Capitulo Veintiocho
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⋆*。 CONFÍA EN MI ⋆*。
capítulo veintiocho: abismo
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REAL LIFE ¡!⋆*。
New York, EUA !
EL SILENCIO Y LA OSCURIDAD inundaba el apartamento completo. La silueta de la castaña tendida sobre el suelo del pasillo frío sin inmutarse a moverse tan sólo un poco.
"Estoy cansada." —pensó la chica rendida desde el suelo. Su rostro mirando la única luz que entraba por el pequeño agujero de las cortinas que cubrían el ventanal.
Las noches eran lo mas difícil de afrontar, la oscuridad absoluta del lugar la consumía por completo, la atormentaban. La llevaba a recordar momentos en específicos que no quería recordar, como los ojos azules llorosos del piloto al haberlo dejado.
Había pasado de todas las posibles etapas en estos días: había gritado, se había atacado a así misma, llorar has que sus ojos dolieran y se hincharan hasta no poder ver, dejar de comer para poder hacerse y sentir daño que ella creía merecer. Pero nada obtenía una reacción en lo absoluto que le importara mucho y en el momento en que eso le quedó claro, entendió que llorar o gritar eran opciones que no ayudarían demasiado.
Sólo que no podía detenerse.
Había pensado que una vez su rompimiento se confirmara todo se detendría, pero no había sido así. Lo único que había logrado con la noticia era que su odio se incrementara a un más, que las personas no dejaran de inundar sus redes con mensajes de odio, o peor aún, amenazas de muerte. Afirmando que con su agora ruptura sólo había empeorado la vida del británico.
Y ahora había terminado allí, tendida sobre el suelo de su departamento de Estados Unidos al que habías escapado. Aíslada de cualquier tipo de contacto, sin haber comido en las ultimas setenta y dos horas y sus ojos hinchados de tanto haber llorado.
—¿Katherine? —su voz escuchó a lo lejos junto con las llaves abriendo la cerradura del departamento.
Pero aún así no contaba con la fuerza necesaria para ponerse de pie y darle la bienvenida a su amigo, no estaba de ánimos. Mucho menos deseaba que la viera en este estado; tirada en el suelo desde hace dos días con sus propios orines.
—¿Katherine? —la volvió a llamar, esta vez ya encontrándola en el pasillo del departamento.
A Riccardo no le importo muy poco su condición y salió corriendo a abrazarla y ayudarla a ponerse de pie.
—¿Que pasa? ¿Katherine? —cuestionó con ella en brazos. Katherine no lo miraba a los ojos y también temía por hacerlo. —¿Que ha ocurrido?
—Yo.. —ella se detuvo por unos segundo y el Australiano inmediatamente supo que había pasado de nuevo. —No pude controlarlo. —admitió decaída. Su vergüenza siendo muy grande como para no mirarlo a los ojos.
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas y de inmediato, Riccardo la atrajo hacia su y la abrazo con fuerza para que llorara tranquila.
—Esta bien. —le susurró. —Estarás bien, Katherine.
Su delgado cuerpo temblaba en sus brazos mientras se estremecía y lloraba. Y en ese momento, el piloto no pudo evitar ahora odiarse así mismo por no poder hacer más por ayudar a su mejor amiga. Detestaba mirarla tan vulnerable y débil. Detestaba no poder curar su trastorno alimenticio y mental que los mismos comentarios habían ocasionado en ella. Odiaba no estar ahí todos los días a todas horas para atenderla y cuidarle mejor para que otra recaída no la consumiera.
Es decir, sólo se había marchado por cuatro días y la castaña había sufrido una recaída tan grande que incluso a él mismo le dio miedo. Podia notar las marcas de daños que se había echo a ella misma, su piel irritada de brazos y piernas siendo el testigo clave del daño. Su cuerpo aún más delgado de una clara señal que otra vez no había comido.
Le preocupo su amiga. Pero ahora lo único que podía hacer era abrazarla con tanta fuerza e intentar que ella olvidara todo.
DOS MESES ANTES
SU MIRADA SE PERDÍA en el horizonte de su sala de departamento. Mientras que en su mente divagaba si enviar ese correo o no. Su laptop sobre su regazo, la pantalla abierta con el email de su renuncia en primer plano.
Estaba dudando en que hacer.
Sabia que una vez ese email enviado todo cambiaria. Que su trabajo soñado por el que tanto había sacrificado se iría a la borda. Pero también reconocía que si enviaba ese email el peso que sentía en sus hombros desaparecería. Que si enviaba el correo dejaría atrás a los amigos que había hecho. Que dejaría atrás a Lando.
Lando, Lando.
El nombre del británico de ojos azules aún la seguía atormentándose por las noches. Su amor por ese en vez de disminuir solo había aumentada cada segundo. Que por más que se esforzara por alejarse de él, le dolía a muerte. Que no quería dejarlo atrás, pero para amarlo ella debía de curarse a sí misma.
Sus ojos cerró con fuerza, y sin demorarse o retenerse más, envió su renuncia.
Su aparato cerró sobre sus piernas y lloró desconsoladamente hasta que sus ojos enrojecieran e hincharan.
Tin, don.
Horas más tarde escucho como llamaban a la puerta de su departamento. Fue casi imposible no poder sentirse confundida.
No esperaba a alguien. Tampoco creía que alguien sabía que estaba aquí.
Limpiando los últimos rastros de lágrimas se miró al espejo para asegurarse de su desaliñeado aspecto. ¿Que más daba? Seguramente terminaría echando a esa persona apenas le abriera la puerta.
Pero su idea era totalmente errónea, porque en cuanto abrió la puerta el Australinao sonriente se coló en el departamento.
—¿Que haces aquí? ¿Como sabes que estoy aquí? —cuestionó apenas lo reconoció entrar.
Por su parte Ricciardo la ignoro por completo a lo que inciminaba la británica, y entro como si estuviera en su propia casa. Su mirada recorriendo el lugar hasta identificar la cocina justo a su costado izquierdo. Después de un largo viaje moría de hambre, lo mínimo que merecía es un aperitivo.
—¿Que hay de cenar...? —su entrecejo se arrugó y su ilusión por encontrar comida se esfumó al abrir la nevera y verla completamente vacía. —Kathe. —la llamo por su nombre aún sin girarse a mirarla a los ojos puesto que estaba muy ocupado contemplando la desierta nevera.
—Olvide hacer el mercado. —se excusó.
—Okay, ¿entonces que están haciendo toda tu lacena en la basura? —ahora preguntó alarmado. Sorprendiéndose y asustándose a la vez de mirar toda esa comida desechada. Ahora entendía porque notaba tan distinta a su amiga británica, y como también la había encontrada con las manos en la masa. La chica no comía, y tampoco sabía desde hace cuanto no lo hacía. Era claro que su aspecto no era el mejor, su cabello desordenado, su piel pálida casi blanca del mismo color del mármol de la cocina, y sus ojeras moradas casi grises bajo sus ya enrojecidos ojos que amenazaban con soltar lágrimas.
Su corazón juro sentir añicos el Australiano. No le gustaba ver a alguien que quería mal. Siempre hacia lo mejor por esforzarse y cuidar de todos sus queridos. Por eso mismo se prometió en ese mismo segundo que haría lo posible por curar a su amiga.
Sus fuertes brazos atrajeron la pequeña silueta de la británica a su pecho y dejó que ella llorara desconsoladamente mientras que acariciaba su cabello castaño como un signo de reconforte.
—Shh. Esta bien no estar bien, Katherine.
—Duele.
—Lo que duele se cura, por dentro y por fuera.
authors words
Vale que tengo que admitir que este capítulo me ha costado demasiado escribirlo y también, probablemente, para ustedes resulte un poco aburrido. Pero quería hacer una gran énfasis a la situación de Kathe y como el tema de salud mental es enserio. Que seguramente muchos lo consideran una tontería y que se les hace muy fácil minimizar a una persona y/o dejar un comentario hiriente hacia un perfil. Pero lo real es que jamás sabrás por lo que la persona está pasando y mucho menos con que lía respecto al tema mental. No todos toman conciencia de ello. Así que, por favor, por favor, antes de minimizar a una persona, no importa por cuanto te desagrade o por cualquier otro disgusto. Toma en conciencia el hilo que es la salud mental.
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