin.

Porque confiaba en que su amor sería eterno.